|Capítulo 47|
Isabella
La suerte estuvo de nuestro lado, sin ningún contratiempo llegamos al muelle del reino al anochecer. El capitán estaba esperando al príncipe Azariel con un carruaje para llevarlo hasta el palacio y que descansara lo suficiente para su boda. El príncipe agradeció a Aren y Arely por su ayuda y se disculpó por los inconvenientes que sucedieron en el viaje.
Antes de irse, nos recordó a mis amigos y a mí que nos mantuviéramos en el barco con los otros monarcas hasta mañana, pues era probable que su padre estaría enfadado porque nos escapamos de las celdas. No teníamos permitió acercarnos al palacio hasta después de la boda y la coronación.
Tal y como ordenó Azariel, pasamos la noche y parte de la tarde en el navío, ni los monarcas ni nosotros compartimos palabras más de las necesarias. Nosotros estamos ahí porque Azariel pidió que se nos permitieran quedarnos, Arely y su hermano aceptaron sin ningún problema.
No fue hasta que otro carruaje vino al muelle que los monarcas abandonaron el barco para dirigirse a la boda a la que fueron invitados. Antes de que se retiraran, el príncipe Aren se acercó a nosotros para tener una breve conversación.
—Lamento que deban ir a pie hasta el palacio, pero mi hermana es una bruja que no quiere compartir el carruaje.
—¡Te escuché, Aren! — vocifera la nombrada.
—¡De eso se trata! —le responde su hermano. Vuelve a fijar su atención en nosotros —. Nos veremos en la celebración.
Se despide de nosotros, se sube al carruaje junto a su hermana y su esposo, el cochero se apresura a poner en movimiento los caballos para que estos se muevan rumbo al palacio. Mientras tanto, nosotros debatimos sobre si deberíamos asistir a la celebración o esperar a que todo termine.
Al final, optamos por ir, pues me parece que sería una falta de respeto no estar presente cuando el príncipe se ha ofrecido a presentarme una sirena. Supongo que sí debería asistir al menos a la celebración después de la coronación.
Tal vez la princesa Arely no haya permitido que compartiéramos carruaje, pero al menos sí nos obsequió vestuario para Daniela y para mí por si queríamos asistir al evento, de igual forma, el príncipe lo hizo con mis amigos. El único que no pudo vestirse para la ocasión fue Hans.
Íbamos confiados al palacio, hasta que llegamos a la entrada del castillo, nos detuvimos al contemplar que estaba rodeado de varios guardias, había muchísimos más que en los anteriores eventos como en el cumpleaños del príncipe y su fiesta de compromiso. Sé que tenemos invitación para que nos permitan el ingreso sin ningún inconveniente, pero de igual forma, me siento nerviosa debido a que tenemos una deuda con el rey que debemos pagar con nuestra cabeza.
—Bueno, ni modo, lo intentamos — masculla Daniel, da media vuelta decidido a retirarse.
Su hermana se apresura a sujetarlo del brazo y jalarlo en dirección a donde están los dos caballeros que custodian la entrada al palacio.
—Recuerda lo que hicimos cuando nos colamos a aquella fiesta, Dani — le dice su hermana —. Actúa natural.
—No, por favor... —suplica, antes de que intente protestar, mi amiga lo sostiene de su brazo y lo obliga a caminar hacia la entrada. Hans camina detrás de ellos.
Me limito a mirar como se aproximan hasta los caballeros de la entrada.
—Vamos, Bella — me dice Max, ofreciéndome su brazo para ir con sus primos.
—¿Qué van a hacer? — pregunto.
—Nada, tú solo muestra la invitación, deja que ellos se avergüencen.
Los mellizos se detienen frente a los guardias. Daniela toma la iniciativa y saluda a los caballeros.
—Buenas noches, nobles caballeros — saluda Daniela—. Somos íntimos amigos del príncipe, vinimos desde muy muy lejano por invitación del...
Antes de que Daniela continúe, su hermano la jalonea de su brazo para que se detenga. El rostro de Daniel se enrojece, evita mirar a los caballeros, nos mira de soslayo a su primo y a mí, pidiéndonos auxilio con sus ojos. Decido mostrar el sobre con la invitación que me entregó el príncipe Azariel. Al instante, los caballeros nos hacen un gesto para que entremos.
