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¿Cómo podemos canalizar nuestras emociones, sin salir dañados en el proceso?
Dejarlo ir suena lo más fácil y sensato, claro que sí.
Pero según los expertos y experimentos profesionales en todo el mundo. Meditar o practicar algún deporte, nos permite canalizar las emociones ya sean negativas o positivas. Cocinar beneficiará a disminuir la ansiedad, aumenta la creatividad, te hace sentir mejor contigo mismo, se controlan las porciones y aparte comerás más sano.
Desgraciadamente, el hombre desmembrado en el cuarto de tortura de mi mansión fue el elegido para el día de hoy.
Canalizar las emociones torturando.
Sí, claro que sí
El hombre que estaba al lado del ser ya muerto me miraba con miedo, su respiración era errática y sudaba. Hasta podría jurar que ni parpadeaba. Lo miro fijamente y le doy una sonrisa torcida y sádica.
—¿Ya viste lo que le hago a los traidores ratas como tú, querido Boris? —Doy un resoplido en señal de risa burlona. — ¿Qué clase de nombre es ese, para un hombre rudo como tú que trabaja para una mafia como la mía?
—Sé… Señor, por favor, no me mate. Tengo fami…
—No me vengas con la gilipollez de que si tienes familia. Todos sabemos muy bien que eres maricón.
El tal Boris… palidece y su respiración se acelera más.
—¿Crees que no he visto como te cogen el culo? Algo asqueroso de ver por los vejetes que te metes, por cierto. —Doy un falso suspiró lastimero y suelto una risa macabra. —Te has hecho algún examen de salud últimamente.
Él niega visiblemente nervioso.
—Claro que no, pues déjame informarte que tienes el VIH-SIDA.
—¿Qué? —dijo en un susurro.
—Pues si Boris, tienes la peor enfermedad de transmisión sexual y como quieras vas a morir. Así que adelantemos al sufrimiento y dime a quien le entregaste mi merca. —Inclinó mi cabeza hacia la derecha y enseño todos mis dientes antes de volver a ponerme serio. —Como quieras vas a morir. De aquí a unos años cuando la enfermedad te consuma por completo u hoy cuando te mate después de que me des toda la información que necesito. Así que empieza hablar antes de que te corte tu asquerosa polla.
Él se queda unos segundos en silencio, al parecer tratando de asimilar todo lo que le había dicho y sacando cuentas de que como quiera va a morir.
—Sé… se lo entregamos a los colombianos y…
—¿Nombre? —Pregunté acercándome a él.
Él empieza a negar con la cabeza: —No lo sé, nunca hablamos con el cabecilla en realidad. Solo con su mano derecha.
—¿Nombre? —Repetí esta vez verdaderamente molesto encajando una de mis navajas en su muslo.
Escuchar su grito de dolor no me regocijo nada, como lo había hecho el hombre anterior.
—Se hace llamar Candela. Ti… tiene la mitad de la cara quemada y siempre lleva un parche en el ojo. Es joder… —dijo por lo bajo cuando encaje más profundo la navaja.
—Sigue. —dije en un susurro bajo. Ya la poquísima paciencia que me había donado la vida la había perdido con la primera rata que desmembré hace unos minutos. —Es que…
—Es un hombre bastante peligroso, la mayoría le temen. Es conocido por sus torturas sádicas y sanguinarias.
—Sabes Boris, me parece que no has entendido la gravedad del asunto para ti, ¿Verdad? Lo que él tal Candela te iba a hacer no llega ni a la mitad de lo que te haré yo por traidor y cobarde además dé.
El hombre sudaba frío y estaba botando demasiada sangre. Pero ya me había hartado, así que sin darle tiempo a hablar sin el pensarlo ni mucho menos esperarlo le saco la navaja del muslo para cortarle la oreja derecha, escuchando sus gritos ensordecedores.
—¿Cuántos más estaban metidos en él desvió de mercancía? —Le hablo en el oído que le quedaba.
—Solo nosotros dos, señor. Señor, por favor perdóneme la vida. Yo puedo ayudar a encontrarlo. Créame.
Eso llamo mi atención, pero así todo tome otra navaja y lo acuchille dos veces en el abdomen, ambas partes en lugares donde no moriría todavía.
Aún no llegaba su momento.
—¿Cómo piensas hacerlo? No me hagas pasar a tus dedos Boris, o tal vez a tu nariz, quien sabe. Habla.
—Una vez escuché una conversación. —Le insisto para que siga hablando, moviendo la navaja en círculos. —Al… al parecer era Candela hablando con el jefe, este le decía que temía por su hija y…
—¿Nombre?
—No… No lo sé, señor. Solo sé que nadie ha visto a la chica antes, no sé si es una niña, o va a la escuela, nada. No sé absolutamente nada.
—¿Entonces como carajos crees ayudar a encontrar mi merca antes de que la consuman o la vendan? Eh, dime idiota de mierda. —Hablaba bajo, dicen que cuando más bajo hablaba, más miedo daba, nunca comprobé dicha teoría, pero al parecer era cierto porque el hombre palidece más de lo que estaba.
