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Capítulo 48: El regreso de la bruja desalmada

Después de tres días hospitalizada, Macarena recibe el alta. Los exámenes salen bien, aunque debe seguir controlando el estado de su sistema reproductivo.

—En seis meses realizaremos una histerosalpingografía para evaluar el estado de la trompa que fue intervenida. Cuando decidas tener hijos nuevamente, puedes solicitar una evaluación preconcepcional para asegurarnos de que todo esté en orden —explica Martín.

—Gracias por todo —responde Macarena, sonriendo conmovida

—Gracias, papá —dice Maximiliano. Luego, mira a Macarena con una amplia sonrisa—. ¡Listo, amor! Ahora que estás de alta, podemos empezar a fabricar otro bebé.

—¡Tonto! —replica Macarena, riendo mientras le da un ligero golpe en el brazo. 

Maximiliano sonríe, pensando que su misión de hacerla reír está funcionando a la perfección

A medida que pasan los días y la recuperación de Macarena avanza, convivir con los hermanos Fuentealba le llena el alma. No hay día en que no ría a carcajadas con las ocurrencias de Estefanía, las discusiones con su hermano, o las bromas y seductores juegos de Maximiliano para reconquistarla.

Las noches de películas en el sofá, con las mantas suaves, muchos cojines y el aroma a palomitas de maíz en el aire, se convierten en sus momentos favoritos

Estar tan cerca hace inevitable que Maximiliano no se empeñe en recuperarla Su deseo de estar a su lado lo lleva a realizar pequeños gestos de cariño: robarle un beso inesperado mientras ella está absorta en un libro, prepararle su plato favorito, seducirla y hacerla sonrojar. Le encanta ver que aún provoca en ella esas emociones, aunque le entristece su rechazo constante. La idea de haberla casi perdido en el hospital lo vuelve más sobreprotector y ansioso por su cercanía. Por eso, aprovecha cada momento juntos para fortalecer el vínculo entre ellos.

Esa tarde de lunes, Estefanía abre la puerta de la casa con dificultad, tratando de no estropear el hermoso ramo de flores que carga en las manos. Entra y deja su mochila en el perchero, mientras escucha a Maximiliano y Macarena en la mesa discutiendo sobre cuál es la mejor versión cinematográfica de Drácula.

Al verla, se quedan en silencio. Ella les sonríe y se dirige a la cocina para buscar un florero.

Maximiliano se levanta, camina hacia ella y se interpone en su camino.

—¿Adónde crees que vas, princesa?

—A buscar un florero —responde Estefanía con una sonrisa.

—¿Y esas flores? ¿De dónde las sacaste? —pregunta Maximiliano, curioso.

—Me las regalaron en la facultad —responde ella.

—¿Quién?

—Déjame pasar, Maxi, no quiero que se marchiten —le dice Estefanía.

—Dame una respuesta ahora, si no quieres que vaya a tu facultad y reparta puñetes hasta encontrar al que te corteja —advierte Maximiliano, todavía bloqueando el paso.

—Maxi, deja el matonaje. Gabriel me vio triste, se acercó y me regaló flores para animarme. Eso fue todo —explica Estefanía, tratando de calmarlo.

—¿Quién es Gabriel? ¿Y por qué estabas triste? ¿Te pasó algo? —pregunta Maximiliano, ahora preocupado.

—Maxi, deja de interrogarme —responde Estefanía. Aparta a Maximiliano y se dirige a la cocina.

—Deja tranquila a tu hermana —le reprocha Macarena.

—Ahora las dos mujeres que adoro están en mi contra —se queja Maximiliano, marchándose a su habitación, mientras Macarena sigue a Estefanía a la cocina.

—¿Estefi, te ayudo con el florero? —pregunta Macarena al entrar.

—Gracias, cuñi —responde Estefanía con una sonrisa.

Ambas se quedan en silencio mientras acomodan las flores. Finalmente, Estefanía mira a Macarena y le dice:

—¿No me vas a preguntar nada?

—No soy tu hermano, suficiente con un detective en casa —responde Macarena, haciéndola reír.

—Gabriel me alegró el día —dice Estefanía—. Estoy atragantada, necesito contártelo

—Te escucho —anima, Macarena.

—Fui al auditorio a tocar un rato el piano. A sacarme la tristeza. Aún estoy pensando en lo que hablamos sobre Noah, ¿te acuerdas? —dice Estefanía y Macarena asiente.

Mientras siguen arreglando las flores en el florero, Estefanía baja el tono de voz para que su hermano no la escuche y continúa:

—Cuando salí del auditorio, me puse mi iPod y siento que alguien toca mi hombro. Me doy vuelta y era mi profe con estas flores. Me dice: "Sé que estás triste, espero que esto te alegre" —dice Estefanía, imitando la voz masculina de su profesor.

