2. El pacto con los cazadores
Gabriel León
Estaba desorientado, teníamos casi 36 horas sin dormir y comenzaba a dolerme mucho la cabeza.
—Come, cariño—me dijo Brianna poniéndome un sándwich en las manos—. No sabemos cuánto tiempo vamos a tener que estar aquí —yo suspiré. Estábamos en las afueras de la ciudad simplemente esperando a que algún vampiro apareciera para capturarlo. Hacía frío, estábamos cansados y yo no tenía energía para esto. Creía que era un plan estúpido y que iba a sacarnos una factura horrible.
Brianna se sentó a mi lado dejando su escopeta recostada del árbol en el que yo estaba descansando. Su cabello castaño claro ondeó con el frío viento nocturno y sus ojos grises se centraron en mí con interés.
—¿Sucede algo? —le pregunté al notar que me miraba con intensidad.
—¿Estás bien? —inquirió mientras le quitaba el papel al sándwich para comer. Esa pregunta era bastante subjetiva. Tenía más de 24 horas buscando a mi hermana que había sido capturada por un clan de vampiros asesinos, y aquí estaba yo, actuando como un mercenario, esperando que apareciera uno de ellos para que, si teníamos suerte, los vampiros quisieran cambiarlo por uno de los nuestros.
Vaya porquería de plan, si me preguntan. Pero yo no daba las órdenes aquí.
—Estoy exhausto —repliqué, aunque esto no le hiciera justicia al cansancio, la frustración y las ganas de salir corriendo que sentía.
—Solo debemos ser pacientes —me recordó y yo sentí que quería arrancarme el pelo. Me metí el sándwich en un bolsillo de la chaqueta y tomé la escopeta.
—No, ya no, ya no lo aguanto —le dije mientras caminaba de vuelta al bosque.
—León —una voz fuerte detrás de ambos me detuvo—. Tu padre ha enviado por ti.
—Dile que estaré buscando a Danna —repliqué mientras seguía andando bosque adentro, cuando su brazo se cerró en mi hombro y me empujó—. No me estorbes, Bennet —le advertí al verlo tratar de intimidarme. Dylan Bennet era un tipo altísimo, con el cabello corto y porte militar. Sabía que mi padre trataría de arrastrarme al campamento una vez perdiera la paciencia, pero enviarme a su convoy militar era una exageración.
—Por favor, León —me dijo Dylan con respeto—. No me lo pongas más difícil, ya sabes que tendrás que irte con nosotros —y aquí era donde se resaltaban mis frustraciones. Siendo un cazador, un hombre hecho y derecho, creí que no podrían darme órdenes, que podría elegir. Pero esto no podía estar más lejos de la realidad.
—Bien —dije en forma de queja dándome media vuelta para seguirlos.
—Nos vemos en el campamento —me explicó Brienne cuando yo me detuve.
—No te vamos a dejar aquí —asumí cuando Dylan me miró.
—Solo tengo órdenes de llevarte a ti, alguien tiene que terminar la guardia —explicó cuando yo abrí la puerta de la camioneta donde me llevarían al campamento y señalé dentro.
—Novato, haz la guardia —le comandé cuando el chico salió de sus pensamientos y negó.
—No he terminado mi entrenamiento —dijo.
—Hoy es el día —añadí mirando a Brienne—. Tenemos más de 36 horas sin dormir, no voy a dejarla aquí sola —ella me miró como si fuese su héroe, y lo era. Pero en este contexto no podía dejarla ahí a morir.
—No podemos dejar a un novato en las afueras, se lo van a comer vivo —yo lo miré sin ganas.
—¿Y sí podían dejarme a Brienne y a mí? Si quieres quedarte, Dylan... —lo reté.
—Me estás haciendo perder la paciencia, León —me dijo mirándome a los ojos.
—¿Y bien? —lo reté sin ganas de seguir.
—Cada minuto que pasamos discutiendo, es un minuto que tu hermana pasa secuestrada, Gabriel —me regañó Brienne con ese tono suyo—. Váyanse ahora —yo presioné los dedos con molestia y la miré a los ojos.
—Te enviaré a alguien en media hora —ella asintió.
