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Capitulo 34

Bueno en tiempo record logré escribir este capitulo. Espero les guste!

Gracias por su apoyo y comentarios!! Saluditos

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—Ven —tiré de su mano hasta que nos adentramos en la terraza iluminada.

Unos pasos delante estaban los almohadones y mantas perfectamente dispuestas sobre el suelo. En un costado una frapera mantenía helada nuestra botella de champagne. Caminamos hasta quedar sobre los almohadones, quité mis zapatos y él imitó mi acción para luego sentarse y arrastrarme a su regazo.

—¿Tú organizaste esto?

—Sí, quería estar a solas contigo y brindar por un nuevo año en tu vida —susurré estirándome para servir la bebida.

—Permíteme —como todo caballero descorchó la botellas y las burbujas se liberaron en nuestras copas.

Brindamos y bebimos, podía sentir su respiración contra mi espalda. Sus manos acariciaban mis brazos desnudos y aunque la noche era cálida, me sentía estremecer. Volteé hasta quedar a horcajadas sobre sus piernas y rodeé su cuello con mis brazos, alcanzando su boca en el proceso. Él respondió permitiéndome entrar a explorar sus labios y deleitarme con los gruñidos que salían de su garganta.

Tracé con mis dedos la marca que había dejado en su cuello y la besé con reverencia. Sabía que había sido víctima de las burlas de sus compañeros por el chupetón, pero él siempre se limitó a sonreír encogiéndose de hombros. No hacía nada por ocultar la marca y ahora yo podía sentir ese instinto de posesión que por lo general era más característico en los hombres. Sonreí ante el pensamiento de que las mujeres vieran que estaba tomado, pero salí de mi ensoñación al sentir sus dedos hacer círculos en mi espalda.

—Te quiero —murmuré contra sus labios —. No tienes idea de la tortura que fue estar separada de ti.

—Créeme, nena. Lo sé —fue su turno de hacer el camino de besos por mi cuello y se rió cuando me estremecí por las cosquillas —. Estás sobresaltada ¿nerviosa por algo en especial?

—Quiero esto, Caleb —susurré tomando su rostro entre mis manos —. Quiero dar este paso junto a ti. Quiero pertenecerte en cuerpo y alma.

—¿Estás proponiéndome matrimonio? —bromeó.

—¡Ya basta! Ya es demasiado embarazoso decirte esto, como para que te rías de mi —exclamé hundiendo mi cabeza en el hueco de su cuello.

—No me río de ti. Solo quiero que te relajes —tomó mis muslos y me subió hasta que quedamos completamente alineados —. ¿Estás segura que quieres esto? Porque no sé si esta vez tendré la fuerza para apartarme.

—Fuiste tú quién se apartó las dos veces, no yo —jadeé cuando lo sentí moverse debajo de mi.

—Te dije que no iba a tomarte bajo el mismo techo que nuestros padres.

—Bueno, por eso esta vez el cielo es nuestro techo —susurré antes de que su boca tomara posesión de mis labios.

Este beso fue frenético, estábamos alimentándonos de esa conexión que crecía entre nosotros. Cuando su lengua salió al encuentro de la mía, solo pude jadear y permitirle asaltarme. Abrí los ojos, sin despegar nuestras bocas y me encontré con la profunda mirada de Caleb. Siempre manteníamos nuestros ojos cerrados, pero esta vez era diferente a todo lo que habíamos hecho. Esta vez dejaría que él me poseyera.

Sus manos comenzaron hacerse camino entre nuestro cuerpo y se las ingenió para tomar el dobladillo de mi vestido y quitármelo por encima de mi cabeza. Aprovechando la momentánea separación quitó su camiseta y volvimos a retomar la tarea de redescubrirnos. Podía perder la noción del tiempo y del espacio, pero jamás olvidaría que era en los brazos de Caleb donde estaba.

Bajó uno de sus dedos, trazando el contorno de mi sostén y me arqueé cuando lo sentí colarse por debajo de la prenda. Mis senos estaban sensibles, pero cuando bajó la copa y comenzó adorarlos con su boca, creí que enloquecería de placer. Era el primer hombre que me tocaba de esa manera y sabía que con nadie más habría sido mejor. Reverenció mi piel como si estuviera en un culto y yo fuese su diosa. Cuando comencé a tirar de su cinturón, acabó el trabajo por mí, quitándose el pantalón con un movimiento maestro.