Macarena suelta una risa.

—¿Solo te dijo eso? —pregunta, curiosa

—Sí, solo eso. Luego se fue. Y yo me quedé como una estatua. Te juro que me latía hasta el clítoris.

—¡Estefi! —exclama Macarena entre carcajadas—. ¡Me recuerdas a Gonza! —sigue riendo.

—Después lo detuve y le pregunté cómo sabía que estaba triste. Me dijo que siempre bromeo y soy risueña, pero había notado que estos últimos días no lo hacía.

—¡Wow! Le gustas, Estefi.

—No sé. Ni siquiera me miró. Fue como si Wall-E le hablara a Eva.

—Quizás estaba nervioso.

—Lo que sea, me encantó. Mira qué lindas están las flores —dice Estefanía, admirando las flores que acaban de acomodar en el florero.

—¿Por qué no lo invitas a la fiesta de Año Nuevo que está organizando tu familia? —propone Macarena.

Estefanía sonríe, iluminada por la idea.

—¡Qué buena idea, cuñis! —dice feliz—. Aunque es de disfraces...

—¿Y qué tiene? 

—Que no me imagino a mi profe disfrazado de nada más que de Lancelot o de Rey Arturo —dice Estefanía, bromeando.

—¿Cómo sabes y te vuelves su Ginebra? —sugiere Macarena con aires de celestina.

—Cuñis, estoy con Noah —responde Estefanía, tratando de autoconvencerse de que su profesor no le atrae en lo más mínimo.

Macarena arquea una ceja, pero antes de que pueda decir algo más, Maximiliano entra en la cocina, visiblemente arrepentido.

—Princesa, lo siento. No quise interrogarte —se disculpa Maximiliano—. Lamento que estés triste. El idiota de Axel Rose tiene la culpa, ¿no?

Estefanía no dice nada y baja la mirada. Macarena le hace un gesto a Maximiliano para que no siga preguntando.

—Princesa, nadie merece tus lágrimas. Me alegra que te regalen flores para animarte —dice Maximiliano, tratando de reconfortar a su hermana.

Estefanía se queda boquiabierta. 

—¿Estás aceptando que me regalen flores? —pregunta, sorprendida.

—Si eso te alegra, sí —confirma Maximiliano.

—Gracias, hermanito —responde Estefanía, feliz, y le da un beso en la mejilla antes de salir de la cocina con el florero en las manos.

—Estoy orgullosa de ti —le dice Macarena a Maximiliano.

—Quiero verla feliz —responde él—, y también quiero matar a ese imbécil de Noah.

—Confía en sus decisiones y apóyala. Si sigues custodiándola como un perro guardián, solo conseguirás que se aleje de ti —comenta Macarena.

—¿Cómo lo haces? —pregunta Maximiliano, acercándose a ella.

—¿Cómo hago qué?

—Para que cada cosa que digas o hagas provoque que me enamore más de ti —dice Maximiliano, mirándola fijamente.

Macarena se sonroja y, al verlo acercarse, retrocede hasta que su cintura choca con la mesa isla de la cocina.

—Y, ¿cómo haces para encenderme como un volcán cada vez que te sonrojas? —agrega Maximiliano, tomándola por sorpresa, alzándola y sentándola sobre la mesa. Pone sus manos a los costados de cada pierna y se inclina hacia su oído, respirando en él, mientras succiona lentamente el lóbulo de su oreja.

—Maxi... —exhala Macarena, estremecida.

Maximiliano mueve sus manos, toca sus muslos y los aprieta. Baja con su boca desde su oreja hasta el cuello, dejando un rastro de besos y suaves succiones placenteras.

—Maxi, detente —pide Macarena, susurrando y tratando de contenerse.

—Me deseas tanto como yo a ti —le susurra al oído.

—Tenemos un acuerdo.

—Me vale —responde Maximiliano y se lanza a besarla en los labios.

Macarena se aparta del beso, decidida a mantener su posición de no reconciliación.

—¡Maxi!, ¿quién te dio tantas licencias? —exclama, nerviosa y agitada.

—¡Maca! —reclama él, frustrado.

—¡Bájame!

—Agg, qué gruñona te pones —responde él, molesto, y se aleja de ella. 

Se marcha de la cocina, dejándola sentada sobre la mesa, encendida y con el corazón en la mano.

Un par de semanas restan para que a Macarena le devuelvan su departamento. Maximiliano aún sigue desempleado, en casa, cuidándola y esperando noticias desde Nueva York y los contactos que podrían ayudarlo. Su idea de reconquistarla no cesa a pesar de los constantes rechazos que recibe. La mira y siente que cada día que pasa a su lado la ama más. Aunque ella insiste en que no siente lo mismo por él, él no se da por vencido.