Una vez llegamos al espacio donde están reunidos todos los invitados, siento que ya puedo respirar tranquila. Sin embargo, vuelvo a inquietarme, pues temo encontrarme con el rey y desatar nuevamente su ira. Les comento a mis amigos mis inquietudes, Daniela y Max me responden que no tema, a esta hora ya debe tener la corona del rey el príncipe Azariel, no hay nada de que preocuparse si él tiene el mando.
—Descuida, Isa, el rey ya no puede hacernos nada — intenta tranquilizarme mi amiga.
—El rey no está aquí — informa Hans. Los cuatro volteamos a verlo —. No lo veo por ningún lado, tampoco al príncipe y su prometida.
Observo con detenimiento cada rincón de este salón y es verdad lo que ha dicho Hans, no hay rastros de la familia real, tampoco del príncipe Aren y su hermana. Entre los miles de invitados no veo ningún rostro familiar.
—Hay muchos invitados, niño — habla Max —. Deben estar por ahí, brindando o lo que sea.
Mis amigos no le toman importancia a la ausencia de los monarcas y deciden mezclarse en la multitud e intentar divertirse. Me quedo a solas con Daniel, así que aprovecho para acercarme mientras él está entretenido mirando abrumado a los cientos de invitados, apoyo mi mano en su brazo sin que se lo espere, eso provoca que se sobresalte y me mire, nervioso. Si bien, cuando descubre que soy yo, parece relajarse.
—¿Esta vez sí bailarás conmigo?—cuestiono.
—Nadie está bailando.
—Pero cuando empiecen a hacerlo.
Enmudece al instante. Sé que no le agrada la idea de tener que bailar, mas no pierdo nada con intentarlo.
—Quizá... — murmura. Yo solo sonrío satisfecha, con esa respuesta me basta.
La fiesta transcurre de lo más tranquila, eso debería relajarme y hacer que disfrute del ambiente, mas no puedo, la ausencia de los monarcas me preocupa, no es que tenga muchas ganas de ver al rey o que él me vea a mí, pero tampoco puedo estar sin conocer su ubicación.
—Isabella… — por primera vez escucho una voz familiar. Daniel y yo volteamos a mirar en la dirección donde proviene aquella voz, es Aiden y Nick—. ¿Dónde estabas? ¿Por qué estuviste demasiado ausente? — Aiden empieza a interrogarme —. ¡El señor Beck está encolerizado contigo!
Por un instante, al oír que el instructor está enfadado conmigo debido a mi ausencia en los entrenamientos, me atemoriza por el posible regaño que me dará en cuanto nos veamos, si bien, después recuerdo que ese es el menor de mis problemas. Antes de responder todas sus dudas, también realizo mi propio interrogatorio.
—¿Y los monarcas?
—¿Qué? — cuestiona Aiden, al percibir que estoy evadiendo sus preguntas.
—¿Por qué no están aquí? ¿Ya terminó la coronación?
—Espera un segundo...—masculla Aiden, estupefacto—. ¿De qué estás hablando? ¿Cuál coronación?
El rubio aún en medio de su confusión, voltea a mirar a nuestro compañero Nick.
—¿También será la coronación?
—No — niega el moreno, seguro de su respuesta.
—No habrá ninguna coronación, Isabella — dice Aiden volviendo a fijar su atención en mí —. ¿Quién te dijo esa mentira?
«El príncipe», pensaba responder eso, pero de hacerlo debería de dar explicaciones.
—Entonces el príncipe todavía no es rey — murmura Daniel, acto seguido, llevo una de mis manos a mi cuello.
—Ya quiero irme de aquí — susurro, asustada.
—¿Por qué? — inquiere Aiden —. La boda apenas terminó, que por cierto, estuvo fatal.
Esas últimas palabras consiguen mi atención. Me quedo en silencio esperando a que Aiden continúe dando detalles sobre lo ocurrido.
—Los peores votos que he escuchado y ese beso al final…— de inmediato enmudece, y se apresura a mirar a los lados, temiendo que alguien pueda escuchar cómo crítica la boda de los monarcas —. Como sea, excelente boda.
Volteo a mirar a Daniel y repetirle que nos vayamos, si Azariel este día no obtuvo la corona, no me siento segura de estar aquí, el rey puede vernos y recordar el asunto que tenemos pendiente. Me despido de mis compañeros antes de ir con Daniel a buscar a su hermana, Max y Hans.
