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〔 61 〕

—Si te pido que te quedes en el auto, ¿lo harías por mi, Leona? —pregunta tímidamente Bella.

Ya la albina se había estacionado frente a la casa del jefe Swan, y no había despegado su mirada del auto conocido ya que tenía aquel fétido aroma a muerto.

—Si/No —ambas respuestas habían salido doble en voz alta, sonando distorsionada. Causando escalofríos a la pequeña humana.

Yin y Yang no estaban de acuerdo, eso no era novedad. Pero la pequeña Luna, nunca había sentido aquella diferencia de opinión tan sincera por ambos bandos. Leongina siempre sería partidaria de la tranquilidad mientras que no la molestaran, mientras que Maxam nunca dejaría que el peligro jugara con lo que más apreciaba en este mundo.

—Tomaré eso como un sí. —murmura Bella para si misma, luego de recomponerse de esa respuesta, saliendo del auto, no sin antes besar a su albina en la comisura de los labios—Tan solo dame unos minutos, luego te necesito dentro de casa.

Ese beso sin duda había anestesiado ligeramente a ambos, por lo que, Bella salió y se dirigió a su encuentro con Cullen, tras cerrar la puerta de su camioneta. Edward Cullen se encontraba de lo más casual recostado sobre el capote de su auto.

—Hola. —saludó por cortesía Bella.

—Hola Bella, gracias por aceptar hablarnos. En serio necesito esta charla contigo. —dice el cobrizo con una confianza que golpea a la castaña.

—Eh... Yo solo... quería disculparme por haber sido mala compañera en clase de biología. —dice Bella, retrocediendo un poco, y entre un murmullo tras el atropello del cobrizo, realmente se sentía incomoda.

—Oh, no te preocupes por ello. Sin cuidado, entregué el trabajo completo y el profesor nos felicitó. —expresó sin ningún problema el cobrizo, muy despreocupado por aquel motivo. —Pero del tema que quiero hablar, es un tema privado.

—¿Qué clase de tema? Estamos solos, además ningún vecino está fuera. —finge inocencia Bella. Sabía perfectamente que su Leona estaría escuchándolos pero no interferirá por lo prometido.

El cobrizo frunce el ceño ante dicha expresión inocente en la castaña, comprendiendo tal vez que ella no sabía del secreto de quien la custodia. Realmente no podía leer ninguna de sus mentes, así que esperaba no estarse equivocando.

—Bien, se que sonará ridículo... Pero tu y yo somos compañeros, tu sangre me canta, no puedo leerte la mente... Yo... Te quiero Bella, y quiero que me dejes protegerte. Sé mi novia, Bella. —dice de lo más sincero el cobrizo de ojos dorados, queriendo tocar su rostro y demostrar que era cierto.

Sin embargo, Bella siente como su marca se calienta y se tensa completamente al sentir un enojo invadirla, por lo que no puede evitar reír ante la situación. Tal vez tanto nerviosismo ya estaba jugando con su sano juicio, pero eso no evitó que retrocediera en cuanto Edward quiso tomarle la mano.

«Tranquilos, puedo manejarlo» pensó intentando que llegara a su lobo.

—Disculpa Edward, pero creo que has malinterpretado muchas cosas. Uno, éramos compañeros por lo del trabajo, como ya se terminó... Pues eso. Y por lo otro, no necesito saber porque quieres tomar de mi sangre, estas sonando como un lunático. Y tercero... No quiero ser nada romántico de ti, no quiero ser nada de ti. ¿Entiendes? —responde Bella, mirándolo seria, una vez que de alguna manera encuentra agallas para defenderse sola, sin trabarse la lengua tras su ataque de risa.

Aunque no mentiría sentía como su corazón latía mil veces más rápido de lo normal, estaba eufórica. También tenía miedo por lo que había confirmado, Edward era vampiro.

—¿A qué te refieres con que mi sangre te canta? Eres un vampiro o un carnívoro?—pregunta con cierta ironía, siguiendo con su plan de niña inocente. Había decidido que era mejor fingir demencia que seguirle el jueguito a este Cullen.

—No sabes lo que dices... Yo... Tengo un secreto... Tu... Tu sangre me vuelve loco cuando estas cerca, yo no puedo estar lejos de ti... Al menos seamos amigos Bella... Por favor. —volvió a insistir Edward, tratando de tomar su mano para evitar que se fuera.

Pero Bella se asustó sin querer ante la mirada dorada volviéndose negra frente a sus ojos, por lo que tembló. Y eso fue más que suficiente para que un rugido fuerte resurgiera tras de ella, tras haberse chocado contra alguien tras de ella. Sabía perfectamente quien era, y se sintió aún más segura cuando la persona tras de ella la tomó de la cintura protectora y posesiva.

Aléjate de mi mujer. —gruñó la mujer albina totalmente sombría.

Edward sacó a mostrar sus colmillos también, molesto por la interrupción.

—Ella debía ser mi compañera no tuya. Ella es mi tua cantante, ella y yo... —empezó a demandar Edward.

