Capítulo 53: El acertijo
Cinco meses después
Estefanía sale de la facultad, mira su reloj y acelera el paso. Macarena le ha pedido que mantenga el secreto, y le ha costado mucho. Ve a Gabriel en la sala de ensayo, le saluda con la mano y nota que está rodeado por otras alumnas preguntando sobre el último examen. Estefanía resopla, saca su teléfono y llama a su cuñada.
—Hola, cuñis.
—¿Cómo va el plan? —pregunta Macarena.
—Bien, todo marcha. Te juro que no aguanto más el secreto.
—Ya queda poco. ¿Le pediste que nos ayudara?
—Gabriel apenas me pela; dudo que lo vuelva a convencer de hacer algo por mí.
—Deberías comértelo a besos, así lo convences mejor —sugiere Macarena con una sonrisa.
—Cuñis, mi hermano se muere si te escucha darme ese consejo.
—Está al lado mío, pero con audífonos. Ahora me mira extraño... ahora se sacó los audífonos.
Estefanía escucha al otro lado del teléfono cuando Maximiliano le pregunta a Macarena con quién habla.
—Hola, princesa —dice Maximiliano, acercándose al teléfono de Macarena.
—Hola, hermanito lindo —le responde a través del auricular.
—Estefi le dio un beso al profesor —le dice Macarena a Maximiliano.
Estefanía se ríe al escuchar la broma de Macarena.
—¡Estefanía, devuélvete ahora mismo a la casa! —exclama Maximiliano, fingiendo estar enojado.
—No he besado a nadie, es una broma, controlador empedernido —responde Estefanía.
—También bromeaba. Te quiero, princesa. Nos vemos más tarde.
—Ahora se puso de nuevo los audífonos, podemos seguir hablando —le dice Macarena a Estefania por el auricular.
—¿Se enojó?
—No, nada.
—Entonces iré a besar de verdad a Gabriel.
Macarena se ríe, disfrutando de las travesuras de su cuñada.
—Te esperamos más tarde. Trae novedades —le pide Macarena acariciando la cabeza de su novio
—Es algo en lo que estoy trabajando en este momento.
—Nos vemos. Te quiero, Estefi.
—Yo también, cuñis. Nos vemos
Estefanía guarda el teléfono, se detiene y regresa a la sala de ensayos. Al llegar, ve a Gabriel sentado en su escritorio, con audífonos, revisando papeles y haciendo anotaciones. Ella sonríe al verlo y se acerca para llamarlo, pero él, completamente enfocado en su trabajo, ni se da cuenta de que está allí.
—Ese "Si Bemol" está mal puesto en esa escala —le dice Estefanía, señalando los papeles de Gabriel con un dedo.
Gabriel se sobresalta y se quita los audífonos.
—¡Estefi! —dice, sorprendido.
—Te decía que ese "Si Bemol" está mal puesto en esa escala —repite.
—Sí, gracias. Lo estaba revisando. Es un examen, no deberías verlo, son confidenciales.
—No le diré a nadie, caballero correcto —responde ella con una sonrisa traviesa.
—¿Qué te trae por aquí? —pregunta Gabriel, sonriendo y guardando los papeles.
—Me había olvidado de algo —responde Estefanía, acercando una silla para sentarse junto a él.
—¿Quieres saber algo del examen? A tus compañeras les dije que las evaluaciones estarán la próxima semana.
—¡Qué aburrido! No me interesa el examen, sé que saqué la mejor calificación —responde Estefanía, haciendo reír a Gabriel.
—Entonces, alumna superdotada, ¿qué te hizo descender del selecto olimpo y venir aquí a deleitarme con tu talento?
—¡Estás bromeando! —dice Estefanía aplaudiendo.
—¿Para qué me necesitas, Estefy? —dice Gabriel y vuelve a ponerse serio.
—Quiero invitarte al cumpleaños sorpresa de mi hermano.
—Estefy, no creo que a él le parezca bien que yo asista. Pensará que tengo un interés en ti y...
—¿Y no es así? —le pregunta ella, inclinándose un poco hacia adelante, apoyando el codo en el escritorio y sujetando su rostro, mientras lo mira fijamente.
