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|Capítulo 30|

Isabella

El entrenamiento y el instructor inexpresivo me hacen sentir como si fuera la alumna nueva de la escuela, aunque en realidad sí lo soy. Debido a mi nulo conocimiento en armas y batallas me ha ordenado ser espectadora de cómo entrenan mis compañeros. Me ha ofrecido un libro donde voy anotando lo que creo relevante, para realizar mis apuntes me dieron una pluma, literalmente una pluma que debo sumergir en tinta.

Mis observaciones han hecho que descubra que Astrid, una chica de ojos azules y cabello azabache, es la mejor en combate cuerpo a cuerpo. Lo sé porque ha vencido dos veces seguidas a Aiden, un chico rubio y ojos avellanas. De mis compañeros el que más ha hecho rabiar al instructor es el moreno de cabellos rizado, Nick, pero presiento que cuando el hombre mayor me pida comenzar a luchar seré la nueva persona que lo haga enfurecer.

—¡No le des la espalda al enemigo!

—¡Sí, señor Beck! — exclama Nick.

El instructor Beck fija su mirada en mí, me observa con su entrecejo fruncido.

—¡Es su turno, señorita Isabella!

Todos mis compañeros voltean a verme, esperan que inicie para admirar mi fracaso. Suspiro profundo. Me aproximo al señor Beck quien me entrega el arma con la que lucharé, mi contrincante será Nick. Sostengo la espada para comenzar, no sé si la estoy sujetando de la forma correcta, pero al menos lo intento.

Nick toma la iniciativa para atacar, mi manera de defenderme es retroceder para esquivarlo, lo que consigo es una llamada de atención del instructor. El moreno vuelve a aplicar el mismo ataque, y yo vuelvo a retroceder.

—No escapes — masculla, hace su ataque nuevamente.

Esta vez no quiero esquivarlo, así que levanto la espada para que nuestras armas impacten, sin embargo, lo que consigo es mi arma se me resbale de las manos y Nick posicione su espada en mi hombros, por fortuna ha frenado su ataque antes de que me lastimara.

—Me estás lastimando — murmura.

—¿Cómo? — cuestiono, desconcertada.

—Las raíces me lastiman — se queja, de inmediato, volteo a mirar sus tobillos y ambos están enredados en raíces que emergen del suelo.

—Disculpa — balbuceo.

Nick trata de deshacerse de ellas, las corta con su arma, pero al instante vuelven a crecer nuevas. ¿Cómo hago eso? ¿Cómo puedo detenerlo?

—No te desesperes — dice el chico —, eso solo causará que más raíces nazcan. Intenta relajarte.

Inhalo y exhalo profundo. Cuando siento que estoy más tranquila, Nick vuelve a corta las raíces, esta vez no han vuelto a crecer más.

—¡Bien hecho! — nos felicita el hombre —. Nos veremos mañana.

El señor Beck se retira sin mencionar algo más. Mis compañeros hacen lo mismo. Antes de que también me retire, siento que alguien me observa, giro mi cabeza para averiguar de quién se trata, descubro que es Daniel.

—¿Viste todo? — pregunto, acercándome a él.

—Desde que empezó el combate.

—A diferencia de ti y Max, yo soy un asco en esto — me rio un poco de mis palabras, Daniel no parece encontrar la gracia —. El señor Beck debe pensar que soy inútil, por eso finalizó el entrenamiento — suspiro, decepcionada de mi escaso esfuerzo.

—Yo creo que lo detuvo porque descubrió que no eres capaz de usar la espada, pero sí para defenderte con tus poderes — comenta —. Vi como las raíces salieron del suelo justo en el momento que la espada de tu contrincante estuvo por lastimarte, eso fue bastante interesante.

—Y… ¿qué hacías viendo?

—Daniela te está buscando — avisa.

—¿Y dónde está?

—En sus aposentos.

Asentí. Camino en dirección a la habitación, con Daniel siguiéndome, una vez en el pasillo donde está el cuarto, abro la puerta y entro, me encuentro con Hans y Max, ambos discuten sobre los malos hábitos que tienen los vampiros, no hay rastros de mi amiga.

—¿Y Daniela? — indaga Daniel.

El vampiro y el niño olvidan su pelea, observan alrededor de la habitación, creo que apenas se enteran que mi amiga ya no está con ellos. Como ninguno puede dar información sobre Daniela reanudan su disputa.

—Si continuas insultándome voy a comerme también a tu conejo.

