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|Capítulo 28|

Isabella

Mi primera experiencia de viaje en barco hubiera sido apacible de no ser por el susto que me provocaron los tiburones. Creo que la mejor parte para todos fue cuando el barco ancló en el muelle de este nuevo reino desconocido para nosotros. Estar en tierra firme se siente deleitoso, escuchar y sentir las ráfagas del viento, el sabor salado del océano, los graznidos de las gaviotas que vuelan cerca del mar intentando cazar algún pez.

Esas aves se ven bastantes normales, observo una de ellas que se sumerge en el mar, seguramente para atrapar un pez que ha visto. Pasan cinco, diez, quince segundos y el ave sigue dentro del agua. ¿Y si fue el pez quien cazó al ave? No me sorprendería que así fuera. Entonces el pájaro sale del agua con su presa en el pico, demostrándome que ella ha obtenido la victoria. Para aumentar mi asombro, el pez es mucho más grande que su depredador, ¿cómo puede ser eso posible? Si bien, no todo es agradable para los cinco. El vampiro está bastante pálido y débil, se apoya sosteniéndose de su primo.

—Necesito comer algo — balbucea.

—¿No comiste lo suficiente en el barco? —pregunto, desconcertada.

—Me refiero a otro tipo de alimento — explica —, también necesito sangre…

Daniel coloca el brazo de Max sobre su hombro para sujetarlo mejor.

—Ustedes vayan con Isabella, ayudaré a Maximiliano a cazar un ratón. Te gustan los ratones, ¿verdad? — dice Daniel, burlándose del vampiro.

—Son mis favoritos.

—Pero ¿y si se pierden? — cuestiono.

Daniel fija su atención en un sitio detrás de mí, giro mi cuerpo para ver aquel lugar, descubro que desde aquí se aprecian las torres del palacio que está con mejores condiciones que del anterior reino.

—Dudo que nos extraviemos, pero si ocurre pedimos indicaciones — responde, ofreciendo una solución rápida.

Mientras ellos se alejan, los tres hermanos restantes nos ocupamos de esperar al capitán que nos llevará con el monarca.

—Isa, nuestro hermano menor se va — murmura Daniela.

Busco a Hans y lo veo caminando en la dirección donde se fueron Daniel y Max.

—¡Hans! — grito, cuando me escucha se gira para mirarme de frente —. ¿A dónde vas?

—Quiero ir con ellos — anuncia, no espera que responda porque se apresura a correr detrás de Daniel y Max.

«¿Está bien que los acompañe? Quizá debería ir por él»

—Momento de irnos señoritas — anuncia el capitán —. ¿Dónde están sus hermanos?

—Fueron al baño.

El hombre y Daniela voltean a verme desconcertados. Fue la prime excusa que pensé.

Hay mucho movimiento fuera del palacio, varios jóvenes con armaduras se pasean por el verde césped que hay alrededor. ¿Cómo es que pueden mantener limpio y vivo este jardín? ¿Cuántos jardineros se necesitan?

Dentro hay igual de movimiento, muchas jóvenes y personas mayores pasando de un lado a otro, algunas están en un sitio con un pedazo de tela limpiando los muebles, otras sacudiendo el polvo, me imagino que debe ser la servidumbre. Daniela y yo seguimos de cerca al hombre, este nos guía hasta un salón donde nos pide que esperemos a que él regrese con el permiso del monarca para que pueda presentarme ante él.

—Isa, ¿y si el rey tampoco nos quiere? —inquiere, angustiada.

—No pasará nada malo — respondo para cesar su angustia —. Además, no vamos a estar mucho tiempo, solo busco a la sirena y averiguo por qué no me permite irme a casa.

Mi amiga asiente, confiando de mis palabras. El hombre regresa a los pocos minutos, intento descubrir cómo le ha ido conversando con el rey, sin embargo, su semblante serio no me permite descifrar nada.

—El rey quiere conversar contigo — anuncia. Me dispongo a caminar en dirección a la puerta donde anteriormente ingresó él —. Solo contigo — aclara cuando Daniela comenzó a avanzar conmigo.

