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06

Las gotas de lluvia resbalaban por su rostro hasta caer directamente en el suelo, mojando el suelo de la habitación. Su pecho subía y bajaba a un ritmo violento, y todo su cuerpo temblaba. Ahí, en medio del cuarto de hospital, las sábanas se resbalaban por el movimiento de un cuerpo delgado. Un cuerpo con vida.

Las palabras se atascaron en su garganta. Intentó dar un paso hacia adelante, pero sus piernas parecían no responder. Volvió a intentarlo, y esta vez avanzó. Sin embargo, la persona en la cama levantó la cara y lo miró con los ojos bien abiertos. Un par de ojos bellísimos que hacía mucho tiempo había olvidado su color y brillo. Las lágrimas de Hoseok cayeron libremente, y se obligó a mover los pies.

—¡WONNIE! —gritó. Sus brazos apretaron alrededor de Hyungwon, proporcionando calor al cuerpo larguirucho—. Estás de vuelta.

La habitación parecía contener la respiración mientras el peso de sus miedos no expresados flotaban allí. En ese abrazo las palabras sobraron; el lenguaje de la vulnerabilidad  compartida lo decía todo.

—Gracias, gracias por despertar —susurró, sorbiendo la nariz—. Perdón por asustarte, perdón por causar todo esto.

La respuesta de Hyungwon fue una suave  caricia en la espalda de Hoseok.

—Shh.

Hoseok levantó la mirada, sus ojos reflejaban una mezcla de emociones: tristeza, alegría, orgullo y anhelo. Cuidado subió su mano para tocar la cara de Hyungwon, pero sus dedos no lo alcanzaron. La imagen se volvió turbia, convirtiéndose en una bruma espesa.

—¿Qué? —preguntó con un hilo de voz.

Sacudió la mano y el hermoso rostro terminó de deformarse hasta que no había nada más que una almohada blanca. Hoseok cayó sobre el colchón, frío y vacío. Abrió la boca, pero ni una sola palabra salió de ella. Con desesperación y miedo, removió las sábanas en busca de él. El panorama cambió repentinamente, tornándose completamente oscuro.

Hoseok saltó en la silla y abrió los ojos escandalizado. Hyungwon estaba ahí. Perfectamente dormido e inconsciente del mundo que lo rodeaba. Apretó las manos sobre sus muslos y se mordió la mejilla para evitar llorar. Ya no le quedaban lágrimas. Apartó la mirada y se encontró con una mirada triste.

—Deberías descansar —susurró Dayoung, quien lo había estado observado desde hacía una hora—, no puedes seguir así.

—Estoy bien —mintió. Se despabiló pasando una mano por su cara y abandonó la ahora incómoda silla. Sintió la mirada de la chica sobre él, pero lo ignoró.

—Escuché las noticias. ¿No deberías tomar un respiro? Las próximas semanas serán difíciles y necesitas toda la energía posible —sugirió, uniéndose a él. Dayoung se paró detrás de él y le apretó el hombro suavemente—. Yo también lo extraño…

Bajó la mirada a sus zapatos y resopló.

—¿Tienes idea lo miserable e idiota que me siento? Si no hubiera reaccionado así…

—No. Nada de esto es tu culpa —dijo con la voz ronca, consecuencia de los sollozos retenidos—. Si vas a culparte, entonces yo también debería.

Él se giró bruscamente con el ceño fruncido y los labios apretados.

—¿Por qué? Tú no fuiste quién arruinó la cita.

Dayoung le dio la razón.

—Pero te oculte la verdad. Mantuve mi promesa hasta el último minuto porque él así lo quiso, y no te preparé en absoluto.

Hoseok resopló, sacando las manos de sus bolsillos para envolver a la chica en un abrazo fuerte.

—No importa cuánto nos culpemos, eso no lo traerá de vuelta —murmuró Dayoung, acunando su rostro para limpiarle las mejillas—. El doctor lo prometió, Wonnie va a despertar.

—Sí…

—Y cuando lo haga, estaremos aquí. Estarás sosteniendo su mano y le dirás todas las cursilerias que repasaste desde hace meses.

Hoseok no pudo evitar reírse, todavía recordando la hoja que guardada bajo la almohada de Hyungwon, con su declaración de amor esperando a que despertara para leérsela.