Por eso mismo, no es tuya. Tua Cantante significa para tu especie, banco de sangre. No pareja, primero conoce de tu raza antes de venirme a reclamar algo que no es. —gruñe la albina totalmente firme a su conocimiento, protegiendo a su luna, sabía que si esto se pasaba de la raya lo alejaría de ella.

—Eso no lo sabes, ni siquiera haz probado si es que le llegaría a gustar a ella, ni siquiera he podido conocerla por culpa tuya. ¿Porqué? ¿Porqué me quitas lo que en el futuro merecía ser mío? —protesta totalmente molesto.

Bella no comprendía mucho, pero sabía que para que la voz de su leona sonara distorcionada era sumamente serio la situación hablaba con el Cullen. Por lo que buscaba una alternativa para calmas las aguas.

—Para tu información Edward Cullen, no soy un objeto por el cual reclamar así como así, además nunca me gustarías tu, si solo sabes actuar como acosador y lunático. —expresa Bella totalmente incómoda. —Por favor, vete que me estás incomodando.

Ya la oíste. Ella decidió lo que más quiso tener y eso es algo cálido que vale la pena. Ahora complace a mi luna y vete, donde no te vea porque no creo aguantar las ganas de matarte maldito mocoso. —gruñe demandante usando la voz de Alfa y elegido.

Edward por primera vez en la vida sintió como su piel percibía el peligro en su máxima expresión, porque dolía haber escuchado aquellas palabras, dolía mucho más que haber perdido a Bella contra esta albina.

—¡En serio vas a ser gay por ella! ¿En serio vas a rechazarme? Soy mejor hombre que ella. —trata de despertar a Bella de aquel ensueño, según el cobrizo ella estaba bajo un embrujo.

Maxam estaba que araña las paredes por arrojarse a matarlo en ese instante. Quería salir y demostrarle el hombre barbarico que era, que era mucho mejor que ese badulaque. Pero Leongina tan solo liberó a su luna, y está no hizo falta de siquiera decirle algo, solo hizo lo que le nacía hacer.

Y eso, patear los huevos de ese muerto. Tan fuerte como mil infiernos fue su intención, tan enfadada estaba por la ofensa hacia su bella leona y hermoso Maxam que no pudo más con el coraje que la inundó.

El vampiro incrédulo pudo sentir el dolor horrible al golpe y estruendo de sonido gelatinoso de moverse en su entrepierna, tras esa patada. Cayendo directo al suelo, siseando de dolor.

—Ca-carajo...—blasfemó.

En ese momento la albina estaba más que conformada por la situación, amaba que su poder estuviera protegiendo con su marca en Bella a sus propias acciones. Maxam se había distraído por dicha acción, se había olvidado por un momento que su luna no era una cualquiera ni una niña tan inocente, por lo que no pudo evitar sonreír victorioso.

Así se respeta por los pies, a mi querida luna. —expresan totalmente divertidos por la situación.

Pero tras esos quejidos del vampiro, la risa de Leongina y la emoción de Bella de estar saltando en su lugar, fingiendo soplarse aire por dicha emoción llena de adrenalina. La puerta de la casa se abrió dejando ver a Charlie, quien al ver esa escena no supo que pensar.

—¿Qué ha pasado aquí? —pregunta con el ceño fruncido el jefe de policía.

—He empleado los años que me has enseñado a defender, pá. —dice orgullosa Bella, corriendo a abrazarlo. Estaba muy contenta de cómo había hecho respetarlas al maldito Cullen.

—El niño Cullen quiso sobrepasar mis límites, Charlie. Y también dijo algo machista. —comentó Leongina acercándose a aquella escena tierna.

—¿Cómo que mach-...? ¡Cuidado Alfa! —grita repentinamente Charlie asustado al ver como el chico Cullen se arroja encima suyo.

Ambos caen al suelo, la albina gruñe tras dicha actitud infantil del vampiro y Bella grita asustada al ver como del rostro de su albina cae sangre por el mentón. No le gustaba la sangre en su leona, no le gustaba lo que estaba viendo, ahora mismo Edward Cullen se estaba ganando el odio de la que supuestamente debía ser su pareja.

Sin embargo, el Cullen por más que quiso desquitarse con la albina abalanzandose encima suyo, no duró mucho porque en un crujido horrible un gran lobo blanco de ojos dorados hizo su presencia tirándolo hacia el bosque como si fuera un muñeco de trapo. El cobrizo fue en ese momento que sintió terror al ver como el rugido para nada amigable fue enviado en su dirección, sin embargo, no se arrepentía de haberlo hecho.

—¡No puedes matarme!—exclamó nervioso pero divertido, sabía que ese alfa no podía matarlo por los Vulturi.

«No cuentes tanto con ello, maldito bastardo» gruñó Maxan totalmente ido por la venganza.

Maxam no perdonaría a este maldito chupasangre, había lastimado a su Yin, y nadie salía ileso ante ello.

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