Aunque no hay señales de que el rey esté cerca o incluso en este mismo salón rodeado de sus invitados, no puedo evitar observar con detenimiento cada rincón por el que pasamos, pues temo que nos encontremos con él. Una parte de mi interior se alivia al ver a los tres juntos cerca de una mesa con bocadillos, no obstante, me sentiré completamente tranquila cuando estemos fuera del palacio.
Nos aproximamos a los tres y les informamos que no hubo ninguna coronación, quizás el príncipe sí nos mintió, o hubo algún inconveniente de último momento que impidió que se realizara. Prefiero creer que es por esta última opción.
—Pero no percibo el aroma del rey, tampoco del príncipe — comenta Max —. No deben estar en este salón.
—Y por eso debemos irnos ahora que no está cerca — dice Daniel.
—De acuerdo, ya vámonos — masculla el vampiro.
Nos disponemos a abandonar el palacio y evitarnos a nosotros y al rey un desagradable encuentro, después de todo es la boda de su hijo, en lo que menos debería pensar es en decapitar personas. Para nuestro infortunio, todos los invitados comienzan a avanzar en la misma dirección, veo esa acción como una oportunidad para escabullirnos, sin embargo, no puede salir todo como lo planeo. Varios caballeros se colocan en cada puerta que acceden a las salidas de este salón.
—¿A dónde quieren ir? —pregunta uno de los caballeros al notar nuestras intenciones de irnos—. Nadie puede salir hasta que lo permita el rey.
—Pero... —intento protestar, si bien, la mirada agresiva del caballero me intimida.
Daniel me sujeta de la muñeca y me jala lejos del guardia. Sin refutar nada, los cinco nos disponemos a seguir a los invitados hasta otro espacio amplio, me apresuro a contemplar el lugar para asegurarme que no esté el rey por algún rincón. En medio de mi supervisión, creo que me es familiar este sitio, confirmo mi sospecha al ver a la distancia los respectivos tronos de los monarcas.
Además, en ellos están sentados el príncipe y el rey, me asusta ver a este último, así que mientras los invitados se acomodan en el espacio, mis amigos y yo preferimos acomodarnos y ocultarnos en la parte trasera, lo bastante lejos como para que el rey no note nuestra presencia.
Entre los invitados logro reconocer al príncipe Aren y a su hermana junto a su esposo, los tres están al frente, cerca del rey y Azariel, también consigo encontrar a la esposa de Azariel. Incluso veo a mis compañeros en una esquina, acomodándose para apreciar lo que está por suceder. Una vez que todos están preparados para que inicien, el rey se pone de pie junto al príncipe, contempla con atención a sus súbditos presentes, en este momento, cada latido de mi corazón suplica que no me reconozca a mí o a mis amigos.
Suspiro aliviada cuando rey deja de observar la multitud, acto seguido, empieza a dar un discurso que no entiendo en lo absoluto. Mis amigos y yo nos miramos entre nosotros, sin comprender ni una sola palabra que emite el monarca, en cambio, los demás invitados permanecen en silencio y fijando su completa atención en su soberano.
—Hagan una reverencia— susurra Hans, lo suficientemente alto como para que solo nosotros lo escuchemos.
¿Por qué una reverencia? De inmediato comprendo porque lo ha dicho, justo cuando el rey finaliza su discurso, todos los invitados hacen una reverencia ante los monarcas. Nosotros también los imitamos.
—En mis diez años, nunca me he inclinado ante un monarca — masculla Hans, haciendo un mohín—. Que humillante...
—Si te sirve de consuelo, engendro, yo no lo he hecho en mis veinte años.
Los mellizos giran su cuello para mirar incrédulos a su primo.
—¿Cómo que veinte años? —pregunta Daniela —. Querrás decir veinte mil, anciano.
—Silencio, niños, escuchen al rey — dice Max, colocando su dedo índice sobre sus labios e indicar que guardemos silencio.
El rey vuelve a exclamar otro discurso incomprensible para mí. ¿Qué tanto estará diciendo?
—¿Qué tanto dice, niño? — interroga el vampiro.
—Van a coronar al príncipe — informa —. Está diciendo que su hijo está preparado para poseer la corona y gobernar el reino, que está orgulloso de su crecimiento y todo lo que ha conseguido. El reino estará en las manos correcta, tendrá una generación llena de paz y prosperidad y bla, bla, bla… pura hipocresía.
