Capitulo 14
El resto del domingo fue como vivir en una burbuja de felicidad, donde éramos solo Caleb y yo. Pasamos la tarde recostados en la hamaca, besándonos y disfrutando el uno del otro. No hablamos sobre lo que pasaría, solo nos limitábamos a disfrutar ese tiempo a solas.
No obstante, no podía dejar de pensar en qué se convertiría todo esto. ¿Nuestros padres aceptarían que quisiéramos estar juntos? Mi padre se mostraría reticente, pero tenía la esperanza de que entendiera que ya no era una niña y que Caleb era el único. Sólo restaba saber si yo era su única. Deseché esos pensamientos de mi mente, ya que recién estábamos comenzando lo que fuera que teníamos, y no podía contaminar estos momentos con mis inseguridades.
Cuando la noche llegó, nos despedimos ansiando poder dormir juntos. Pero eso era imposible, ya que nuestros padres regresaban a la madrugada, y sería una catástrofe que encontraran a Caleb en mi cama. Antes tendríamos que aclarar las cosas y hablar con ellos. Morfeo me llevó por el camino de los sueños, sin necesidad de dar mil y un vueltas en mis sábanas.
Mi despertador sonó insistentemente, devolviéndome a la realidad. Tomé un baño y cuando bajé a desayunar, en la cocina ya estaban el resto de los moradores de la casa. Mi padre besó mi cabeza, preguntándome cómo había pasado el día de ayer. Miré de soslayo a Caleb y vi que sonreía.
—De maravilla —respondí, incapaz de ocultar mi buen humor.
—Me alegro, cariño —suspiró y noté que sus hombros se tensaban. Margherite se acercó por detrás y le dio un leve apretón —. Niños... queremos comunicarles algo —él tomó la mano de la madre de Caleb y depositó un beso —. Le he pedido a Margherite que sea mi esposa.
La cuchara resbaló de mi mano cuando mi padre acabó de hablar. Abrí mucho los ojos, impactada. Imaginé que en algún momento esto podría suceder, pero no creí que fuera tan pronto. Suspiré hondo y cerré los ojos, haciendo una cuenta mental hasta diez. No quería parecer una niña malcriada que se molestaba por todo, pero necesitaba decirles que esa decisión me parecía demasiado apresurada.
—¿Por qué la prisa? ¿No están bien de este modo? ¿No pensaban consultarnos?—inquirí, ganándome una mirada de desaprobación por parte de mi padre. Esto no se trataba solo de ellos, era sobre Caleb y yo. Si ellos contraían matrimonio significaría que seríamos legalmente una familia y nuestra relación no sería bien vista.
—Jessica, no estoy preguntándotelo. Les estamos comunicando que hemos decidido casarnos, así que espero un poco de cooperación de vuestra parte —exclamó mi padre con una expresión rígida.
Tragué el nudo que estaba formándose en mi garganta, me levanté del taburete y tomé mi mochila. Salí de la casa sin mirar atrás, necesitaba pensar, asimilar las novedades que podrían significar el fin de mi repentina felicidad. Caminé la distancia hasta el Instituto, permitiendo que el aire matinal enfriara los engranajes de mi cabeza.
Fui directo a mi taquilla, saqué los libros para la clase de Cálculo y cerré la puerta con un estrepitoso golpe. Tenía que tranquilizarme o llamaría la atención por maltrato a la propiedad escolar.
—¡Ey, Jess! —vi a Aaron correr en mi dirección.
—Hola, Aaron —exclamé con poca efusividad. Su sonrisa se desvaneció, cuando notó mi expresión funesta.
—¿Qué está mal? —inquirió tomando mi mano.
Tomé aire profundamente, tratando de elegir las palabras correctas para expresar mi malestar.
—¿Alguna vez has sentido que todo lo bueno que te sucede, se desvanece como agua entre tus dedos? —él arqueó una ceja, posiblemente tratando de descifrar mis palabras —. Olvídalo, tengo un mal día.
Aaron me empujó hacia su cuerpo y sus brazos me rodearon con calidez. Era lo que necesitaba, nada de preguntas, solo sentir que a alguien le importaba.
