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6. Los cazadores de sangre

Gabriel León

Sentía la sangre recorrerme el rostro mientras oía a mi padre gritar órdenes afuera de la tienda de primeros auxilios.

-Trata de no prestarle atención -me dijo Danna, quien trataba infructuosamente de cerrar la extensa herida que había sufrido por encima del ojo.

-Si no vienen a ayudarnos, en un par de semanas seremos exterminados -respondí con preocupación cuando ella negó.

-Ganaremos -me aseguró-. Los buenos siempre ganan.

Pero había un recuerdo taladrándome la mente, un recuerdo que no me permitía estar totalmente seguro de que éramos los buenos.

Eran sus ojos impresionados, era el hecho de que Danna estuviera aquí conmigo y en un hueco bajo la tierra tuviésemos encadenados a dos vampiros y que hubiésemos matado a otros diez a sangre fría.

Era el recuerdo del grito desgarrado que se oyó en el bosque un minuto después de que Angelina se marchó, como si le hubiesen desgarrado un pedazo de alma.

¿Éramos realmente los buenos? ¿Por qué se sentía tan mal si así era?

-¿Somos los buenos? -le pregunté cuando Danna levantó su mirada hacia mi y sonrió.

-Después de tantos años, ¿lo dudas? -inquirió mientras comenzaba a suturarme la herida de la cabeza-. Tienen 9 días dándonos cacería -acotó.

-Supervivencia -le dije, ella levantó mi rostro como si no pudiera creerlo.

-¿Los estás defendiendo?

-Te trajo sana y salva -le recordé, ella negó con la cabeza.

-Me tuvieron dos días encerrada y sin comer -yo chiste.

-Y eso es vacaciones en un crucero si lo comparas con lo que le están haciendo a los prisioneros -solté entre dientes.

-No merecía estar encerrada -soltó Danna con irritación mientras suturaba mi herida con demasiada rudeza.

-Estabas en Noirtown, eso está prohibido -añadí y ella respiró con cierta ira.

-¿Según quién? ¿Esos malditos que creen que pueden controlar todo? ¿Que podemos estar bien porque solo una vez al mes se les permite salir a cazar y no más de cinco personas? ¿Cinco seres humanos de nuestra ciudad? Ya viene siendo hora de que se marchen -yo tragué grueso y la miré a los ojos.

-¿Eres una cazadora de sangre? -fui directa y ella no me sostuvo la mirada-. Entonces eres una hipócrita -sentencié sin pensarlo.

-Y tu un maldito lame suelas, ¿Te encuentras con una vampiresa y ya eres su defensor? Son seres desalmados, solo se interesan por si mismos y su ego tanto como el fuego del infierno los consume -describió con ira mientras lograba lastimarme con una de sus puntadas.

-Suéltame -la empujé-. ¿Y qué hay de ti? Que ibas a secuestrar a un niño para drenar su sangre hasta matarlo.

-Yo no... Cállate -exclamó poniéndome una mano en la boca cuando yo me alejé-. Me van a echar del campamento.

-A mi papá no le importa lo que eres -dije con asco volviéndome al espejo para mirar la sutura y terminarla yo.

-Tu no lo entiendes, eres solo un niño -yo chiste sabiendo que eso era lo que siempre decían cuando iban a hacer lo injustificable.

-Explícame -la reté cuando ella se me acercó.

-La sangre de los vampiros es necesaria para la guerra -yo chisté.

-Necesitamos su sangre menos de lo que ellos necesitan la nuestra -le recordé.

La sangre de los vampiros curaba las heridas humanas, nos hacía fuertes, vigorosos y rápidos casi al punto de poder seguirles el paso al correr. Pero corrompía nuestra alma, era como droga y nos hacía egoístas como ellos.

La sangre humana era la única forma que los vampiros tenían de sobrevivir, y aunque yo tenía en claro que prefería morir que matar a otra persona para conservar mi vida, pues cada quien tomaba sus propias decisiones y las de ellos rozaban en la supervivencia, mientras que la nuestra era conveniencia.

-Si tan solo papá te oyera -yo solté una carcajada irónica.

-Ahora que habla como Iván el Sanguinario y todo es muerte y destrucción para los vampiros, sí es tu papá -me quejé. Una parte de mi creía con mucha fuerza que papá estaba perdiendo la cabeza.

-Solo hay que aguantar hasta la luna llena y los vampiros nunca más serán el problema de esta ciudad -yo chisté.

-La ayuda jamás va a llegar si se enteran de que nosotros iniciamos la guerra -Danna pateó mi silla con molestia.

-¿Quién se los va a decir? ¿Tú, maldito traidor? -soltó con tanta molestia que yo chisté.

-Te desconozco -me quejé. Mi hermana era muy dulce y tranquila la mitad del tiempo. Pero esto de los vampiros de verdad le estaba sacando el carácter.

-Bienvenido a la guerra, leoncito -se burló antes de dejar la tienda e ir a escuchar el nuevo plan psicópata de ataque ideado por papá.

¿Ahora se entendía mejor por qué no tenía claro si éramos los buenos o los malos de la historia? No era que justificara a los vampiros en absoluto.

