|Capítulo 11|
Isabella
Definitivamente una de las razones por las que odio este pueblo es que, el banco y las tiendas comerciales estén a kilómetros y yo tenga que vivir en medio de la nada. Tener una motocicleta ayudaba para moverme pero no para cargar las compras. Estaba molesta por haberle pedido a mis padres una motocicleta y no el auto que ellos me ofrecían.
Estuve pensando seriamente en largarme de este pueblo y regresar a mi hogar donde hay señal y WiFi. A pesar de mis deseos por huir, había “algo” que me obligaba a quedarme.
¿Qué motivo tuvieron mis padres para enviarme a este pueblo?
Ellos antes vivían aquí, en este lugar se conocieron, entonces, ¿por qué se fueron? Pudieron haber vivido aquí, pero si tomo en cuenta los licántropos y vampiros, cualquiera huiría sin dudarlo. Sin embargo, mi papá escribió un libro con las características de varias criaturas, es evidente que sabían de su existencia. Además, los padres de los mellizos comentaron que se conocieron y eran amigos.
Ahora que lo recuerdo, no he leído el libro de mi madre.
Sin WiFi, sin datos móviles, sin televisión. No tengo nada mejor que hacer este fin de semana.
"Lección 1: Hacer creer una planta"
"No importa cuál sea, debes al menos hacer que crezca cinco centímetros."
No había leído ni la mitad de la página y sentí como si mi madre me estuviera ordenando lo que tenía que hacer y cómo debía hacerlo. Más que leerlo, sentía que esas palabras escritas tomaban vida y me indicaban qué debía cumplir.
"No es solo una planta, es una vida y si deseamos hacer crecer esa vida, debes sentirla. Existe una conexión entre tú y la naturaleza. Siempre ha existido, debes aprender a percibirla, Isa."
Definitivamente mi madre había escrito esas palabras para mí.
Lunes por la mañana llegando temprano a mi primera clase.
Antes de entrar al salón de clases, me detuve en medio de la puerta porque dentro del salón está alguien; no estaba dormido con su chaqueta cubriendo su cara, esta vez estaba sentado con su chaqueta negra puesta y muy despierto escribiendo en su cuaderno.
En el segundo que nota mi presencia, me mira con esa expresión seria que tiene la mayoría del tiempo. Deja el lapicero sobre el pupitre y con esa misma mano, levanta su pulgar en alto para que lo observe.
—Isa… — miro detrás de mí. Daniela me hace una seña para que le permita entrar al salón —. Permiso, por favor.
—¡Lo siento! — permito que entre.
—¿Qué te dijo el profesor de historia? — cuestiono.
Es la hora de receso; Daniela y su hermano están almorzando conmigo.
—Le dije que tuve problemas personales y no pude asistir el viernes — comenta. Daniela come el ultimo pedazo de la torta que compró —. Me respondió que está bien, así que todo está bien — se encoge de hombros.
—¡Me voy! — anuncia Daniel levantándose de la mesa.
—Dani, aun no terminas tu almuerzo.
A diferencia de los mellizos que compraron una torta y hamburguesa, yo he traído comida de casa.
Daniel mira por unos segundos la mitad de hamburguesa que no ha consumido.
—Puedes comerla tú — le dice a su hermana—. Estuve varios días durmiendo y me atrasé en los trabajos — se retira de la cafetería.
Daniela no despreció la comida que le ofreció su hermano.
—¿Sabes lo que sucedió con él? — pregunta sosteniendo el alimento. Niego con mi cabeza en respuesta —. ¡Yo tampoco! Cuando lo vi medio muerto, pensé que lo perdería y me alegro que siga vivo pero… — muerde un trozo de la comida —. No es el mismo Dani.
Daniela continúa ingiriendo lo que falta de la hamburguesa hasta que ya no queda ni un trozo que masticar.
—¿Cómo que ya no es el mismo? — indago.
—Me refiero a que ya no tiene sus habilidades de licántropo, es decir, su olfato, su audición, su velocidad, su vista… ¡Todo desapareció! — replica—. Ahora es como si su lobo interior no existiera — se mantiene en silencio por unos breves segundos —; se humanizó.
Alzo una ceja.
—O sea que… — murmuro esperando que dé una mejor explicación para mí.
