7. La mensajera
Angelina Death
Besó mis labios con tanta pasión y tanta entrega que su calor me quemaba la garganta, la sed era intensa, y él solo me provocaba más y más a estar cerca de él.
Yo estaba sentada sobre sus piernas y él tenía las manos dentro de mi camisa acariciando suavemente la curva de mis caderas mientras me miraba como si fuese un ángel.
—Conviérteme —me pidió una vez más y yo lo besé para acallarlo. La verdad es que no podía hacerlo—. Anggie... Mi vida... Conviérteme —susurró en mi oído cuando yo lo empujé a la cama y me alcé sobre él para volver a besarlo y evitar que volviéramos a tener esta pelea.
—¿Puedes concentrarte? —inquirí con tono coqueto sin apartar el cabello de mi cara. Me quité la camiseta y él se me quedó mirando como si viese al cielo mismo—. Veo como una falta de respeto que tenga que desvestirme sola.
Él volvió a sentarse, se abrazó a mi cintura de una forma muy tierna y me besó nuevamente haciéndome sentir estragos desde la punta de los pies.
—Es que quiero estar contigo siempre —me dijo quitándose la camiseta que tenía para pasar sus manos suavemente por mi espalda buscando el broche del brassiere cuando me plantó un beso en el cuello que me hizo un poco más débil—. No quiero que nadie nunca nos separe.
—Nada puede separarnos ahora, ¿no lo ves? —le dije haciendo un suave movimiento que lo hizo aferrarse con más fuerza a mi espalda y soltar un leve suspiro de complacencia.
—He pasado una semana horrible —confesó haciéndome detener por completo.
—¿Qué? —inquirí. ¿Íbamos a hablar de eso justo ahora?
Él suspiró y no dejó de abrazarme, sino que recostó su frente en mi hombro y entrelazó los dedos en mi espalda suspirando.
—No venías hace dos semanas ya, no sabía nada de ti. Pensé que no te volvería a ver —susurró con voz queda y yo simplemente le abracé trazando círculos en la piel de su espalda.
—Soy invencible, Jack —le aseguré.
—Nadie es invencible —replicó—. No sé qué haría sin ti.
Suspiré mientras caminaba por los pastos del bosque sintiéndome absolutamente miserable al respecto. Me dolía mucho la espalda, y el frío en mis dedos se hacía costumbre entumeciéndome un poco. No estaba acostumbrada a tener sensaciones de este tipo, ni dolor, ni frío, ni calor. Debían estar torturando a Jack, debían estarlo haciendo por mi culpa.
Los recuerdos me taladraban el cerebro, haciéndome estragos al tener una vista tan clara y expresiva de cuando lo conocí. Cuando era un humano, mi hermoso niño dulce de cabello oscuro. El que tenía miedo de perderme, y que creía que podía protegerme.
Tragué grueso y suspiré mirando con atención a los vampiros armarse, correr, desplegarse, alzarse. Seguí andando sigilosamente por el bosque mientras veía a ese montón de cazadores neófitos ser apaleados. Vi a mis tropas luchar exactamente como les ordené, sin doblés, sin causar daños permanentes, sin matar a nadie.
Esto no iba a funcionar. Tarde o temprano los cazadores se armarían como era debido e iban a pelear de verdad, y yo no quería eso. Yo solo quería recuperar a Jack tan pronto como fuera posible, y mandarlo lejos de toda esta porquería que estaba por desatarse.
Esta era la décima noche de combate, y yo me figuraba a creer que no duraría mucho más antes de que trataran de invadir Noirtown. No podía permitir eso, así que solo debía usar lo que yo tenía para evitar la masacre de los suyos y de los nuestros.
Di vuelta en una esquina del paraje y empecé a caminar por el centro de la pelea cuando sentí una especie de golpe en la espalda y me di vuelta al ver a una cazadora joven. Era una chica cabello castaño claro ondulado e intensos ojos grises. Era fuerte, valiente, vivaz, y estaba lista para darme mi merecido.
Sonreí al verla, creer que podría "darme mi merecido" ya era bastante tierno en realidad. Tenía una maza en sus manos y antes de que me volteara empezó a atacarme rápidamente, obligándome a moverme de lado a lado para esquivar sus ataques. Pero esto no sería suficiente.
