〔 16 〕
Luca Marchelo había quedado a cargo de la guardia nocturna junto con otros lobos de la manada Ginonix, sin embargo, su pelaje negro se había erizado al sentir el aroma a muerto acercarse a toda velocidad desde las costas de Canadá, por lo que con un gruñido y el enlace de la manada mandó varios guerreros a quedarse alrededor del pueblo mientras la amenaza en aquellos ojos castaños oscuros, demandante y protector corrió tras los tres vampiros desconocidos, con un poco de suerte logró tirar al vampiro de piel oscura y arrancar su cabeza de un tajo, "dejando muerto" o pausado su regeneración mientras aún tenía la cabeza del vampiro de ojos rojos entre sus afilados dientes.
«Delta, los nómadas pasaron al territorio de los quileute. ¿Qué hacemos?» pregunta telepaticamente uno de los guerreros, Zahir, un lobo castaño claro.
«Un pequeño pelotón de 10 lobos vayan a custodiar esa zona. Volverán por su amigo» gruñe entre dientes al ver que el cuerpo del vampiro rastas se empezaba a mover.
Menos mal otro lobo de su escuadrón junto con otro ya se encontraban inmobilizando al vampiro entre sus garras, mientras lo llevaban a las masmorra resbaladizas.
«¿Llamaremos a Urana?» pregunta otro lobo castaño claro, hermana de Zahir, Zahra.
«Si, necesitaremos un campo de retención en la masmorra subterráneo bloque V.»Luca una vez dicho aquello, notó la agilidad con la que loba Zahra se perdió entre el bosque.
Esa noche estaba siendo una más pesada de lo normal, al menos estaba descansando de la custodia y mala suerte de la luna, por lo que, debía llegar en cuanto antes con esta cabeza, no lo había matado como los Quileute hacían porque ellos debían agendar cuantos y de qué tipo de vampiros o Clan mataban para evitar alguna guerra con los Volturi.
Esperaba que su alfa le diera un ascensor muy bien pagado. Y una gran semana de vacaciones después de estos días, o tal vez debía comprarse una cama con el colchón suave del hospital.
[...]
Por otro lado, Bella no recordaba haber llegado a su cama, ni siquiera haber quedado dormida. «¿cuando había llegado, y desde cuando su cama era tan cálida?» esas fueron las primeras líneas de pensamiento que surcaron al sentir los leves rayos del sol. Sin embargo, su mano sintió los pelos suaves de su leona y supo que estaba con ella, quedando más tranquila pero,en cuanto se quiso remover o estirar descubrió que "Leona" había crecido o ella se había reducido en estatura.
—¿P-por que...? —tartamudea tras el ceño fruncido, abriendo lentamente sus ojos viendo tras los primeros segundos borroso pero poco a poco sus ojos iban enfocando el lugar donde estaba durmiendo, el cual era blanco por lo que de cierta manera la única con ese pelaje era leona.
Pero... ¿Porqué era tan grande todo? Y porque todo a su alrededor parecía haberse achicado o su cama se había...? Se levantó con cuidado mareada pero notó que su cama ya había perdido las patas, por lo cual su cabeza se quedó en shock al ver como la criatura que supuso era su leona por el pelaje, la estaba mirando pero no eran esos ojos que conocía sino que eran amarillos pero entre un parpadeo vio que se inclinaba a negro pero no se mantenía un color total.
Su corazón se había detenido por medio minuto, quiso alejarse por el susto pero su cuerpo no reaccionaba, pero después recordó lo que había ocurrido la noche anterior, el escalofrío y las ganas de vomitar fueron más que sin poder evitarlo, ni siquiera sabía cómo lo había logrado pero, consiguió correr al baño y devolver lo poco que podría haber consumido la noche anterior.
«Mi luna... El doctor estará en minutos en la sala, prometo que solo te revisará y dará algún médicamente para las arcadas o no se... Lo que necesites para tu sistema»escuchó la voz telepática de su leona.
Y tras aquello por alguna razón sintió el mismo aroma mentolado, fresco de la noche anterior, sintiéndose débil por no tener nada en su estómago pero aliviada de escucharla.
«Ex-explicame... ¿Porqué tienes complejo de Clifford el gran perro rojo en mi habitación Leona?»pregunta pensando con todas sus fuerzas que le llegara sus líneas de pensamientos a perruna favorita.
Pero un gruñido se escuchó, por lo que curiosa pero debilitada tras limpiarse la boca con poco de papel higiénico se acercó al marco tambaleante y con frío, quería la calidez del cual había sentido hace rato, pero entre que se desconcentra por minutos trastabilla a tal grado que casi cae al suelo de no ser por un enorme peluche de lobo que había amortiguado su caída.
—Mi luna. —la voz ronca pero aterciopelada hizo que el corazón le diera un salto de susto, pero tras el gruñido supo que era el gran lobo.