—Escucha como un humano, huele como un humano, ve como un humano — observa el plato desechable donde han quedado migajas de la hamburguesa —, hasta come como humano.
Tal vez convertirse en lobo es un logro para los licántropos. Creces con la idea de transformarte y por un motivo es imposible lograrlo. Daniela parece estar muy afectada con lo que sucedió con su hermano, supongo que él estará doblemente afectado.
—¡Estúpida bruja que maldijo a Dani! — masculla furiosa.
—¿Cómo deshaces una maldición?
—No es posible — informa—. Ninguna maldición, por más insignificante que te pueda parecer, ninguna puede deshacerse. La única solución que tienes es otra maldición.
Muevo mi cabeza asintiendo.
Nota para mí: Terminar de leer los libros de mis padres.
Luego de un día en la universidad lo que deseo es llegar a casa, alimentar a Mikey y quizas entretenerme con las tareas que me han asignado los profesores. En cambio, lo que encuentro en la entrada de la cabaña son a dos lobos custodiando la entrada. El ruido de la motocicleta llama su atención y cuando me ven corren en mi dirección.
Inicio mi escape con la motocicleta. A unos cuantos metros me doy cuenta que estaba por llegar a la carretera, después llegaría al pueblo. Conseguí girar la motocicleta para escapar en otra dirección y que esos lobos no ataquen a los habitantes.
Daniel
Desde mi altura puedo observar el río. Me siento en la orilla con mis pies colgando al precipicio. Algunos sentirán vértigo, pero para mí es una sensación de placer, además, no hay nada a mi alrededor y como ya no poseo mis mejores sentidos de licántropo; lo único que alcanzo a escuchar es el agua del río que es movida por la corriente y las ráfagas de viento que mueven las hojas de los arboles.
Hay mucha tranquilidad, tal vez ser completamente humano no esté tan mal.
Aunque mis padres me han prohibido a mí y a Daniela estar en este sitio, no me es impedimento para venir y pasar un rato en completa tranquilidad.
—Dani...— miro a mi derecha, a unos diez metros está Alicia. Su rostro se entristece al verme—. Hueles a humano.
Asiento. Suponía que Alicia con solo olfatearme, descubriría que ya no soy un lobo.
—Al menos estas vivo.
—¿De qué me sirve estar vivo? — espeto.
Me levanto del suelo para acercarme a Alicia, pero cuando doy el primer paso, ella retrocede el doble.
—No te acerques... — balbucea nerviosa—. Aun no puedo controlarme como Max.
Maximiliano tuvo un difícil entrenamiento para no devorar a la primera persona que oliera. Alicia aun sigue en proceso de aprender a controlar su instinto salvaje.
—Dani... — musita—. ¿Quién te echó esa maldición?
—No lo sé.
—¡Estas mintiendo! — alega —. Tú lo sabes, sabías que tenías una maldición y nunca mencionaste nada, ¿por que, Daniel?
Doy media vuelta para huir de la conversación.
—¡Daniel! — detengo mis pasos —. Por favor, dime quién lo hizo, sé que lo sabes.
—No lo sé — vuelvo a mentir.
—¿Por qué no me dices? — cuestiona.
—Tal vez lo merecía.
Alicia cubre su rostro con sus manos. Camina de un lado a otro, desesperada.
—Pídeme lo que desees — intenta negociar—, lo que sea, pero tendrás que decirme quién te echó la maldición.
—De acuerdo— acepto de inmediato.
Alicia sonríe satisfecha, creyendo que ha logrado comprarme.
Sí, puedes comprarme, pero mis precios son altos.
—Te diré, pero a cambio, quiero que no ataques a nadie y vuelvas al lugar donde huiste —decido.
—¡No lo haré!— discute —. No me pidas que no ataque a nadie porque lo primero que haré cuando lo confieses es ir a matar a esa persona y no me iré a ningún lado, Daniel.
—Entonces ninguno obtendrá lo que desea.
Se forma un silencio entre ambos. Estaba por irme y dejar en el olvido la conversación, si bien, Alicia no quiso darse por vencida.
—Pide otra cosa — suplica.
Pensé en mi respuesta. Debería irme e intentar acostumbrarme a mi nuevo yo completamente humano. Tal vez no mencioné nada porque nunca la vi como una maldición, sino como un castigo para tratar de pagar mi error.