—Estefy, no quiero parecer grosero ni que tengas problemas con él —responde Gabriel, tratando de evitar su mirada.
—No eres grosero y no tendré problemas. Además, mi cuñada y yo necesitamos que un caballero medieval nos ayude a decorar su departamento, y solo he conocido uno en mi vida.
Gabriel sonríe al escuchar el apodo.
—¿Decorar? —le pregunta, extrañado.
—Eso dije —responde Estefanía, sonriendo ampliamente.
Gabriel vuelve a sonreír y mueve la cabeza, resignado.
—Está bien, te ayudaré —le dice.
—Gracias —dice Estefanía con una sonrisa angelical, tan cerca de él que Gabriel no puede evitar mirar sus labios.
—¿Cuál es la dirección de tu cuñ...? —Gabriel no puede terminar la frase porque Estefanía le toma el rostro con ambas manos y lo besa. Él se sorprende, pero corresponde con gusto.
Estefanía se separa del beso y le sonríe.
—Adiós —le dice, se pone de pie y sale a toda prisa de la sala dejando a Gabriel petrificado.
La fiesta sorpresa para Maximiliano está en marcha. Macarena, decidida a hacer ella misma el pastel de cumpleaños, pide permiso en la oficina y se queda en casa para prepararlo.
A mediodía, coloca todos los ingredientes del pastel sobre la mesa, siguiendo las instrucciones de su nona. Mientras mezcla, se da cuenta de que le falta harina. Va a la despensa y encuentra el paquete extra en la última repisa. Se sube a una silla para alcanzarlo, pero el paquete se le cae en la cabeza, rompiéndose y cubriéndola de harina.
Michu, llega maullando y deja huellas de harina en el suelo. Macarena ríe y baja de la silla, buscando el resto de la harina. Justo en ese momento, escucha el cerrojo de la puerta y el sonido de llaves. Maximiliano ha llegado antes de lo esperado
«¡Maldición!» murmura para sí al verlo entrar.
—Amor, ¿qué te pasa? —pregunta él, riendo al verla cubierta de harina.
—Buscaba harina —responde ella, encogiéndose de hombros con una sonrisa avergonzada.
—Lo noté —dice Maximiliano entre risas, acercándose para saludarla.
—Vas a quedar lleno de harina; mira a Michu.
Maximiliano sigue riendo y la abraza.
—No me importa volverme un empolvado con tal de besar esos labios —dice, dándole un beso tierno.
—Ahora eres un galán empolvado —le dice Macarena, sonriendo divertida.
—Pero un galán al fin y al cabo —responde él, sonriendo de vuelta—. ¿Qué estás preparando, amor? —pregunta, mirando los ingredientes en la mesa.
—Estaba inventando una receta...
—Hmm, veo que tienes todo para hacer un bizcocho —dice Maximiliano, observando los ingredientes con curiosidad.
—¿Pasó algo que llegaste más temprano?
—Amor, estás desviando la conversación. ¿Qué pretendías? —dice él, abrazándola y empujándola suavemente hasta que choca con la mesa de la cocina.
—Quería prepararte un pastel sorpresa, pero me pillaste con las manos en la masa, literalmente —responde Macarena.
—Amor —dice Maximiliano con ternura—, arruiné tu sorpresa, lo siento. Salí temprano porque me dieron la tarde libre. Cumpleaños y todo eso —comenta mientras huele el cabello de Macarena—. Hueles tan delicioso —añade, seductoramente.
—Maxi, déjame limpiar el desastre —pide Macarena.
—No te dejaré, quiero mi regalo de cumpleaños ahora —dice él, soplando en su cuello para apartar la harina y poder besarla.
Macarena toma un poco de harina en su mano y acaricia el cabello de Maximiliano, dejándolo cubierto de polvo blanco.
—Estás un año más viejo; creo que ya tienes canas —bromea.
Maximiliano se toca el cabello y se lo sacude.
—Mataste toda mi pasión y lujuria con esto —dice jugando, tomando harina de la mesa y soplándosela en el rostro a Macarena.