Di media vuelta y desaparecí de su vista con una velocidad imperceptible. Y cuando comenzó a buscarme aparecí frente a ella, tomé su maza con una mano y la partí en dos con los dedos. Acto seguido la tomé del cuello y la levanté en el aire logrando que me viera a los ojos. Pero no tenía miedo, estaba resignada a morir si así fuera, peleando.
—Dame una sola razón para no matarte —susurré mirándola mover los pies de lado a lado. La solté del cuello para que pudiera hablar. Pero la sostuve desde la ropa que tenía ceñida al cuerpo. Ella me miró de frente y sin temor. Su piel rosada por el esfuerzo y el flujo de sangre por una herida que sufrió en su pie me generaba un fuerte dolor de garganta.
—Mátame si eso quieres —dijo entre dientes.
—Si eso quisiera, ni te hubieses enterado de lo que pasó —susurré por lo bajo antes de que ella me mirara—. ¿Quién eres?
—¿Por qué te importa? —yo no pude evitar soltar un rugido desde mi diafragma. Ella pareció sorprenderse por el sonido, como si no supiese que podíamos hacerlo—. Mi nombre es Brianna Benson.
—¿Benson? ¿Cómo Charles Benson? —le pregunté entrecerrando los ojos.
—Charles y Lanna Benson, a quienes mataste a sangre fría —dijo con asco y yo volvía a sonreírle.
—Mi reputación me precede —le respondí asegurándome de mostrarle bien los colmillos. No era cierto, no maté a esos cazadores, los respetaba, pero eso era irrelevante en ese caso.
—Suéltame y pelea —gruñó con rabia y yo la solté con brusquedad dejando que se cayera al suelo. Ella luchó para no caer demasiado estridente, pero igual fue a parar con la espalda en el suelo.
—¿Para eso querías que te soltara? —me burlé cuando vi un leve movimiento en su pierna izquierda y tres pasos alargados hacia atrás, que para ella debieron lucir como una desaparición por la velocidad de mi movimiento. En ese mismo instante soltó un movimiento de piernas y se levantó sin poner las manos en el suelo, tomó una posición ofensiva y yo me crucé de brazos—. ¿Eso debe impresionarme? —solté con aburrimiento.
Comenzó a correr hacia mí y la vi disminuir el paso antes de alcanzarme. Arrastró el pie por el suelo y me lanzó un poco de tierra en la cara, pero era muy lenta todavía y pude hondear mi capa para repeler el ataque cuando puse una mano sobre el otro pie que lanzó para patearme y la tumbé al suelo aparatosamente. Se quedó tirada en el suelo y yo pensé que quizás puse tanta fuerza que le rompí algo y no lo noté. Di un par de pasos hacia ella para verificar que no la hubiese dejado inconsciente cuando dio un giro rápido con los pies y trató de atraparme con ellos. Yo puse los ojos en blanco cuando ella se golpeó contra mis piernas como si se tratara de un par de tubos de metal.
La volví a sujetar de la armadura y la puse en pie frente a mí.
—No entiendo por qué ahora los cazadores juegan sucio —me quejé al ver que trataba de moverse para lanzarme un golpe. Era una joven testaruda, y debía admitir que tenía fuerza, pero cada vez que me golpeaba ella debía sentir que se le rompían los huesos porque yo no era más que una estatua de mármol frente a la fuerza de los humanos—. Para —le pedí.
—Suéltame y pelea —volvió a gritar cuando yo la empujé hacia un árbol y corrí a velocidad imperceptible para agarrarla del cuello sintiendo que la garganta comenzaba a arderme con demasiada intensidad, tenía que terminar con esto pronto o el frenesí por la sangre que botaba por sus heridas iba a hacerme matarla.
—Charles Benson sí que tuvo una hija estúpida —le dije entre dientes al mirarla presionar los dientes y tragar grueso. Intentó escupirme, pero una vez más fui más rápida que ella. —Una mocosa sin entrenamiento ni respeto por su propia vida —la describí para hacerla airar.
—No hables de mi padre —musitó presionando los dientes con fuerza.
—No viene a hablar contigo, cazadorcita patética —le dije tratando de dejar de sentirme tan pero tan enojada por la falta de respeto y ética de esta mocosa en pelea.
