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|Capítulo 33|

Isabella

Nunca fui de excursión con mi clase, siempre evitaba ir porque prefería quedarme en casa o salir a otra parte con mis antiguos amigos. Si bien, ahora el señor Beck nos ha sacado del castillo, esto lo siento casi como una excursión o quizá un campamento porque nos ha hecho cargar nuestras pertenencias, nos pidió que trajéramos lo necesario para pasar la noche.

La oscuridad nos ha envuelto, el señor Beck nos indica que hemos llegado. El viaje ha sido largo y exhausto, los pocos momentos que nos permitía descansar no eran suficientes para mí, si así eran los viajes que organizaban los profesores, me alegra no haber asistido. Aunque ahora que admiro la vista que tengo, supongo que el viaje ha valido para algo, pero esto no elimina lo cansada que estoy.

El señor Beck nos trajo a una montaña, por supuesto que una no tan gigante porque si fuese como las que suben los montañista no hubiese resistido. Desde nuestra altura se puede apreciar el castillo y el pueblo, también el color ocaso del cielo. Me pregunto por qué nos ha traído hasta acá. Mis compañeros no pierden el tiempo, dejan caer su equipaje y descansar, como el mayor no menciona nada al respecto, también me permito un descanso.

Cuando el señor Beck cree que nos ha dado el tiempo suficiente para relajarnos nos ordena seguirlo, esta vez sin nuestro equipaje e indica que seamos lo más silenciosos posible, de lo contrario, hay una alta probabilidad de no salir vivos. Eso me ha atemorizado. Ninguno hace objeción, seguimos al señor Beck, este nos hace subir un poco más la montaña, después nos vuelve a repetir que seamos discretos, nos pide que miremos en cierta dirección.

Una vez que observé el sitio señalado, diviso muchos nidos que son ocupados por agilas. Desconozco si es la perspectiva la que me engaña, pero esas aves se ven demasiado grandes, o quizá siempre han sido de ese tamaño y hasta este momento me percato de ello, dudo que sea tan ignorante, además, los animales de aquí son inusuales. Las águilas descubren nuestra presencia, pero debido a que todos permanecemos quietos, deciden ignorarnos. Eso me alivia, al menos no son tan salvajes.

—El primero en ser picoteado tendrá el honor de permanecer en vela, haciendo guardia nocturna y cuidando de nosotros mientras descansamos —murmura el señor Beck —. ¿Queda entendido?

Todos movemos la cabeza asintiendo.

—¿Queda claro? — vuelve a preguntar, esta vez elevando un poco el tono.

—Sí —mascullamos todos.

—¡¿Queda claro?!

A hablado lo suficientemente alto como para que las aves se alteren y comiencen a volar despavoridas y furiosas. Es evidente que lo ha hecho a propósito. Solo puedo pensar que esta noche no dormiré, declaro que detesto las excursiones. El señor Beck se apresura a huir del sitio donde hay una alta probabilidad de que se instale el caos, mientras que mis compañeros y yo debemos… ¿Qué se supone que debemos hacer? Al menos yo no tengo la menor idea. El señor Beck solo da una orden sin ninguna explicación. ¿Qué clase de entrenador es? Empiezo a cuestionar su manera de enseñar.

Al estar de vuelta al castillo, entrar a la habitación donde mis amigos suelen estar, los hallo tan entretenidos que no se percatan de mi presencia, ni siquiera me saludan. Lo primero que hago es dirigirme a la cama que está desocupada. Tal y como lo supuse fui la del honor de vigilar los alrededores mientras mis compañeros descansaban. Ya aprendí la lección; debo evitar correr, gritar o mostrarme despavorida frente a otro animal.

Me incorporo en la cama para averiguar qué tiene tan entretenidos a mis amigos. Están jugando ajedrez. Los mellizos juegan entre ellos mientras que Hans y Max compiten. Miro la esquina donde juegan los mellizos, Daniela está atenta observando las piezas del tablero, su ceño se encuentra fruncido, al igual que sus labios, en cambio, Daniel parece aburrido, su atención se desvía a mí.

