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Capitulo 28

Hola, aquí les dejo un nuevo capitulo, estoy tratando de escribir mas aprisa para no dejarlas tantos días sin lectura.

A cambio voy a insistir con que me regalen sus votitos y comentarios, siempre son mas que bienvenidos y me ayudan un monton! XD

Saluditos!!! 

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Cuando llegué al trabajo esa tarde aún tenía la mente en mi misión secreta, bueno, no era exactamente secreta, pro me hacía ilusión llamarla así. Después de todo había trabajo de investigación y hasta grabación escondida. Pasé la mayor parte de la tarde ensimismada en el archivero, aún me quedaba mucho por catalogar y al paso que iba no acabaría jamás. Se podía decir que me sentía… ¿Cuál era la sensación más cercana a feliz, pero que no te daba esa euforia rebosante de positividad? Bueno, creo que podía llamarlo entusiasmo. Sí, estaba entusiasmada por el próximo paso a seguir.

Estaba tarareando la canción Hot and Cold de Katy Perry, acompañada de un movimiento de caderas por supuesto, y no me percate de la presencia que llenaba el marco de la puerta. Enrollé uno de los papeles, improvisando un micrófono y comencé a cantar más fuerte, olvidándome dónde me encontraba, mientras seguía el compás de la música que se reproducía en mi cabeza. Giré agitando las manos y moviendo mi cabellera, y cuando lo vi me detuve como si alguien hubiese apretado el botón stop en mi cerebro.

—Por mí no te detengas —bromeó Jeremy.

—¿Por qué siempre logras atraparme haciendo algo estúpido? —gemí mientras ocultaba mi rostro con mis manos.

—No me parece estúpido verte cantar y bailar, de hecho creo que te ves linda. Eres natural y espontanea, eso me gusta de ti —comentó torciendo la cabeza hacia un lado.

¿Jeremy acaba de sonrojarse? ¿El hijo de mi jefe acaba de llamarme linda?

—Bueno, gracias. Pero creo que debo mejorar mis dotes de cantante —bromeé para aligerar la situación —. ¿Necesitabas algo? —pregunté después de unos minutos, viendo que Jeremy se limitaba a mirarme.

Con disimulo acomodé mi ropa y cabello, ¿había usado un calcetín de cada clase nuevamente y no me había dado cuenta? Al parecer todo estaba en su lugar, ¿entonces por que estaba dándome esa mirada? Como si estuviese perforando mi alma con sus ojos. Me removí incómoda y arqueé una ceja, recordándole que le había hecho una pregunta.

—Eh, no. Estaba buscándote, pero por un tema no laboral.

—Ah, de acuerdo —ambos nos quedamos en silencio. ¿Cuándo había aparecido la incomodidad entre nosotros? —. ¿Y qué es lo que querías decirme?

—Quería invitarte a un after work. Saldremos a tomar algo, sé que aún no tienes los dieciocho años, por lo que puedes beber un zumo o lo que quieras… —cuando empezó a divagar, no pude evitar soltar una risa.

¿Jeremy estaba nervioso? Me parecía irreal que un chico de su edad balbuceara para invitarme a salir. Bueno, no era una cita, pero por algún motivo tenía el presentimiento de que podría sentirse como una.

—¿Y tú puedes beber alcohol? —inquirí interrumpiéndolo.

—De hecho sí, hoy cumplo los veintiún años —contestó algo tímido.

—¿Sí? ¡Oh, Feliz cumpleaños! —sin pensar lo que estaba haciendo, corrí abrazarlo.

Era normal en mí tirarme encima de las personas, a veces no controlaba mi cuerpo. En un principio noté que se tensó, pero después que mis brazos rodearon su cintura se relajó. Parecía no saber dónde colocar sus manos, por lo que lo salvé de otro incomodo momento y me aparté. ¿En realidad así se comportaba con las chicas? ¿O le había contagiado mi torpeza?

—Gracias —me mantuve a unos seguros cinco pasos y él aclaró su garganta cuando el silencio volvió a cernirse sobre nosotros —. Entonces ¿vendrás?

—Sí, claro. Creo que salir un rato me hará bien —murmuré, mientras pensaba en alguna manera de aclararle que yo solo estaba interesada en su compañía como amigo. Pero no tuve que decir nada, ya que él se me adelantó.

—¿Aún estás mal con tu novio? Porque me gustaría invitarte a salir…

—Lo acabas de hacer —susurré.

—No, digo sí. Pero quiero invitarte a una cita de verdad —avanzó unos pasos y se sentó sobre la mesa, dejando una de sus largas piernas colgando —. Me gustas, Jessie. Eres un soplo de aire fresco en esta oficina y quisiera llegar a conocerte un poco más.

—Me siento halagada, Jeremy. Pero tengo que decirte que no. No puedo.

—¿No puedes o no quieres?