—Mátame entonces —yo solté una media sonrisa y la amenacé de nuevo mostrando mis colmillos.
—Los vampiros tenemos ética —le dije de una vez—. No quiero continuar con esta guerra absurda, dile a tu gente que me devuelva a mis ciudadanos y estaremos en paz —ella trató de empujarme.
—No te devolveremos a tu novio chupasangres —replicó con rabia cuando yo tuve una fuerte punzada en el pecho al sentirme totalmente expuesta—. Llora por ti todas las noches, ¿sabes? —me dijo con tono irónico. Mi sonrisa se borró, y sí, deseé con todas mis fuerzas matarla. De hecho, creo que ella lo notó, porque su ridícula sonrisa satisfecha se borró totalmente.
El hueso de su hombro crujió y ella soltó un grito tan fuerte que estaba muy segura de que la escucharon los cazadores que estaban más cerca, porque los oí venir. La solté y la dejé caer poniendo la mano en mi espada corta, la que llevaba ceñida a la cintura. Quizás mi papá tenía razón y los cazadores habían perdido su lealtad, quizás todos merecían morir porque nos acusaban de ser monstruos, cuando los monstruos eran ellos.
—Diles que suelten a sus prisioneros, o no seré tan amable mañana —la amenacé y ella solo me miró con rabia—. Vendré a esta misma hora, si mis prisioneros no están libres se van a arrepentir —le aseguré sabiendo que había más cazadores escuchando. Entonces eché a correr con todas mis fuerzas de vuelta al castillo donde necesitaba beberme algo antes de terminar matando a todos los presentes.
Estaba poniendo toda mi necesidad de alejarme en los pies y sentía un ligero dolor en los tobillos que por nada del mundo debía ser cansancio o agotamiento, sino algo relacionado con el recuerdo inminente que correr tan rápido y tan desesperadamente me traía.
Puse el alma en los pies para llegar lo más pronto que pudiese.
No tuve que abrir la puerta de su departamento, porque estaba abierta a golpes, la sangre se podía oler desde el corredor y yo no podía sentir otra cosa que temor al escuchar a lo lejos una respiración débil y accidentada acompañada de una queja suave.
Prácticamente corrí a su casa y cerré la puerta detrás de mí al ver la sala manchada de sangre y seguí hasta donde escuchaba las quejas para ver a Jack agazapado contra una pared prácticamente sosteniéndose las vísceras con las manos. Al verme sonrió y pude ver que sus labios también estaban llenos de sangre.
—Llegaste, hermosa —dijo con gesto triste cuando yo sentí un dolor tan fuerte en la garganta que me temblaba todo el cuerpo al intentar resistirme a la sed.
—¿Qué demonios sucedió? —repliqué horrorizada acercándome para examinar sus heridas, pero no tardé en darme cuenta que había durado demasiado tiempo vivo con estas heridas tan serias.
—Venían por ti —explicó con una sonrisa suave tomándome del brazo con debilidad—. Son los tipos de la esquina, los que siempre te dicen cosas... Estaban drogados y creían que vivías aquí.
—Pero... —me le quedé mirando a sus hermosos ojos azules cuando él me volvió a sonreír.
—Te amo, Anggie, te amo mucho —yo puse un dedo en sus labios y negué sintiendo el colapso dentro de mi ser. Eran demasiadas cosas para procesar en un solo instante.
—Yo no quería esto —le dije al verlo descomponerse—. Yo quería estar contigo hasta que envejecieras, que estuviésemos más juntos cuando terminara la guerra. Vivir contigo y...
—Y parecer mi novia de 25 cuando yo tuviera 60 —se rio para sí mismo y soltó un tosido fuerte con el que sus labios se llenaron más de sangre—. Lamento no poder complacerte, mi princesa.
—No tuve tiempo... —le dije sintiendo un dolor tan fuerte en el pecho y la cabeza al notar que su corazón latía más y más lento.
—¿De qué? —susurró él cerrando con suavidad sus ojos. Y entonces supe que no podría soportar perderlo ahora. No podría simplemente no intentarlo, no verlo más, no estar más cerca de él, no sentirlo. No escucharlo decir esas tonterías que decía para hacerme reír, no tener a donde huir cuando terminaba la batalla, no esconderme en sus brazos y fingir que era él quien me protegía.
