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Capítulo 14

Capítulo 14

Y así...

Los bostezos eran de a segundo, sus miradas juguetonas se veían en la necesidad, de solo, por esa vez, cerrarse un momento. Sus cabezas dependían de muchas masas: manos y pared. La terquedad y resignación eran los protagonistas de la noche. Llevaban alrededor de tres largas horas sentadas en la pintoresca alfombra. Liu yacía junto a ellas y estás jugueteaban con su pelaje y hacían algunos moños. Isabela tenía una mirada cansada y algo abrumadora.

Caminaba de un lado a otro, completamente indecisa. No sabía cuál sería la reacción de sus amigas al momento de decirles lo que había ocurrido con Lucas. Pero era ahora o nunca.

—¿Vas a decirnos por qué estamos aquí? —inquirió Lucy.

—Eso creo —contestó, dudosa.

—¿Y....? —argumentó Anny, dejando besos en la cabeza del can—. Estás algo extraña.

Todas asintieron de acuerdo con ella.

—Me pasó algo y realmente no sé cómo debería tomarlo. Aunque ese día reaccioné mal —dijo—. No entraré en detalles, solo les diré que me dieron mi primer beso.

Todas gritaron de asombro y alegría. Se levantaron del suelo y prosiguieron a cantar y a brincar a su alrededor. Habían quedado totalmente impactadas ante la noticia, después de todo, eso solo pasaba una vez en la vida.

—¡No inventes! —gritó Lucy, echándose encima de ella—. ¿Quién lo hizo?

Isabela observó a Tamara y está asintió, dándole luz verde para que tuviera confianza en contar todo. Todas tenían unas miradas picaronas y sonrisas de maniáticas.

—¡Dinos de una vez! —oyó decir a Anny.

Isabela se alejó de ellas y se sentó en su pequeña y acogedora cama, mientras cruzaba sus piernas y soltaba un suspiro de cansancio.

—Lucas... —murmuró apenada—. Realmente no sé cómo terminamos así.

—¿Te gustó? —preguntó Mery.

Isabela miró a cada una de sus amigas, sin saber qué decir. Se encontraba llena de confusión.

—Es que no lo sé... sentí algo en mi estómago.

—Son los gusanos —se burló Támara, haciéndola reír.

—¿Entonces qué harás? —preguntó Lucy—. ¿Serán novios? ¡Que lindo!

Todas se acercaron a ella. Támara a se sentó a su lado, Mery tras de ella, para jugar con su cabello, Anny al otro lado y Lucy, tomándole las manos en frente.

—Es complicado. Me dijo que me ama Pero yo... Yo no lo sé. Hemos sido amigos y esto es frustrante —contó nostálgica—. Por un lado, está el aceptarlo para que no se aleje de mí, para que nuestra amistad no muera.

—¡Esto parece de telenovela! —todas observaron a Lucy.

Ella sonrió y siguió mirando las manos de su amiga.

—No te alarmes —la morena posó su mano en el hombro de su amiga—, tampoco te apresures a elegir a alguien, porque todas sabemos que ya te disté cuenta de que Esteban también está enamorado de ti.

Ella asintió resignada.

—Es verdad. Los chicos solo provocan nostalgia y llanto —continuó Mery—. Lo mejor es apartarse de ellos. Miren como quedó Mía.

—Exacto. La pobre parece hielo —todas le miraron atentas—. Ella también se enamoró y la rechazaron.

Isabela se sintió curiosa.

—¿Cómo estás tan segura?

—Porque la escuché conversando —informó—. Una noche en el campamento, oí como se quejaba de todo... Al parecer su vida no ha está llena de afecto. Pero, mejor cambiemos de tema y hagamos algo divertido —propuso—. ¿Qué dicen chicas?

Todas asintieron.

—Nosotras estamos contigo —apoyó Lucy.

—Si, nunca dudes de ello —siguió Támara.

Algo más relajada y animada, se levantó y esbozó una hermosa sonrisa, para luego gritar con mucha emoción:

—¡Pelea de almohadas!

Y así, fue como comenzó una guerra totalmente amistosa. Todas se atacaron entre ellas, y reían y saltaban. Eran felices, en especial Isabela; porque aun después de todo, prefirió dejarlo a un lado, en un oscuro rincón o más bien un baúl de lamentos. Uno que pronto llegaría a estallar, porque sabía que, aunque ría, cante y se sienta la más feliz; al final, no podrá evitar llorar.

—¡Oye! —se quejó al momento de sentir una almohadilla en su cara.

Todas se acercaron a ella para envolverla en un cálido abrazo. Ese que la haría estallar de lágrimas pero que en este momento eran de completa alegría. Y así, pasó la noche. Muy contraria a otras en las que había tenido que reprimir su llanto, sus gritos y solo debía sollozar para no levantar a alguien y preocupar más. Esta era una noche en la que pudo tener un poquito de paz.

—Las amo, chicas —confesó con ternura.

—Y nosotras a ti... —dijeron todas, al unísono.