—¿Quieres jugar?— pregunta.

Su hermana deja de concentrarse en el juego para empezar a espetarle a Daniel.

—¡Yo estoy jugando contigo!

—Pero tardas demasiado en mover una pieza, comienzas a exasperarme. Además, es evidente que no deseas seguir.

—No es verdad… Bueno quizá sí, pero acepte participar en esta partida y debo cumplir hasta perder.

Mi amiga vuelve a centrarse en las piezas. Daniel suspira profundo mientras murmura que no es tan complicado el ajedrez.

—¡Bien, voy a mover esta pieza!

—Tardaste demasiado solo para mover un peón — espeta Daniel.

Decido girar mi atención al vampiro y Hans, en este juego parece haber más tensión, cuando giro mi cabeza a su dirección escucho un «jaque mate» de Hans que enfurece al Max.

—¿Cómo es posible que me estés venciendo, mocoso? — pregunta un indignado Max.

—Porque los vampiros son insipientes.

Esas palabras solo aumenta el enojo de Max.

—¿Por qué juegan ajedrez?— investigo.

El vampiro decide acomodar nuevamente las piezas en sus respectivas casillas, pidiéndole a Hans otro juego y asegura que esta vez protegerá al rey con su vida y ganará. Está claro que de ellos no obtendré información.

—Quisimos entretenernos, aquí nos tienen en confinamiento, no nos permiten salir ni hacer nada — responde Daniel.

—Es abrumador estar encerrados tanto tiempo— agrega Hans.

—Entonces están jugando ajedrez porque están aburridos — concluyo.

—También para no estorbar — dice Daniel —. Cuando te fuiste hubo mucho movimiento en el castillo, la servidumbre está bastante ocupada en algún asunto que, ellos mismos nos ofrecieron el ajedrez como entretenimiento para mantenernos alejados.

—Es similar a cuando tus padres quieren privacidad y te mandan a que te encierres en tu habitación — comenta Max.

Vuelvo a recostarme sobre la cama. Estoy cansada, solo deseo dormir algunas horas, además, el señor Beck nos informó que este día no podríamos entrenar porque habrá un asunto en el castillo… No lo sé, no puse atención, solo estuve pensando en que quería llegar lo más pronto posible.

—Bella, ¿estás muy exhausta?— cuestiona Max —. ¿No vas a presentarte en el evento?

Me levanto de inmediato, abrumada.

—¡¿Van a decapitar a alguien más?!

El vampiro se apresura a mover su cabeza, negando.

—Es el cumpleaños del príncipe. Van a hacer una gran celebración, todos los que vivimos en el castillo estamos obligados a asistir — informa Daniel.

—¿Cómo sabes eso, Dani?

—Le pregunté a la servidumbre.

Mi amiga se cruza de brazos y mira a su hermano, molesta.

—Dani, no me agrada que hables con estas personas — expresa —. Después de como vi lo que le hicieron a Edith… Mejor ni salgas de la habitación.

—No quiero estar encerrado, es agobiante — replica Daniel —. Y no he presenciado alguna solución para irnos de aquí.

Esas últimas palabras las ha dicho mirándome directamente a mí.

—Bien, he captado la indirecta — espeto.

—Te estoy mirando, es evidente que me estoy dirigiendo a ti.

—Puedes irte cuando gustes, no voy a obligarte para que te quedes — refuto.

—Sigo aquí porque mi familia quiere ayudarte, de lo contrario, no estaría en este lugar — increpa, frunce su ceño.

Me acerco a él, contrariada.

—¿Crees que no quiero irme? ¡Este lugar es aterrador! ¡Presencié la degollación de dos personas, fue bastante traumático!

