04
Ocho meses antes
—Hoseok, oppa. ¿Qué harás al terminar el turno? ¿Te gustaría ir por una copa?
Despegó la mirada de la hoja con olor a peonías y sonrió a su compañera.
—Seol-ah —la mujer se sonrojo y ocultó la mitad de su rostro tras su mano—. Gracias por la oferta, pero no bebo.
Seol abrió los ojos y se disculpó rápidamente.
—P-podemos hacer otra cosa. I-ir al cine, a un restaurante japonés ¡O ramen! Comamos ramen.
Hoseok enarcó una ceja. Arrastró la silla hacia atrás mientras buscaba las palabras correctas para rechazar la invitación, y con suerte, no volver a vivir una situación tan incómoda como esa.
—Lo siento, Seol-ah. Me agradas, pero me temo que no puedo aceptar tu invitación —lamió su labio inferior y miró de reojo la carta sobre la mesa—. Soy gay. Muy gay.
Con pena vio los hombros y la mirada caer, pero era lo mejor. Antes había recibido invitaciones similares y a pesar de rechazar a todas, sus compañeras continuaban sembrando la esperanza de salir con él. Despidió a la mujer y regresó a su verdadero trabajo, descubrir la identidad de su admirador. Todavía no tenía ninguna pista, además de las iniciales de su nombre pero tampoco estaba seguro de que ese fuera el verdadero. Tal vez se trataba de un tipo de acrónimo. Agotado mentalmente, se recostó en el estrecho escritorio y cerró los ojos. El aroma fresco de las flores llegó a su naríz e inconscientemente sonrió.
—Hey, Romeo —dijo el hombre a su espalda, imitando una voz gruesa e intimidante—. Levántate. Tienes cinco minutos para prepararte para ir a la sala de juntas.
Arrugando la nariz se erigió y le lanzó una mirada fulminante a su superior.
—¿Qué demonios quieres?
Jooheon alzó las cejas, pero lejos de enojarse se echó a reír.
—Idiota. ¿A caso olvidaste que hoy te ascienden a director creativo?
—Mierda —siseó poniéndose de pie. Guardó la carta en el bolsillo interior de su saco y asintió siguiendo a Jooheon a la sala de juntas.
Tomó una respiración profunda, recordando las palabras de su admirador: "No dejes de sonreír", enderezó la espalda y levantó la barbilla.
Abrió la puerta con firmeza y entró en la sala. Los rostros familiares de sus colegas y superiores se volvieron hacia él, algunos sonriendo, otros con una mirada de curiosidad. El director general, el Sr. Lee, estaba de pie al frente de la mesa, revisando documentos al azar.
—Buenos días, Hoseok —dijo el director, levantando la vista con una sonrisa—. Por favor, toma asiento.
Hoseok asintió y se sentó en la silla que le indicaron, con su corazón latiendo rápido, pero con una calma que emanaba de la carta que llevaba consigo. Escuchó atentamente mientras el Sr. Lee empezaba a hablar sobre los logros recientes de la compañía y el papel crucial que Hoseok había jugado en ellos. Cuando Jooheon le apretó la mano por debajo de la mesa supo que su momento había llegado.
—Es un placer para mí anunciar que, a partir de hoy, Shin Hoseok será nuestro Director Creativo —dijo el Sr. Lee, mirándolo directamente—. Su dedicación, talento y visión han sido ejemplares y estamos emocionados de ver cómo llevará nuestro equipo creativo a nuevas alturas.
La sala se llenó de aplausos y Hoseok se levantó, sintiendo una oleada de orgullo y alivio. Agradeció a la junta directiva con una sonrisa sincera, y mientras recibía las felicitaciones, no pudo evitar pensar en su admirador secreto.
"Lo logramos," pensó, sintiendo una calidez especial en su corazón.
El Sr. Kim se acercó y le dio un fuerte apretón de mano.
—Felicidades, Shin. Estamos seguros de que harás un trabajo excelente.
—Gracias, Sr. Lee. Prometo dar lo mejor de mí en este nuevo rol.