Mientras el rey continua emitiendo su verborrea, me permito apreciar al príncipe un momento, por breves segundos su semblante serio y seguro es reemplazado por uno abrumado, sin embargo, consigue pasarlo desapercibido para los demás invitados que solo mantienen su total atención en el rey. ¿Acaso estará nervioso? Supongo que sí, está por poseer todo el poder que conlleva la corona. En contadas ocasiones, desvía su mirada en dirección a donde están los monarcas invitados.
Sin dejar de hablar, el rey sostiene un cetro de oro, adornado con una gema azul de cristal, se lo ofrece a su hijo, este lo recibe sin reflejar una emoción. Cuando el rey silencia sus palabras, Azariel se apresura a arrodillarse ante él e inclinar su cabeza, al instante, su padre se quita su corona y la coloca sobre la cabeza de su hijo, acto seguido, los súbditos empiezan a exclamar en el lenguaje de ellos, la única palabra que comprendo es que dicen el nombre de Azariel.
Azariel se yergue y posa su vista en los invitados, nos observa con detenimiento, en busca de alguien, incluso llega a hacer contacto visual con nosotros, pero parece que a quien está buscando no está entre nosotros. Yo solo pregunto, ¿ya no debo sentir miedo a que su padre me descubra entre la multitud? Él ya lleva puesta la corona, ya es oficialmente el rey, ¿no?
El nuevo rey abre su boca, quizá para decir otro discurso que no entenderé, sin embargo, al instante la vuelve a cerrar, arrepintiéndose. Presiona el cetro que sostiene entre sus manos y mira todas las direcciones, agobiado. Al parecer sí está nervioso. Lo siguiente que ocurre es que Azariel mira a su esposa, ella comprende de inmediato que él está muy asustado, lo que provoca que se aproxime y se apoye de su brazo, de esa manera, Azariel parece más confiado.
—Agradezco mucho a todos por asistir — empieza a hablar, disimula lo mejor posible su titubeo —. En cada discurso que da el nuevo rey, siempre son las mismas palabras memorizadas, y yo quiero cambiar eso, así como también deseo cambiar muchos aspectos en el mundo, por supuesto que eso no es posible, pero puedo iniciar por mí y por el reino.
Al ser esta la primera coronación que aprecio, desconozco el discurso que manifiestan, pero deduzco que todos deben saberlo, pues los invitados reflejan la sorpresa que les provoca al oír a Azariel y más porque no está hablando en su respectivo lenguaje. El más perplejo de todos es el padre de Azariel.
—Quiero comenzar diciendo que este —se señala a él y a su esposa—, este es el último matrimonio forzado que verán.
El salón entero enmudece. Ese silencio no dura mucho, los murmullos se consiguen escuchar a los pocos segundos.
—Ninguno quería desposar al otro, a lo mucho, solo conocemos nuestros nombres — reanuda su discurso —. Ya no más matrimonios arreglados, eso se termina hoy.
El espacio sigue invadido de cuchicheos incomprensibles. Desconozco si prohibir eso sea bueno o malo en este sitio, pero supongo que la mayoría ya está acostumbrada, y otra quizá sí le ha dolido atarse a alguien con quien no desea.
—Al igual que tampoco puedo tolerar arrebatarle la vida a alguien que se le acusa de amar, durante siglos nos hemos sentido con el derecho de señalar y asesinar a aquellos que se aman, solo porque no son del mismo linaje, eso también se acaba hoy — proclama, sereno, así nadie se atreverá a protestar contra él—. Todos conocemos lo que sucede a aquellos que corren el riesgo de conceder un hijo mestizo, pues ese ya no es asunto mío, lo que quiero decir es que, no puedo hacer nada en contra de la maldición que algún antepasado echó sobre aquellos de diferentes linajes que deciden tener un hijo. Eso ya es decisión de ustedes, conocen las consecuencias, no solo van a morir, sino que abandonaran a su hijo en un mundo que puede ser cruel para ellos.
Eso último me ha llegado. ¿Mis padres sabían que iban a morir? Si lo sabían no tuvieron el valor para decírmelo en algún momento, tal vez así hubiese estado preparada cuando ese día llegara, aunque de igual forma, iba a ser dolorosa su partida. A mí nadie me avisó que en un segundo debería aceptar que ya no los vería y eso duele aún más.