—¡Puff, Maxi! —reclama Macarena, tosiendo. Rápidamente, agarra el paquete con el resto de harina y lo rocía como lluvia sobre la cabeza de su novio.
—Esto no tiene perdón —dice Maximiliano, mientras Macarena intenta escapar. Pero, como siempre, él la atrapa al instante—. Ven acá, fantasmita, ¿cómo le haces eso a tu novio en su cumpleaños? —dice mientras le hace cosquillas.
Macarena logra escapar de nuevo y agarra el bowl con los huevos batidos, poniéndoselo de sombrero a Maximiliano.
—¡Macarena Alsadi! —gruñe él, sorprendido, mientras ella se retuerce de risa al ver a su novio convertido en un bizcocho humano—: ¡Me las pagarás! —advierte, mientras Macarena sigue escapando y riendo.
Maximiliano agarra una botella de vainilla líquida y, en un ágil movimiento, atrapa nuevamente a su novia y la rocía de la cabeza a los pies.
Ella abre la boca, sorprendida por la venganza de Maximiliano, y le arroja más harina. Él imita su gesto, y ambos se embarcan en una divertida guerra que termina con ellos riendo a carcajadas.
—Necesito tiempo fuera, debo ir al baño —dice Macarena, haciendo un gesto con las manos, mientras se dirige al baño cubierta de harina y vainilla.
—No hay tiempo fuera aquí, tendré que seguirte —responde Maximiliano, tomando otro puñado de harina y siguiéndola al baño. Abre la puerta justo cuando ella se sienta en el inodoro.
—¡Maxi, estoy haciendo pis, vete! —protesta Macarena.
—No me iré —contesta él, dejando caer harina en la cabeza de Macarena.
—Eres tan niño —le replica ella, levantándose del retrete y tirando de la cadena.
—Este niño necesita ahora follar al bizcocho que tiene por novia —dice Maximiliano, atrapándola en el baño y besándola—. Sabes a vainilla —comenta, lamiéndose los labios.
—Y tú sabes a huevo —dice Macarena, riendo—. Necesitas un baño.
—Mmmm, qué tentadora oferta. Ven —dice Maximiliano, abriendo el grifo de la ducha y tomándola de la mano para entrar con ella.
—¡Estoy con ropa, Maxi! —reclama Macarena, divertida, dejándose llevar.
—Apuesto a que puedo solucionar eso —dice Maximiliano, besándola mientras comienza a desnudarla bajo la ducha. Macarena le quita la camiseta y acaricia su pecho, observando cómo el agua con harina se desliza sensualmente sobre él.
—Eres tan sexy —le dice a su novio, y él sonríe antes de volver a besarla y perderse entre sus caricias sinceras y ardientes.
Cuando Maximiliano sale del departamento, Macarena llama a Estefanía para contarle que su hermano llegó antes de lo previsto y que logró que se marchara por unas horas, pero que la necesita urgente para empezar con la decoración.
Mientras tanto, ella se dedica al pastel. Los bizcochos ya están listos y enfriándose. Gonzalo y Rafael llegan con las compras y comienzan a organizar el área del bar y la música.
El citófono suena y Macarena autoriza a Gabriel a usar el estacionamiento para su moto. Estefanía llega y, al abrirle la puerta, la abraza de inmediato. Luego presenta a Gabriel con Gonzalo y Rafael, y todos comienzan decorar, entusiasmados.
—Cuñada, tu profe no está nada mal —le comenta Gonzalo a Estefanía mientras inflan los globos.
Gabriel ayuda a Rafael a instalar la música, ignorando que hablan de él.
—No lo mires o te acuso con Rafael —responde Estefanía, divertida.
—¿Y ya te lo comiste? —pregunta Gonzalo.
—¡Gonza, no seas entrometido! —lo regaña Macarena—. Siempre estás pendiente de los chismes.
—Solo estoy socializando. Parece que las fiestas sorpresa te ponen de mal genio —le responde Gonzalo a Macarena, que le saca la lengua.
—¿Dónde va esto? —pregunta Gabriel desde el otro lado de la sala, mostrando un conjunto de globos amarrados entre sí.
