Mi querido Bunny:

Mi corazón dio un vuelco al leer tu carta, y mis manos temblaron mientras acariciaban el papel que sostuve con tanto cuidado. Pude sentir tu perfume y me fue fácil imaginarme a tu lado mientras me escribías. Nunca imaginé que mis palabras llegarían tan lejos, tocar algo tan profundo en alguien que, a su vez, ha despertado en mí una emoción tan pura y vibrante.

Confieso que, cada vez que envío una de mis cartas, lo hago con la esperanza de que logren arrancarte una sonrisa, como tú lo has hecho conmigo todos los días.

Tu respuesta me ha robado el aliento, porque significa que mis pensamientos, mis tímidos coqueteos, y mis confesiones te han llegado y surtido un efecto. Me has hecho sentir que todo este tiempo, aunque separados por letras y papel, estábamos más cerca de lo que jamás habría imaginado.

Me emocionó y me sonrojó saber que esperabas mis cartas, y que mis palabras llenaban de luz tus días, porque créeme, tú has hecho lo mismo con los míos. Tu honestidad, tu calidez, han creado en mi corazón un espacio que deseo llenar de momentos compartidos, de risas y silencios que solo se entienden cuando hay algo más profundo de por medio.

Pero esa invitación tuya… oh, Bunny, ¿hay forma de negarme? No lo creo. Me encantaría encontrarnos en el mismo cafe donde te vi por primera vez. Me imagino cómo será verte llegar, con esa sonrisa que acelera mi corazón y me derrite cual mantequilla. Comeremos el pastel de crema, incluso uno más delicioso que ese. Las peonias rosas son perfectas para mí, pero si no encuentras no tendré problema en recibir cualquier otra.

Entonces, dime cuándo y ahí estaré, con el corazón latiendo fuerte, pero dispuesto a que nuestras palabras, que han sido magia, se conviertan en algo aún más real. Hasta entonces, estaré contando los días, porque ahora la emoción ya no puede esconderse.

Con todo mi cariño y una sonrisa impaciente.

C.H.W.