—Sé que muchos juzgaran mi manera de solucionar algunos conflictos, no puedo complacer a todos —esas palabras las dice mientras mira de soslayo el sitio donde permanece inerte su padre—, me disculpo por los errores que cometeré y los disgustos que voy a provocar, pero este es mi momento y exijo respeto hacia todos…
—¡Esto es inaudito! — increpa el padre de Azariel, ganándose la atención de todos —. ¡Sabía que cometía un error contigo! No estás listo para asumir el trono, ¡esta coronación se cancela! ¡Todos los invitados, fuera de aquí!
El rostro de todos los presentes se asombran y atemorizan ante la cólera del rey.
—¡Saquen a los invitados y lleven al príncipe a su alcoba! — ordena el rey.
Los caballeros que están aquí custodiando, se miran entre ellos, sin saber si deben cumplir lo que ha ordenado.
—Caballeros, lleven a mi padre a sus aposentos, por favor —pide Azariel—. Y asegúrense que no salga, necesita descansar.
Los caballeros no tardan en cumplir con la orden de Azariel, a pesar de que se incomodan al tener que aprisionar al rey y más cuando este empieza a forcejar.
—¡¿Cómo te atreves a tratarme de ese modo frente a todos, Azariel?! —pregunta su padre, enfurecido—. ¡He dicho que se cancela! ¡No eres digno de poseer la corona!
—Ya habías tomado la decisión de cancelar la coronación, pero ante mis suplicas cediste, que te arrepientas ahora ya no asunto mío—espeta Azariel—. Desde pequeño me inculcaste que como monarca debo exigir respeto y que no debo tener compasión con nadie que refuta a mis deseos, pues ahora te exijo respeto a ti, de lo contrario, no tendré escrúpulos para encerrarte en el calabozo.
Su padre no puede evitar reflejar su estupor ante las palabras severas que le ha dedicado su unigénito frente a toda la multitud, en cambio, Azariel intenta mantenerse firme, demostrando su autoridad incluso ante su padre, posa su mirada en los caballeros que sostienen a su progenitor y vuelve a ordenar que lo escolten a su alcoba.
—Llévenselo, no lo quiero aquí.
Sin importar las protestas del anterior rey, los caballeros obedecen y sacan al hombre del salón, mientras tanto escuchamos como sus gritos se van haciendo menos audibles conforme se alejan.
—Lamento que hayan apreciado este desagradable conflicto —toma la palabra Azariel, suaviza su semblante cuando mira a sus súbditos presentes—. De momento no tengo más que decir, así que sí aún lo desean, todos están invitados a la celebración después de esto.
Azariel desvía su mirada hacia su esposa y le extiende su brazo, ella lo acepta con una amplia sonrisa, acto seguido, se encaminan en dirección donde supongo será el lugar para celebrar la boda y desde luego, la reciente coronación.
—Majestad...—Azariel y su esposa detienen sus pasos al escuchar a uno de los caballeros—. Majestad, hay varias personas afuera del palacio que piden entrar y...
—Déjalas pasar, yo las invité —informa, interrumpiendo al caballero—. Y si ven entre ellos a una bruja, no la ataquen, también es mi invitada.
—La bruja ya está presente— anuncia alguien. Todos los presentes volteamos a mirar la misma dirección donde proviene la voz.
Decido salir de mi escondite detrás de todos los invitados, pues ahora que Azariel es el rey y que su padre no está presente, me siento con más seguridad. Entonces, descubrimos que quien ha dicho es una mujer de larga melena blanca que se sostiene con la ayuda de un bastón de madera, todos los presentes se aterran al verla, los que están más cerca de ella hacen lo posible por alejarse. Al final, la mujer albina sí vino, ¿pero en qué momento se infiltró sin que lo notaramos?
—Entonces solo permitan el acceso a los demás invitados —indica Azariel al caballero.
Él asiente y se retiraran para cumplir con la petición de su rey. Azariel vuelve a fijar su atención en la bruja, aunque intente disimular, se nota que está feliz por su presencia.
—Y-Yo creí que no se apersonaría — confiesa —. Agradezco que aceptara mi invitación.
—Debía asegurarme si su discurso me agradaba lo suficiente como para quedarme — dice, mirando alguna esquina del salón, pero en ningún momento mira fijamente a Azariel.
—¿Y qué le ha parecido?
—Me ha deleitado más la forma en la que trató a su padre, así que... creo que puedo quedarme un rato.
—Muchas gracias, eso me complace—expresa Azariel, acto seguido, inclina la cabeza para hacerle una pequeña reverencia a Marlín.
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