—No te preocupes, estaré bien —me dijo dándome un pequeño beso en la mejilla—. Te quiero —me dijo y yo suspiré.
—También yo —proferí antes de montarme en el coche e ir directamente al campamento de cazadores que teníamos entre los bosques.
Apenas llegué a La Mesa Redonda, un cañón de escopeta recortada me esperaba apuntando directamente a la cara.
La Mesa Redonda era la enorme fortaleza en la cual se reunían cazadores de todas partes del mundo. En ella, mi padre funcionaba como el líder principal y organizaba a todos los demás para que cumplieran con sus labores. Allí mantenía su escopeta en alto, amenazando con dispararme sin temblarle el pulso mientras esperaba que yo me intimidara por su salvajismo o algo así.
No sucedió, pero no le quitemos la ilusión al viejo.
-Vaya, qué miedo, papá -fingí lo mejor que pude cuando él hizo un sonido de descontento cuando yo me corregí-. Perdone, señor.
-¿Qué te he dicho de abandonar tu puesto de comando, León? -fue lo primero que dijo sin mover la escopeta. Yo lo miré lo mejor que el arma me permitió y me encogí de hombros.
-Supongo que ya Dylan habrá venido con el chisme -dio vuelta a la escopeta y me golpeó con el reverso justo en la cabeza haciéndome marearme.
Me sostuve la cabeza y la cien mientras trataba de sentarme en cualquier superficie para no caerme.
"Papá y su forma de lidiar con el estrés" me quejé para mí mismo reprimiéndome la idea de devolverle el golpe.
-¿Era necesario? -le pregunté con molestia.
-¿Cuándo vas a aprender a comportarte? -me soltó acercándose para intimidarme. Yo lo miré de arriba abajo. Con su figura alta y acuerpada, con sus brazos velludos y sus ojos color amarillo claro centelleando hacia mí.
Su mandíbula estaba aprisionada y su barba temblaba tras la rabia que le causaba que yo no hiciera lo que él quería. Como siempre.
-¿Qué estás haciendo para encontrar a Danna? -le dije tratando de contenerme.
-La estoy buscando -soltó entre dientes.
-¿Dónde? -lo encaré-. ¿Enviando guardias a las esquinas hasta que caiga un vampiro? Sabes que es una idea estúpida -él me levantó la mano y yo le alcé el rostro para que viera que no tenía miedo.
-No sabes lo que dices -musitó.
-Mamá estaría decepcionada -le dije sin tacto ni miramientos cuando él volvió a empuñar sus manos-. Por supuesto que ya Danna no te importa, no es tu hija y no le debes nada a mamá.
-¿Y qué sugiere el Leoncito? -se burló de mí.
-Somos cazadores, ¿no? Vamos a cazar -le propuse cuando él chistó.
-El pacto con los cazadores dice que...
-Dice que no podemos cazarlos si ellos no nos dan cacería -expliqué con suavidad-. Pero lo que dice el bueno para nada de Karl es que estaba con Danna en el bosque cuando los emboscaron, ese es nuestro territorio -empecé a narrar.
-¿Y qué sugieres? ¿Qué nos metamos a ciudad subterránea? Eso es suicidio -dijo él como todo un líder.
Que se entendiera el sarcasmo de mi frase, para ser el líder del clan de cazadores, era demasiado cobarde.
-Hoy hay luna nueva, es la mejor noche para cazar -le dije-, los vampiros lo saben, seguro harán fiesta en la ciudad.
-Es una excelente suposición -soltó.
-Es nuestra única opción -repliqué con tono retador. -Si tienen a Danna, nos quedaremos con un montón de los suyos hasta que respondan.
-Para nunca haber matado a un vampiro antes, te crees un super héroe, leoncito -se burló de nuevo y yo puse los ojos en blanco.
-Haré lo que sea para recuperarla -fui totalmente claro.
-Llévate media guardia, nada más -accedió mi papá con tono serio.- Trata de que no los maten a todos.
-Gracias por tu apoyo, papá -él volvió a hacer un sonido de descontento.- Disculpe, señor -finalicé sin ganas.
