CAPÍTULO 5: Princesa (Gramática corregida)
Mientras Maximiliano espera la llegada de su hermana en la estación de autobuses, recuerda
el peso de haber desafiado las expectativas de su madre al elegir la danza en lugar de seguir la tradición familiar de la medicina. Decisión que causó muchos problemas y el reproche de su madre que durante los dos primeros años de universidad no le dirigió la palabra. Para escapar de esa presión, Maxi decidió estudiar lejos de casa y seguir su propio camino.
Por esta razón es que Maximiliano empatiza con su hermana y la consuela, esta vez, acogiéndola en su casa, a pesar de no estar de acuerdo en que escapara de la suya.
—No quiero estar allá, Maxi, es insoportable —dice Estefanía lamentándose mientras se deja caer en el sofá de la sala de su hermano.
—Lo sé, princesa. Puedes quedarte conmigo algunos días, pero te aseguro que si no regresas luego, mamá mandará a papá a buscarte porque estás perdiendo clases.
—No entiendo por qué mamá es así. ¿Por qué no puedo elegir, si es mi vida?
Maximiliano, con una sonrisa amable trata de animarla.
—Hermanita, a veces los adultos olvidan que fueron jóvenes. Pero tranquila, aquí estamos para recordarles que la vida también puede ser divertida.
—¿Y si eso significa decepcionar a mamá?
—Bueno, decepcionar a mamá es un arte que he perfeccionado a lo largo de los años —responde Maxi sonriendo—. Pero en serio, lo importante es que tú estés feliz con tus decisiones.
Estefania asiente, disfrutando del apoyo y el humor de su hermano. Decidida a a confesarle algo que tenía guardado para sí, se dirige seriamente a él.
—Hermano. También quería verte porque paso algo.
Se pone de pie y comienza a pasearse de un lado a otro.
—¿Algo? ¿Algo como que? ¿Pasó algo con papá?
—No, conmigo —dice Estefanía mirando a los ojos de su hermano.
—Princesa no me asustes.
—Lo tengo atorado y siento que si no te cuento explotaré.
—Hermana, ¿qué hiciste? —pregunta Maximiloiano, poniéndose también de pie, preocupado.
—Me odiaras —responde Estefanía cubriéndose el rostro con sus manos.
—Estefi deja de jugar, ¡¿qué hiciste?!
—Está bien, vine a contarte y eso haré. Hermano tu eres mi amigo y necesito decírselo a un hombre.
—Estefi, si es lo que me imagino en serio me voy a enojar contigo.
Estefanía traga, agarra valor para luego confesar: —Si, es lo que te imaginas.
—¡Mierda Estefania! ¡Eres muy pequeña! —exclama Maximiliano, furioso y ahora él es el que comienza a moverse de un lado a otro.
—No soy pequeña Maxi, me iban a salir telas de araña si no perdía mi virginidad luego —dice dejándose caer nuevamente en el sofá.
Maximiliano se queda en silencio. Está furioso. Ve a su hermana como una niña. Siempre ha sido su niña. Se detiene frente a ella, se cruza de brazos y le dirige una mirada muy seria.
Estefanía al ver su rostro, trata de explicarle.
—Hermano, tenía que decírtelo. Yo sabía que no te gustaría escucharlo, pero tú mismo me acabas de decir que lo importante es que yo esté feliz.
Maximiliano queda pensativo. Estefanía tiene razón después de todo. La observa con la cabeza inclinada hacia un lado y los ojos brillantes, como un cachorrito. Entonces todo su enojo se esfuma y se cambia por ternura. Se acerca a su hermana sentándose junto a ella.
—Gracias por contarme algo que es solo tuyo. Eso no quita que moleré a golpes al imbécil que te tocó. ¿Quién fue?
—Ni yo me acuerdo —responde Estefania decidida a bromear a su hermano.
A Maximiliano se le desfigura el rostro sintiendo una mezcla entre furia y asombro.
Estefania ve la expresión de su hermano y se ríe diciendo: —Era una broma hermanito, claro que sé quién fue pero no te lo diré.
—¡Me las pagarás! ¿Cómo bromeas con algo así?
—Me encanta molestarte —le dice Estefania y se enrosca en él, abrazándolo.
Maximiliano responde al abrazo, insistiendo: —Dime quién fue.
—No, no, no.
—¿Te cuidaste? ¿Al menos fue alguien que valía la pena? Se llevó algo de mi princesa, necesito saberlo —le pide con angustia
—Hermano, se muy bien lo que hacía. Tu me has enseñado a distinguir entre gusanos y príncipes. Obvio que tú princesa no se dejaría tocar por alguien que no valiera la pena.
—Dices eso y se me revuelve el estómago Estefi.
—No seas tan celoso hermanito.
—No son celos. Mírate, eres tan pequeña.
—No soy pequeña, tengo diecisiete, soy una mujer.
Aunque Maximiliano se siente incómodo, su instinto protector es más fuerte. Sintiendo la responsabilidad de cuidarla aún más, le dice con ternura: —Siempre serás mi princesa pequeña.
Estefania lo mira con la misma ternura y se acurruca en sus brazos.
—Hermano, tengo un problema —suelta Estefanía luego de un momento.
—¿Un problema que usará pañales? —pregunta Maximiliano, medio en broma, medio serio.
—No bobo. Te dije que sabía lo que hacía, confía en mí. El problema es que para postular a la Pedagogía en Música, en la Universidad me piden un examen de admisión, que es como una audición. Y pensaba que lo mejor era presentar algo en piano y voz, solo que piano, ya sabes, se me complica a veces. ¿Me puedes ayudar?
—Claro Princesa. Pero, ¿por qué no presentas en violín que es tu fuerte?
—Porque quiero cantar... también es mi fuerte.
—Bueno, te ayudo en piano, pero tengo condiciones.
—¿Ah si? ¿Cuáles serían tus condiciones hermanito? —dice Estefanía levantándose del sofá y poniendo ambas manos en su cintura.
—No elijas una canción apestosamente romántica, de esas que me hacen vomitar. Sé de tus gustos, princesa. Segunda condición debes practicar mucho y tercera condición me deberás algo cuando apruebes ese examen.
—Maxi eso es chantaje. Mejor le pido a alguien más que me ayude a aprender la canción en piano.
—¿Como que alguien más? ¡Insolente, soy tu hermano mayor! —dice Maximiliano y se levanta del sillón provocando que Estefanía se escape de el porque sabe que la perseguirá. Él es más hábil y logra alcanzarla.
—Guerra de cosquillas —dice cuando la atrapa—. Me pagarás todas las rabias que me haces pasar, ¡petiza!
—¡No Maxi! —grita Estefanía mientras se tumba en el suelo sin aguantar las carcajadas que le provocan cosquillas—. ¡Maxi detente, me voy a mear!
—No me importa. Así probare que sigues siendo una niña pequeña que ensucia su ropa con orina.
—¡Hermano no mas! Haré todo lo que digas.
Maximiliano se detiene y Estefanía se incorpora arrancando de sus cosquillas.
—Todo menos no elegir canciones vomitivas —dice ella y vuelve a arrancar encerrándose en el baño.
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