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〔 56 〕

La mansión de la albina parecía sacada de una película medieval pero también mezclada con toques de la misma actualidad osea entre los años 1492-2008, el estilo medioevo se notaba en el suelo y los muebles como sillones, detalles de marco en la pequeña chimenea de piedra, al igual que los diseños de las puertas. Mientras que el estilo tecnológico también era contrastada perfectamente con reforzar la seguridad de la posibilidad que antes hubiera existido de las caída del televisor de plasma o LCD, debido a que este se veía reforzado con borde de piedra exterior y madera interior. La pared era de piedra sólida pero relucía ante la luz artificial levemente el color que tenía un blanco con difuminado celeste hacia la parte superior, mientras que el blanco dominaba hacia parte superior o al suelo, había una compaginación increíble entre artículos reciclados, renovados y electrónicos del estilo 2008. Sin duda expresaban algo de paz pero le faltaba más calidez como si fuera sombrío. Todo era negro, blanco o gris, claro con detalles de madera.

Las escaleras eran de madera y bien anchas, por lo que parecía menos larga el trajín de bajar del segundo piso, pero al haber logrado el cometido se dio cuenta del espacio abierto que disponía la sala, debido a que el comedor y la cocina era espaciosa, cómoda como si la servidumbre siempre hubiera sido parte de la familia, igualmente no pasó mucho en observar un pequeño almacén cerrado del cual salían dos mujeres bastantes conservadas que bien podían estar entre los 45 y 60.

—Buenos días, Alfa. El desayuno ya casi está listo. —dice la mujer de aproximado 60 años, bajita, regordeta y de cabello gris que le llegaba hasta los hombros, mientras llevaba unas cuantas verduras en un bol.

—Buenos días, Alfa y Luna. —dijo la mujer de aproximado 45 años, de cabello negro hasta la espalda baja y medio delgada, con un vestido celeste pálido y delatar blanco.

Ambas mujeres vistiendo igual. Dirigidas con el debido respeto.

—Buenos días Águeda, y muchas gracias Evalina. —saluda Leongina con una tranquilidad tan sublime, pero una neutralidad facial que la caracterizaba, tenía en hombros a su Luna que con cuidado había bajado al suelo. En realidad, Bella no podía si quiera moverse mucho ni siquiera luego de una pequeña ducha, la cual era evidenciada por sus cabellos ligeramente húmedos.—Ellas están por gusto, no suelo tener servicio. Pero...

—Pero la Alfa es despistada con su buena alimentación, si no se fija en ella no se percata del hambre, por lo que, nos encargamos de cuidarla. —admite con una expresión divertida la mujer mencionada como Águeda.

Leongina al escuchar dicha cosa, y rehuye avergonzada la mirada de su luna, impropia de ella.

—Águeda por favor concéntrese en no quemarse. —ordenó con un rubor.

Bella se encontraba a punto de sentarse en la mesa del comedor, y cuando lo hizo se empezó a dar cuenta de todo lo que pasaba, cosas que parecía muy nuevas para ella. Leona no era forma con ellas, las llamaba por su nombre y con cierto cariño, Leona se había ruborizado, Leona no estaba de forma imparcial en carácter, sino que... Parecía estar relajada, ¿le estará dando vueltas a algo o es normal esto? Eso se preguntaba Bella, bastante curiosa y callada ante la situación.

—Mi luna, no te comas tanto coco.

—No lo estoy haciendo. —contesta tras un bostezo, que rápidamente ahogó en su mano. —¿Es normal estar tan cansada?

—Si, es normal. Mucho más si es reciente tu marca, mi luna. —comenta mientras se sienta en la punta cercana a la pequeña humana, esperando pacientemente que sus nanas sirvieran el almuerzo.

—Hmm... Leona, podrías hablarme acerca de la marca, aun no comprendo que otra cosa puede pasar con esto, solo se... Lo obvio en eso...—comenta curiosa pero avergonzada al recordar el motivo de su cansancio.

—La marca es conocida como un diferenciador en la manada, es como para dejar en claro que dicha persona ya tiene pareja y vendrá un castigo si no lo llegan a respetar. Es como dejar en claro que eres mi pareja, y nadie más puede acercarse a mi, o a ti. Además de que, en un Alfa nace la necesidad de expresar orgullosamente que ya ha marcado a su luna como suyo, y que la manada al fin está completa. —admite tranquilamente, mientras ve cómo Evalina empieza a dejar los vasos con jugo de uva, mientras que Águeda va sirviendo la comida en platos aun estando en la encimera de la cocina.

—Entonces... Ellos... ¿Saben que soy tuya? Pero como? —pregunta aun sin comprender muy bien, inclusive se olisquea con cierta vergüenza, ella se sentía igual sin ningún cambio en sí misma.

—El aroma cambia en la compañera, mate, o impronta. Tu aroma ahora está equilibrado con el tuyo y el mío, dulce y menta, ni muy empalagoso, perfecto. Sabrán que hemos tenido relaciones íntimas porque esa conexión de aroma es producido sólo cuando se tiene roce oficial. No basta un beso, sino que la marca te distingue, y si es mía, aun más te respetarán o bien, se abstendrán ante las ideas de acercarse para coquetear. —contesta mientras se permite beber algo de ese manjar de jugo.