Por un momento me sentí cohibida, ya que él tenía experiencia y yo no. ¿Y si no lograba satisfacerlo? ¿Y si él se ocupada tanto de mí que no podía llegar a calmar su necesidad? Deseché esos pensamientos en el momento en que su mano descendió hasta mi abdomen, trazando un sinuoso camino y llegando hasta mis bragas.

—No sabes las noches que soñé con hacerte esto —su voz ronca era lo más sexy que había oído jamás.

Era imposible no sentir, su bóxer apenas cubría su excitación y sus dedos comenzaban hacer estragos en mi cuerpo. Quería responderle que yo también había soñado miles de veces con este momento, pero las palabras quedaron atoradas en mi garganta en el instante en que sumergió uno de sus dedos en mi interior. Sin demasiadas preliminares y con el solo hecho de oír su respiración entrecortada, alcancé el famoso nirvana.

—Caleb…

—Amo escuchar tus jadeos, nena. ¿Estás segura que quieres hacerlo? Es la última posibilidad que te doy para arrepentirte.

—Es lo que quiero, lo que siempre quise.

Respondió mi confirmación con un beso, de esos que te quitan el aire y que te dejan viendo estrellas. Lentamente nos cambió de posición, hasta dejarme acostada sobre los mullidos almohadones. Su gran cuerpo cubrió el mío y el brillo que vi en sus ojos me hizo sonrojar. Sus pupilas dilatadas, emanaban deseo en estado puro. Se apoyó sobre su brazo y con su mano libre fue bajando mis bragas.

Comencé a tirar de los lados de su bóxer, pero él impidió que llegara a quitárselos. Negó con la cabeza y bajó a besarme nuevamente. No podía pensar en otra cosa que no fueran sus labios, sus manos recorriéndome y su cuerpo sintiéndose tan bien encima del mío. Retomó su atención a mis senos y me volví inconsciente a lo que nos rodeaba. Mi cuerpo estaba en alerta por lo que él me provocaba. Caleb alzó sus caderas solo un poco, deshaciéndose el bóxer con un movimiento experto y colocándose la protección.

En el momento en que quedamos completamente desnudos, sentí que la conexión crecía, era como si estuviéramos destinados a estar juntos. Abrió mis piernas con las suyas hasta que se posicionó en medio. Por un momento me embargó el temor, sabía que iba a doler, pero quería demostrarle que podía hacer esto, que necesitaba hacerlo. Debió percibir algo, porque me besó una vez más y me habló con dulzura.

—Lo haremos despacio. No quites tus ojos de los míos. Siempre voy a cuidarte, Jess.

A medida que sus labios tocaban los míos, sentí su intrusión. Por un momento me congelé, aguantando la respiración hasta que él comenzó a decirme al oído que me relajara. Acompañó cada movimiento con sus besos y caricias, para el momento que cruzó la barrera de mi virginidad, su boca ahogó mi grito de dolor. Permaneció inmóvil, permitiéndome acostumbrarme a su presencia. Y cuando el malestar comenzó a calmarse, lo sentí moverse. En ningún momento apartamos la vista uno del otro, aunque quería cerrar mis ojos y entregarme al placer, sabía que mirar sus rasgos enmarcados por la lujuria me haría enloquecer.

—¿Estás bien? —preguntó entre jadeos.

—Sí, estoy mejor que nunca.

Gruñó ante mi respuesta y apoyó su frente junto a la mía, mientras su cuerpo comenzaba a zambullirse dentro de mí. El dolor dejó de existir, dando paso a un exquisito placer. Sus manos adoraban mi cuerpo y su boca atormentaba mi mente. Perdí la razón cando comenzó a moverse con mayor frenesí, uniendo no solo nuestros cuerpos, sino también nuestras almas.

 Nuestros jadeos y gemidos hacían eco en la noche, y cuando creí que no podía sentir algo más exquisito, mi matriz estalló en miles de sensaciones que recorrieron mi cuerpo. Lo sentí tensarse y al momento en que convulsionó, supe que habíamos llegado juntos al clímax. Sus últimos movimientos nos dejaron agotados, su cuerpo se desplomó sobre el mío y éramos un manojo de emociones.

 Suavemente salió de mí, se quitó el condón y me llevó hacia su pecho, acunándome entre sus brazos. Una manta se deslizó sobre nuestros cuerpos desnudos y cuando dejó un beso en mi cabeza, supe que había tomado la mejor decisión de mi vida.

