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☆*: .。. o .。.:*☆CAPÍTULO 1☆*: .。. o .。.:*☆
La casa de dos pisos de color crema se encontraba deshabitada desde hacía muchos años, eso bien lo sabía todas las personas en aquel pequeño vecindario en Holmes Chapel, Inglaterra; donde se encontraba construida aquella casa.
No obstante, él en especial tenía muy bien remarcada aquella historia en su mente, gracias a que llevaba viviendo toda su vida en la misma casa, que justamente se encontraba al lado de ese lugar abandonado. Jamás vio a un ser humano viviendo en la casa de color crema, ni siquiera siendo rentada por un pequeño plazo de tiempo para luego irse. Hasta casi pensó en hacerle caso a todas esas teorías que tenían algunos sobre ese lugar, como por ejemplo: que estaba embrujada, o era un lugar donde se cometió algún homicidio o suicidio. No sabe cuál era peor.
Pero ahora, luego de años de espera, al fin alguien se dignó a comprarla, a vivir en ella; al fin tendría vecinos en a los cuales odiar por qué tenían su música muy alta, o pedirles el favor de regalarle un poco de azúcar, sólo porque se les había terminado.
Sin embargo, aún con todas sus ventajas y desventajas que hay luego de que sus nuevos vecinos se mudaran: a él no le importaba. Con su oído podía escuchar en cómo había mucho ruido afuera: de un camión aparcando, de gente quejándose porque una caja pesaba demasiado, y a un hombre apurando a otros.
Pero a él no le interesaba, él seguía tocando su pequeño instrumento, su más preciado objeto que poseía.
Su ukelele de marca soprano.
Fue un regalo de cumpleaños y, le había gustado tanto, que apenas la observó entre sus manos, sus ojos brillaron, la observó con la mayor adoración, y se puso en acción para poder aprender a tocarla, a disfrutarla. Y conforme a los años, pudo lograrlo.
— ¡Vecinos nuevos! — grita Lottie viendo desde la ventana.
Charlotte Tomlinson, mejor conocida como Lottie o Lotts. Una chica ordinaria de dieciséis años de edad; rubia natural, ojos azules claros, y de piel levemente bronceada a pesar de vivir en un lugar donde es raro que el sol salga.
La adolescente se encontraba en la ventana de la habitación de su hermano mayor; Louis. Apenas vio como un camión de Mudanzas y fletes, y un Toyota 2004 de color rojo se estacionaban en frente de la casa de al lado, salió corriendo a la habitación de Louis, pues su ventana daba directo a la calle, y podía verse bien los movimientos que hacían las personas nuevas.
— Wow, que emocionante. — contestó el castaño con sarcasmo, cómo se caracterizaba mayormente en él.
Louis Tomlinson, mejor conocido como... bueno, todos le dicen Louis. Por no decir "El raro". Un chico normal -se describía a él mismo-, pero si le preguntabas a otra persona que le conocía de vista, podría decirte que era el anormal del vecindario y que no te acercaras a él ni por cinco metros. Su cabello era castaño oscuro, ojos azules como los de su hermana, a diferencia que estos cambiaban de color -ya sea a más claro, o más profundo- dependiendo del fondo o de la ropa que use. Y, también al igual que su hermana, un leve bronceado besaba su piel de manera delicada y preciosa.
La menor de ambos rodó los ojos, acostumbrada a la actitud del mayor.
— Oh vamos Louis, no seas así. Puede que sean agradables. — ahora fue Louis el que rodó los ojos.
— Ajá sí...
— ¡Mira! — gritó emocionada al mismo tiempo que señalaba afuera. — Al parecer alguien toca la batería, ¿no es increíble? — menciona al ver como bajaban entre dos hombres, una bella batería -obviamente desarmada- de color rojo vino.
— ¿Acaso tengo cara de que me guste o me interese la batería? — pregunta Louis desinteresado, ahora afinaba las cuerdas de otro de sus mayores objetos valiosos que poseía; una guitarra acústica de color negro.
Lottie volvió a rodar los ojos por segunda vez en el día. Su hermano hacía que perdiera la paciencia con su horrible actitud de: Me importa un carajo el mundo.
— Tranquilo ¿sí? Solamente era un comentario.
— Pues, evítalos.