—Que vergonzoso. N-no se como miraría a los demás si supieran ese detalle. ¿Hasta cuando dura? —pregunta curiosa y con un rubor de vergüenza ajena.

—Los primeros días... Supongo una semana, pero luego será solo un suave de haberlo hecho, sin embargo,  mantendrás por el resto de nuestras vidas ese aroma en ti. Porque... No se quita, es como un tatuaje, se queda para siempre. —comenta pensando algo perdida en un tiempo en cuanto le preguntó, Leongina empezaba a sentir que no hizo bien pero Maxam estaba a gusto.

Bella sin duda no había tenido ese conocimiento antes pero tampoco se arrepentía de haber tenido su primera vez con su albina favorita. Por lo que optó por tomar la mano de la albina y apretarlo.

—Oye... No me arrepiento de nada. Estoy feliz que sea tuya, aunque aún sigo teniendo una duda. —dice Bella tras una sonrisa tímida.

Leongina la mira con adoración al igual que Maxam ronronea tan feliz de sentirse aceptados por su Luna, la espera había válido la pena. La pequeña Isabella ya era suya, ya solo faltaba presentarla como la luna de manera oficial ante la manada.

—Gracias... —susurra felizmente y ya más tranquila la ojiceleste, mientras que sonríe suavemente, aumentando la felicidad de las señoras en la cocina. —Dime, en qué puedo ayudarte mi pequeña Luna.

—¿Cómo puedo dejar en claro que eres mía? Solo mía, mía... Mi pareja. —admite muy orgullosa, celosa.

Leongina al escuchar aquello queda totalmente sorprendida no creía que su pequeña luna fuera tan posesiva, pero eso le alivia de sobremanera varios puntos de estrés.

—Oh...

Entre la servidumbre doméstica, se quedan expectantes y divertidas, resguardadas en la cocina, queriendo saber cómo su alfa se enfrentaría ante esa situación. Sin duda, desde hace años que no la veían expresar emociones o sentimientos en su rostro, la Luna estaba cambiando eso.

—¿Qué pasa? ¿He dicho algo malo? —pregunta avergonzada Bella mientras se aventura a tomar del vaso el jugo.

—No, no pasa nada malo. No... No te veía tener esos cambios posesivos en ti, no es que me moleste. Pero... No creí sentirme tan victoriosa, se siente bien. —admite con el calor en su pecho haciendo su trabajo, sanando poco a poco, la falta de ese cariño que hace mucho perdió.

—O-oh... Pero no me respondiste. —alega ciertamente avergonzada y con el ceño fruncido.

—Quedate conmigo, se buena luna. Sé cómo eres, y no habrá ninguna necesidad de mostrarlo como yo con los demás... No tenemos ojos para otros, eres nuestra única pareja con la que queremos algún día tener cachorros. —admite totalmente sincera, mientras que corresponde la pequeña caricia de su luna.

Bella asiente pensativa en cómo haría eso si sigue metida en el instituto, pero lo haría de todas formas, se le ocurriría todo.

—Por cierto, no te debes preocupar por cuestiones externas mientras estás en el Instituto, termina bien los estudios y luego verás que no corro ningún peligro de que otros se interesen en mi de manera romántica. —dice Leongina mientras se acerca a darle un beso suave en la comisura de sus labios.

Bella queda totalmente tímida tras ello, tal parece le podía leer la mente.

—Era verdad lo de poder leer la mente tras la marca... Vaya. —murmura avergonzada.

—Si, ahora al menos estarás protegida de las bromillas que Venai o los del consejo. —admite bastante feliz.

—En verdad que te molestó cuando escondió mi aroma. —comenta bastante curiosa.

—Recuerda como te pusiste cuando no me encontraste, así mismo me sentí cuando no encontraba tu aroma. Ni Lucah pudo encontrarte ni Yiara, y eso que son expertos en rastreo. —comenta bastante seria.

Maxam había recordado la molestia, y más cuando los había visto su luna en un momento de debilidad por culpa del concejo, aquello sin duda no había sido su parte favorita de bromas jugadas por ese par de animales.

Sin embargo, tras aquella charla común y relajada del almuerzo, la puerta de la sala se escucha ser abierta sin cuidado alguno. Bella se tensa al voltearse para ver quién es, quedando con el labio fruncido. Mientras que Leongina miró de manera dulce, pero intrigada hacia el lugar de la persona que había entrado sin llamar a su casa.

—Leo, necesito hablar contigo.... De un tema muy delicado yo... —empieza a decir el platinado quedando de piedra al sentir el aroma combinado, mas las miradas no gratas sobre él.

—Bienvenido Joven Elay, ¿desea también almorzar? —pregunta con educación la cocinera Águeda.

Siendo así como Elay al fin había llegado junto a Leongina para contar sus problemas que lo tenían en aprieto, pero no contaba con que la luna fuera recientemente marcada.

—Yo... ¿He llegado en mal momento? —preguntó algo avergonzado.

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