La noche pasó de confesiones a recuerdos, de recuerdos a juegos, de juegos una vez más, a confesiones. Para ellas aquella noche había sido una de las más perfectas. Cabe decir que a pesar de la incomodidad debido a que el espacio era escaso, lograron darse un puesto en algún rincón de la habitación. A la mañana siguiente todas permanecían en su quinto sueño. Unas en el suelo, otras en el pequeño cojín de Liu, ninguna en la fría cama. ¿Por qué? Porque si una dormía en el piso, todas lo hacían.

Isabela, dormida en el cojín de su amigo, sintió una humedad viscosa en su rostro. Poco a poco fue abriendo sus ojos ante tal desagradable sensación, para después observar unos ojos grandes mirarla con alegría.

—¡Liu! —saludó con risas, levantando a las demás.

—¡Que asco! —dijo Anny, viendo la escena totalmente horrorizada.

Todas se encontraban sorprendidas a excepción de Tamara; quien tenía la pereza más fuerte del mundo, que aún con sus ojos cerrados se dispuso a escuchar la conversación. La muchacha hizo señas a sus amigas con la intención de despertar a la morena de la misma manera que hicieron con ella. Así que, con mucha cautela, las jovencitas quedaron alrededor de la bella que aún dormía, anhelando encontrar en sus sueños una vida distinta a la que tenía.

Cada una ya en sus posiciones, es decir, Isabela y Anny tomando sus manos, Lucy y Mery sus piernas, despertaron de un susto a la joven que no tenía escapatoria y que acababa de abrir sus ojos, hallándose con una larga y viscosa lengua. Liu le ladró de forma amistosa y ella empezó a negar mirando a sus amigas.

—¡Están locas! ¡Suéltenme! —gritó horrorizada.

—Nosotras te amamos —bromeó Lucy, para pronto observar cómo Liu le lamía toda la cara.

Todas empezaron a reír, sabiendo ella no les hablaría en una semana, pero ya que, ya estaba hecho. El canino la inmovilizó y ella se resignó a tratar de zafarse, pero no dejo de mirar a sus amigas de manera amenazante.

Y así, comenzó su mañana. La de todas. Ya para las ocho, cada una se habían dado un frío baño debido a que la morena no fue la única babeada por Liu. Después bajaron al comedor, observando allí Gisselle, a su abuela y a la admirable Mai.

—Buenos días, niñas —saludó.

—Buenos días —dijeron todas, a excepción de Anny: la más hambrienta.

—¡Es un festín! —exclamó, mirando todo en la mesa.

—Y solo para nosotras —avisó Mai, guiñándole el ojo.

Con mucha hambruna se sentaron a degustar cada plato en la gran mesa y luego se turnaron al momento de lavar los trastes y limpiar el comedor. Para el medio día, sus amigas debían regresar a casa tal y como prometieron a sus padres, por lo que se despidieron de la familia, informando que quisieran volver otro día.

La joven cabellos de fuego, aprovechando la ausencia de sus amigas, decidió salir a un encuentro con su peor enemiga: la razón. Así que, avisando a su familia que estaría ausente en casa, y sin dar más explicaciones salió tranquila, para adentrarse al bosque en dirección al acantilado. Y mientras lo hacía, fue recordando muchas cosas.

La primera había sido la aceptación que le dio a la mujer que decía ser su madre. Le costó asimilar lo que había dicho y hecho en aquel momento de debilidad, pero no se arrepentía. Algo en su pequeño corazón le susurraba que no tenía que temerle a la mujer, ni a los posibles engaños que pudiera hacerle. Tenía miedo, pero estaba decidida a empezar de nuevo. Si abuela le creía, pensaba que era por más que una simple aparición.

La segunda cosa, o bueno, la segunda persona en quien pensó fue en Esteban y la última vez que hablaron. Él no había ido a verla como había acostumbrado hacer, y eso era algo extraño, sin embargo, no descartó la posibilidad de que él se encontrara enojado y frustrado debido a la última plática que no terminó muy bien.

Con una sonrisa de oreja a oreja, siguió caminando entre las hojas y ramas echadas en el suelo. Debía tener cuidado si no quería llegar a casa lastimada y para que, con eso, le restringieran sus salidas. Contaba con llegar a su destino y encontrarlo en no tan mal estado, pero no contaba con que hubiera alguien allí. Así que, cuando le vio, empezó a caminar de puntitas, tratando de hacer el menor ruido posible, al enfocarlo, para darle un buen susto. Sonreía como una demente y su mirada únicamente estaba puesta en él, olvidando el lugar a su alrededor. Y cuando estuvo a milímetros de él, para llevar a cabo su cometido, le oyó hablar.

—Deberías buscar otros métodos.

Ella chasqueo la lengua, estaba resignada a lograrlo algún día.

—Jamás logro hacerlo ¿Acaso tienes poderes? —rio, más él no y fue lo que la llevó a callarse. No había notado que él mirada el hermoso panorama, perdiéndose en el lugar.

—Tal vez algún día lo hagas —comentó para verla a su lado. Lo notaba distante.

—¿Qué sucede? ¿Pasó algo en casa?

Él sonrió y negó un par de veces.

—¿Entonces?