Daniela se levanta del sitio donde ha permanecido desde que entré, se acerca a su hermano y lo sostiene del brazo.

—Suficiente, Dani. La solución no es crear una discusión — dice, a la vez que lo obliga a caminar a la puerta —. Vámonos, jugaremos ajedrez en otra habitación.

Cuando los mellizos han abandonado la habitación, el vampiro y Hans también se levantan de su sitio, recogen el tablero y las piezas del juego.

—Ven, niño, dejemos a Bella descansar.

Hans obedece sin rechistar. Es mi oportunidad de descansar, pero ahora solo puedo pensar en las palabras de Daniel. Su familia se quedó aquí para brindar su apoyo, ¿por qué? No era su deber ayudarme, no deberían estar en un lugar como este.

Lo que logra despertarme es el sonido de la puerta. Me levanto de la cama, me aproximo a esta pensando que quizás es alguno de mis amigos, cuando la abro, descubro que es Max.

—¿Has descansado, Bella?

—Un poco.

—¿Quieres ir a la fiesta del príncipe? — pregunta. Niego con la cabeza —. Yo tampoco. ¡Ven, te estamos esperando!

Lo miro bastante desconcertada.

—¿Me están esperando? — cuestiono, confusa.

El vampiro me sostiene de la muñeca y me jala fuera de la habitación.

—Sí, Bella. Hay que darnos prisa, antes de que nos vean huyendo.

—¿C-Cómo que huyendo? — inquiero, asustada.

Max no me responde, está demasiado concentrado en que salgamos desapercibidos. Una vez afuera del castillo, se asegura que ninguno de los guardias nos vean.

—¡Qué pésima seguridad hay aquí! — se queja cuando ya estamos lo bastante alejados —. O tal vez yo soy un excelente prófugo.

Permito que Max me guie en la oscuridad, hasta que me percato que estamos en el sitio donde está el grifo encerrado. Ya estamos demasiado lejos y me estoy empezando a sentir frío.

—¿A dónde vamos? — interrogo, luego de que nos hemos alejado de la jaula del grifo.

—A otra fiesta más tranquila.

El vampiro cuando mencionó fiesta, me imaginé un sitio con globos y pastel, debí suponer que eso no era posible, llegamos a un sitio donde estaban los mellizos, mis compañeros M. T y otras personas que desconozco, cada uno estaba conversando con su propio grupo alrededor de una fogata. Observo que algunas personas tienen una manta para salvaguardarse de la gélida noche, de haber sabido hubiese traído la mía.

Max me lleva hasta donde están sus primos y Hans. Mi amiga al verme me ofrece una manta, la acepto feliz, después me invita a sentarme a su lado, cuando estoy por aceptar el lugar, veo que al otro lado de Daniela está su hermano. En el segundo que nuestras miradas se cruzan, recuerdo lo que nos dijimos en la habitación, eso me provoca una molestia, así que en una actitud muy madura lo que hago es desaviar la mirada a otro sitio demostrando mi evidente desagrado. Decido sentarme al lado del vampiro y Hans.

—¿No se supone que debíamos asistir a la celebración del príncipe?— cuestiono.

—El príncipe Azariel escaparía de su propio cumpleaños si pudiera — comenta mi compañera Astrid.

—Es una pena que esté obligado a permanecer presente en esa celebración, probablemente sea aburrida, como las anteriores — dice otro de mis compañeros, desconozco su nombre.

Me mira serio a mí y a mis amigos.

—¿Quién ha invitado a los mestizos? — interroga, observando a todos los presentes.

—Todos estuvimos de acuerdo, Zander— responde Aiden.

El tal Zander se levanta del sitio donde permanece, le hace una seña a Astrid antes de retirarse.

—Lo siento — susurra ella, se levanta de su lugar y sigue a Zander a otra esquina de la fogata.

—Ignoren a ese egocéntrico — nos dice otro compañero M. T.