—Van arriba. Iré a buscar la escalera —responde Macarena.
—Dime dónde está y yo la traigo —ofrece Gabriel amablemente.
—Yo te ayudo, Gabriel —dice Estefanía, sacándole la lengua juguetonamente a Gonzalo mientras camina hacia él.
—Ay, yo te ayudo, Gabriel —dice Gonzalo, imitando la voz de Estefanía.
Estefanía se da la vuelta y levanta el dedo del medio.
—¡Ey! ¡Niña grosera! —grita Gonzalo.
Estefanía responde levantando ambos dedos del medio mientras Gabriel sonríe, disfrutando del juego.
Van por la escalera y se disponen al trabajo.
—Yo subo y tú me pasas esos globos, acá tengo el adhesivo —instruye Estefanía a Gabriel.
—No te dejaré subir, te puedes caer. Para eso me pediste ayuda —responde Gabriel.
—Uy, eres peor que mi hermano. Déjame subir a mí —reclama Estefanía.
—Te dejaré, pero solo si tomas mi mano. No quiero que te caigas.
—¡Jesucristo! ¡¿Qué he hecho yo para merecer este nivel de sobreprotección?! —se queja Estefanía.
—Pierden mucho tiempo con sus parlamentos —interrumpe Macarena, sube las escaleras, coloca los globos y baja rápidamente. Gabriel le extiende la mano.
—¿Qué haces? —le pregunta Macarena, extrañada.
—Te ofrezco mi mano para que bajes —responde Gabriel.
Macarena y Estefanía se miran y se ríen.
—Te lo agradezco, pero tengo dos manos y puedo manejarme sola, rey Arturo —bromea Macarena. Gabriel se encoge de hombros con una sonrisa.
—Cuñis, no te preocupes, tenemos tiempo, estás un poco... —dice Estefanía.
—Estefi, logré distraer a tu hermano con sexo y solo me dará unas horas antes de volver —la interrumpe Macarena—. Mucho tiempo no hay.
—No necesitábamos ese nivel de detalle —dice Estefanía, riendo junto a Gabriel.
—¡Así se hace, amiga! —grita Gonzalo desde el otro extremo.
—Tienes una parabólica increíble, viejo chismoso —le responde Macarena.
Todos ríen y aceleran los preparativos. Macarena, mirando la hora nerviosa, da los últimos toques.
—Amiga, pareces la novia fea esperando a que llegue el novio —bromea Gonzalo.
Macarena lo mira con enojo, pero Estefanía se inclina hacia ella con una sonrisa traviesa.
—Cuñis, ¿te casarías con mi hermano? —pregunta de repente.
—¿¡Qué?! —responde Macarena, sorprendida.
—Te estoy pidiendo matrimonio en su nombre —responde Estefanía, provocando una risa contagiosa en Macarena.
—Eres una casamentera, Estefi —dice Macarena entre risas—. No creo que tu hermano quiera casarse; perdería su séquito de admiradoras si alguien viera un anillo en su mano.
—¿Crees que el anillo alejará a las víboras? Estás equivocada, amiga —interviene Gonzalo, nuevamente.
—Yo los veo ya casados —acota Rafael.
—Hacen una linda pareja —añade Gabriel.
—Cierto. Los observo y se miran como si no existiera nadie más en el mundo. Yo quiero que alguien me mire así —dice Estefanía con tono romántico.
—Te aseguro que habrá alguien que te mire así, Estefi; eres una mujer adorable —le dice Gabriel.
—Ejem ejem, este coqueteo impropio —los bromea Gonzalo.
—¡Cállate, Gonza! —responde Estefanía.
—Tienen cinco minutos antes de que colapse —anuncia Macarena, revisando la hora con nervios.
—Ok, "Katie Ka-boom", nos vamos. Nos vemos en una hora —dice Gonzalo, mientras él, Gabriel y Rafael se despiden, prometiendo volver antes de que Maximiliano regrese
Como cada tarde, Maximiliano saluda al conserje y sube al piso doce en el ascensor. Pero al abrir la puerta, no sabe lo que le espera. Macarena, Estefanía, Gonzalo y Rafael están en silencio, con las luces apagadas, esperando su llegada. Cuando escuchan el cerrojo, se preparan para sorprenderlo.