Entonces me acerqué rápidamente a su cuello y mordí con fuerza cuando apenas la sangre empezó a fluir suavemente hacia mis labios haciéndome sentir completa. Tragué grueso necesitando beber más cuando mi corazón empezó a latir con muchísima fuerza y un montón de imágenes se dibujaron en mi mente y en mi alma haciéndome sentir tanto calor en el cuerpo. Era así como recordaba que se sentía el amor.
Una lágrima de cristal rojizo cayó de mi mejilla ante la sensación tan inminente de que Jack me amaba, y de que podía ser que yo estuviese acabando con todo eso en ese preciso instante. Pero no lo sabría si no lo intentaba.
Me alejé de él poniendo toda mi fuerza física y mental, y luego de un instante me mordí la muñeca y se la acerqué a los labios.
—Necesito que hagas un esfuerzo, amor... —le pedí tomando su cuello con mi otra mano. Él olió la sangre en mi muñeca y abrió los ojos.
—No será un esfuerzo —me aseguró. Pero yo lo detuve y lo miré a los ojos.
—Nunca debes olvidar que me amas así —le pedí con tanta necesidad que él apenas y se movió para robarme un beso y juro que nunca había tenido un beso tan interesante como ese. Entonces le acerqué mi muñeca y bebió de ella hasta transformarse en lo que ahora era.
Golpeé con fuerza la madera de mi cómoda, y luego la cama y luego rompí algo más que no sabía que era, pero estaba en el camino, y no fue hasta que sentí una mano fuerte cerrarse en mis muñecas que pude detenerme.
—¡Anggie! —yo abrí los ojos respirando con fuerza y miré a Maia frente a mí sosteniéndome.
—Perdona, yo... —comencé a decir, pero no pude continuar. Me sentía tan frustrada que busqué algo más que romper o golpear, pero ella no me soltó.
—¿Qué sucedió? —me preguntó tratando de hacerme entrar en razón.
—Seguí tu consejo —le informé mirándola, halando de mi brazo para que me soltara.
—¿Y? —yo levanté las manos haciéndole saber que ya había terminado de destrozar mi habitación.
—Escogí a la peor mensajera que se me pudo ocurrir —admití—, espero que entregue el mensaje.
—¿Quién? —preguntó.
—Brianna Benson.
—¿Cómo Charles Benson? —inquirió.
—Su hija. Una mocosa irreverente, tramposa y... —me frustré instantáneamente sintiendo ganas de matar personas. Maia me acercó el vaso que tenía entre las manos y yo me bebí un trago demasiado largo para calmar las ansias y la sed.
—Imagino que conseguiste a otra joya de los cazadores —yo suspiré.
—Aun así, es la mensajera —le dije.
—Espero que cumpla con su rol —aclaró ella cuando recuperó su vaso vacío y me puso los ojos en blanco.
—Los cazadores no son lo que eran —le dije con pesar. Ella me miró con interés.
—¿A qué te refieres?
—Son irreverentes, irrespetuosos, hay cazadores de sangre entre ellos y no tienen intención de parar esta guerra —dije sin ganas y ella se sentó a mi lado.
—¿Y? ¿Qué harás? —yo me senté en mi cama con una pata rota y metí la cabeza entre las manos.
—Recuperar a Jack —le dije—. Después veremos qué más hacer.
—¿A qué te refieres? —me preguntó.
—A que iremos por Jack mañana, tu y yo. Y después acabaremos con toda esta gente —le dije siendo totalmente honesta. Con o sin mensajera, ya iba siendo hora de ponerle fin a toda esta porquería.
La verdad es que me jactaba de creer que Brianna era mi mensajera, que iba a decirles a los cazadores lo que yo creía. Pero realmente no la veía de esa forma, era al contrario, ella me traía un mensaje a mí y era muy claro: Jack me necesitaba y debía rescatarlo.
Esto iba en contra de todo lo que llamaba el código del vampiro, contrario a mi naturaleza y todo aquello contra lo que luché por tanto tiempo. Tenía que rescatarlo porque él estaba sufriendo y me necesitaba y yo de alguna manera lo necesitaba a él. Brianna había entregado claramente el mensaje, y yo no iba a darle más largas a esto. Iba a rescatarlo cuanto antes.
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