Mi amiga se queda con el capitán mientras yo ingreso al cuarto desconocido. Descubro que es un espacio bastante inmenso, es adornado por ventanas de cristal que han sido decoradas con cortinas de tela azul, estas brindan iluminación al sitio. Presiento que alguien me está mirando, fijo mi atención en un lugar del salón, hallo lo que deduzco son los respectivos tronos, son tres y están decorados por oro y plata.

Una figura masculina llama mi atención, está sentada en el trono de en medio, viste con un traje muy elegante y llamativo, en su cabeza reposa una corona brillante e imponente. Mientras yo admiraba el interior, el rey me estaba observando. ¡Qué vergüenza!

«¿Qué hago? ¿Me disculpo? ¿Por qué voy a disculparme? No estaba haciendo nada malo, solo admiraba la decoración», pienso, aún permanezco inerte en mi sitio, mientras debato conmigo mismo, el monarca carraspea.

—¡Majestad! — hago una reverencia, tal y como lo he visto en alguna películas. Espero que lo esté haciendo bien.

—¿Cuál es tu nombre? — interroga desde su trono.

—Isabella, majestad.

—¿Edad?

—Dieciocho, majestad.

—¿A cuál reino perteneces?

—A ninguno, majestad.

—¿A cuál reino perteneces? — vuelve a preguntar, con tono severo y frunciendo su entrecejo.

—A… N-No lo sé, majestad— tartamudeo.

«¡Deja de decir majestad! Pero es un rey, dudo que le moleste que lo llame de esa manera».

El monarca me mira durante varios segundos, yo no sé si mantener la mirada o agacharla de lo nerviosa que estoy.

—Me informaron que tienes el don de comunicarte con los animales —comenta, inexpresivo, lo único que hago es asentir con la cabeza —, que tienes cuatro hermanos y me revelaron la hazaña que hiciste en el océano, pero responde esta duda, ¿Por qué tus hermanos no poseen el mismo don que tú?

«Porque no somos hermanos».

No podía confesarle la verdad, nos permitieron venir a los cinco juntos porque mentimos al decir que éramos familia, además, desconozco lo que este monarca es capaz de hacernos por haber mentido. Tal vez nos mande a la horca o nos suba a un barco y en medio del mar nos obligue a caminar por la plancha como en las películas.

—Es que… — balbuceo —. Solo uno de nuestros padres poseía ese don, majestad.

—¡¿Los cinco son mestizos?! —cuestiona, impactado. El rey se frota la cien con sus dedos, ¿ser mestizo es bueno o malo? —. Lo suponía, pero es impactante los crueles que pueden ser algunos padres.

«Estoy confundida».

—El Capitán Zeck me ha comentado que uno de tus familiares demostró tener demasiado fuerza como para defenderse de un tiburón— anuncia —. Dime, ¿qué son tus hermanos?

—¿Qué son?

El monarca mantiene su atención en mí, está esperando una respuesta, ¿qué debo responder? Esta situación me pone inquieta, él sabe que Daniela no es “normal”, debe suponer lo mismo de los demás, no sé qué responder. Quiero irme a casa.

—Mi hermana… es un licántropo — confieso. El rey asiente y me hace una seña para que continúe —, uno de mis hermanos es un vampiro y…

Dudo si estoy haciendo lo correcto en exponernos ante este monarca, pero su mirada compasiva me hace sentir más segura y confesar lo que quisimos ocultar.

—Otro es… — permanezco en silencio pensando en qué decir sobre Daniel y Hans, recuerdo que al primero los Garvor utilizaron el sustantivo humano, haré lo mismo —, un humano.

—Bien, es suficiente, he confirmado que son mestizos —masculla, suspira hondo y prosigue —. No te preocupes, los que son como sus padres obtienen su castigo, ustedes no son culpables de sus crímenes. Podrás unirte al escuadrón de los M. T. No te faltará nada a ti ni a tus familiares.

Por la diminuta sonrisa y expresión amable, considero que todo está bien, ¿cierto?

