〔 4O 〕
Al despertar aquella mañana mediante la vibración de su celular, por la alarma que indicaba que era tiempo de volver a la realidad, en otras palabras al instituto. No sabía cómo su celular y su ropa se encontraba sobre la mesita de noche, pero agradecía el gesto. Eran las cinco de la mañana, por suerte tenía tiempo para decidir si ir o no, debido a que entraba recién para las siete.
Lo apagó, se volvió a recostar en el cómodo colchón y poco después se giró quedando de costado para observar a la albina que pasivamente se encontraba descansando. No quería dejarla, ni despegarse de ella, motivos tenía, tales como:
1. Al fin tenía de vuelta a leona a su lado, sabiendo la verdad que las separó en el primer momento.
2. Sentía preocupación en dejarlos solos siendo consciente de las heridas.
3. Egoísta era y no quería alejarse.
4. Si salían de allí se encontraban con quien calculaba que no congeniaría.
Por lo que, soltó un ligero suspiro y sin poder evitarlo una suave mueca se fue revelando en sus labios. Siendo que por consiguiente, levantó su mano tímidamente a acariciar la hipnotizante melena blanca que siempre le pareció un detalle único y especial, tanto como aquella dulce forma protectora en cómo la conoció siendo su husky siberiano. Como también la verdadera forma la dejaba sin aliento, no sólo porque había conocido a Maxam siendo la figura masculina e imponente como cualquier figura varonil, aunque el porte que este había optado ante su primer encuentro por algún motivo le había recordado a un estilo de la época vikinga, luego preguntaría porqué.
Sin embargo, por el lado de la figura femenina, que era por supuesto su mejor amiga Leona, era también imponente su expresión corporal. Lo que no se esperaba era que al recuperarse del agua termal, pudiera ver ojos bicolor es por un lapso de tiempo corto, era maravilloso como el celeste pálido y dorado miel, contrastaban a tal punto de no poder siquiera desviar la mirada.
Aunque con solo recordar lo sucedido el domingo en la mañana, en cuanto pudo notar el pánico y temor, tanto el cambio brusco y pleno de los ojos absolutamente celestes pálidos con los iris contraídos, supo prontamente que estaba entrando en un cuadro de pánico, por los temblores e hiperventilada respiración que empezaba a tener; en conjunto al cambio climático del ambiente a su alrededor, se notaba un ligero fresco pero no tan abrumador como para achinar su piel sino que... Era como una caricia.
Para poco después sentir como la plenitud llegaba al lograr contener, calmar y relajar a su protectora Leona, que a los minutos la vio quebrarse ante las palabras que le sabían como a un dejavu, a un sueño ya soñado y vivido. Era como si estuviera destinado a que aquello debiera ocurrir tarde o temprano. Era así como, tras aquel dulce abrazo, sintiendo como la albina la rodeaba con sus brazos temblorosa como a la par enterrando suavemente el rostro más pálido que el suyo propio en el hueco de entre su cuello y hombro, como si estuviera inhalando un aroma particular. Y eso que nunca fue de colocarse perfume.
Con solo aquel detalle, pudo saber que ese momento la hacía sentir de formas contradictorias pero satisfactorias tales como: relajada por tenerla tan cerca y calmandose, nerviosa por tener tan cerca el cuerpo verdadero de su crush supuestamente imposible; y último, pequeña porque la protección y calidez que ofrecía aquel íntimo tacto, abrazo era pleno.
Lo último que recuerda de aquella noche era que, se volvieron a dormir, la comida parecía aparecer de la nada sobre aquella mesita, donde actualmente estaba su ropa y demás. Habían disfrutado de un pequeño gran festín almuerzo-cena en aquel cuarto que en verdad tenía aspecto tan antiguo y bárbaro pero delicado al final. En ese momento se había dado cuenta que, la verdadera Leongina de sus cuentos de fantasía era totalmente tranquila, de expresión neutral pero postura igualmente despreocupada como la de su padre, pero aquello no le quitaba el crédito a la imponente forma de sentarse recta y mantener una breve comunicación léxica que la transportaba a tiempo muy antiguos.