Al principio creí que la culpa me estaba consumiendo y por esa razón era normal mi cansancio y debilidad. Sin embargo, luego de tanto tiempo, mi lobo interior me advirtió que no estaba bien. Algo malo estaba sucediendo conmigo.
Empecé a sospechar de mi estado de animo y de la tardanza de mi transformación. Después, sospeché de alguien capaz de desearme una muerte segura. No tengo pruebas que confirmen mi razón pero tampoco tengo dudas al respecto.
—Si no vas a irte, al menos, permíteme volver a tu lado — intento acercarme a Alicia, mas ella retrocede el doble de pasos que doy —. Déjame acércame, por favor — ruego.
Alicia no me permite acercarme, así que huye de mí en cuestión de segundos. Aun me quedo parado en la orilla del precipicio por algunos minutos hasta que decido volver a casa.
Ahora que no soy tan veloz, debo volver caminando y no es que esté tan cerca, así que calculo llegar muy tarde pero antes del anochecer. Sin embargo, mientras caminaba en dirección a casa, escucho que algo se acerca.
Me quedo inmóvil, trato de aguzar mi oído para escuchar lo que se aproxima. Ahora que no escucho nada que no esté cerca, pienso en lo complejo de ser humano.
Segundos después, observo a Isabella correr entre los arboles.
—¡Daniel, corre! — grita desesperada.
Ignoro lo que ha dicho y continuo inmóvil en mi sitio. Comprendo porqué me gritó que corriera cuando veo a dos lobos detrás de ella.
—¡Huye! — dice cuando pasa por mi lado sin dejar de correr.
Observo a los lobos que cada segundo están más cerca.
«¡Idiota, eres humano! ¡Corre, maldición!»
Reacciono y comienzo a correr detrás de Isabella. Logro alcanzarla y los lobos también están por hacerlo.
¿Por qué hay lobos en plena luz del sol?
Si continuamos corriendo en línea recta, llegaremos al acantilado y nos quedaremos sin salida.
—¿Qué hacemos? — pregunta angustiada.
Tal y como lo supuse; llegamos al acantilado.
Los lobos nos tienen acorralados en la orilla del precipicio. ¿Este es el fin?
Mi mente se queda sin ideas, no tengo ninguna solución para salir vivos de esta situación. Los lobos gruñen y nos amenazan con sus dientes. En un acto de locura y temor, descuelgo la mochila de mis hombros y se la lanzo a un lobo. La atrapa en el aire y la muerde hasta hacerla pedazos.
Isabella se aferra a uno de mis brazos y lo abraza fortísimo. Puedo sentir como su cuerpo tiembla.
Los lobos se mantienen a pocos metros de nosotros sin dejar de amenazarnos con sus gruñidos.
¿Por qué no atacan?
Me muevo ligeramente y eso es suficiente para que los lobos se inquieten y gruñan con más fuerza. Isabella grita aterrorizada y aumenta su fuerza en mi brazo. Sigo preguntándome; ¿por qué no atacan?
Un rojo intenso en el suelo llama mi atención, me muevo para acercarme y descubrir qué es, los lobos hacen movimientos bruscos, sé que en el fondo desean lanzarse sobre mí y descuartizarme. Observo mejor lo rojo del suelo y descubro que es una rosa como las que Isabella tiene en la entrada de su cabaña.
¿Qué hace una rosa plantada aquí?
—Daniel... — murmura asustada.
—Creo que no atacaran— expreso —. Ya lo hubieran hecho.
Escucho un suspiro profundo de Isabella. Mis palabras la han relajado.
—¿Qué es eso? — pregunta acercándose a la flor. Los lobos gruñen y eso causa que Isabella retroceda aterrorizada, de inmediato, se vuelve a acercar a la flor y esta vez, no retrocede cuando los lobos gruñen —. Creo que comprendo porque no se acercan.
Recuerdo lo que mis padres mencionaron sobre los Anderson; su madre tenía control sobre la naturaleza.
—¿Tú lo hiciste? — pregunto señalando la rosa.
—Eso creo — responde insegura —. Creo que lo hice como el muro de piedra.
—Entonces tu poder sale cuando estás en peligro — analizo —. Genial...
Si es así sin controlar su poder, puedo imaginar lo poderosa que será cuando los domine completamente.
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