—Nada. Solo... —dudó en decir lo que su corazón anhelada—. Espero que sean felices juntos.

—¿Quienes? —preguntó desconcertada.

—Lucas y tú... Hacen una linda pareja —mintió. Para él la mejor pareja eran ambos, podría sonar egoísta pero no iba a negar que le dolía mucho que las cosas hayan terminado así.

—¿De qué estás hablando? —rio a carcajadas.

—No hace falta que lo ocultes más. Los vi besándose —se giró para irse. Quería tener la fiesta en paz.

—B-bueno, eso —titubeó—, eso...

—No tienes que explicarme nada. Tranquila —la vio de reojo—. Adiós.

Mentía nuevamente. Si quería, necesitaba una buena explicación.

—Pero nosotros no somos nada, solo fue un beso, uno simple -mintió, porque, aunque lo negara, sintió cositas en su estómago—. No sé qué siento por él.

Esteban se paralizó.

—¿Solo un beso? ¿Un beso simple dices? Los vi a ambos. Sé perfectamente que cediste ante eso. También lo querías, era evidente —espetó.

—¡Pero solo fue un beso! Yo no sé qué pasó... —se acercó—, yo me dejé llevar, solo eso.

—¿Entonces si yo también te beso sería solo eso? ¿Un beso simple? —se giró y la sostuvo de los hombros—, ¿Te dejarías llevar? ¿Lo permitirías solo por ser un beso o porque sería yo? —ella se quedó muda y desvío la mirada—, eso creí.

Él separó.

—Te amo, Isa —confesó y continuó-, desde hace mucho y por idiota esperé. Esperé, porque sabía que no me amabas como yo a ti. Creí que con el tiempo que pasábamos juntos, empezarías a quererme de la misma manera. Pero correspondiste ese beso y eso me demuestra que no era yo el que aparecía en tu cabeza al dormir, sino él.

Las lágrimas empezaron a salir, necesitaba decirle todo para así, dejar de cargar con tanto. El amor es un juego lleno de riesgos y solo los que se aman, pierden.

—Sé que no tengo derecho a reclamarte nada, después de todo para ti solo soy un amigo más. Eso es evidente —se acercó nuevamente, mientras era mirado con la culpa más horrible del mundo—. Pero necesito que me mires a los ojos y me digas que sentiste cuando te besó, porque no me creo ese cuento de no saber qué sentiste, brujita. Siempre, siempre se siente algo; bueno o malo —vio un brillo melancólico en sus ojos.

—Esteban —no quería admitirlo.

—Por favor, necesito la verdad —susurró—. Hazlo... hazlo por nuestra... la amistad que tuvimos.

Isabela sintió un cuchillo dentro de su corazón. Esas palabras le habían dolido tanto. Esteban no necesitó de nada más para confirmar que ella le quería. El silencio destrozó su corazón. Tampoco dijo nada, solo la abrazó tan fuerte, como si jamás se volverían a ver en la vida.

—No llores, no llores, brujita —susurró—. No estoy molesto contigo, tú no tienes la culpa de mis malas decisiones.

Isabela lo abrazó, aferrando su vida a él, mientras él se odiaba por haber dejado pasar el tiempo, creía haber perdido.

—Isa, yo necesito hacer algo. Perdóname —comentó, separándola de su pecho y antes de que ella pudiera decir alguna palabra, la besó.

Unió sus labios en un profundo y mágico beso que la tomó por sorpresa. Ambos lloraban, y se besaban a la vez. Morían por el otro, y estaban confundidos. Isabela no pudo resistirse a la idea de besarle únicamente, y lo abrazó por el cuello para no separarse de él. Mientras Esteban, conmovido e ilusionado la atrajo más a él, deseando que ese no fuera el último beso, sino el primero de todos, de muchos más.

Esteban se separó y la observó con fascinación y resentimiento. Con un sentimiento extraño en el pecho, pero también con ganas de más.

—Realmente lo necesitaba, gracias —murmuró, limpiando sus lágrimas—. No quiero saber que sentiste con eso, solo me moría de ganas por probarlos, aunque sea una sola vez.

Isabela quiso hablar, pero él no se lo permitió. Nuevamente la besó, pero esta vez en su frente, y la dejó en un manojo de nervios con su despedida:

—Se feliz, brujita —y como un réprobo, se fue, dejándola sola con su caos interno.

La joven, al salir de su ensoñación, cayó al suelo con el alma hecha pedazos. Le había gustado el beso. Le había encantado que la besara y ahora estaba confundida. Sabía que quería a ambos chicos, pero no sabía a quién debía elegir. No lo sabía. Y así, se quedó en el acantilado. En un mar de llantos, y de tortuosos pensamientos, que sentía que la mataban de a poco, porque se dio cuenta de que el amor es un juego lleno de riesgos y solo los que se aman, pierden.

Hola, querido/a. 🙈🙉
Me tardé demasiado, lo siento. 😔🧐
Pero aquí está este gran capítulo. Espero les guste.

Dejo una fotito de mi Esteban, creada con ayuda de la IA -sin querer queriendo-. 

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