A diferencia de Maxam, Leongina era mucho más reservada, tranquila y por el momento sólo había notado que cuando se enojaba sus ojos se volvían distantes y el ambiente natural cambiaba drásticamente, por lo que empezaba a creer que por ese motivo ella debía permanecer calmada todo el tiempo, mientras que Maxam era voluble, fácil de provocar y mas perceptible a sacarle conversación. Aunque mientras comían, en ningún momento Maxam había podido obtener la total presencia como si fuera reducido a la sumisión.
-¿Qué le pasa a Maxam? -preguntó algo insegura, rompiendo el momento tranquilo de haber terminado de comer.
-Nada. Es su turno de descansar.
Las palabras tan cortas y necesariamente justas, sin revelar mucho la habían hecho sentir un poco de inquietud.
-¿Porqué, Leona?
La mirada celestina dejó de prestar atención a la comida que iban degustando, para luego conectarla. Sintiendo una calidez expandirse por todo su rostro y corazón.
-Yang, explicadle porqué debes descansar. No es nada para preocuparse, mi Luna. -expuso sin perturbación alguna en su rictus relajado y neutral.
Bella pudo sentir la indiferencia palpar y trozar a Maxam, ni entendía porque no lo llamaba como habitualmente ella lo empezaba a hacer. Solo tenía algo muy seguro de entender y nunca querer, esa indiferencia nunca lo querría sentir que se sentía ajena y más distantes de lo que nunca habían sido.
«Pequeña Luna, m-mi... Querida Yin, tiene razón. Un descanso no me viene mal.»
Se escuchó una voz resurgir e invadir ronco y varonil sus pensamientos, a tal grado que la hizo tener escalofríos.
-É-está bien. Descansa, Maxam.
No quería haber soltado aquel tartamudeo pero le fue imposible. Siendo así como pudo ver un pequeño reflejo de sonrisa dulce que iluminó por breves momentos aquellos ojos celestinos que poseía su Leona.
-Es un honor grato disfrutar lo perceptible y sensible que eres ante nosotros. Gracias... -expresó Leongina aún con ese leve brillo que recordaba ver cada vez que lograba cumplir sus metas.
Bella sintió arder sus mejillas.
-Gracias a ti... Por ser feliz.
Por algún motivo aquello fue lo único que pudo decir, para luego centrarse y fingir estar entretenida en tomar el jugo de frutas. Pero no pasó por desapercibido el ligero color rosa en los pómulos pálidos como la nieve, y la mirada que buscaba huir por la vergüenza propia.
Leongina se había sonrojado. Y sentía como si hubiera ganado una gran batalla en tan poco tiempo.
[...]
Tan solo recordar todos aquellos detalles ocurridos la noche anterior del domingo, casi como si hubiera sido un sueño pero sabía que era verdad con solo verle allí a su lado aún dormitando, sin embargo, en cuanto la vio despegar sus párpados y revelar aquellos bellos ojazos, supo que era esa misma escena la que quería siempre observar todas las veces que pudieran tener.
-Buenos días, mi Luna. -la voz ronca y somnoliento había resurgido de aquellos labios gruesos y rojizos.
-Buenos días, Leona.
Ambas sonríen levemente, siendo un único gesto lo que no esperaba venir de la albina era la caricia en la mejilla-mentón y cabello, un gesto dulce y tibio, acariciandola con tanta dulzura que parecía ser como un gesto que hasta para su contraria parecía irreal de estarlo viviendo.
-Gracias a la madre Tierra que no es un sueño, despertar hoy así. -profesa dulcemente la albina mientras respira profundo, cerrando nuevamente sus ojos por simple calma.
-Mm... ¿Leona?
-¿Dime?
-No estoy segura de ir a clases hoy... Yo... No se si sea correcto dejarlos así, heridos... -expresó su inseguridad como si fuera fácil pero su corazón iba a toda marcha por los nervios.
Los ojos celestinos volvieron a hacerse presente, conectando castaños con celestes, como si fuera una conexión universal.
-Ah. No te preocupes por ello, con haber dormido dos días cerca de ti, la curación no debería tarda tanto. -explicó mientras se llevaba las manos a sus costados, haciendo una mueca al sentir los parches en cada lado. -Abuela exageró las cosas.
Bella aún confundida ante la curación de los lobos, y bueno aún era nueva en todo este tema, pero si sabía que era la compañera de Leongina, un Alfa y por ello le decía Luna siempre. Sin embargo, seguía sin comprender bien porque ayudaría su... Presencia. Siendo así, cuando cayó en cuenta, era ella la cura para todo, o al menos eso recordaba de haber escuchado de la bibliotecaria Urana.