Me parecía sorprendente haber logrado algo con mi papá, quizás se sentía culpable por lo que dije de mamá, o quizás simplemente había encontrado la forma de deshacerse de mí. Como fuere, no iba a desperdiciar esto.
Tenía que encontrar a Danna como fuera y traerla de vuelta a salvo. Realmente no me importaba el maldito pacto con los cazadores ni mucho más, si esas sanguijuelas habían decidido romperlo todo y llevarse a uno de los nuestros, eran ellos quienes tenían más que perder.
Me armé hasta los dientes y salí recorriendo el bosque hasta la ciudad. Nos dividimos entre las calles hasta que encontramos el rastro de los 13 vampiros que se dirigían a los suburbios. Esos infelices seguramente atacarían una casa de familia y nosotros teníamos que detenerlos.
No podría entender jamás por qué mi papá accedió a firmar ese fulano pacto con los cazadores. ¿Cómo podía estar de acuerdo con que los vampiros mataran a sangre fría al menos a 5 personas al mes? Todos lo sabían en esa tonta ciudad, todos sabían que las desapariciones eran constantes y que nadie haría preguntas.
Aun así, estaban conformes con vivir así, y yo no entendía nada. Si estuviesen bajo mi cargo, si yo fuese el líder barriera y asesinara a cada vampiro infeliz de la faz de la ciudad de Noirtown. Pero esto no era cosa mía, habíamos firmado un pacto y ellos podían vivir aquí matando gente como quisieran.
Posicioné a mi docena de hombres en lugares estratégicos y subí a una casa abandonada que quedaba justo al lado de la casa donde atacarían los vampiros. Tan pronto tuve un tiro limpio para atacar al primero e iniciar el ataque sentí una mano helada enrollada en mi cuello.
-Suelta el arma, humano -un susurro tan suave y delicado como sensual y feroz salió de sus labios directo a mis oídos. Yo sentí la muerte golpearme, porque vamos, una vampiresa tenía mi cuello entre sus manos, de esa no iba a salir.
-¿Por qué debería? -pregunté y ella chasqueó la lengua, como si estuviese aburrida.
-Porque tu vida peligra -dijo como si fuese obvio y yo puse el dedo sobre el gatillo.
-Si de todas maneras vas a matarme... -comencé a aventurar cuando ella soltó una media carcajada en un sonido tan interesante que me desconcentró por completo. Toda la vida vi vampiros terroríficos, máquinas de matar, maldad pura. Pero esta mujer se escuchaba sumamente atrayente. Su olor a lavanda suave, sus manos delicadas sobre mi cuello y su respiración haciéndome estragos en la piel eran mucho más de lo que había visto antes.
-No dije que fuese a matarte -fue clara. -Solo quiero que retires a tu gente -solicitó políticamente. Esta vez yo reí, tratando de dejar de lado mis nervios para hacerle frente y ver cómo podía salir de esto.
Tenía un cuchillo en la pierna, y una cuerda con la que podría despistarla. Dentro de la chaqueta tenía dos pistolas y podía intentar golpearla con el arma. Pero ella soltó otra risita que me desconcentró de mis planes suicidas. Cuando me quedé inmóvil ella hizo un movimiento increíblemente rápido y prácticamente me sacó la escopeta de las manos.
Acto reflejo yo di un salto atrás y saqué mis dos pistolas para apuntarla.
Sin duda no era un demonio, no tenía los ojos negros ni la mandíbula por debajo del pecho, era una mujer muy hermosa.
Una chica, más bien. Como de mi edad. Sus ojos rojos centelleaban a la luz de la luna llena mientras tenía su mano en el mango de una espada en el lateral de su cuerpo. Tenía una capa negra sobre sus hombros, pero podía ver la delicadeza de sus labios gruesos, rojos y una sonrisa detrás de ellos por el cual veía un pequeño colmillo. Su cabello oscuro y semi ondulado sobresalía a través de la capa, suponía yo por el movimiento brusco que habíamos hecho.
Justo antes de ponerse firme, tomó mi escopeta y la partió a la mitad. Me quedé totalmente atónito ante su fuerza y supe que estaba perdido, esta mujer podía partirme en dos sin esfuerzo. Siempre creí que los cazadores exageraban, pero tal parecía que eran más letales de lo que imaginaba.