— Dios, que humor... — se queja la rubia. Aunque sonríe al instante, olvidando a su hermano mayor por un momento, al observar cómo dos chicos salían del Toyota. — por cierto, mamá dijo que en diez minutos bajemos, vamos a darle la bienvenida a los vecinos. — anuncia mientras deja de mirar a la ventana, y dirigía su mirada a su hermano, quien la observaba con el ceño profundamente fruncido. — Péinate, lávate la cara, y no te veas... tan tú. — y dicho eso, salió de la habitación como alma que lleva al diablo sabiendo claramente que si seguía ahí Louis seguramente la mataría.
— ¿De no ser tan yo? Ya quisiera ser como yo...— murmuró mientras se levantaba de la cama con lentitud y pereza instalada en todo su cuerpo.
Se acerca a la ventana, y levanta ambas cejas al ver como un piano de color negro brillante era llevado hacía dentro de la casa que por tantos años tuvo mala fama por no ser habitada.
«¿Lottie tendrá razón?» pensó.
Enserio quería pensar que sus nuevos vecinos serían totalmente diferente a los otros, los cuales lo habían visto crecer y alejarse de él como si tuviese algún tipo de enfermedad contagiosa como la Lepra.
Se alejó de la ventana a la vez que sacudía su cabeza en forma de negación. La personas lo decepcionaban a pesar no esperar nada de ellos.
Por otro lado, estaba la nueva familia en el vecindario. Estaban en la boca de todos al observar como una familia al fin se mudaba en esa vieja casa, abandonada por tantos años y que por poco era consumida por la naturaleza.
Las personas que pasaban los miraban con curiosidad, y sonreían, alegres de que aparentaban ser una familia hermosa, cariñosa, educada. Pero lo más importante: aparentaban ser una familia normal. No como la familia Tomlinson. Los cuáles eran sus vecinos de al lado.
Pero, como siempre, nada era como lucía.
Porque, a pesar de verse una familia feliz por empezar un nuevo capítulo de sus vidas, no era así.
Principalmente, eso era lo que pensaba el menor de esa familia.
Harry Styles, un chico de contextura delgada y pálida. Con rizos de color chocolate, ojos verde como la esmeralda, ojeras color malva remarcadas bajo sus ojos, y al sonreír, unos preciosos hoyuelos se remarcaban en sus mejillas; las cuales se encontraban ligeramente sonrosadas, como usualmente lo eran, mayormente por el frío de Inglaterra, o por su timidez.
Sonrió cuando entró a la quinta casa a la que se mudaban en ese año. Pero, a diferencia de las otras, ésta era comprada y había más posibilidades de que se quedaran más tiempo. Esperaba que fuera así.
— Casa nueva, que gusto...— murmuró eso último. Subió por las escaleras, y caminó por el pasillo, maravillándose por la espaciosa que se miraba por dentro. Tenía moho en algunos lados, pero nada que no se podía quitar lavándola un poco y pintando con una nueva pintura.
Abrió la primera puerta que encontró, revelando un mediano cuarto, estaba pintado por un verde aqua, y adentro de ésta, había otra puerta, la cual él supuso que era un baño personal. Reclamó al instante en su mente en que esa sería su habitación.
— Yo diría que no te emociones, será temporal. O al menos eso dijo papá. — habló por sus espaldas, su hermano mayor; Fionn.
Fionn Styles. Éste no era muy parecido a su hermano menor. Comenzando con que sus ojos eran de color castaño, aunque se asemejaba más a un precioso color miel que se volvía más potentes al estar debajo de la luz solar. Cabello color negro oscuro, esponjoso. Y tampoco tenía hoyuelos cada vez que sonreía. Pero algo que compartía con su hermano, era la contextura delgada y pálida, y sin olvidar también las ojeras malvas debajo de sus ojos.
El rizado bufó en silencio.
— Ojalá no, estoy cansado de mudarme de un lado a otro.
— Ojalá...— murmuró muy bajo, pero Harry lo escuchó bien. — será mejor que bajemos y ayudemos a bajar cosas del camión antes de que papá se enoje.
El rizado suspiró con cansancio. Sin embargo, se movió de su lugar, haciéndole caso a su hermano mayor.
Volviendo con la casa de al lado.
Louis se encontraba listo para ir en contra de su voluntad. Al igual que Lottie, solo que al contrario de su hermano, ella si quería ir por su propia cuenta.
Ambos hermanos se encontraban listos, bien bañados, y arreglados decentemente. Juntos, y con su madre, salieron de la habitación de ésta última para dirigirse hacia la de sus vecinos. Louis pudo observar por una ventana de la sala de estar, que había cajas esparcidas por todo el patio delantero, y cuando salieron de la casa, se fijó que la puerta estaba abierta de par en par. Y que el camión de mudanzas y fletes ya no estaba.