Yo soy un cazador de primera línea, hijo del largo linaje de cazadores León. El que los vampiros llamaban El hijo de León y no tenían permitido tocar. No, los soldados pelean con los soldados, y los príncipes, con los príncipes.

Eso quería decir que tarde o temprano me tocaría enfrentarme a una de las princesas, y todo parecía indicar que sería Angelina Death, la princesa de la oscuridad, la dama de la dulce pena.

Si había algún cuento de terror en nuestro campamento desde que tengo memoria era sobre la princesa de la oscuridad, a quien ahora conocía y me distaba demasiado de su título.

Las conocíamos bien, las conocíamos de nombre. Eran siete princesas del reino subterráneo, y no todas ellas peleaban en las guerras.

Estaba la princesa Elizabeth, la concubina exclusiva del conde Death, quien decían que era la más hermosa de todas, pero no lo suficiente porque el conde nunca quiso hacerla reina aún después de crearla.

Después estaban las princesas Emma y Amy, quienes vivían una vida tranquila con otros príncipes de ciudades subterráneas lejanas y se mantenían tan fuera de Noirtown como fuese posible.

La princesa Jule Ann era una de las más poderosas, reinaba en Noirtown y salía a la guerra solo cuando esta era incontrolable. Se decía que podía comandar el ejército de no muertos, el de los guardianes nocturnos y las criaturas del bosque.

Otra que se quedaba en casa con el conde era la princesa Camille, quien había sido transformada a los 13 años de edad, y cuyo carácter era bastante incontrolable.

Finalmente, la princesa Maia, quien también era llamada La Dama Ciega, que peleaba mano a mano con Angelina era su escudo y su guarda, y nunca se separaba de ella.

La historia de Angelina era mucho más larga, ya que fue entrenada para guardar al Rey y protegerlo, y se dice que creo un ejército de vampiros despiadados para hacer lo mismo. Su sed de sangre, sus métodos y su estilo le dieron muchos nombres. Es la vampiresa más rápida, fuerte, implacable y sanguinaria de las últimas dos guerras. Era conocida como la princesa de la oscuridad porque era todo lo que podías ver una vez que ella llegaba al combate. También era por eso que todos le llamaban La Princesa, como si fuese la única, la superior de todas las princesas, y a la que más debías temerle.

Y yo simplemente no podía compaginar la imagen de esa guerrera despiadada con la Angelina Death que vino a traerme a mi hermana sana y salva, aunque fuera más que obvio que merecía morir en sus dominios.

Salí de la tienda y caminé hasta la mesa redonda donde los cazadores más prominentes. Eran las siete de la mañana y el sol brillaba con fuerza sobre la mesa de piedra sobre la que trazaban planes y hablaban a voces.

-El vampiro no ha dicho nada útil -aseguró Earl, el padre de Karl. Todos sabían que esa familia de cazadores era rara y diferente, pero eran leales y fuertes, así que nadie hacía preguntas.

Todas las mañanas hablaban prácticamente de lo mismo. No había nueva información, nos estaban pateando el trasero lenta y dolorosamente, y necesitábamos ayuda.

Vi a Danna alejarse de la mesa mientras Earl planeaba cómo sacar a los vampiros de Noirtown para que los friera el sol.

Por alguna razón, el hecho de que Danna se alejara de la mesa redonda me pareció más interesante que los planes fantasiosos de mi papá y Earl, por lo que decidí seguirla.

Me metí entre las carpas y pasé persiguiendo la estela de Danna que se dirigía a las barracas improvisadas bajo tierra.

Me escabullí por la parte trasera de la entrada y usé mi tarjeta para entrar pasando inadvertido.

Las barracas estaban vacías hacía meses, salvo por las dos jaulas que tenían a nuestros prisioneros. Papá decía constantemente que eran nuestra ventaja en batalla, pero yo no entendía por qué. A las primeras divisiones nos pateaban el trasero cada noche y nos enviaban al campamento con una increíble cantidad de huesos rotos.

No había casi ninguna muerte, pero tampoco había salido la guardia roja del castillo, así que el conde Death no estaba siquiera cerca de perder los estribos, esto era un juego de niños para los vampiros, que ni siquiera estaban matando a los cazadores, solo los estaban incapacitando.

Desde luego, no estábamos usando toda nuestra fuerza, la estábamos guardando para cuando hubiese oportunidad de hacer algo con ella.

Pero la paciencia no les iba a durar para siempre a los vampiros, y yo sentía dentro de mí que más temprano que tarde vendrían a buscar a sus amigos que teníamos en el calabozo.

Seguí por el pasillo trasero y entre las barracas cuando escuche la voz gruesa de Karl en el fondo. Entonces me escondí detrás de un librero y escuché pasos cerca. Me quedé inmóvil para escuchar.

-Tienes que beber, o no podrás hacerle frente a la princesa de la oscuridad cuando venga por su novio -oí y el cabello se me erizó. ¿Teníamos al novio de Angelina Death en los calabozos? Si sabíamos esa información era porque el vampiro lo había dicho, entonces por qué Earl decía en cada reunión que no sabíamos nada útil. Realmente este tipo era nuestra ventaja en batalla, y una ventaja bastante injusta a mí parecer.