-¿Abuela? La bruja... Que mencionó antes Maxam? -preguntó algo confundida. -¿Quién?
-Así mismo. Urana es mi abuela materna, madre de la Luna Leska, la difunta Luna de esta manada y mi madre... -admitió con total neutralidad, sin capacidad de demostrar alguna emoción.
Bella comprendió que aquello era tema muy delicado para su albina favorita y protectora mejor amiga.
-Vaya. Hay muchas cosas que aprender. Y eso que mi única preocupación era si ir o no a clase, o siquiera despegarme de ti. -murmuró agotada de querer comprender pero no poder más allá como quisiera extinguir las dudas que con cada palabra empezaba a surgir nuevamente en su mente.
-No hace falta que te esfuerces mucho, mi querida Luna.
-¿Porqué no? -preguntó extrañada-se supone que debo saber todo, y debo de poder saber cómo ayudarte. No quiero ser una tonta, de nuevo.
-Mi pequeña luna, este mundo es demasiado grande para que una cabezota terca como vos, se involucre sola, por eso estoy y estaré siempre a tu lado. Es nuestro destino.
Leongina había afirmado algo que por ley y deseo de la Madre Tierra estaba impuesto en ella. Porque a partir de este día el mundo se ampliaría y ya no había nada por el cual le detuviera ya, estar cerca de su Luna.
-¿Cómo así? ¿Cómo estarás hoy conmigo...? Si se supone que perros no admite el instituto. -rumió confundida.
-Iremos juntas a clases. No hay nada que me detenga en no hacerlo.
-¿Qué?
El desconcierto y el calor cobró sentido en cuanto la vio levantarse de la cama, y pararse dejando ver su cuerpo completamente, un cuerpo tan delicado, de complexión mediana, altura 1.70 y el ligero bulto entre las piernas, e instintivamente se quedó embobada y desconcertada, pero al reconocer un carraspeo el rubor subió rápidamente a sus pálidas mejillas.
-Nunca te creí tan golosa, mi pequeña luna. Pero no es tiempo para comernos ni hoy ni mañana. Por hoy, solo nos toca partir al instituto. -comenta simplemente con una mirada totalmente relajada pero burlona.
Siendo así como Bella se levanta, rapidamente intenta cubrirse su desnudez, pero unos brazos y un gruñido surgir tras su espalda le da el golpe de estática para paralizar la.
-L-leona... Y-yo no tengo ropa aquí...
-Pasaremos por la casa. Aun faltan dos horas mi querida Luna. -ronronea Leongina disfrutando de tenerla a su merced, pero en cuando sintió el cuerpo de Bella moverse, aquello le provocó un cosquilleo bajo que la hizo alejarse a regañadientes. -tks... Entraré a ducharme primero y nos vamos.
Siendo así como Bella supo que cualquier roce, toque o cercanía. El cuerpo de Leongina reaccionaba como todo hombre, lo decía por el bulto que tembló pero no pudo saber más detalle porque la albina rápidamente desapareció tras la puerta del baño, escuchando la ducha de fondo.
«Este día no se como sentirme, siendo un mar de emociones» pensó abrumada, tomando el pequeño vaso de jugo que nuevamente había aparecido en la mesa, al igual que unos emparedados.
«Podrías comenzar con sentir seguridad. Ya no tendrás a mi guerrero tras de ti. Sino que a tu ALFA, protegiendote, mi pequeña Luna» expresó roncamente una voz profundamente varonil.
Haciendo que por poco Bella se atragantase con el jugo.
-Leona, Maxam me está molestando. -dijo como una niña pequeña acusando al culpable no culpable.
Logrando que una suave risa se escuchara desde el baño, pero también pudiera escuchar el gruñido y tintineo de dientes en su mente por frío que al parecer sentía Maxam.
Si, Leona había castigado a su Maxam gozosamente con frío nuevamente. Y disfrutando del momento en que su Luna compartía feliz con ambos.
Podría empezar a acostumbrarse a esta hermosa plenitud.
━━━━━━hellou
En breve publicaré un nuevo capítulo especial o un especial para conmemorar y agradecer lo mucho que estamos creciendo con esta historia. Los quiero mucho
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