Después de mucha insistencia, aceptó la comida que Dayoung le preparó. Devoró los platos en un segundo, sin ser consciente del hambre que había estado sintiendo en los últimos días pero que ignoró. Cuando los recipientes estuvieron vacíos y limpios, levantó la mirada avergonzado, esperando las burlas o bromas de Young.

—Tienes que dejar de castigarte. Cuando Won despierte, no habrá algo digno de mirar —dijo con cuidado, buscando su mano sobre la mesa para tomarla y apretarla ligeramente—. Hoseok, por favor, descansa.

—No puedo…

—¿Cuándo fue la última vez que dormiste? Más de diez minutos.

Hoseok soltó su mano y se cubrió el rostro con ambas. Adoraba a su amiga, pero todos le repetían lo mismo. Descansa. ¿Cómo podría? Hyungwon estaba esclavizado en un profundo sueño sin saber cuándo podía volver a ser él mismo, ¿por qué? Porque Hoseok fue demasiado lento en procesar la verdad y terminó por asustarlo. Cada vez que cerraba los ojos se imaginaba los peores escenarios, uno peor que el otro. Poco a poco se estaba volviendo loco de solo pensar que no lo recuperaría.

Sus manos se mojaron por las lágrimas y su cuerpo comenzó a temblar con los espasmos de un llanto apresurado. Sintió unos brazos alrededor que lo apretaba y una mano acariciando su cabello.

—Me siento como un cobarde —susurró, bajando las manos, para corresponder al abrazo—. Debí responder. ¿Por qué guardé silencio?

—Fue una gran noticia, solo…solo tienes que esperar para disculparte correctamente.

Seis meses antes

Limpió el borde de la taza con una servilleta y volvió la mirada a la barra. Dayoung seguía ahí. Sola. Bajando la cabeza resopló y contempló la idea de marcharse. Llevaba más de dos horas en la misma mesa y él no salía de la cocina. Así no era como había planeado pasar su día libre, en casa le esperaban varias cajas que no logró desempacar, sin embargo, fue a la cafetería con la esperanza de encontrar al jefe de Dayoung.

—¿Sigues todavía aquí? No te ofendas, me gusta que me visites porque tu grupo de fans también viene y consumen mucho —señaló con la barbilla al grupo de chicas de secundaria que miraban emocionadas desde dos mesas atrás—, pero también me incomoda que no dejes de mirar la barra. ¿A caso te enamoraste de mí?

Hoseok sacudió la cabeza y se echó para atrás en la silla.

—Estoy aburrido en casa —comentó vagamente y miró de reojo el mostrador.

—Bueno, entonces ve al parque o al centro comercial. ¿Por qué no compras más de esos trajes dos tallas más chicas que siempre usas?

Con el ceño fruncido miró a la joven.

—No son "chicos", están hechos a medida.

Dayoung rodó los ojos y comenzó a juntar los platos para levantar la mesa.

—Pues esas medidas deben tener algún error. Estoy segura de que en cualquier momento la tela de los brazos se va a romper, o mejor aún, tu trasero brillará cuando el pantalón explote.

Hoseok se preparó para contraatacar, pero en su línea de visión apareció la razón de su extensa visita.

—¡Ahí está! —exclamó fuerte, sin darse cuenta, atrayendo la atención de algunos clientes y del gerente.

—¿Qué mierda?

El hombre de cabello largo abrió los ojos y cubrió su boca con una mano antes de mirar a los lados. Tomó la mano del mesero con quien hablaba y lo arrastró devuelta a la cocina. La puerta blanca con pegatinas de tortugas y delantales, se estrelló con fuerza rompiendo con el silencio que el grito de Hoseok había creado.

—¿Qué? ¿Por qué se va? ¿Hice algo mal? —preguntó con resignación, volviendo a su silla.

Dayoung levantó las cejas y sonrió.

—¿Además de gritar como loco porque mi jefe salió de la cocina y asustar a los clientes? No sé, no se me ocurre nada que hayas podido hacer.

—No es gracioso —murmuró. Hoseok se apresuró a sacar su tarjeta para pagar y escapar de la vergüenza que acaba de pasar.