—¿Q-quien eres? ¿Q-que le hiciste a Leona? —pregunta intentando retroceder pero parecía un complot de que su cuerpo parecía quedarse más contra el contacto del pelaje cálido del lobo albino de mirada extraña.
«No me hizo nada mi luna...» escuchó nuevamente las palabras en su cabeza, y quiso buscarla pero solo se encontró con la mirada celestina por breves minutos en el gran lobo.
Sintiendo así que ya conocía a la bestia del cual no podía ni tenía voluntad para gritar del pavor, pánico o cualquier reacción que su sentido común gritaba expresar, quiera o no, se sentía en casa donde había caído.
—Soy Maxam.
—¿Y...?
«Y es parte de mi cuerpo real, mi luna. Maxam es mi espíritu animal mi yang, y yo soy su leona de siempre solo que represento el yin» explica con cautela, se sentía perfectamente como el lobo a regañadientes la había ayudado a separarse de ella.
Y por muy loco que pareciera, Bella no quería separar-se de la calidez.
—Oh por dios.
Torpemente logró reaccionar y caer para su suerte en el colchón de la cama, mareada y con sus manos temblorosas se abraza a sí misma, buscando el calor.
—No pude evitarlo. Quiero protegerla mi luna. Necesito. —gruñe la voz ronca y varonil del lobo albino de ojos casi amarillos.
—Espera... —logró pronunciar tras aquellas palabras mientras intentaba calmar su propio temblor, ya no sabía si era por el frío, por la debilidad o por el miedo. —¿Son uno mismo?
—Si, mi luna.
Bella volvía a sentir el hormigueo en su nuca, sabía que no resistiría de nuevo a la tentación de desmayarse, por lo que empezó a respirar y exhalar para calmar sus nervios.
«Perdon mi luna, perdón por ser una bestia, perdón por el mal que le estoy ocasionando. No pudimos controlarnos, si hubiéramos estado a tu lado cuando nos necesitabas no hubiéramos causado este desastre. Pero la naturaleza no se puede controlar, y yo... tuve mucho miedo de que algo malo le hubiera pasado a mi luna, no podría vivir sin ti.» pidió tras un gimoteo que trascendió a la actitud del lobo albino quien se inclinó a los pies de ella, pidiendo perdón con esos ojitos que le recordaron a un cachorro, por más raro que sonara.
Su corazón se encogió al escuchar como ella, su leona se llamaba, ahora entendía vagamente a lo que ella siempre le había dicho pero aún habían grandes lagunas. «¿Acaso esto se debía a la radiación o que tipo de poderes tendría su mascota y mejor amiga?» pensó aún conmocionada pero incapaz de demostrar algo más que miedo plasmado en sus ojos, que a su vez podía notarlos en el reflejo de los ojos del gran lobo que la miraba herido. Le dolió notar que le dolía el pecho tras la mirada triste del gran lobo frente a ella.
—Necesito tiempo... Yo, yo no me siento bien. —logró decir apenas, al cerrar sus ojos y recostar su cabeza contra la pared, junto con su espalda.
Sin embargo, el silencio la recibió en contestación tras varios minutos, hasta que pudo escuchar como las pisadas de las ganas se escuchaban acercarse a ella. Por lo que abrió sus ojos y se sorprendió al verla en su forma normal de siempre, siendo la husky siberiano que su padre le había regalado y crecido con los años.
«Te seguiré esperando hasta el fin de los tiempos, mi luna» las palabras tan fieles y para nada molestas, hicieron encoger el corazon y estómago de Bella, aunque pudo escucharla triste.
—Este... Esto es parte del secreto, ¿verdad? —pregunta cerrando de nuevo los ojos cansada.
«Si mi luna, le prometo que responderé a todas sus dudas en cuanto tenga cumplidos los 18 años.»volvió a escuchar la voz calmada de su leona.
—Perfecto... Dormiré un poco, después hablaremos mejor de esto.
Sin dudar, va cayendo a la cama de costado y dejando un espacio para su leona, que al palmear ese espacio, logra escuchar el aleteo de la cola de su mascota que no duda en subirse a la cama, emanando ese calor conocido y que al parecer del cual no quería separarse por nada del mundo.
«Te amo... Mi luna»
—Te seguiré amando mi leona...
Tras esas palabras ambas volvieron a dormir, sin notar que la mujer de antes las custodiaba detrás de la puerta de la humana. Yiara Klinsmann, anhelaba que su alfa tuviera la correspondencia que se merecía pero más que nada admiraba la paciencia que tenía con este tema. Sin duda, tener a la luna como humana era la situación más complicada para involucrar en su mundo sobrenatural.
Tan sólo esperaba que en cuanto sus estómagos exigieran comida, las cosas fueran así de amenos. Sino, de lo contrario, el vampiro de la masmorra no sería uma excepción a escaparse de la furia del Gran lobo Maxam.
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