Daniel

El agua del lago se ve tan cristalina, si me inclino puedo ver mi reflejo distorsionado debido a las ondas que se forman por los movimientos de los peces. Escucho pisadas, alguien se aproxima, se siente agradable volver a tener mis habilidades sobrenaturales, supongo que el efecto del veneno que Hans me introdujo ya ha desaparecido.

Hans es quien se acerca, lo sé porque puedo olfatearlo. No pasa mucho para que compruebe que tengo razón. Hans aparece con algo gris que sostiene con bastante recelo sobre sus brazos.

—¿Y Maximiliano?

Hans se encoge de hombros. Se acerca al lago, se sienta en la orilla mientras le da caricias a lo que trae en brazos, según mi olfato, es un animal lo que está protegiendo.

—¿Qué tienes ahí? — cuestiono, a la vez que me siento a su lado.

Hans me permite admirar al animal, es un conejo. Observo como su cuerpo tiembla y mantiene sus ojos cerrados, el niño le otorga caricias para tratar que su miedo se desvanezca.

—¿Por qué lo traes contigo?—inquiero. Antes de que me responda, Maximiliano aparece y deja caer su cuerpo cerca de nosotros —. ¿Ya te sientes mejor?

—Bastante —asiente varias veces seguidas —. Creí que moriría deshidratado.

Mi primo con la ayuda de su mano se limpia los restos de sangre que han quedado en su mandíbula.

—Debería matarte, mocoso —increpa —, por tu culpa casi muero.

—Hubieras muerto antes de no ser por mí — refuta sin voltear a ver a Maximiliano, solo se concentra en brindar caricias al conejo —. Desde antes de introducir el veneno en ti ya estabas sediento, si no lo hubiese hecho, habrías muerto o quizá hubieras atacado a alguno de nosotros.

—¡No, yo nunca lastimaría a nadie! — replica.

Hans resopla y mira a mi primo, este le sostiene la mirada, defendiendo lo que ha dicho.

—Eso no lo sabes, vampiro, no sabes lo que eres capaz de hacer estando hambriento, ¿o me equivoco?—inquiere Hans—. El veneno hizo que no mataras a nadie, agradécelo.

Maximiliano decide concentrar su interés en otra parte que no sea esta pequeña disputa que se estaba formado.

—Deja ese animal en paz — gruñe mi primo —. ¿No ves que está asustado? Mira como tiembla. Deja que se vaya, que sea libre o que vuelva con su familia que seguramente lo está esperando en su madriguera.

—Lo haría si no hubieses devorado a su madre.

—¿Cómo que su madre? —cuestiona, incrédulo.

—El animal que mataste era su madre.

Tanto Maximiliano como yo nos quedamos atónitos, pero en especial mi primo, a él le afectará esto. 

—¿Por qué no me lo dijiste, mocoso?

—Iba a hacerlo, pero ya habías destrozado al animal.

—Demonios… — susurra, se recuesta sobre la hierba y cubre su rostro con su brazo —. ¿En serio era su madre? Esa cosa era enorme. No parecía para nada un conejo... o quizá estaba tan sediento que ni siquiera me fije qué animal era.

Suspiro profundo, acto seguido me acerco a Maximiliano.

—Oye… no te martirices, tú no sabias nada — ese fue mi intento de consuelo.

Soy un asco en estás situaciones, ni siquiera puedo consolarme yo mismo.

—Tú no comprendes, Daniel — musita —. Soy un monstruo que dejó huérfano a un conejito.

Tiene razón, no tuve ni tengo necesidad de alimentarme de algún otro ser vivo como lo ha hecho mi familia, nunca comprenderé lo que se siente vivir de esa manera, pero supongo que no debe de ser agradable.

Maximiliano estuvo varios minutos lamentando la muerte de la madre del conejo, Hans ha decidido conservar y proteger al animal, al menos hasta que crezca y pueda cuidarse por su cuenta, después decidimos caminar rumbo al castillo donde deben estar Daniela e Isabella. Cuando llegamos a lo que parece ser un mercado, Maximiliano quien ha permanecito absorto, se detiene y mira Hans.

—Oye, niño, ¿no vas a ponerme tu veneno raro otra vez? — cuestiona —. Mis ojos van a delatarme.