Mientras la reunión continuaba, Hoseok se permitió un momento para disfrutar del logro, sabiendo que había alguien, en algún lugar, que siempre estaba apoyándolo y creyendo en él. Buscó en su pantalón su teléfono y le envió un rápido mensaje a Dayoung dándole la buena noticia y prometiendo invitarla a comer la próxima vez.
****
La campana sonó y la mirada de la mujer rubia en el mostrador se dirigió hacia él. A diferencia de otras veces, no estaba sola. Hoseok frunció el ceño mientras entraba y observaba a la segunda persona. Cabello oscuro y largo hasta los hombros, piel trigueña, ojos de ciervo, nariz aristocrática, labios carnosos y de un rosado mate. Era hermoso, como un príncipe de manga o o un modelo, pero su altura y sus hombros anchos fueron lo que más llamó su atención. ¿Él era el jefe de Dayoung?
No lo sabía, porque nunca lo había visto de rostro. Con su mejor sonrisa, terminó de llegar al mostrador y saludó al hombre sacudiendo su mano.
—¡Young! ¿Viste mi mensaje? Ahora soy un director —dijo con orgullo, alzó el mentón y sacudió las solapas de su gabardina negra. Escuchó una risita a su costado y supo que no se trataba de su amiga. Giró la cabeza y se encontró con un rostro sonrojado.
—L-lo siento.
El jefe de Dayoung se disculpó con una reverencia varias veces antes de desaparecer por la puerta hacia la cocina.
—¿Por qué se fue? Ni siquiera me dejó hablar.
La rubia lo golpeó en el hombro con una servilleta de tela.
—Lo asustaste, idiota. ¿Era necesario usar esa mirada?
Hoseok bajó las manos de su abrigo y encogió los hombros.
—¿Cuál mirada?
—Usaste esa mirada que grita ¡Voy a aplastarte! —exclamó e hizo la mímica de aplastar algo con su mano—. Aunque pensándolo mejor, no parece mala idea. Con tus brazos enormes sería como una bendición.
Con su dedo medio golpeó la frente de la chica porque le parecía una tontería que él fuera a aplastar a alguien con solo sus brazos. Jaló un banco y se sentó con toda la elegancia que su nuevo cargo le daba.
—En realidad, no quería asustarlo. Me pareció curioso que él se riera de mí.
Dayoung asintió, recargando la cadera en la vitrina.
—Lo sé, pero Won es así de tímido.
—¿Won?
La chica pareció darse cuenta que había cometido un error porque fingió un ataque de tos para desviar la conversación. Después de tomar un vaso de agua, y de varios golpecitos en su espalda, cortesía de Hoseok, se quitó la duda que la había molestado toda la tarde.
—¿A dónde iremos a cenar?
—Hmm, no lo sé. ¿Qué te apetece?
—¿A mí? Dormir hasta el próximo año. —dijo Dayoung, suspirando escandalosamente—. Hoy no he tenido suerte con los clientes. ¿Por qué todos los idiotas prepotentes se reúnen para venir en un mismo día?
Hoseok se echó a reír. Siguió con la mirada el recorrido que hizo el jefe de Dayoung a la puerta para cambiar el letrero de "abierto" a "cerrado", y de vuelta a la cocina. Se atrevió a sonreír, pero solo consiguió que el muchacho bajara la cabeza y caminara más rápido hasta desaparecer de su línea de visión.
—¿Estás tratando de coquetear con mi jefe? —preguntó Dayoung, obligándose a no volverse loca de la emoción—. ¿Qué hay de tu admirador? ¿Ya no te interesa?
—Hey, hey, hey. No estoy coqueteando con nadie —se defendió—, simplemente me parece divina la manera en que se vuelve un revoltijo de nervios cuando le sonrío.
—Porque le gustas —susurró en un tono muy bajo, que con suerte, Hoseok no escuchó.
—¿Hmm? No te oí.
Dayoung sacudió las manos excusándose y se deshizo de su delantal rápidamente. Sacó las bandejas de la vitrina con algunos postres en ellas y los acomodó en el refrigerador a su espalda. Cuando terminó de ordenar todo, salió detrás del mostrador.
—Bien, voy a despedirme de mi jefe.