—Feliz cumpleaños, mi amor —susurré.

—Fue el mejor regalo que nadie me haya dado jamás —me volteó hasta que quedamos frente a frente, con mi pierna cuidadosamente enredada con la suya —. Te amo, Jess. Y estaba esperando el momento oportuno para decirlo. Pero no me di cuenta que contigo cualquier momento es oportuno.

—¡Oh, Caleb! —besé sus labios y me alejé para mirarlo a los ojos —. Yo también te amo con locura. Me haces sentir única y solo contigo no me avergüenzo de ser quien soy. Te amo por estar en mi vida, por los detalles que demuestran tu devoción por mí. Te amo por el simple hecho de que no sería capaz de amar a nadie más.

Él me abrazó con fuerza, sosteniéndome de la única manera en que me sentía segura. Y cuando Morfeo vino por nosotros, nos sumergimos en el sueño mirándonos a los ojos.

                                      ***

Cuando llegamos a nuestra casa, nos despedimos en la puerta de mi dormitorio durante una eternidad. Si antes estábamos unidos, haber hecho el amor acabó de disipar nuestras dudas sobre si éramos el uno para el otro. No concebía un futuro sin Caleb y podía asegurar que él pensaba igual. Mis labios estaban hinchados ante la intensa sesión de besos y su boca parecía nunca querer alejarse de la mía.

—Tenemos que parar. No quiero que nuestros padres nos vean comiéndonos la boca de esta manera —susurré contra sus labios.

—En este momento me importaría poco si el mundo se viniese abajo.

—Caleb…

—De acuerdo —suspiró y dio un paso atrás. Mordió su labio y sonrió de lado —. El último, lo prometo —acortó la distancia y dejó un poderoso beso antes de alejarse en dirección a su habitación.

Cerré la puerta y me recosté contra ella, manteniendo una tonta sonrisa en mi rostro. Todo había sido perfecto, más de lo que lo había imaginado alguna vez. Ya se podría decir que era una mujer y el pensamiento en lugar de aterrarme, me provocaba ganas de bailar. Quería ser una mujer para él, alguien en quien pudiera confiar ciegamente y con quien pudiera planificar un posible futuro. Me dejé caer en mi cama y antes de que pudiera darme cuenta estaba en brazos de Morfeo.

Los días pasaban y cada vez me sentía más enamorada. Cassidy me había hecho prácticamente un interrogatorio policiaco, deseando que le contara con lujo de detalles mi primera vez.

—Estás loca si crees que voy a detallarte algo —chillé.

—No te hagas la puritana, yo te conté cuando estuve con Josh.

—Pero yo no te lo pedí. Y si no recuerdo mal te detuve antes de llegar a los detalles escabrosos —murmuré dejando caer los libros en mi escritorio.

—Como sea. ¿Estás al tanto de el último rumor? —se sentó a mi lado, inclinándose a para susurrarme el cotilleo. Rodeé los ojos y me acerqué a ella —. Kevin le dijo a Josh que Penny le había contado, que Leila acorraló a Aaron en el cumpleaños de Caleb.

—¿Acorraló? ¿Qué significa eso?

—¡Jessica! A veces pienso si eres ingenua o de verdad eres tonta —murmuró negando con la cabeza. Le pegué en el brazo, ganándome una mirada desaprobatoria del profesor de Literatura, que había decidido entrar en ese momento al salón.

—Buenos días. Por favor hagan silencio así empezamos con la clase —murmuró volteándose para escribir en la pizarra.

Saqué el libro Orgullo y prejuicio, ya que era la historia que estábamos comentando en estos momentos y abrí la página marcada. Cassidy codeó mi brazo y me volteé a verla tratando de descubrir qué era lo que quería.

—Se le declaró —susurró para que solo yo pudiera oírla —. La ratita había bebido demás y le confesó que lo quería. Kevin dijo que Aaron quedó en shock ante la confesión, pero que aún así permitió que ella lo besara.

—Señorita St. Mills, ¿por qué no comienza a leer la página sesenta y cinco?

Cassidy resopló y se reacomodó en su asiento, al tiempo que comenzaba la lectura. Por mi parte, no podía dejar de pensar en que al fin Leila se decidió en dar el primer paso. A pesar de nuestras diferencias, sabía que ella quería a Aaron y esperaba que él correspondiera el sentimiento. Se merecía ser feliz.

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