La conversación fluye a otro tema. Mis compañeros han preferido conversar sobre lo generoso que es el señor Beck, pues ha estado asignando tareas bastante sencillas, en esa parte no coincido con ellos, para mí han sido bastante complejas, aún estoy cansada.

—Es que recién estas incluyéndote — dice el chico cuyo nombre desconozco —. Si hubieses llegado antes, no sentirías el entrenamiento tan complicado.

—¿Desde cuándo están con el señor Beck?— indago.

—Desde que cumplimos quince años aprendimos todo lo relacionado con las criaturas de Dédfer, a los dieciocho es cuando empieza el trabajo duro, que es en el que estamos ahora — informa Aiden.

—¿Tienes dieciocho años? — pregunta Daniela a Aiden.

Daniel voltea a mirar a su hermana, indignado.

—¿Su edad fue lo único que escuchaste? — inquiere. Mi amiga se encoge de hombros, queriendo ignorar a su hermano —. Solo escuchas lo que te interesa.

Daniela decide ignorar a su hermano. Vuelve a preguntarle a Aiden su edad, este de inmediato se pone nervioso, pues mi amiga lo mira fijamente mientras sonríe, si bien, Aiden se inquieta aún más cuando percibe la mirada furiosa de Daniel.

—Dieciocho — murmura, cabizbajo, no se atreve a mirar a levantar la cabeza y encontrarse con los ojos de Daniel que desean fulminarlo.

—¿Estás soltero?

Cada reacción fue diferente de los que escuchamos la pregunta de Daniela; su hermano es una mezcla entre sorpresa y furia, esta última dirigida a Aiden, el pobre parece querer huir de esta situación, Max no evitó reírse, Hans se mantiene desinteresado y ajeno a lo que ocurre, el otra chico M. T. solo desvió su atención a la fogata, como si fuese más interesante que la conversación y yo sigo su ejemplo, solo que yo me entretengo con la tierra del suelo.

—Esa es una pregunta muy personal— es la respuesta del rubio.

—¿Qué significa eso? ¿Te desagrada mi hermana?— interroga un molesto Daniel, mirando al chico.

A mí me intriga más qué significa su actitud, en un principio quería fulminar a Aiden cuando fue mi amiga quien estaba coqueteando, ahora parece disgustado con el chico.

—¡No, para nada! No es eso… — se apresura a aclarar —. Me refiero a que el único problema es que es mestiza…

Ahora no solo es Daniel quien observa a Aiden con furia, sino que también mi amiga y el vampiro se han unido a las miradas fulminantes. Incluso también yo me siento ofendida.

—Eso es verdad — lo defiende el chico de nombre desconocido —. No tengo razón para despreciar a los mestizos, pero no es recomendable crear un lazo amoroso, porque al final ambos moriremos. Es triste morir y no ver crecer a tus hijos.

Los mellizos siguen con sus miradas amenazantes, estoy convencida que no le harán algún daño a Aiden, pero prefiero no averiguarlo, así que lo recomendable es desviar el tema y hablar de otro asunto, sin embargo, antes de que pueda mencionar algo, Max se apresura a indagar.

—Explica eso de que ambos mueren — exige.

—Todos saben que dos linajes no pueden estar juntos.

—Porque los decapitan — comento.

—Sí, pero eso ocurre cuando se enteran antes de que contraigan nupcias, lo hacen ante el pueblo como una advertencia de lo que puede ocurrirles si alguien decide seguir su ejemplo.

Max de pronto se ha puesto afligido al oír al chico.

—¿Y si nunca los descubren? — cuestiona el vampiro.

—Pues los amantes tienen un hijo mestizo, viven unos años y finalmente mueren sin motivo.

Eso ha captado mi interés.

—¿Mueren sin razón? — pregunto, desconcertada.

—Eso es lo que me han informado, que simplemente mueren, pero ustedes deberían saberlo, pues sus padres debieron fallecer al ser de distintos linajes.

