Capítulo 6
Capítulo 6
Amoríos en la cuerda floja
Había una pareja danzando, felices y en completa unión. Ella le amaba con la mirada, mientras él la tomaba de la cintura y dejaba suave beso en su frente. Sus miradas delataban cuánto se querían, cuando se necesitaban, cuanto se amaban. Habían crecido, madurado y comprendido muchas cosas durante los últimos años juntos. Ambos se dieron cuenta de que no había nada más que quisieran en este mundo que no fuera estar juntos.
—Te amo... —confesó ella.
—Yo te amo mucho más —le contestó el muchacho.
Esto era lindo, hermoso y enternecedor ante los ojos de cualquier persona. Sin embargo, no lo era para un hombre que veía la escena con decepción, tristeza y furia.
Él había perdido.
—Isa... —susurró, para que ambos se percataran de su presencia.
—Yo... Lo amo. Lo siento.
De un momento a otro todo se esfumó, no había más que su soledad en completa oscuridad. Aterrado, confundido y desconcertado deseó que todo lo visto y escuchado fuese una terrible pesadilla.
Y para su suerte, así fue.
Despertó abrumado, agitado y preocupado mirando a todas partes y buscando respuestas, a la vez que se percata que nada fue real. Suspiró aliviado y se levantó de la cama. A paso lento se dirigió a la puerta, sintiendo el frío palparle los huesosa. No quería volver a dormir, no quería volver a soñar eso.
Su sonrisa se torció al pensarla. Ella era la dueña de su corazón, pero sabía que necesitaba dejar de pensar en ella o enloquecería.
—No lo elijas a él Isa —suplicó—, a él no.
Su camisa y su pantalón no le ayudaron a cubrirse del brusco frío que había a esa hora, en media madrugada, por lo que se giró dispuesto a entrar nuevamente a la cabaña, pero debido a la sensación de presencia de alguien más, se quedó en su lugar. Su mandíbula se tensó y sus ojos no mostraron nada más que rivalidad y cierta molestia al verle allí como si nada, con una sonrisa cínica.
—¿Rogando tan temprano? —preguntó con cierto tono de burla—. Me sorprendes. No creí que llegarías a tanto.
—Quítate —escupió Lucas. No quería caer en sus provocaciones—, ¿O debo hacerlo yo?
—Quiero ver que lo intentes —retó Esteban.
—Será un placer.
Quedando frente a frente, listo para su cometido, un intruso arruinó el momento que más disfrutaría en todo el día, provocando que soltara un par de quejas porque eso significaba que no era el único que estaba despierto dentro de la cabaña.
—¿Qué hacen aquí afuera?
—Lo mismo que tú... supongo —contestó Esteban, restándole importancia a la vez que se separaba de su oponente.
—Necesitaba pensar en cómo deshacerme de un gusano que ha estado fastidiándome desde hace mucho tiempo —dijo Lucas.
Alex se echó a reír, pero cayó cuando Esteban rodó los ojos.
—¿Ah sí? —el gusano alzó sus cejas indignado. Lucas asintió—. Álex... ¿Sabes que tienen en común las ratas y Lucas?
Álex reprimiendo su risa, negó mientras que Lucas lo estaba enterrando bajo tres metros con su mirada.
Satisfecho con lo que provocó, sonrió y dijo:
—Pues nada —se encogió de hombros—, hasta ellas no se pueden comparar con este. Hacerlo sería un insulto.
—¡Que gracioso! —ironizó.
—No discutan, son solo boberías —pidió el chico de rizos.
—¿Por boberías dices?
—¡Tú lo dices porque nadie está detrás de Támara!
Alex palideció.
—¿Pero qué dicen? ¡Ella no tiene nada que ver en la conversación!
—¡No te hagas el tonto! Todos sabemos que babeas por ella —gritaron ambos.
—¿Y? Ustedes se pelean por una chica que ni siquiera los quiere —atacó, sintiendo sus miradas llenas de reproches.
—Ojalá Támara te haga sufrir —escupió Esteban.
—Algo en lo que estamos de acuerdo —afirmó Lucas.
Alex los imitó para nada contento mientras los veía entrar entre burlas a la habitación. Ya de por sí tenía problemas con ella y no quería más. El que la mencionaran, lo puso a pensar en ella, en la morena que lo traía loco y que él había rechazado como el tonto que creía que era.
Recordó su mirada llena de tristeza en aquel día. En ese momento no quería nada más que abrazarla y decirle cuánto la quería, cuánto la amaba; porque de algo estaba seguro: la amaba como nunca amó a nadie más. Pero sabía que amarla no era suficiente, porque según su mente, de amor no se vive.
¿Que podría ofrecerle un don nadie? No tenía absolutamente nada, ni una casa, ni un apellido digno. Todo lo que tenía se lo debía a su familia, y sentía tanta vergüenza. Se había enamorado de alguien imposible. Era un caso perdido y aunque la idea de que su amada dejara de quererlo y se enamorara de alguien más; de alguien que sí pudiera darle todo lo que merece, le aterraba. Su mente siempre trataba de convencer a su corazón de que así debía ser. En los últimos meses en que su amistad y su amor floreció por ella, se dio cuenta de que se necesita más que palabras para ser feliz y hacer feliz a alguien.
Cuando dejó de pensar en su tormento entró a la cabaña y visibilizó a Lucas y a Esteban dormidos cada uno en sus camas sonrieron por lo ocurrido al despertar. Los entendía y no quería estar en sus zapatos.
Hola, querido/a lector/a.
¿Qué tal te va?
Melany V. Muñoz
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