Me deshice de su abrazo limpiando una solitaria lágrima que caía por mi mejilla. Él me observó y trazó el camino de la gota con su dedo pulgar. Sabía que estaba mal dejarlo acercarse de esa manera, después de lo que había sucedido con Caleb, pero su toque me reconfortaba.
—¿Sabes que puedes confiar en mí, verdad? —preguntó sonriéndome.
—Lo sé, y gracias —me aparté y lo rodeé para poder ingresar al salón de clases.
***
Cassidy estaba esperándome en la cafetería a la hora del almuerzo, No veía a Josh ni a Caleb por ningún lado. Busqué una bandeja y me senté junto a ella, admirando la sonrisa que se extendía por su rostro.
—¿Jessie, estas bien? —espetó ella frunciendo el ceño. Sentí la necesidad de no revelar mi día con Caleb, por lo que solo asentí —. Estoy en las nubes. Josh es tan dulce, tengo que agradecerte, porque si no nos hubieses empujado a hablar, aún seguiríamos lastimándonos —escuchaba sus palabras, pero sonaban lejanas —. Así que decidimos convertirnos en payasos y recorrer el mundo con un circo.
—Me alegro por ustedes —suspiré hundiendo mis manos en el cabello.
— Ni siquiera estas escuchándome… ¿Vas a decirme qué es lo que te pasa? —farfulló golpeando la mesa con su puño. Me sobresalté y alcé la cabeza para mirarla, respiré y abrí mi boca para contarle todo, cuando un brazo tiró de mi, poniéndome de pie.
—Tenemos que hablar —los ojos de Caleb se fijaron en los míos y sin esperar mi respuesta me arrastró hacia afuera de la cafetería —. ¿Qué demonios te pasa, Jess? ¿Por qué saliste huyendo de esa manera?
Abrí los ojos, atónita. Creí que si había alguien capaz de entenderme, ese era Caleb, pero al parecer me equivoqué.
—¿Estabas en la cocina de mi casa esta mañana cuando nuestros padres anunciaron su matrimonio? —exclamé soltándome de su agarre.
—Escuché lo que dijeron, y eso no cambia nada —vociferó impertérrito.
—Entonces estamos en distinta sintonía —espeté dándole la espalda —. No sé qué esperas de mi, Caleb. Pero no quiero ser el sucio secreto de nadie…
—¿Qué estás diciendo? No eres mi sucio secreto —me tomó de los hombros y me volteó para poder mirarme a los ojos —. Ayer no querías hablar de lo que sucedería con nosotros, por eso es que no dije nada. Pero no quiero mantenerte en secreto.
—Esto… —cerré los ojos, tratando de tranquilizarme —, yo no sé qué pensar. Tengo miedo. Temo que la boda de nuestros padres nos impida encontrar nuestra felicidad.
—Eso no va a pasar, porque no lo permitiremos. Ten en cuenta que el año próximo nos iremos a la Universidad y si a ellos no les gusta que estemos juntos, tendrán que aceptarlo. Porque quiero estar contigo, quiero poder abrazarte todos los días a toda hora, besarte hasta dejarte inconsciente y demostrarle a todo el mundo que eres mía y que yo soy tuyo.
—Admiro tu forma de encarar las dificultades —murmuré abrazándolo —. Soy demasiado insegura, y temerosa. Pero no hay nada que ansíe más que ser tuya.
—Eso espero, porque voy a dejarle bien claro a Aaron ese punto —sonrió y unió nuestros labios en un dulce beso —. No me gusta verlo tocándote, ésta mañana tendría que haber sido yo quien limpiara tus lágrimas.
—¿Nos viste? —inquirí apartándome para mirarlo a la cara.
—Estaban en mitad del pasillo, no fue muy difícil verlos —respondió tensando su mandíbula.
—Solo le permití abrazarme porque lo necesitaba, es solo un amigo —reiteré para tranquilizarlo.
—Él no lo ve así —me besó nuevamente y habló sobre mis labios —, pero no te preocupes, me aseguraré de que a partir de ahora, solo te vea de esa manera.
Sonreí dándole un último beso, para dirigirnos hacia el siguiente periodo. Hablar con Caleb siempre clamaba mis temores, era una especie de bálsamo para mis perturbados pensamientos.
