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〔 98 〕

Aquella mañana Bella había despertado mucho antes que Leongina, quién aunque trató de seguir resguardandose entre el cuello y espalda de su Luna, qué para su fuero interno olía tan bien que era imposible no sentirse mejor teniendola entre sus manos; sin embargo, la ley de la naturaleza y necesidades fisiológica humanas, había salido a luz, exigiendola a abandonarla por las grandes urgencias de ir a hacer pis porque enserio que lo necesitaba.

Al punto que en cuánto dejó de ver que su Alfa se resistía a soltarla, quedó en sí misma salir con exito de entre los brazos gelidos de la albina, que claramente lo había logrado. Dandose tiempo para sí misma, bañarse, tomar más aspecto revitalizado y tener aspecto decente para cualquier visita.

«Siento que ella está mejorando rápido, al menos así me siento, como si ya casi nada doliera.»pensó mientras se cepillaba los dientes y miraba su reflejo en el espejo.

Tras unos minutos, cuando pudo sentir con su lengua la sensación limpia sin sarro entre sus dientes, lavó las cerdas del cepillo y lo colocó en su lugar. Saliendo del baño y encontrandose con que Leona se había levantado para intentar salir fuera, aunque se notaba que las vendas habían vuelto a soltar sangre, como si fuera difícil conseguir la autocuración en dichas heridas.

—No deberías levantarte todavía, Leona. —interviene rápidamente cruzandose en la acción de querer salir por la puerta.

La mirada gelida y molesta de aquellos ojos celestes palidos no se hizo esperar.

—Mi querida Luna, me encuentro en perfectas condiciones como para salir y traer mi propio alimento a mis fauces hambrientas. —expresa con una pasiva agresiva sinceridad.

Bella no se dejó intimidar ante ello.

—Ve a descansar a la cama, te la traeré yo. —propone decidida, empujando un poco a su albina para retroceder dos pasos atrás.

—Bella, sé que deseas como todo el mundo que descanse pero un Alfa no puede tomarse el lujo de descansar por tanto tiempo. —comenta Leona moviendola con tanta facilidad a un lado, pero una vez que se abre la puerta y nota de reojo alguien detras de ella, y de relleno para rematar que Bella se había puesto contra la puerta a modo de negarle la salida.

—No saldrás. Descansarás.

Leona al haber visto perfectamente con quien lidiaria detrás de la puerta, solita se dio la vuelta cumpliendo con la orden de su Luna.

«¿Quién era ella para ignorar una orden de su Luna»pensó intentando volver a dormir para tener excusa y tomar más tiempo sin la lluvia de reproches hacia su persona.

A Bella claramente le extrañó la predisposición que su Alfa había dado, cuando previamente se negaba. Algo había visto atrás suyo para ceder tan fácil, y claro no se espero hacerse notar.

Toc, toc , toc...

La madera de la puerta sonó, alguien llamaba la atención.

Por lo que la abrió, encontrandose con el rostro de la dulce y amable Urana, la abuela de su Leona. Quién le sonreía amablamente, pero dio paso dejandola entrar encontrando al voltear que su albina trataba de mostrar un semblande de sueño.

«Así que de esto querías huir. Con razón me habías hecho fácil sin reproches ante la orden.»pensó mirandola divertida.

—Leongina se que no están dormidos. Así que, necesito que hablemos o no podrás sanar con facilidad como sé que lo desear hacer. —advierte Urana.

La mirada severa lo había percibido taladrarla al igual que la voz. Por lo que la albina abrió los ojos, enfrentandose al escrutinio de su abuela.

Siendo así, cómo una charla de abuela y nieta se había desarrollado alrededor de cinco horas, donde lo que pasó es que nuevamente el Alfa comentó lo mismo que explicó a su Luna, se llevó regaños, quejas y reproches al punto de que ambas mujeres habían discutido y por si fuera poco... Urana tuvo que hacer dormir a su nieta tras su gran impulso de ir al trabajo sin siquiera notar que las heridas de las mordeduras estaban supurando pus necrofilico alrededor de cada mordida.