—¡Sorpresa, hermanito! —grita Estefanía, soplando confeti sobre él, apenas se asoma por la puerta—: ¡Feliz cumpleaños!
Maximiliano escupe un poco de papel picado que cayó en su boca, mirando asombrado los preparativos. Busca a Macarena con la mirada y le sonríe, haciéndole un gesto cómico de desaprobación.
—Feliz cumpleaños, bro —dice Gonzalo, dándole la mano y abrazándolo. Maximiliano le devuelve el abrazo agradecido.
—Feliz cumpleaños —añade Rafael, extendiéndole la mano, que Maximiliano estrecha amablemente.
Macarena y Estefanía lo abrazan, y él las levanta en brazos..
—Están completamente locas —dice, repartiendo besos—: Ustedes son mi mejor regalo.
—¿Te gustó la sorpresa, hermano? —pregunta Estefanía.
—Sí, gracias, princesa —le responde, dándole un abrazo apretado.
—Amor, esto era parte del pastel sorpresa —le dice Macarena.
—Eres una novia muy, muy traviesa —responde Maximiliano sonriendo.
—No podía permitir que arruinaras la sorpresa; tuve que ocultarte la información
—Gracias por esto, amor —dice Maximiliano, tomando la mejilla de Macarena, acariciándola y dándole un beso largo.
Estefanía los observa con un algo de tristeza y se aparta, sentándose en el sofá.
—Ejem, ejem —interrumpe Gonzalo con humor—: ¿Pueden esperar a que estemos todos borrachos para que no recordemos sus candentes espectáculos?
La pareja ríe y se separa. Maximiliano busca a Estefanía con la mirada. Su hermana está en el sofá, con una expresión seria.
—Algo le pasa a Estefi —comenta Maximiliano a Macarena.
—Está un poco desanimada —responde Macarena—. No quiere que te des cuenta, pero creo que ha fracasado en su propósito
—Iré con ella —dice Maximiliano, acercándose a su hermana y sentándose a su lado en el sofá—. Princesa, ¿qué pasa? —pregunta, tomando su mano.
—Nada —responde Estefanía, sonriendo débilmente.
—Estefi...
—Ok, sí, me pasa algo. Invité a alguien a tu fiesta sorpresa y no vino —resopla Estefanía.
—¿A alguien? —pregunta Maximiliano, intrigado.
—Invité a Gabriel... Porfa, no te enojes. De todas maneras, no vino. Creo que su linaje no le permite hacerte enojar —bromea Estefanía, cabizbaja.
—Princesa, ¿de qué me hablas? ¿Qué linaje? No entiendo nada.
—Gabriel es como un caballero medieval, y lo último que quiere es que te enojes conmigo. Creo que por eso no vino —dice Estefanía, volviendo a resoplar.
Maximiliano sonríe por las ocurrencias de su hermana.
—Princesa, no me enojaré si el viene a mi fiesta. Mira tu carita, estás tan triste. Llámalo y pásamelo para invitarlo personalmente.
—Es que no me contesta. Su teléfono suena como apagado —dice Estefanía, con lágrimas en los ojos.
—No, princesa, no llores, por favor —le pide Maximiliano, abrazándola—. ¿Por qué no me dijiste que te importaba tanto Gabriel?
—Porque no lo sabía —responde Estefanía, sorbiendo su nariz.
En ese momento suena el citófono y Macarena contesta.
—Estefi, acaba de llegar Lancelot —anuncia Macarena, y Estefanía se levanta rápidamente del sofá, besa a Maximiliano en la mejilla y corre hacia la puerta.
—Estacionará en el dieciséis —le grita Macarena, mientras Estefanía se esfuma en dirección al ascensor, dejando a todos perplejos pero divertidos con su actitud.
Estefanía baja hasta el estacionamiento y escucha el motor de la moto de Gabriel detenerse en el número dieciséis. Corre hacia él y lo ve.
—¡Gabriel! —lo llama, y él gira la cabeza para verla. Estefanía corre hacia él y le da un abrazo apretado, desestabilizándolo.