—Unos metros atrás vi a un grupo de vampiros cargar mercancía — informa —. Estaban mostrando sus colmillos con tanta libertad. Dudo que los asuste ver a otro más.

—¿Cómo que viste a un grupo de vampiros? — interrogo, desconcertado.

Hans asiente con su cabeza. Volteo a mirar a Maximiliano, él se encoge hombros, está igual de confundido que yo. Debí haber estado tan ensimismado como para no percatarme de la presencia de esos vampiros. Ver que Maximiliano sostiene una expresión decaída me hace querer cambiar su estado a uno más animado, así como el suele ser la mayoría del tiempo.

—Daniel — me habla mi primo —. Hans se fue.

Observo alrededor, y efectivamente, Hans no está, he perdido de vista a ese niño. Inhalo profundo sintiendo el aroma de varias cosas a la vez, entre ellos está el olor a pescado y el de Hans, me concentro en seguir el del pequeño. El aroma me guía hasta un extraño local, tienda, vivienda o lo que sea esta construcción, pero criticando su fachada y todos los aromas de diferentes animales que vienen de su interior me da a entender que no es una simple vivienda.

Lo que me confirma mis suposiciones es el letrero que posee, está escrito con una letra rara y en una lengua que desconozco. Abro la puerta del local, me introduzco y tras de mí entra mi primo. Vemos que Hans está aquí, conversando con una chica morena. Al acercarme escucho que el tema que conversan lo están hablando en un idioma que no entiendo ni un poco. La chica descubre nuestra presencia y nos regala una sonrisa amigable mientras nos dice algunas palabras que no comprendo. Volteo a mirar a Maximiliano, este también me mira desconcertado.

—Eh… My name is Max — murmura, se acerca a la chica con una sonrisa más animada. La chica asiente, confundida—. I'm single — continua hablando —. Y ya es todo lo que sé. Dime, ¿cómo te llamas, lindura?

—¿Tienes mil años y solo sabes eso? — inquiero.

—Oye, Dani, más respeto. Tampoco tengo tantos años — se ofende —. Los unicos lugares que he visitado es Dédfer y el pueblo de mi abuela, en ambos se habla español y tú sabes que las escuelas en Dédfer son un asco.

La chica voltea a mirar a Hans, por su expresión deduzco que debe estar conteniendo una carcajada. Hans le responde algo a la chica, solo ellos se entienden. Después de compartir unas cuantas palabras, Hans le entrega el conejo a la mujer, acto seguido esta desaparece y se introduce en un cuarto.

—Se llama Meredith — me informa el niño, gira su cabeza para mirar a mi primo —, y está comprometida.

—¿Entendiste lo que dije? — pregunta mi primo, a lo que Hans le responde que sí.

Maximiliano hace un gesto de decepción.

—Este apuesto vampiro seguirá soltero —musita.

—¿Por qué te metiste aquí?

—El conejo tiene una de sus patas lastimada, quiero saber si no tiene algo grave — explica Hans.

Asiento. Supongo que esto debe de ser algo similar a una veterinaria.

—Daniel —murmura Maximiliano, acercándose a mí —. ¿Cómo adivinaste que Hans estaba aquí?

—Porque quería traer al conejo para que lo revisaran.

—¿Y sabias que en este lugar atienden animales? —interroga, me limito a fijar mi atención en una esquina del lugar —. Interesante — susurra.

Escuchamos que la puerta del local se abre, por esta entra un hombre mayor con un poco de sobrepeso. Cuando nos ve creo que nos saluda, pero lo ha hecho en el idioma que no comprendo.

—Yo no entiendo lo que usted quiere decir — dice mi primo.

El hombre mira a mi primo como si estuviera demente. Ahora pensará que somos dos locos.

—¿Puedo ayudarlos en algo, caballeros? — pregunta el hombre.

—Ah, ahora ya entiendo.

—¿Buscan trabajo? — cuestiona el mayor, mirando a mi primo —. No hay ningún problema con que seas vampiro.

—¿Cuál es la discriminación hacia mi especie? — inquiere Maximiliano, indignado.