—Eres un ser cruel, eso lo sé, ustedes los vampiros son malévolos.

Max se enfurece, el color rojo de sus iris se extiende por todo su ojo.

—Eres un mocoso maleducado — increpa —. ¿Tus padres no te enseñaron a respetar a tus mayores?

Hans permanece en silencio, los ojos del vampiro vuelven a la normalidad.

—Oh, lo sien…

—¡Eres un monstruo malvado! — grita el niño.

—¡Suficiente! Esto ya lo siento personal —alega Max —. Dani es un amargado, ¿por qué no lo insultas también?

El nombrado responde con un bufido tras escuchar las palabras de su primo.

—Daniela es licántropo, ¿por qué no la insultas? — prosigue —. ¿Por qué? ¿Por qué la discriminación hacia los vampiros?

Hans frunce el ceño, negándose a responder. El ambiente se vuelve incómodo. Daniel sale de la habitación. Decido seguirlo porque no me apetece quedarme a escuchar la discusión. Daniel se dispone a buscar a su melliza, opto por ir con él, no tengo idea dónde buscar a mi amiga.

Recorremos los vacíos pasillos, nos negamos a atravesar cada puerta que hallamos, desconocemos si está permitido su acceso, por eso nos limitamos a los pasillos. Me detengo cuando él lo hace.

—Ya la encontré —comunica, se acerca a la puerta donde deduzco que debe estar su hermana.

—¿Cómo sabes que está ahí? —cuestiono.

—Porque rastreé su aro… — se queda callado —. No quiero decirte.

Con cautela abre la puerta lo suficiente para ver el interior, de inmediato, vuelve a cerrarla sigiloso, camina hasta mí, me obliga a dar media vuelta, sostiene mis hombros y me empuja para salir de aquí.

—Vámonos antes de que se entere que estamos aquí — murmura.

—¡Dani, no huyas! ¡Ya sé que estás ahí! — escucho la voz de Daniela del otro lado de la puerta —. ¡Ya te olfateé!

Daniel suspira. Deja de empujarme y se resigna a atravesar la puerta, hago lo mismo. Daniela está con otra chica, se ve que es mayor que nosotros. Observo alrededor, hay una barra donde mi amiga y la otra chica tienen varios platos de porcelana, en una esquina está una inmensa alacena. Sé que quizá hayan más cosas, pero desde donde me encuentro es todo lo que veo.

—¡Ven, Dani, prueba esto!

El mellizo admira cada uno de los platos que le ofrecen. Los mira bastante confundido a la vez que curioso.

—¿Qué es esto? ¿Con qué quieres envenenarme?

—¡Cállate y prueba! — espeta su hermana—. Además, no voy a matarte con testigos alrededor.

—Bien — acepta tras mascullar, su hermana parece satisfecha por su voluntad.

Se acerca a la barra donde están los platillos. Daniela le señala uno. Decido acercarme para mirar lo que contiene. Es como una sopa. Daniel mira desconcertado los cubiertos sobre la mesa perfectamente acomodados. Selecciona una cuchara al azar.

—Quiero esta, no me interesa si es la incorrecta.

—Es la incorrecta — afirmo. Ambos mellizos voltean a verme, decido escoger la cuchara adecuada —. Usa esta — murmuro, le entrego el cubierto a Daniel.

Ingiere la primera prueba de la sopa. Su hermana se mantiene seria, atenta a la reacción de él, si bien, su hermano no hace ninguna mueca que refleje su veredicto. Lo que hace es volver a probar la sopa, eso parece ser suficiente para que Daniela sonría.

—Ya veo que te gustó — afirma mi amiga, sin borrar su sonrisa.

—O quizá solo estoy muy hambriento — refunfuña Daniel —. No te ilusiones, aún no estás en edad de casarte.

La chica me ofrece unirme a Daniel y degustar. Comunica que la comida es para nosotros. Mi amiga se retira diciendo que irá por Max y Hans. Tras irse, la chica se presenta con el nombre de Edith, nos cuenta que Daniela la encontró mientras preparaba la comida y se ofreció para ayudarla. Después de que mi amiga llegara con los dos restantes, Edith se retiró para dejarnos en privacidad. Los cinco nos mantuvimos degustando nuestros alimentos en silencio, hasta que Max se queja que es imperdonable que no tuvieran la sangre incluida en la bebida.

—¡Quiero sangre! — exclama —. No he bebido nada en varias horas. Un segundo... ¡No quiero sangre! ¿Por qué no quiero sangre?