—Ey, ¿qué pasa? Casi me haces caer —dice Gabriel, riendo y respondiendo al abrazo.
—Pensé que no vendrías —dice Estefanía, con lágrimas en los ojos.
—Disculpa, me retrasé. Hubo un accidente en la ruta y mi teléfono se descargó. No pude avisarte. Disculpa por preocuparte—le dice Gabriel, abrazándola con más fuerza. Luego la mira y seca sus lágrimas con el pulgar—. Estefi, no llores. Me mata verte así —le dice, mirando sus hermosos ojos cristalinos.
—Pensé que no querías venir —dice Estefanía.
—No hubiese faltado a mi palabra —responde Gabriel, y Estefanía lo abraza de nuevo, sintiendo un leve temblor recorrer su cuerpo. Su corazón late con intensidad, como si estuviera a punto de salirse de su pecho.
Lentamente, alza la mirada hacia él, encontrando sus ojos sinceros y cálidos que la miran con ternura. Gabriel se inclina hacia ella y, con un gesto de respeto y timidez, roza sus labios en un beso dulce y lento. Estefanía siente un cosquilleo eléctrico recorrer su piel, y en ese instante, sabe que ese beso es más que un simple gesto.
Cuando se separan, Estefanía lo mira con sorpresa y felicidad.
—Creo que me acabas de convertir en Ginebra —bromea.
—Recuperaste tu humor —responde Gabriel con una sonrisa—. No vuelvas a llorar, no por mi culpa —agrega acariciando su mejilla.
—Si cada vez que lloro me besas así, lo volveré a hacer —juega Estefanía.
Gabriel la toma de la cintura y, con la otra mano, agarra su nuca, acercándola a él para un beso apasionado. Estefanía se sorprende, pero responde completamente entregada.
—¡Wow! —exclama Estefanía cuando se separan—. Quiero otro de esos —añade con una sonrisa.
—Nos esperan —le dice Gabriel.
—Es cierto. Mi hermano vendrá a buscarme con la policía si no subo pronto —responde Estefanía.
—Vamos —le dice Gabriel, tomando el casco de la moto y un estuche pequeño con forma de guitarra.
—¿Qué llevas ahí? —pregunta Estefanía mientras camina de la mano con Gabriel hacia el ascensor.
—El regalo —responde él.
—¿Le trajiste un instrumento de regalo? —exclama Estefanía, sorprendida.
—Sí, es un ukelele —le dice Gabriel.
Estefanía abre la boca, atónita.
—¿Me estás bromeando? —exclama.
—No —responde Gabriel con calma.
El ascensor llega al piso doce. Ambos salen y, antes de tocar el timbre del departamento, Estefanía se vuelve hacia Gabriel, se acerca y le da otro beso.
—No podré hacer esto ahí dentro —le dice, mientras él sonríe. Tocan el timbre.
Gabriel saluda a todos nuevamente y se dirige a Maximiliano.
—Feliz cumpleaños —le dice, estrechándole la mano.
Maximiliano devuelve el gesto de manera cordial.
—Te traje algo, espero que no lo tengas —agrega Gabriel, extendiendo el estuche.
—No era necesario —dice Maximiliano cortésmente.
—Sí que lo es, está tratando de ganarse al cuñado —comenta Gonzalo con burla.
Gabriel titubea y Maximiliano frunce el ceño mientras recibe el estuche. Lo apoya en la mesa y lo abre. Sus ojos brillan como los de un niño con un juguete nuevo.
—¡Es un ukelele! —exclama Maximiliano, tomando el instrumento como un tesoro.
Estefanía mira a Gabriel embobada, y él le regala una sonrisa.
—No sabía si ya tenías uno. Los fabrica mi abuelo, y quería darte uno —comenta Gabriel.
—No había tenido la oportunidad de tener uno propio. Muchas gracias —responde Maximiliano sin apartar la vista del ukelele.
—Qué inteligente manera de ganarte al cuñado. Te felicito, Gabriel —dice Gonzalo, haciendo reír a todos mientras Maximiliano sigue absorto en el regalo.