—Todos creen que son aterradores y despiadados, yo pienso lo contrario, son buenos chicos, agradables y bondadosos, solo deben darle una oportunidad antes de juzgarlos —dice el mayor.

—Que agradable es usted, señor — responde Maximiliano.

La chica regresa con el conejo, se lo entrega a Hans, entre ellos conversan un poco, él saca del bolso tres monedas oro, se las ofrece a la chica quien las recibe. Hans nos indica que al fin podemos irnos. Nos despedimos del hombre que es el que nos entiende, Maximiliano también se despide de la chica aunque ella no haya comprendido.

—Si cambian de opinión pueden venir, nos vendría bien un joven que ayude con los animales — informa el hombre antes de que salgamos.

—No me apetece limpiar excremento de animales — comenta mi primo una vez estamos afuera.

—¿Qué te han dicho sobre el conejo? — le pregunto a Hans.

—Su pata sanará, por suerte no la tiene rota. Me ha dado las indicaciones para cuidarlo.

—¿Eso quiere decir que vas a conservarlo?

Él asiente.

—¿Puedo? Yo lo cuido, lo alimento y limpio sus heces. No soy capaz de abandonarlo.

Su expresión suplicante me convence. No podría negarme ante esa petición, al fin y a cabo, él limpiará sus residuos.

—Tendrás que ponerle un nombre — comento.

Hans asiente, entusiasmado. Debe sentirse agradable tener una mascota, nunca tuve una, cuando era niño pensaba que quizá en un instinto salvaje querría comerla, por eso preferí mantenerme alejado de los animales, me gustan mucho pero temía hacerles daño.

Luego de una larga caminata llegamos a los jardines del palacio. Sin embargo, no avanzamos mucho, cuando dimos los primeros pasos sobre el pasto, presentí que algo venía directamente a mí, como acto de reflejo lo esquivé.

—¡Daniel, cuida…! — Maximiliano no pudo terminar su advertencia, pues ya la había esquivado lo que me han lanzado para herirme, descubro que me han lanzado una flecha —. ¿Cómo sabías que eso iba a pasar? — interroga.

El interrogatorio queda olvidado cuando nos vemos rodeados de varios sujetos que nos amenazan con sus espadas. Observo alrededor del castillo, desde mi lugar veo a varios guardias apuntándonos con sus arcos y flechas desde las torres. Los sujetos que nos rodean nos miran detenidamente a los tres.

—¿Qué buscan ustedes tres aquí? Con qué agallas se han atrevido a pisar los jardines reales — dice uno de ellos.

—Oigan, ustedes —masculla Maximiliano —. Bella… mi hermana porque desde luego es mi hermana, la han traído aquí porque es asombrosa y si se entera que nos intentaron atacar, ella les pateara el trasero.

—Dudo mucho que se le permita la entrada a un vampiro — alega.

—Mi hermana vino acompañada del capitán… — ¿Cómo se llama el hombre? —. Por favor, permitan que entremos o si lo desean pueden ir con el capitán y preguntarle sobre nosotros.

Espero que mis palabras los convenzan, después de todo, no es una mentira, Daniela entró al castillo junto con el capitán y también con Isabella.

—El Capitán Zeck entró con dos jóvenes — dice el mismo chico —. Si lo que han dicho es verdad, pueden decir cómo eran y qué vestían.

—¡Por supuesto! — exclama mi primo, en el momento que está por responder, enmudece —. Dani, ¿qué ropa traían Daniela y Bella?

Debido a que Maximiliano fue incapaz de responder esa simple pregunta, lo hice yo, no fue tan complicado, Hans nos había ofrecido la ropa más desgastada y horrible que encontró, quiero suponer que lo hizo con la intención de que pareciéramos unos indigentes miserables para que nos permitirán navegar. Si esa era la intención debo admitir que este niño es inteligente, incluso trae monedas de oro, lo único de valor que poseo es el libro de Isabella, y ni siquiera es mío.

Después de convencer a los sujetos, nos informaron que aun así, no podíamos ingresar al castillo, si Isabella está conversando con el rey no podemos interrumpirlos, debemos esperar a que ella o Daniela salgan.