Ya él lucia derrotado, no tenía más nada que decir y lo sabía. Así que simplemente como ya estaba cansado de esto. Agarró su cabeza y con fuerza la giro hacia un lado, escuchando sus huesos partirse y luego ver cómo su cabeza caí hacia atrás inerte.
Una escoria menos en el mundo.
Salgo de la sala de torturas encontrándome con mi hermano mayor.
—¿Ya lo has matado? —dijo dándole una calada al cigarro que inmediatamente quitó de sus labios y le paso por al lado. —Odio cuando haces eso, sabías.
—Y yo odio que me hagan preguntas estúpidas, sabías. —digo dándole una calada al cigarrillo.
En el pasillo que lleva a la salida solo se escuchaba nuestras pisadas, las mías un poco más fuertes por las botas de combate que llevaba. Más allá se escuchaba a los hombres pelear, entrenando con las nuevas armas de exportación.
—Necesito información para ayer sobre un tal Candela, colombiano sádico que utiliza un parche. Todo, cuando duerme, que come, con quien folla, sus contactos. Si es posible hasta la fecha del día en que va a morir. Todo Elías, ¿Entendido?
—¿Para ayer significa…?
Me detengo en seco y lo miró de reojo.
—¿Hablas jodidamente en serio? —Dije en un susurro.
—Ya, hombre no se puede jugar contigo. Necesitas una buena follada Jheysen.
—No me digas Jeyshen. —digo para seguir caminando y dejarlo atrás.
—Por si no lo sabías ese es el nombre de tu ficha de nacimiento, idiota.
Llega de nuevo hasta donde estoy alcanzándome, pero ambos seguimos en silencio.
Pero no se equivocaba respecto a la follada, sí que la necesito. Perder una de las mercas más grandes de este mes me costaría una gran suma de dinero. Podría reponerme en menos de tres días, pero odiaba a los traidores y ratas que se hacían los pillos y querían pasar por encima de mi inteligencia. Y eso me lo pasó por los cojones. Nadie pasaba por encima de mí, nadie.
Después de salir de la zona roja, como le había llamado a la sala de tortura y de entrenamiento, nos dirigimos hacia la entrada trasera de la mansión entrando por la cocina.
—Por dios, ¿Acaso acabas de salir de una carnicería? —Preguntó mi nana al verme. Su cara de desagrado era más que notable, odiaba verme con sangre en cualquier parte del cuerpo,así fuese la más mínima gota.
—Ya voy a bañarme, no te alteres. —Dije antes de tomar una botella de agua caliente, claro está. En estas condiciones no me dejaría tocar absolutamente nada.
Salgo de la inmensa cocina escuchando a mi hermano decir que tenía hambre.
Este hombre siempre tenía hambre, no importa cuando, ni donde. Siempre tiene hambre.
Subo rumbo a los escalones. Por suerte no me encontré a más nadie a medio camino o eso pensé cuando me tope con las largas piernas de mi prima Zoila.
Vestía un vestido muy corto y su cabello negro lo tenía suelto enmarcando su rostro.
—¿Que sucede? —Dije impaciente, deseaba bañarme y no me dejaban llegar a mi habitación.
—Iba a buscarte. No te encontré en ninguna parte, iba a tu habitación pe...
—Te dije que no fueras más a mi habitación Zoila, deja de tocarme los cojones.
—Pues claro que quiero hacerlo. Hace rato no me buscas. —dijo pasando un dedo por mis labios.
—Si no lo hago es porque estoy ocupado. ¿O no te has dado cuenta? —quito su mano de un manotazo y termino de subir los escalones hasta llegar al último piso.
El último piso me pertenece solamente a mí. Y todos lo sabían, aunque aveces Zolia quiera pasarse de lista.
Entro a mi habitación y voy directo al baño, me quito toda la ropa y la lanzó al cesto de la ropa que tiro para luego ordenar quemarla. No volvería a usarla. Abro la mampara y luego la ducha metiéndome bajo la misma sin importar que estuviera fría como los mil demonios.
Veía el agua rojiza perderse entre los caños del desagüe hasta que salió limpia. Unto buena cantidad de mi gel en la esponja y me restriego con fuerza para sacar toda la mugre que llevaba de la zona roja. Pero al final sin llegar a sentirme limpio del todo, nunca lo había logrado y a esta altura no me importaba lograrlo.
Eran demasiadas las vidas que cargaba conmigo y no me arrepentía de ello.
La escoria se eliminaba y si entorpecía mi camino. Simplemente la desaparecía. Como el humo del cigarro que se disperse en el aire.
Llevaba en esto demasiados años de mi vida como para sentir arrepentimiento. Nunca lo haría, si con ello lograba proteger a mi familia y quitar del camino lo que estorbaba.