—Creo que ambas —contesté con sinceridad —. Estoy enamorada de mi novio, o ex novio. Ya a esta altura no sé qué somos, pero tengo la certeza de que volveremos a estar juntos. Por eso es que no quiero estar con nadie más, no sería justo para ti salir conmigo sabiendo que mi corazón ya está entregado a otra persona —respiré hondo, viéndolo asentir—. Además tu papá dejó bien claro que no se permiten las relaciones entre empleados, y no quiero tener problemas con él. Necesito acabar esta pasantía. Por eso es que no puedo salir contigo.

—Entiendo. Y te pido disculpas si te incomodé con mi pregunta, si no quieres venir hoy está todo bien —acabó diciendo.

—Iré, pero si me prometes que seguiremos como hasta ahora. Tú atrapándome cada vez que hago algo torpe y estúpido, pasando el tiempo cómo amigos.

—De acurdo, trataré de acosarte para descubrirte en algunas de tus payasadas —murmuró volviendo a colocar una sonrisa en sus labios.

—¿Acabas de llamarme payasa?

—Tú eres payasa y yo el dueño del circo —exclamó y ambos nos largamos a reír.

Estuvimos unos minutos más riendo, hasta que nos dimos cuenta que si seguíamos así ninguno acabaría su trabajo. Él se fue, acordando venir por mi cuando el horario laboral acabara. Había un bar cercano, el cual solían frecuentar cuando salían del trabajo. Decidí llamar a mi padre para avisarle que llegaría más tarde, pero su móvil estaba apagado. Eso significaba que se encontraba en casa, ya que lo apagaba cada vez que salía del hospital, para tener más tranquilidad. Pasé los contactos hasta que encontré el que decía Casa y aguardé a que conectara la llamada.

—¿Diga? —una voz masculina contestó, voz que no pertenecía a mi padre.

—¡Eh, hola! Soy Jessica.

—Hola —susurró Caleb cambiando el tono de su voz.

—¿Está mi padre en casa?

—Creo que mencionó que tomaría una ducha.

Mordí mis labios, mientras me permitía empaparme de su voz. Era la primera conversación que manteníamos después de la situación en la cocina y extrañaba escucharlo hablar. Medité mi decisión de pedirle que le pasara el mensaje a Joseph, pero no estaba haciendo nada incorrecto, por lo que procedí a contarle el motivo de mi llamado.

—¿Podrías por favor decirle que llegaré más tarde? Saldré a tomar algo con unos compañeros del trabajo.

—Tienes diecisiete años, Jessica, no puedes beber alcohol en un bar —respondió irritado.

—Ya lo sé, Caleb. No voy a beber alcohol, llegar tambaleándome a casa a las nueve de la noche no es mi modus operandi —comenté ironizando con su borrachera.

—De acuerdo, le daré tu mensaje. ¿Dónde tiene que ir a recogerte? —preguntó, y me encontré pensando si quería saber la dirección para pasársela a mi padre o porque él estaba interesado en saber dónde estaría.

—Yo se la enviaré luego por mensaje, pero tal vez uno de mis compañeros me lleve a casa, así que no será necesario que venga a recogerme —respondí con el propósito de darle a entender que sabía de su intención. Ambos podíamos jugar al juego del gato y el ratón.

—De acuerdo —lo oí resoplar y quise hacer un baile de victoria. Estaba celoso, eso significaba que yo aún le importaba.

—Adiós, Caleb.

—Adiós —ambos nos mantuvimos en silencio, sin acabar la llamada. Cuando estaba a apunto de apretar el botón de finalizar, su voz me sobresaltó —. Ten cuidado, Jess.

—Lo tendré —respondí y corté el llamado.

No sabía si eran mariposas o una descompostura lo que estaba construyéndose en mi estomago, pero estaba segura que volver a oírlo llamarme Jess, acabó por mejorar mi día. Cuando Jeremy pasó por mí, no podía quitar la estúpida sonrisa de mi rostro. Caleb seguía preocupándose y aunque después lo negara, estaba completamente cabreado por no saber donde iba a estar yo esa noche.

El after work estuvo muy divertido, Jeremy se comportó toda la noche adecuadamente, tratando de integrarme al grupo. Si bien conocía a la mayoría, había otros con quienes jamás había cruzado palabra en la empresa. Supe que estaban en otro sector, probablemente muy por encima de mi puesto de asistente de la asistente de recursos humanos. Fiel a mi palabra, solo me limité a beber zumos de naranja, mientras el resto bebía cerveza. Me sentía como una niña, pero era lunes y por más que hubiese podido, no bebería entre semana.

Jeremy insistió en llevarme a casa y acepté para no molestar a mi padre. Durante el viaje bromeamos sobre nuestros compañeros de trabajo y me alegré de que nuestra relación fuera como antes de esa no-cita. Como todo un caballero, descendió antes para abrir mi puerta y se despidió dándome un cálido beso en la mejilla. Le agradecí y cuando vi que el automóvil se perdía en la oscuridad de la noche me adentré a mi casa.