Para mí todo estaba yendo bien, no me importaba esperar a las chicas, pero se volvió molesto e incómodo cuando comenzaron a molestar a Maximiliano, es decir, pareciera que en este lugar ser un vampiro es sinónimo de criminal.

—Solo ignóralos — le pido a mi primo, quien ya estaba enfadado de sus insultos inmaduros de los otros chicos —. No hay que meternos en problemas.

—Tienes razón — asiente, deteniendo sus intenciones destrozar a esos sujetos.

—Eh, vampiro — vuelven a llamarlo —. ¿Cómo puedes estar bajo el sol? ¿No te cansa tener tus colmillos guardados?

Incluso es un insulto fatal. Sé que le dije a Maximiliano que los ignorara, pero ya no puedo seguir tolerando como insultan a mi familiar, me agacho para recoger una diminuta piedra.

—Olvídalo — murmuro, mi primo voltea a verme—, mejor destrózalos.

Miro como una sonrisa de satisfacción se dibuja en su rostro. La piedra que recogí la juego en mi mano, después la lanzo al chico que más a insultado a Maximiliano, le he dado en la frente, este lleva su mano a la zona lastimada.

—A ese primero —añado.

La valentía de todos se ha desvanecido, al ver como Maximiliano muestra sus colmillos sus expresiones de pánico son dignas de admirar. Hans se ha mantenido centrado en el conejo, pero cuando ve que tal vez haya una posible pelea, su expresión cambia a una que lo hace ver rudo. Maximiliano decide tomar la iniciativa, se y se lanza sobre el chico.

—¿No te cansa decir tantas tonterías? — gruñe mi primo.

Hans y yo nos mantenemos alejados de la pelea, solo somos espectadores al igual que los otros. Me veo en la necesidad de intervenir cuando uno de ellos trata de desenvainar su espada para atacar a mi primo.

—No se te ocurra — murmuro. El tipo cambia su objetivo, ahora me amenaza a mí con su arma —. No es justo, soy un pobre indigente sin arma.

Uno de sus compañeros me avienta una espada. La levanto y espero a que este duelo comience. Es el momento de recordar y poner en practica lo que un día me enseñó Alicia. Antes de que esto inicie, una voz grave y autoritaria nos detiene.

—¿No deberían estar cumpliendo sus tareas? — es el capitán que venía en el barco —. Escudero, Aurek, ¿qué hace jugando en el suelo?

Giro mi cabeza para mirar al chico que está siendo aplastado por mi primo. Le da un empujón para quitarlo de encima y ponerse de pie, observo que el chico tiene una diminuta cortada en el brazo, las mejillas y los labios, creo que Maximiliano se ha divertido.

—Lo siento, Capitán Zeck —dice cabizbajo.

—¿Eres consciente que ese vampiro no se compara contigo? — pregunta, severo, mirando con el ceño fruncido al chico.

—Con todo respeto, capitán, la fuerza de ese vampiro no es como nos han informado —responde —. No es tan fuerte como nos hacen creer.

El hombre comienza a negar con la cabeza a la vez que emite algunas carcajadas.

—Qué insensato eres, ese vampiro solo te dio ventaja — voltea a ver a Maximiliano —. ¿O es verdad lo que Aurek ha dicho?

Maximiliano se levanta del suelo mientras se ríe.

—Fue divertido jugar contigo — le dice al chico. Mi primo muestra su dedo índice, está manchado por un rastro de sangre, acto seguido lo introduce en su boca, saborea la sangre —. Ten cuidado, ya me gustó tu sangre.

Ver el rostro lívido del chico me causa gracia.

—Capitán… — murmuro, llamando su atención —. ¿Podría informarnos donde está mi hermana?

El mayor asiente.

—Síganme — indica —, los están esperando — antes de avanzar, el hombre mira a los jóvenes —. ¡Dejen de jugar y vuelvan a su trabajo!

Cada uno se dispersa, mientras tanto, nosotros tres seguimos al hombre que nos guía por el interior del castillo.

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