—Es lindo saber que la tiene a usted para cuidarla en estas situaciones, al igual que el carácter que las hace iguales en el sentido de familia. —comenta en un susurro, admirando como la bruja y hechicera decía cosas en otro idioma, donde parecía estar huntando algo viscoso encima de la herida. Tratando de curarla.

—Tienes razón, es mi nieta. No la puedo ignorar, aún cuando no fuera el Alfa estaría para velar por su vida. —contesta Urana, la mujer de cabellos blancos y trenzado como siempre.

—Aunque ni yo tengo ese carácter tan fuerte como para sacarla de quicio como usted. Tal vez trabajar siempre la ayudó a sobrellevar el dolor, pero ahora no es nada este daño físico comparado con algún choque de aire contra el cuello. —expresa Bella mientras espera a que termine la curación. Quería ir y estar como un peluche, solo si eso contara con aliviar el dolor.

—Con el tiempo lo tendrás. Es instintivo, ella despierta muchas cosas en uno. Aunque me sigue preocupando muchas cosas... Ella no tiene la suficiente fuerza para encarar su destino, aun cuando ya han cumplido con lazo de marcaje. —expresa su preocupación a la Luna. —Se que sabrás como sobrellevar la situación, no por nada ya fuiste reconocida como nuestra Luna. No está de más decir que hasta los cachorros creen en que podrás sanar al Alfa en todos los sentidos posibles.

—Yo... Vaya... No sabía...

—Pues bien, ahora ya lo sabes. Sé que alguien más te habrá iluminado el camino de lagunas que tienes con respecto al secretismo de sus decisiones en Leona. Y eso es lo mejor que te puede pasar, eso si... Si llegara a existir un tercero que quisiera instruirte algo con respecto a vuestra relación, ignorarlo. Porque solo vosotras dos sabrán como el futuro se debe dar, que nadie comprometa tu juicio y decisiones, Querida Luna. —expresa con seguridad y devoción, mientras deja en mejor estado las mordidas, vuelve a cubrirlos con vendajes nuevos.—En fin, haré que suban el almuerzo para vosotras, cualquier cosa que necesites pide al Beta Jonas o menciona mi nombre y aquí estaré para ayudar.

—Muchas gracias por sus consejos. Los tomaré en cuenta, le avisaré en cuanto vuelva en sí. —contesta con una dulce mirada enfrascada en su Alfa.

—No, no, querida Luna. Mejor avísame cuando te de quebraderos de cabeza, para volver a dormirla y así pueda sanar como corresponde. —contesta Urana con una diversión en la mirada.

Bella sonríe correspondiendo el gesto.

—Ella se curará de esas heridad, ¿verdad?—pregunta tratando de calmarse a si misma.

—Si, pero tendrá mucha sensibilidad en la zona. Habrán días en las que le dolerá como un fierro ardiente y otros en donde será muy sensible al punto de soltar diferentes reacciones inentendibles para quiénes no sepan el contexto del daño. —explica comprensiva Urana.

—Ya veo, entonces me quedo con un poco de calma.

—Para lo que necesites, Querida Luna.

Siendo así, como abre la puerta y la cierra con cuidado, despidiéndose para volver a sus labores diarios. Nuevamente quedando a solas con su Alfa inconsciente y cedado. Ahora como la niña buena que era, había de dos opciones: esperar a que despertara y comer el almuerzo juntas o bien, escaparse hacia su padre para ver a su madre mientras pudiera.

Pero sabía que si se iba, ella lo notaría. No es que fuera cobarde de tener que enfrentarla, sino que, no sabía si ella podría ser capaz de comentar la experiencia de conocer a su otra mitad, al Rey Superno. O sería algo que se llevaría consigo misma hasta que ambos fueran uno mismo.

Temía no poder explicarse como debiera. Así como que, ella no la pudiera entender ante sus motivos en referencia al Cullen.

Y ni pensar, que le debería decir que el futuro predestinaba que su primogenita niña debía ser pareja del pelos de escoba. Aquello amargaría a cualquiera.

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