—Te devoraste un conejo entero. ¿No es suficiente con eso? — inquiere Hans.

—¡No lo sé! Estoy asustado, no me apetece beber sangre — dice el vampiro, angustiado —. Da igual, porque cuando me entre apetito voy a comerte a ti, niño.

Edith regresa, se dispone a lavar lo que ensuciamos, insistimos en hacerlo nosotros pero ella, literalmente nos echa. El resto del día la pasamos en la habitación que me asignaron, a pesar de que el rey nos ofreció a cada uno un espacio individual. Al estar en un lugar desconocido preferimos permanecer juntos. Mientras tanto, aprovecho mi tiempo para repasar las anotaciones que hice en el entrenamiento, dejo de escribir cuando recuerdo que reescribir mis notas es innecesario, pues el señor Beck no las va a revisar y evaluar, además, no tengo intenciones de quedarme aquí.

Decido hojear mi libro, me detengo en la página donde está el dibujo e información del fénix, vuelvo a leer los datos, confirmo que no está escrito algunas cosas que he visto que hizo el ave que conocí. En una parte en blanco de la hoja, escribo lo que he descubierto. Anoto lo que el fénix hizo para clonarse con el fuego que emitió, también quiero escribir en la página de los Garvor que ellos en realidad son niños que viven en túneles, pero me abstengo al analizar que para que haya niños deben haber adultos, ¿por qué solo había niños?

Más tarde, Daniela y Hans salen de la habitación con la excusa de que el pequeño quiere ir al baño y buscar algo para alimentar al conejo que deja en la habitación bajo la supervisión del vampiro a quien le advierte que no se le ocurra comerlo. Max se acerca a su primo, me percato que Daniel está dormido sobre un sillón donde se pudo acomodar. El vampiro pone la mano delante de la nariz de su primo.

—Pues… Está respirando — comenta. Vuelve a su lugar junto al conejo, lo sostiene entre sus manos. Lo aproxima a su rostro para observar al animal con detenimiento.

—¿Qué tanto le miras? — cuestiono.

—No sé… — murmura —. Es que… se ve normal, pensé que como los tiburones eran extraños y aterradores, este conejo también lo sería, pero parece indefenso.

—¿Te aterraron los tiburones? — indago.

Max gira el rostro para cerciorarse que su primo siga dormido.

—Fue confuso, pero sí, un poco — admite —. Si no me transformaba, no podría proteger a ninguno.

—No podías transformarte, es válido sentir miedo, yo sí lo estuve.

Max deja a un lado el conejo, prefiere mantener el silencio que se ha formado. Voy a continuar con mis apuntes y lectura en el libro de mi padre, sin embargo, el vampiro se levanta de inmediato y fija su mirada en la entrada, entonces alcanzo a escuchar que hacen ruido tras la puerta. Max se acerca e intenta abrirla.

—Está cerrada — comunica volteando su cuerpo para verme —. ¡Nos encerraron!

Me dirijo a la puerta y trato de abrirla como si conmigo fuera a funcionar, evidentemente fracaso. Comienzo a ponerme nerviosa y golpear la entrada.

—No se permite que salga hasta que se autorice — expone una voz del otro lado.

Miro a Max, él está igual de desconcertado que yo, también miro a Daniel, sigue durmiendo, ajeno a lo que sucede. En el segundo que quiero entrar en pánico, un bullicio fuera del castillo llama mi atención. El vampiro se apresura a acercarse a la ventana que está en la habitación, abre las cortinas ligeramente, solo para que le permitieran descubrir lo que causa el ruino que si bien, podía definirlo como gritos.

—Mira, Bella — susurra, me invita acercarme.

Una vez a su lado me hace un espacio para que vea por la ventana. Me quedo atónita cuando descubro que hay varios hombres con armadura sosteniendo bruscamente del brazo a Edith y a otro chico que desconozco. También logro observar que Edith está llorando al igual que el chico.

El muchacho se libera del guardia que lo sostiene, creo que se ha distraído y eso lo aprovecha para huir, el guardia al percatarse de su descuido no se molesta en ir detrás del chico, de pronto veo que una flecha atraviesa su abdomen y lo derriba. Dejo de mirar, este momento será un recuerdo indeleble. Prefiero mirar a Daniel que aún permanece dormido. Edith suelta un grito desgarrador que provoca que sienta una opresión en mi pecho.