—No, sí que lo es —dijo riendo. Cruzó los brazos y lo miró fijamente—. ¿Estabas aquí para ver a mi jefe?, ¿por qué? Pensé que te gustaba el hombre de las cartas.

Hoseok arrugó la nariz y sintió un dolor punzante de cabeza.

—¿Me vas a dejar hablar?

—No escucho que lo intentes.

Levantó las manos y asintió.

—Y-yo vine porque quería verte y quizás, conocer a tu jefe y la razón por la que se esconde cuando vengo.

Dayoung mordió su labio inferior rehuyendo a su mirada.

—Él no hace eso... —dijo en voz baja.

—Sí lo hace, hace un momento lo confirmé. Lo que no sé es por qué, ¿no le agrado?, ¿soy grosero? Lo siento, pero trato de ser amable con todos y no recuerdo haberle dado motivos para que me odie.

Como si un peso saliera de él con la exposición de su duda, bajó los hombros y juntó sus manos en su regazo. Entonces Dayoung se compadeció y se sentó a su lado.

—Mi jefe no te odia, eres un terrón de azúcar ¿Existe alguien que pueda odiarte?

Hoseok encogió los hombros. Al menos él, creía que si existía.

—Mi jefe solo es tímido. Tímido con la gente guapa —completó con una sonrisa.

—Pero él no parece afectado por tu presencia y eres linda.

Dayoung rio mientras buscaba la excusa perfecta para no arruinar el plan del gerente.

—Porque él es gay y yo soy muy molesta para dejarlo ir —dijo con orgullo—. Ahora cuéntame, ¿cómo vas con tu admirador secreto?

Hoseok sacó la carta del bolsillo de su chaqueta y se la pasó a la chica. Esperó a que ella terminara de leerla mientras él bebía la limonada de lavanda. Seguir las recomendaciones de C.H.W. le permitía sentirse un poco más cerca e íntimo con él, y esperaba que verlo seguir las sugerencias lo animara a salir del anonimato. Hasta el momento no tenía más que sospechas de quién se trataba, pero anhelaba conocerlo pronto.

—Hmm, así que limonada de lavanda. Ese admirador tuyo tiene muy buenos gustos y es muy atento —comentó Dayoung y dobló la carta con delicadeza.

—No lo sé, tú deberías saberlo.

—Solo recibo las cartas y no tengo mucho tiempo para abrirla, leerla y volver a dejarla como estaba. Pero creo que es muy dulce y romántico todo el tema de las cartas.

Asintiendo rápidamente, regresó la carta a su escondite. Todavía estaba fresca la emoción que lo inundó cuando recibió la primera, y cuando tuvo la siguiente sus ansias por conocerlo casi lo hacían perder la cabeza.

—Quisiera escribirle una carta —dijo con cautela.

Dayoung gritó y los clientes le lanzaron miradas molestas, pero no le importó.

—¿Qué dices? ¡Eso es magnífico! —exclamó sacudiéndolo por los hombros—, nunca antes habías querido responderle.

Hoseok parpadeó rápidamente.

—Nunca lo pensé. Y-yo pensé que estaba bien recibirlas, ¿crees que él esté esperando una respuesta?

La joven se levantó de un saltó, tomó la charola con los platos sucios y se despidió con un beso volado.

—¡Tienes que hacerlo! ¡Se lo contaré!

—¡NO, ESPERA!

Hoseok le sostuvo el brazo y la miró contrariado.

—¿Con quién vas a hablar? ¿Lo conoces? ¿Dónde puedo encontrarlo?

Dayoung se soltó con una risa traviesa y sacudió la cabeza.

—Si escribes esa carta, tal vez lo puedes conocer antes de tiempo.

La frustración lo golpeó en el rostro con fuerza. Ninguna de las dos razones por las que había visitado la cafetería le dieron frutos. No recibió la carta en su pedido como todos los días sino hasta después, cuando pidió la limonada. Y tampoco logró ver al precioso jefe de Dayoung, incluso cuando fue en un horario diferente.

"Won es así de tímido".

"C.H.W."

Hoseok salió de la cafetería recordando la firma de cada carta, las iniciales eran siempre las mismas. Abrió los ojos deteniéndose en la acera y lentamente dirigió su mirada al letrero de la cafetería.

¿Era posible que fueran la misma persona? 

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