A mis veinticuatro años había visto demasiadas cosas que eran inaceptables a los ojos de un chiquillo de sólo once años. Vi a mi padre ser asesinado por una banda de narcotraficantes y a mi madre ser violada por cada uno de ellos, siete hombres en total. Siete hombres que habían acabado con una familia entera, con la inocencia de un niño, con la vida de un hombre de familia, con la virtud de una mujer y con las esperanzas y la tranquilidad de seis niños y adolescentes. Arrasaron con todo.
Solo por poder y un poco de cocaína. O esas fueron las conclusiones que saque en aquel entonces. Tampoco fue que le diera la oportunidad de explicarse a ninguno de ellos.
Era el menor de mis hermanos varones y el del medio de mis hermanas mujeres. Éramos seis en total.
Elías era el mayor, era el hacker de la familia. Todo lo que tuviera que ver con maquinas,dispositivos electrónicos o computadoras. Él era el indicado para eso.
Después venía Davison, era el encargado de la seguridad en general, se encargaba de todo lo que tuviera que ver con la completa organización de los soldados, había estado por más de cinco años en el servicio militar y era una maldita máquina de matar. Todo lo que tuviera que ver con estrategia, bombas y armas. Eso era lo suyo.
Y claro está luego venía yo, el menor de los hermanos varones de la familia Mccoy. Llegar a donde estoy no fue fácil, pero tampoco imposible.
Pero se preguntaran como siendo el menor de la familia llegué a ser el jefe de todos. En ese tiempo Elías nunca se imagino que en lo que él estudiaba sus máquinas, yo estudiaba la vida de cada uno de los que mataron a nuestros padres, mientras que Davidson fue enviado a la milicia por orden de nuestro tío, a petición de él mismo.
El hermano menor de papá, él no dudo en hacerse cargo de nosotros. Pero no quería quedar al mando de una organización de contrabando y dejar atrás su vida como cuidando tranquilo y pasar desapercibido.
Por lo tanto no me quedo más remedio que tomar el cargo de todo con solo doce años. Y lo deseaba, lo deseaba con toda mi alma. Siempre estaba junto a mí padre, sabía como manejar un arma en caso de emergencia, sabía defenderme en caso de ser necesario y me enseñaba cada una de las cosas que el sabía, aunque después no me quedó de otra que seguir al mando de mi tío y de Baltasar. Fiel amigo de mi padre y mi mano derecha en la organización. El único que no se burló en mi cara cuando dije delante de más de cincuenta hombres armados hasta los dientes que yo sería su nuevo jefe, aunque ese primero que se burló pasó al otro mundo con una bala en la boca.
Deje de asistir a la escuela, a pasar a tener profesores que me daban clase en casa. Expertos de todo tipo. Desde clases de etiqueta y modales a como descuartizar un cuerpo humano. Todo absolutamente todo lo había aprendido sin salir de casa.
Hubo cierto tiempo en que la psicóloga de mi familia decía que le había hecho fobia a la calle y al estar rodeado de persona y no le rebati porque así fue. No fue hasta que me sentí lo suficientemente fuerte y capaz de salir a comerme el mundo y vengarme de aquellos que habían acabado con la felicidad de un inocente niño, que su único error había sido salir temprano de clases y dirigirse a casa para enseñarles a sus padres su boleta de calificaciones, la nota más alta de la clase fue la de él.
Para llegar y encontrarse a su padre siendo golpeado en el suelo y a su madre siendo violada a su lado sin él poder hacer nada. Todavía escuchaba la súplica de su padre porque dejarán a su esposa en paz. Y los gritos desgarradores de su madre.
Siempre soñaba con ellos. No lo veía como pesadillas, ya que eso sólo me alentaba a despertarme cada día con más ansias de encontrar al bastardo que había acabado con nuestras vidas.
Su rostro nunca lo olvidaría.
Él fue ese número siete que nunca logré encontrar, el último que violo a mi madre de la manera más bestial que se pudieran imaginar, sobrepasó a todos, la daño más que los otros para después pegarle un tiro en medio de la frente y decirle a mi padre unas palabras que nunca olvidaría.
"Tu esposa es deliciosa ,nos vemos en el más allá, negro de mierda"
Culminó para después pagarle un tiro entre ceja y ceja.
Después de ver tan desgarradora escena salí corriendo, hasta el escondite que sabía que nunca me encontrarían. Todos los guardias estaban muertos, los habían matados a todos. Y no dejaron absolutamente nada de valor, hasta el cuadro de la sala se habían llevado. Aunque no poseía valor monetario alguno.
Para cuando llegaron mis hermanos con mi nana, yo estaba sentado en medio de mis padres llorando.
Después de ese día, no había vuelto a llorar. Mis hermanitas eran pequeñas aún y casi no se acordaban de mis padres. Solo Zamira.
Elías se enfrasco en su propio mundo y Davison sólo huyó de la situación. Así que afronte yo solo la realidad de todo.
Solamente con once años.
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