Daniel despierta cuando los gritos de Edith suben de intensión, se levanta bastante desconcertado, mirando desconfiado la habitación.

—¿Dónde está Daniela? — interroga.

Max deja de espiar y se acerca a su primo. Daniel trata de ponerse de pie, mas al instante, cae sentado sobre el sillón donde yacía.

—Pareces ebrio — dice Max.

—No lo estoy — se defiende —. ¿Dónde está Daniela?

—No te angusties, seguro que está bien, ella puede cuidarse sola.

Daniel asiente, confiando en su primo. Cubre su boca con su mano para bostezar.

—¿Qué fueron esos gritos? — indaga. Regresa a verme, sentada bajo la ventana con cara de pánico —. ¿Qué tienes?

Yo no quiero responder ninguna pregunta, sigo estupefacta con lo sucedido, espero que sea su primo quien le responda, pero la respuesta nunca se presenta. Ninguno de los dos ha dicho nada, eso exaspera a Daniel, se levanta del sillón con dificultad, se dirige a la puerta e intenta abrirla.

—¿Por qué está cerrada? — interroga, mirando serio a ambos.

—Dani… —Max toma la palabra —. Escucha, no te alteres pero acabamos de presenciar como los guardias matan a un chico… bueno no lo mataron, solo lo hirieron, pero a lo que me refiero es que eso fue un acto cruel, aunque no sé si el chico hizo algo peor para merecer eso…

Daniel luce perplejo. Se ha quedado procesando las palabras de su primo.

—¿Y Daniela? — vuelve a preguntar.

—Salió con Hans a…

Max no termina de explicarle a Daniel porque este ya se encuentra frente a la puerta tratando de abrirla. El vampiro se acerca a su primo y se inicia una pequeña discusión. Me digno a levantarme y ver por la ventada, mas ya no hay nadie en los jardines. La discusión se silencia cuando escuchamos ruidos tras la puerta, a los pocos segundos esos ruidos, cesan. Daniel se apresura a intentar abrir la puerta, esta vez lo consigue. Se crea otra discusión entre primos debido a que Daniel quiere ir a buscar a su hermana y Max le refuta que es peligroso si no saben qué sucede a los alrededores.

—Daniela sabe cuidarse — dice Max —. No te angusties, Dani, corres más peligro tú que ella.

—¿Qué? ¿Por qué?

—Porque eres humano, ¿verdad?  —inquiere, serio.

Daniel asiente sin mirar a Max. Para sorpresa de todos, la puerta es abierta, Daniela y Hans han vuelto. El pequeño pregunta por el conejo al que quiere alimentar, mi amiga nos pide a los tres acercarnos para informarnos de algo. Todos obedecemos su petición, nos ponemos cómodos en el sillón donde dormía Daniel.

Antes de que inicie a contarnos, el vampiro se apresura a comunicarle lo que vimos en el jardín. Daniela nos murmura que está enterada de ese suceso, que incluso sabe porqué sucedió. Le pedimos que inicie a revelar lo que sabe.

—Cuando llegamos a la cocina tomamos un trozo de carne que hallamos por ahí, después oímos que alguien venía y como tomamos la carne sin permiso, nos escondimos, los que entraron fueron Edith y un chico, ellos estaban… besándose.

—¿Y qué tiene eso de malo? — cuestiona Max.

—¡No lo sé! — masculla —. Hans y yo quisimos darles privacidad… No notaron nuestra presencia, así que íbamos a regresar a la habitación, pero a unos cuantos pasos alejados, vimos que unos guardias entraron a la cocina, supongo que los vieron porque a ambos los sacaron forcejando.

Daniela continua relatando que ella y Hans se apresuraron a irse antes de que los vieran y creyeran que estaban involucrados. Se metieron en una habitación en la cual cerraron a los pocos minutos, cuando los dejaron libres vinieron para reencontrarse con nosotros.

—¿Lastimaron al chico solo porque se besaron? — Max continua incrédulo —. ¿Acaso es un crimen?

—Besarse no es un crimen — dice Hans, llamando nuestra atención —. La relación entre dos linajes diferentes sí lo es.

Hans saca de su bolso un pedazo de tela, envuelto en esta se mantiene el trozo de carne que trajeron de la cocina, el niño se lo ofrece al conejo.

—Los conejos son herbívoros — comenta Daniel.

—Este no lo es — murmura, al instante observamos al conejo comerse la carne.

—Nada tiene sentido aquí — susurra Max.

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