Hoseok asintió con una sonrisa. Cuando Dayoung desapareció, sacó la carta de su bolsillo y la leyó sintiendo una calidez envolviendo su corazón.
—¿Quién eres?
—Yo creo que no quedó tan mal —arrugó la nariz y dejó las tijeras sobre la mesa—. Para mí, sigues siendo igual de hermoso. Incluso mucho más.
Con cuidado, apartó un mechón travieso de su párpado izquierdo y contempló la idea de hacerlo más corto, pero el sonido de la puerta abriéndose lo distrajo. Levantó la vista y una sensación de miedo se alojó en su pecho. Cuando el Dr. Yoo usaba una expresión de seriedad total, no significaba buenas noticias.
—Buenas noches —susurró Hoseok.
El doctor relajó su expresión y le sonrió.
—Me da gusto saber que seguiste mi consejo —comentó, tomando los discos de vinilo que estaban apilados en la mesita de la sala—. Muy pronto sabremos si a nuestro príncipe le gusta.
Hoseok parpadeó confundido y esperó pacientemente por una aclaración, aunque a veces los comentarios del doctor no tenían una.
—Lo conseguí. El Dr. Son tendrá vacaciones la próxima semana y tomará un vuelo inmediatamente después de terminar su turno —dijo, ahora sonriedo totalmente.
Las lágrimas se reunieron en las esquinas de los ojos de Hoseok y un sollozo salió desde el fondo de su garganta. Antes de siquiera agradecerle a Kihyun, se volvió hacia Hyungwon y acunó su rostro con cuidado.
—¿Lo escuchaste, Wonnie? Por fin tendremos una solución —sonrió y besó la frente pálida.
—Yo... necesito aclararte que no será un tratamiento barato —comenzó y agradeció que Hoseok le prestara atención—. El Dr. Son vendrá con dos investigadores, que también son parte del equipo y necesitamos trasladar a Hyungwn a otra clínica.
Hoseok asintió a lo primero; si el doctor quería traer a todo el centro médico de Suiza, que lo hiciera. Él estaba dispuesto a pagar con su vida de ser necesario, pero no entendía la necesidad de llevar a Hyungwon a otro lado.
—Si bien en el hospital Hangyang contamos con equipos e instalaciones a la vanguardia, no tenemos la tecnología que ellos necesitan para trabajar.
—¿Y a dónde lo llevaremos? —preguntó, entrelazando su mano con la de Hyungwon.
El Dr. Yoo rio enternecido por la imagen, pero se recompuso rápidamente.
—A Busan. Ahí hay un hospital que pertenece al Dr. Son y tiene todo lo que necesitamos para iniciar con el tratamiento —explicó con calma—. Prepararé todo para el traslado. Nos iremos el fin de semana.
Hoseok abrió los ojos.
—¿Usted va a acompañarnos?
—Por supuesto. Hyungwon es mi paciente —se inclinó ligeramente hacia adelante y cubrió un costado de su boca con una mano—, y es mi favorito.
Esperó a que el doctor se marchara para asimilar mejor la noticia. Una esperanza renovada floreció en su pecho, una sensación que había temido perder. Miró a Hyungwon, con sus ojos llenos de lágrimas, pero por primera vez, después de mucho tiempo, no eran de tristeza sino de una profunda y ferviente esperanza. No podía imaginar cómo sería el momento en que Hyungwon abriera los ojos, cómo sería escuchar su voz, sentir su risa llenar la habitación, sentir sus brazos rodeándolo. Pensó en todas las cosas que quería decirle, pero que el accidente no le permitió, todas las historias que había acumulado para contarle, todos los momentos que no habían podido vivir y que, con suerte, podrían ser
Estaba aprendiendo a vivir con la incertidumbre, a sobrellevar el dolor constante de la ausencia de Won y sus cartas, y ahora, de repente, se enfrentaba a la posibilidad de que todo cambiara. Ya antes había tenido una esperanza como esa, pero era la primera vez que los doctores estaban seguros de los resultados.
Mirando a Hyungwon, con el corazón lleno de mil emociones, susurró:
—Voy a estar aquí, amor. Estoy aquí y siempre estaré. Cuando despiertes, estaré sosteniendo tu mano.
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