—Amor —le dice Macarena a Maximiliano, sacándolo de su trance—. Invita a Gabriel a beber algo, pareces hipnotizado.
—Amor, es un ukelele. Mi abuelo lo tocaba cuando yo era niño y me enseñó a usarlo. Es el único recuerdo que tengo de él, murió antes de que naciera Estefi —dice Maximiliano, conmovido.
—Bueno, agradécele a tu "cuñado" por el recuerdo que acaba de regalarte —le susurra Macarena al oído.
—Sí, hablaré con él —responde Maximiliano, dándole un beso suave a Macarena.
Estefanía le da las gracias a Gabriel y toma su mano. Al ver a Maximiliano acercarse, suelta el agarre con una expresión de preocupación.
«Otra vez no» piensa para sí, recordando los roces anteriores entre Maximiliano y Noah.
—Princesa, necesito hablar con tu profesor —dice Maximiliano.
—Maxi, por favor, no de nuevo. Ya hemos hablado de esto —pide Estefanía.
—Princesa hermosa, solo quiero agradecerle el regalo a Gabriel —responde Maximiliano con calma.
—Está bien. Iré con Maca —dice Estefanía, sonriéndole a Gabriel antes de alejarse.
—Maximiliano, yo también quería hablar contigo —dice Gabriel cortésmente.
—Adelante, te escucho —responde Maximiliano.
—No quiero que Estefi tenga problemas contigo solo porque yo estoy aquí. Puedo irme si no te parece bien que acompañe a tu hermana en tu fiesta. Solo quiero que ella sonría; ella te adora, y no me gusta verla triste —dice Gabriel con seriedad.
—¡Ey! No me disgusta que estés aquí, para nada. Al contrario, quería agradecerte por el ukelele —responde Maximiliano con sinceridad—. Cuando era muy niño, mi abuelo lo tocaba y me cantaba. Me enseñó a tocarlo, pero él murió cuando yo tenía cinco años. Es el recuerdo más potente que tengo de él, y tú me diste una sorpresa enorme cuando abrí el estuche. Solo quería agradecerte y que supieras lo que significó tu regalo.
—Parece que compartimos una historia parecida. Aunque yo tengo la suerte de que mi abuelo aún vive y es él quien fabrica estos ukeleles. Me alegra que te ayude a recordar a tu abuelo —responde Gabriel con cortesía.
—Sobre Estefi... —dice Maximiliano, pero Gabriel lo interrumpe.
—Sé que solo quieres lo mejor para ella y que es tu princesa. Quizás no soy lo que esperas, pero estoy enamorado de tu hermana. Si eso te preocupa, me alejaré. Solo quería decirte que quiero salir con ella, pero primero necesitaba que supieras mis intenciones.
—¡Wow! Mi hermana tenía razón al llamarte caballero medieval —dice Maximiliano, sonriendo—. Estefi no tendrá problemas conmigo porque tú salgas con ella, no te preocupes, rey Arturo —bromea.
—Gracias —responde Gabriel, aliviado.
—Pero si la haces llorar, el ukelele acabará en tu cabeza —añade Maximiliano, provocando una risa en Gabriel.
—Estamos de acuerdo —dice Gabriel, extendiendo su mano. Maximiliano la estrecha.
—¿Qué pasa aquí? —pregunta Estefanía, acercándose al ver la escena.
—Estoy negociando en la bolsa de valores, princesa —responde Maximiliano, guiñándole un ojo antes de dejarla sola con Gabriel.
—¿Qué fue eso? —pregunta Estefanía a Gabriel.
—Acabo de convencerlo para que nos deje salir juntos —responde Gabriel.
—¿Es en serio? —pregunta Estefanía, incrédula.
—Sí, en serio —dice Gabriel, abrazándola—. Haría cualquier cosa por verte sonreír, hermosa —le dice, dándole un beso delante de todos.
Gonzalo queda boquiabierto, Rafael sonríe, y Macarena observa a Maximiliano, que se da la vuelta, ignorando la escena. Se agacha, levanta a Michu en brazos, le dice algo cariñoso y le acaricia las orejas. Luego, alza la vista y se encuentra con la mirada de Macarena. Le sonríe y le hace un guiño de tranquilidad.