-No puedo beber -dijo-. No pienso tener esa basura en mi sistema cuando ella venga personalmente a matarnos a todos.

-Te igualarás en poder con ella si bebes la sangre de su criatura -le dijo y yo sentí cierta repulsión ante sus palabras. ¿Su criatura? ¿Teníamos a un convertido por la princesa aquí?

-Esas son tus conjeturas, no sabes con certeza si realmente podremos igualarnos con ella al beber esto -soltó Danna con desconfianza.

-Pero es que tiene sentido, él viene de ella... -añadió Karl.

-¿Y tú cómo sabes eso? -replicó Danna.

-Cuando ponemos el gas alucinógeno sus visiones son sobre ella -replicó Karl como si fuese obvio.

-¿Alucinógenos? -inquirió Danna.

-No es posible drenar a un vampiro si no tiene un deseo de muerte -explicó-. Los alucinógenos evocan sus miedos más profundos, cuando son vulnerables, podemos drenarlos.

-Somos más sádicos que ellos -replicó Danna, diciendo exactamente lo que yo estaba pensando.

-Por eso es ilegal -replicó Karl mientras yo me agachaba para no sentirme cansado.

-Y sobre qué son las visiones.

-Me parece que la princesa no quería transformarlo, su temor era morir sin ella.

-¿Y por qué sigue reflejando el mismo temor?

-Parece que no es un buen novio -se burló Karl antes de dar un paso hacia ella-. Bebe -le ordenó con voz firme cuando ella negó.

-Los vampiros saben cuándo has bebido sangre de uno de ellos -aclaró ella.

-¿Ahora eres experta? -se burló Karl.

-La razón por la que estoy viva es porque me he negado a aceptarte la invitación -explicó-. Angelina Death decidió si yo vivía o moría tocando simplemente las venas de mis muñecas -Karl soltó una media carcajada.

-No creas que todos los vampiros pueden hacer lo que ella puede hacer -le aclaró-. Esa perra maldita tiene más trucos que años de vida.

-Igual paso, gracias -dijo Danna refiriéndose a la sangre.

-¿Ya te hiciste su amiga? -se burló Karl.

-No, pero por esta ocasión le debo mi vida. Me parece horrible que le estemos sacando las entrañas a su novio mientras yo estoy aquí de pies -finalizó caminando y él tras ella.

Yo me quedé digiriendo un poco la información que había recibido mientras caminaba de vuelta afuera tratando de pensar en qué hacer con ella. Entonces Earl y Karl eran cazadores de sangre, y Danna estaba tan cerca de serlo que me daba un poco de repulsión.

Hasta ahora sabía que estaban torturando a ambos vampiros, pero no sabía cómo ni por qué. Pero ya lo entendía todo perfectamente, y la respuesta no me gustaba. Nos estábamos alejando del camino real.

Por otra parte, comenzaba a pensar que papá decía que ese vampiro era nuestra ventaja porque pensaba lo mismo que Karl, que si bebíamos su sangre seríamos como ella.

Pero esto se contradecía directamente con todo lo que me había enseñado mi abuelo y mi bisabuelo. Todo lo que mi padre predicaba, la razón en sí misma de que tuviéramos un pacto.

Los cazadores no éramos verdugos ni monstruos, éramos salvadores y guardianes. Estábamos allí para imponer el orden, para mantener la calma, para alejar a los demonios de la ciudad. Si ellos no nos estaban haciendo daño, ¿por qué íbamos a querer exterminarlos?

Éramos enemigos naturales, sí, pero coexistimos e incluso los vampiros se habían civilizado y adaptado a esta época. Ellos tenían sus formas, nosotros nos metimos a su ciudad a secuestrar a sus niños para comercializar su sangre.

¿Acaso el mundo estaba de cabeza?

Me quedé fuera de la puerta principal de la barraca y cuando se abrió estiré el brazo y halé a Danna que venía saliendo a toda velocidad.

-Necesito tu ayuda -le dije cuando ella frunció el ceño.

-Creí que me odiabas -replicó al mirarme.

-Angelina Death te salvó -repliqué sin rodeos. Ella supo inmediatamente que oí su conversación.

-¿Y? -yo respiré profundo.

-Se lo debes -dije como si fuese obvio. Ella suspiró.

-Esta guerra debe suceder -me dijo sin abandonar su premisa original.

-Pero el hecho de que el vampiro que tenemos bajo tierra es su novio, que significa algo para ella, cambia las cosas para ti, ¿no es cierto?

-Le debo una, por regresarme a salvo a donde está la gente que significa algo para mí -dijo ella con el sentido de lealtad que nos caracterizaba a los leones.

-¿Qué haremos? -pregunté y ella me miró.

-Debemos entregárselo cuando venga. Pero debe parecer que ella es quien lo ha rescatado -fue totalmente clara.

-¿Qué te hace pensar que vendrá? -inquirí.

-Nada en concreto -admitió-. Pero si no viene por él, no tengo ninguna razón para sentirme culpable.

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