Querido, extraño adorable:

¿Puedo llamarte así? Espero no te moleste, pero aún no sé quién eres y creo que llamarte simplemente extraño no sería lindo porque extraños no somos... no del todo. Me has escrito tantas cartas que para mí es imposible verte como alguien desconocido cuando ya te puse cara tantas veces en mi cabeza. He estado recibiendo tus cartas cada día, y debo confesarte que, al principio, no sabía cómo sentirme. Me encontré tímido, casi sorprendido, al leer las primeras palabras que me dedicaste. Pero había algo en ellas, en la forma en que me escribías tus pensamientos y el sutil coqueteo, que me hizo querer seguir leyendo.

A medida que pasaban los días, comencé a esperar tus cartas con una emoción que nunca antes conocí. Tu manera de escribir es tan cálida, tan sincera, que ha logrado llegar a partes de mí que creía escondidas. Has iluminado mis días, y aunque quizás no lo sepas, tus palabras se han vuelto algo muy especial para mí.

No soy de los que suelen abrir su corazón fácilmente, pero con cada carta, has logrado que me sienta un poco más confiado, un poco más valiente para ser honesto contigo. Así que, hoy quiero decirte gracias. Gracias por cada palabra, por cada recomendación, por cada instante que dedicas a escribir para mí.

Y, si me permites ser aún más honesto, me encantaría conocerte. Saber cómo es la voz que acompaña esas letras tan bonitas y ver la sonrisa que imagino cada vez que leo tus palabras. ¿Te gustaría que nos encontráramos en el café? Podríamos comer una rebanada del pastel de crema del que me hablaste, dar un paseo, o simplemente hablar y descubrir si nuestras palabras tienen la misma magia en persona.

Espero tu respuesta con una emoción que ya no puedo esconder.

Con cariño y emoción, Bunny.

P.D: ¿Te gustarían unas peonias rosas?