-No quería asustarte -dijo-, pero no quiero que tengas más armas de las que son necesarias en este lugar.
-¿Qué es lo que quieres? -le pregunté sin dejar de apuntarle como pudiera. No me mataría sin darle la pelea.
-Que tu y tus amigos se vayan -replicó con suma política-. Eviten romper el pacto, y mantengamos la paz.
-Tus amigos ya rompieron el pacto, y los superamos en número -ella negó con la cabeza.
-No hemos roto el pacto -dijo cambiando su aspecto por uno más serio.
-¿Tú quien eres, que hablas por tu gente? -le repliqué de golpe cuando ella se bajó la chaqueta dejando ver un hermoso rostro como tallado en mármol.
-Mi nombre es Angelina Death, soy la princesa de la ciudad subterránea -se presentó con solemnidad y entonces, por un instante, solo por un segundo dejé de tener miedo. Dejé de estar en guardia y supe que ella estaba tan hundida en este desastre como yo-. El pacto no ha sido roto.
-Ustedes secuestraron a mi hermana -la acusé, pero ella negó.
-¿Tu hermana es la cazadora que estaba deambulando en la ciudad subterránea? -inquirió con media molestia-. Son ustedes quienes han roto el pacto, pero no quiero entrar en guerra, prefiero que estemos en paz.
-La paz les conviene más, ¿no es cierto? -ella volvió a soltar esa sonrisa macabra y yo levanté la pistola nuevamente.
-A ustedes, no les conviene tener una ciudad de vampiros enojados acabando con sus preciosos humanos -yo me retraje ante sus palabras que revelaron su naturaleza oscura y peligrosa-. Conserven el pacto, es una sugerencia amistosa.
-Regrésame a mi hermana -le demandé y ella se acercó mirándome de frente.
-No se quién te crees, pero yo no te tengo miedo y me estás haciendo perder la paciencia -soltó con la voz sumamente baja.
-Entonces mataré a todos tus amiguitos -le dije señalando a la ventana de frente. Sin que yo pudiera advertirla ella volvió a desaparecer delante de mi vista y sentí solo sus uñas enterradas en mi cuello.
-Hueles delicioso, cazadorcito neófito. Sería una pena que me hicieras perder los estribos -dijo aspirando una buena cantidad de aire antes de que yo me moviera.
-¿León? ¿Entramos? -se oyó en mi intercomunicador y ella negó con la cabeza.
-El hijo de León -susurró ella. -, qué infortunado -se quejó.
-Suéltame -le dije tratando de forcejear, pero era como luchar contra una estatua.
-Dile que van a marcharse -me pidió-. Honra el pacto de tu padre, leoncito y yo me encargaré de ver qué ha sucedido con tu hermana.
-¿Por qué confiaría en un vampiro? -le pregunté sin sentirme cómodo con esto, pero ella podía matarme y eso no ayudaría en nada a Danna, ni al clan ni a mis amigos.
-De eso va el pacto con los cazadores, ¿no? Es una cuestión de confianza -me dijo soltándome y escondiéndose en la sombra del cuarto-. De cualquier forma, les tenemos rodeados.
Entonces simplemente desapareció dejándome con el bendito sabor amargo de que una vampiresa cualquiera me había menospreciado igual que mi padre siempre lo hacía. Igual que todos los cazadores lo hacían y yo, había quedado como un idiota.
-¿Entonces? ¿León? -oí en el intercomunicador y bufé.
¿Qué Era lo correcto entonces? ¿Por qué horrar el pacto con los cazadores? Hasta ahora había creído que les hacíamos un favor a los vampiros con no matarlos, pero, ¿y si eran ellos los que nos estaban haciendo un favor?
Hasta mi encuentro con esa chica creí que lo tenía todo controlado, que todo sería fácil y que todos eran unos exagerados.
-Marca la retirada, nos tienen rodeados -susurré en mi intercomunicador mirando la escopeta de cañón recortado que mi padre me había regalado el año pasado.
Una parte de mí sabía que ella también honraría el pacto.
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