—Al menos sus padres tuvieron cinco hijos, así no están solos y se tienen entre ustedes — expresa Aiden.

Max se pone de pie y sin dar alguna excusa se aleja. Daniel es el que decide seguir a su primo. Los siguientes minutos transcurren en un profundo silencio que es interrumpido cuando una persona desconocida viene corriendo en dirección a la fogata.

—¡Alguien viene!— anuncia.

Todos se apresuran a levantarse de su sitio, otros cumplen con la tarea de extinguir el fuego. Todos en grupo corremos a escondernos entre la naturaleza, sin embargo, para mi desgracia pierdo a Daniela y Hans. Mi instinto me hace quedarme escondida cerca de un árbol y esperar a que mi amiga me encuentre. No puedo volver al castillo por mi propia cuenta, es probable que sea descubierta al intentar infiltrarme en mi propia alcoba. Al menos aún tengo la manta para protegerme del frío.

Mientras los minutos transcurren, el sueño se instala en mí, hago lo posible por no quedarme dormida en la intemperie. ¿Dónde se escondieron todos? Espero que al menos Daniela note mi ausencia y no se le ocurra abandonarme, no sería capaz de hacerlo, ¿verdad? Siento como mis parpados me pesan.

—Isabella — oigo que me llaman, abro los ojos para hallar a Daniel parado frente a mí —. ¿Por qué estás durmiendo aquí afuera?

—¿Dónde están los demás?

—Por allá — señala detrás de él —. Se alejaron porque algunos guardias vinieron y no deseaban que fueran descubiertos.

Me apresuro a incorporarme.

—¿Quieres ir a dormir o reunirte con ellos? Han hecho otra fogata — cuestiona.

—¿Dormir en dónde?

—Pues… en el castillo — responde como si fuese evidente —. ¿O dónde pretendes descansar?

—Max fue quien me sacó, si intentamos entrar pueden descubrirnos y probablemente nos realicen un interrogatorio para averiguar porqué estábamos afuera.

Daniel me mira con expresión desconcertada.

—¿Insinúas que yo no puedo burlar la seguridad como lo hizo Maximiliano?

Me encojo de hombros, creo que Daniel quiere añadir algo más, pero lo que hace es permanecer en silencio y sentarse a mi lado.

—Alguien viene — masculla.

Las voces de dos sujetos se escuchan, supongo que solo están dando una breve vuelta para vigilar los alrededores, pues casi al instante que oí las voces, luego se marcharon.

—Lo siento — murmura Daniel —. ¿Estás molesta por lo que dije? Disculpa, no debí comportarme así, además, no tienes la culpa de no poder irte. Fui muy grosero.

Volteo mi cabeza para mirarlo, mantiene su mirada en el suelo, por su expresión afligida, creo que está siendo honesto.

—Creo que te sientes más cómoda con Maximiliano, si quieres puedes esperar aquí mientras yo regreso y le pido que venga para que él te acompañe, dudo que se niegue — añade.

Antes que si quiera pueda mencionar alguna palabra, Daniel ya se puso de pie y ha comenzado a caminar en la dirección donde supongo deben estar los demás.

—Oye…— se detiene cuando hablo, da media vuelta para verme —. ¿Viniste a buscarme solo para disculparte?

—No… Sí — se contradice, eso me deja confundida —. Ya estaba pensando en retirarme porque estoy exhausto, mi hermana me ha contado que mientras escapaban te has perdido, así que me pidió que no te dejara desamparada.

Asiento ante sus palabras.

—Bien, hay que irnos, también estoy exhausta.

—Pero ¿y Maximiliano?

—Déjalo, seguro se está divirtiendo, no me agradaría molestarlo — Daniel aún parece querer ir por su primo —. No me molesta tu compañía — añado.

Con un poco de inseguridad, Daniel se dispone a caminar conmigo de regreso al palacio.

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