El citófono suena de nuevo, interrumpiendo el momento. Macarena responde y autoriza la entrada de más invitados.
—¿A quiénes invitaron? —pregunta Maximiliano a Estefanía y Macarena.
—Solo observa —responde Estefanía, abriendo la puerta para recibir a Martín, Clara y Laura.
—¿Vino Puck? —pregunta Maximiliano.
—No, soy un Skrull, idiota. Claro que vine. ¡Feliz cumpleaños! —responde Laura con humor.
—Gracias —le dice Maximiliano.
—Feliz cumpleaños, Maxito —dice Martín, dándole un gran abrazo.
—Gracias, papá.
—Hijo, feliz cumpleaños —añade Clara con una sonrisa.
—Gracias, mamá.
Clara lo agarra de un brazo y lo abraza cariñosamente.
—No seas tan frío conmigo. Sé que aún me guardas rencor, pero estoy orgullosa de ti —dice Clara, dejando a Maximiliano sin palabras.
—¡Bien, ahora estamos todos! ¡Se armó la fiesta! —anuncia Gonzalo con entusiasmo.
Macarena observa la ciudad desde el ventanal mientras Maximiliano la abraza por la espalda. Ella le toma la mano y lo guía hacia el balcón.
—¿Qué pasa? —pregunta Maximiliano, notando la seriedad en el rostro de Macarena.
—Quiero decirte algo —responde ella, algo nerviosa.
—No me asustes, ¿qué pasa?
—Estoy nerviosa —admite, dando un suspiro.
—¿Amor, qué pasa?
Macarena lo mira a los ojos y dice con una sonrisa tímida:
—Sabes, a veces siento que estoy viviendo en una comedia romántica y tú eres el protagonista que siempre quise.
Maximiliano suelta una risa suave.
—¿Y qué papel tengo en esta película? ¿El galán?
—Te daré tu papel —dice Macarena, mientras saca algo del bolsillo trasero de su pantalón.
Ella extiende su mano hacia él y le pide:
—Extiende la mano.
Maximiliano lo hace, y ella coloca una servilleta doblada en cuatro en su palma.
—¿Una servilleta, amor? —pregunta Maximiliano, con una sonrisa—. ¡Qué literal!
Macarena ríe.
—Así me invitaste a salir, ¿recuerdas? —le responde.
—Claro que sí, es la mejor idea que pude haber tenido.
—Ábrela —le pide Macarena.
Maximiliano desdobla la servilleta y encuentra un acertijo escrito en ella:
"Es un lazo invisible, un contrato sin papel,
un pacto para unir nuestros caminos,
¿Te animas a responder?"
Maximiliano mira a Macarena y sonríe.
—¿Esta es tu forma de pedirme que me case contigo?- le pregunta.
—Estaba un poco nerviosa por un posible rechazo... improvisé —responde Macarena, recordando al Maximiliano de hace dos años, mirándola en la pizzería.
Maximiliano la abraza y la alza en el aire. Luego la pone de vuelta en el suelo y responde:
—No vuelvas a ocupar mis líneas ni mis ideas, plagiadora.
—¿Eso significa que...?
—Que me niego rotundamente a rechazar tu propuesta.
Macarena abraza a Maximiliano con una gran sonrisa. Se quedan en el balcón disfrutando de su compañía y de la brisa que les acaricia el rostro. Maximiliano, en un gesto teatral que la toma por sorpresa, la inclina hacia atrás y la sostiene en el aire.
—El protagonista quiere un beso de película de su futura esposa —dice él, con tono de actor.
Macarena ríe, lo mira con ternura y responde al gesto con un beso dulce y cinematográfico, mientras el cielo estrellado parece aplaudir este perfecto final de comedia romántica.
Hemos llegado al fin de esta novela...pero, les tengo un bello epílogo de regalo.
Espero lo disfruten.
Muchas gracias por sus lecturas.
Este es un día muy especial para mi.
¡Feliz día del lector!
Saludos.
Narlie Jones.
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