Me detuve de repente cuando vi a Caleb sentado en el sofá, pasando los canales de la televisión sin prestar atención a lo que hacía. Lo observé con detenimiento, tenía un agarre intenso sobre el mando a distancia, su mandíbula estaba apretada con tanta firmeza que creí oír sus dientes rechinar. Pasé a su lado y antes de que pudiera poner un pie en la escalera, su voz me hizo frenar.

—¿Te divertiste?

—Sí, gracias por preguntar —respondí volviendo a dirigirme escaleras arriba.

—Jessie… —me detuve en mitad de la escalera y cerré los ojos ante el tono desesperado de su voz. Él estaba viéndome, y percibí en sus ojos la misma necesidad que tenía yo, las ganas de arrojarme a sus brazos y olvidarnos de todo. Sacudió su cabeza y volvió su mirada hacia el televisor —, que descanses.

 —Igual tú —mi respuesta salió acompañada de un suspiró decepcionado.

Llegué a mi habitación y me recosté en la cama, rememorando cada minuto en que sus ojos se cruzaron con los míos. Me dormí recordando su voz, deseando escuchar sus palabras de amor en mi oído.  

                                                  ***

Pasaron varios días de la semana en que no tuve señales de Leila, y cuando creí que tendría que volver amenazarla para que cumpliera su trato, me sorprendió diciéndome que había concertado la reunión. Decidí acompañarla y quedarme oculta a un lado, necesitaba asegurarme de que conseguiría la confesión. Cuando la hora del almuerzo llegó, Leila me hizo una seña con su cabeza, indicándome que debía seguirla.

Fui tras ella a una prudente distancia, mi corazón golpeteaba en mi pecho a un ritmo frenético, anticipando lo que estaba por suceder. Conseguiría las pruebas para demostrar mi inocencia y obtendría mi dulce venganza. La vi salir hacia el sector del estadio de futbol, y detenerse detrás de las gradas. Quien la viera diría que estaba un poco loca por vestir una chaqueta en un día soleado, pero dentro de uno de sus bolsillos Leila llevaba la grabadora. La idea inicial del micrófono oculto en su ropa no funcionó, ya que no conseguimos uno, por lo que optamos por la vieja y fiel grabadora de bolsillo.

La reunión no duró más de unos minutos y tuve que hacer un esfuerzo sobrehumano para oír lo que estaban hablando, ya que me había ocultado varios metros atrás para no alertar mi presencia. Escuché los susurros exaltados y las pisotadas que se alejaban, hasta que la figura de Leila apareció frente a mí, con una media sonrisa en su rostro.

—Aquí tienes —me tendió el aparato y lo recibí como si se tratase de un tesoro —. Ahora estamos a mano, espero me dejes fuera de esto, no quiero problemas con el comité periodístico.

—Te di mi palabra de que ocultaría tu identidad y así será —guardé la grabadora en mi mochila y agradecí con un asentimiento de cabeza. Pero antes de que ella se diera media vuelta, no pude resistir de preguntarle algo que estaba rondando mi cabeza —. ¿Por qué lo hiciste?

—No te entiendo —susurró y noté que comenzaba a sonrojarse.

—Sabes de lo que hablo. ¿Por qué tomaste la fotografía? —apartó sus ojos de los míos y agachó su cabeza. Entonces lo supe —. Fue por Aaron ¿verdad? Te gusta.

—Era injusto que él solo tuviera ojos para ti, cuando lo único que hacías era usarlo para darle celos a Caleb —exclamó alzando su cabeza para enfrentarme.

—Jamás utilice a Aaron, él sabía desde un principio que yo estaba enamorada de Caleb. Y si tanto te gusta él, no deberías haber accedido a esa estupidez de la foto, de ese modo, no solo arruinaste mi reputación, sino la de Aaron también.

Me observó por unos minutos, y supe que hasta ese momento no se había detenido a pensar en ello. Había dejado a Aaron como un mal compañero frente a todo el equipo, provocando que muchos de ellos ya no lo creyeran una persona de confianza. La dejé con su conciencia y me fui, dispuesta a cumplir la segunda fase de mi plan. Demostrar nuestra inocencia.

Mientras me apresuraba en llegar a la oficina del director, le envié un mensaje a Aaron, diciéndole que iba en camino. Él se encargaría de distraer a Mindy, la asistente del director, para que yo pudiera pasar la grabación por el altavoz del instituto. Tomé el delicado aparato entre mis manos, y ralenticé mis pasos cuando estaba por llegar a la oficina. Oí la voz de Aaron diciéndole a Mindy que alguien había rayado su automóvil, la regordeta asistente salió sin pensárselo dos veces.

Me adentré y en cuestión de minutos había encendido el grabador, había logrado escucharlo de camino y sabía cuando detenerlo para que solo la voz implicada resonara. Encendí los altavoces y carraspeé antes de hablar, sintiéndome nerviosa por lo que estaba a punto de suceder.

—Estudiantes, quiero que presten atención unos minutos. Hay algo que deberían oír de la boca de nuestra amada Gillian, espero lo disfruten.

Di play y la conversación entre Leila y Gillian hizo eco en los pasillos del instituto. 

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