"¿Sabes qué es en vano, cierto?"
Preguntó aquella voz en la cabeza de Louis. El ojiazul suspiró frustrado, el día iba demasiado bien para su gusto...
— Ahora no. — contestó en un murmuro. Iba caminando ya para la casa de los nuevos vecinos, -que, para su suerte o desgracia, estaba muy cerca de la suya-, y lo que menos quería era qué lo vieran como raro... aún.
"Sabes que no les vas a agradar, jamás lo haces, eres un estorbo para todos. Da igual si te presentas o no, al final, todos te olvidan".
Y Louis no pudo más. Sacó la lámina de pastillas del bolsillo delantero de su pantalón, que su doctor le dio para cualquier caso como el que estaba pasando, y se la tomó sin necesidad de tomar agua. Estaba más que acostumbrado a tomar pastillas tras pastilla para al fin poder curarse de su horrible y maldita maldición.
Al final llegaron a la famosa casa. Johanna, la madre de ambos hermanos, se acercó a la puerta, sin embargo no entró. Solamente tocó el timbre que estaba a un lado, y cuando el sonido se escuchó a través de toda la casa, se alejó tres pasos, y espero pacientemente a que saliera alguien a recibirlos.
Un chico de tez pálida y delgada se asomó por una puerta que estaba por las escaleras, y salió de ésta de inmediato al ver como había personas en espera afuera de su casa.
— ¡Hola, mucho gusto! — saludó animadamente la mujer, mientras que con una mano, hacía una señal de hola.
— Hola, mi nombre es Fionn.— se presentó cordialmente mientras llegaba frente a ellos. Se paró un poco atrás de la puerta con sus manos metidos en los bolsillos traseros de su pantalón, mientras analizaba a cada integrante de la familia. Parecían normales.
— Soy Lottie, mucho gusto. — saludó la rubia por detrás de su madre. Sus mejillas estaban sonrojadas, y una capa inadvertida de sudor estaba en su frente. Louis entrecerró sus ojos, viéndola.
— Soy Louis. — se presentó simplemente, sin dejar de observar a su hermana menor.
Ésta le saco la lengua de forma infantil cuando lo volteó a ver al sentir su penetrante mirada sobre ella. Y claro, el castaño en vez de contestarle de una manera madura, levantó su mano derecha, y le mostró su dedo del corazón.
— Es una alegría para nosotros tenerlos como nuevos vecinos. — la voz de su madre sacó a los hermanos de su pelea telepática, y prestaron atención a lo que ella estaba diciendo. — queremos darle la bienvenida y decirles, que si ocupan algo, aquí estamos al lado. — sonrió. — ¡Oh! Mira, les hice una tarta. — dice mientras extiende sus brazos, entregándole la tarta que, obviamente, no hizo ella.
La había comprado el día anterior en el supermercado como postre para ellos. Pero al ver nuevas personas mudándose en la casa abandonada, se emocionó y quiso darles un regalo.
— Gracias, que amable, no se hubiera...
— No, no, no, no...— interrumpió rápidamente la mayor de todos. —... no es una molestia, no te preocupes.
— Pues... ¡Muchas gracias! — dijo Fionn después de todo. Paso una de sus manos por detrás de su cuello, sobándolo para luego rascarse la nuca. Un tic que tenía cuando estaba nervioso o incómodo.
Justo como en ese momento: se sentía incómodo por el regalo inesperado de Johanna, nervioso por la mirada intensa que le estaba ofreciendo la pequeña de los Tomlinson, y algo confundido por la mirada fría que Louis le daba.
— Mamá — llamó Lottie. — ya tenemos que irnos. — dice, dándose cuenta de la incomodidad del chico delante de ellos.
— Es cierto. Te dejamos para que sigas ordenando, ¡Nos vemos!
— Nos vemos. — dice el pelinegro, despidiéndose, y alejándose hacía la cocina para dejar la torta, para luego seguir ordenando el sótano.
«Eso fue intenso. — pensó Louis. — ¿Quién llega a tu casa y te regala una torta sólo porqué eres nuevo en la calle? A mí me daría muchísimo miedo.»
Y, chistosa y curiosamente, Louis y Fionn pensaron lo mismo.
here we go, here we go, here we goooooo.
trataré de traer un nuevo capítulo cada semana, o por mucho, cada diez días❤️🩹
que tengan un buena mañana, día o noche❤️🩹
-eliza
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