Al encontrarme con Cassidy en las taquillas, arqueó una ceja de manera interrogante. Le debía una explicación por lo sucedido, y estaba dispuesta a dársela, pero no en medio de un pasillo lleno de estudiantes.
Cuando sonó el aviso de que el último periodo llegaba a su fin, me apresuré en llegar al estacionamiento. Después de la conversación, estaba más tranquila, pero no podía dejar de pensar en qué diría mi padre, cuando decidiéramos contarle lo nuestro. Me detuve abruptamente al ver a Gillian inclinada sobre Caleb, pasando sus esculpidas uñas sobre sus brazos.
Él parecía ajeno a su tacto, y cuando nuestros ojos se encontraron, vi una mirada de disculpa en ellos. Tomé aire, decidida en demostrarle a la animadora, que estaba confundida si creía que le permitiría tocar a mi chico. Con pasos firmes me acerqué a ellos, acuné el rostro de Caleb entre mis manos y devoré su boca.
—Hola, bebé. ¿Estabas esperándome? —inquirí volviendo a acariciar sus labios con los míos. Él sonrió y tiró de mi cuerpo hacia el suyo, provocando que Gillian tuviera que moverse para no quedar en medio de nosotros.
—Siempre, nena. No te irás sin mi —articuló él, besándome una vez más.
Pude jurar que escuché un jadeo escapar de los labios de Gillian, volteé mi cabeza y la observé con expresión divertida.
—Oh, hola Gillian —saludé como si recién me percatase de su presencia.
Ella resopló y cambio su mirada de mí a Caleb.
—Piensa lo que te dije. Si estás dispuesto a estar con una verdadera mujer —me miró de arriba abajo, hacienda una mueca —, llámame.
Dio media vuelta y camino contoneándose hacia su automóvil.
—Voy a matarla —espeté apretando mis dientes. Si no hubiese sido porque los brazos de Caleb me aferraban a su pecho, hubiese ido tras ella.
—No permitas que te altere, nena. No caigas en su juego —susurró en mi oído.
—Lo intento, pero es tan perra…
—Lo sé —él rió y se movió para abrir la puerta del vehículo para mí —, pero ya has dejado claro ante todo el instituto que estamos juntos. Así que no deberías preocuparte —comentó guiñándome un ojo.
Caleb estacionó el auto frente a nuestra casa, y ambos nos quedamos en silencio con la mirada fija en la carretera. Hasta que él suspiró y se puso de lado para mirarme a los ojos.
—Jess, creo que hasta que los ánimos se calmen con tu papá, no deberíamos decir nada sobre lo nuestro —susurró como si temiese mi reacción.
—De acuerdo —respondí con poca convicción, pero era lo mejor que podíamos hacer. Al menos hasta que mi padre y yo nos reconciliáramos.
—Moriré por besarte —enredó sus dedos en mis cabellos, posicionándolos en mi nuca, para llevarme hacia él —. No te duermas temprano, vendré para darte el beso de buenas noches —murmuró antes de unir mis labios con los suyos.
—Lo esperaré ansiosa —susurré devolviéndole el beso. Jamás me cansaría de besar sus dulces y carnosos labios.
Bajamos del automóvil y tuve que contenerme para no aferrarme a su mano. Caminamos a la par, él abrió la puerta de entrada para dejarme pasar y respiré el aire que estaba conteniendo cuando descubrí que la casa estaba en silencio. Mi padre posiblemente estuviera trabajando y Margherite haciendo los planes de la boda. Hice una mueca ante ese pensamiento, en poco tiempo sería legalmente mi madrastra.
—Debería ir a prepararme para la práctica —murmuró Caleb. Asentí con la cabeza, y reí cuando él recorrió el salón con sus ojos, comprobando si estábamos solos, para darme un rápido beso y salir corriendo hacia su habitación.
Dejé mi mochila sobre el sofá y me encaminé hacia la cocina, para beber un vaso de refresco. Mi mente divagaba en todo lo sucedido últimamente, en cómo habían cambiado las cosas. Cassidy estaba con Josh, y Caleb y yo… bueno a pesar de que no habíamos dicho las palabras, internamente sabía que estábamos comenzando una relación. Caí en la cuenta de que mi mayor deseo, se había hecho realidad. Caleb Macloud era mi novio.
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