Una tarde, mientras Macarena se acuesta temprano en la cama, agotada, Maximiliano le propone ver una película juntos. Le acomoda los cojines y se acurruca a su lado.

—Maca, no te haré nada, solo quiero estar cerca de ti —le dice al notar que ella se mueve hacia el borde de la cama.

—No quiero que pienses que puedes empezar con tus juegos de nuevo, galán —responde ella, nerviosa.

—¿Yo?, jamás —responde Maximiliano, bromeando.

—¿Ah, no? La semana pasada me acorralaste en la cocina.

—Mentira, solo quería ayudarte a limpiar tu cuello. Tenías muchas pelusas.

—¡Eres un payaso!

—Invitaré a Estefy para que se ponga en medio y me creas que no intentaré sacarte la ropa.

—Estefy salió, y lo sabes.

—Entonces estamos solos —dice Maximiliano, acercándose más.

—Fuera, no me acoses —responde ella, riendo.

—¿Por qué eres tan esquiva?

—Hicimos un acuerdo, seríamos amigos. Respeta el protocolo. Es difícil tenerte al lado si pasas todos los días con indirectas e intentando seducirme, Maxi —responde, nerviosa

—¿Crees que estoy jugando todo el tiempo? —pregunta Maximiliano, en serio—. Sabes lo que siento por ti. Volví para estar contigo, no para ser solo amigos. ¿Cuánto tiempo más vas a estar molesta conmigo? Sé que también me amas, lo veo en tus ojos. ¿Por qué eres tan orgullosa?

—Eres tan insistente. Si estoy aquí a tu lado es porque no tengo dónde vivir. Gracias a mi genial idea de hacer una vida contigo, vendí mi auto, renté mi departamento y me quedé sin nada.

—¿De nuevo me culpas de que perdiste todo? —dice Maximiliano, molesto—. Maca, mírame —le pide, acercándose y fijando su mirada en la de ella—. Mírame a los ojos y dime que no me quieres. Si lo haces, dejaré de insistir.

Macarena guarda silencio, perdida en su mirada.

—No puedes decírmelo, porque me amas —insiste Maximiliano.

—El amor a veces no es suficiente —responde Macarena.

—Dime entonces que no volveremos a intentarlo. Dímelo mirándome a los ojos.

Macarena vuelve a guardar silencio, traga el nudo que tiene en la garganta y finalmente dice, sin convicción:

—No quiero volver a estar contigo, Maxi.

Maximiliano se aleja, le deja el control remoto y se levanta de la cama.

—Disfruta la película —dice antes de salir.

Macarena cierra los ojos y se tumba en la cama, arrepentida al instante por lo que ha dicho. Su orgullo la ha vencido, y no puede admitir que realmente quiere reconciliarse con él.

Maximiliano sale molesto y frustrado de la habitación. Toma sus audífonos, conecta su música y se recuesta en el sofá para intentar calmarse.

Media hora más tarde, Estefanía llega a casa y lo saluda, pero él no la escucha, así que ella se lanza sobre él jugando.

—¡Princesa, me vas a matar de un susto un día de estos! —dice Maximiliano, sorprendido.

—Estabas en otro mundo, no me escuchabas —responde ella, acomodándose a su lado.

—Sí, me enviaron a comprar pan a la mierda y en eso andaba —ironiza él.

—¿Qué pasó? —pregunta Estefanía, notando su malestar. Maximiliano no responde.

Entonces, Estefanía se levanta del sofá y va a espiar el dormitorio donde está Macarena. Luego regresa y le dice a su hermano:

—Está dormida. Dime qué pasó.

—Eres tan entrometida, princesa —responde Maximiliano, sentándose y dándole espacio a su hermana, que se acomoda a su lado.

—Siempre te ayudo. Vamos, suelta qué pasó.

—No quiere que estemos juntos. Haga lo que haga, no cambia su postura.

—Entonces no hagas nada.

Maximiliano frunce el ceño.

—Eso es extraño —dice.

—No es extraño, hermano. Es lógico. Si la estrategia no da resultados, cambia la estrategia —responde Estefanía, tan alegre como siempre.

Ve el rostro de su hermano un tanto confundido y continúa:

—Has estado orbitando a su alrededor desde que llegaste de Nueva York. Le has dado todo lo que necesita y te tiene comiendo de su mano. Dale espacio, haz tu vida y sé feliz sin ella. Volverá a ti, te lo aseguro.

—¿Eso lo sacaste del libro "Estefi, la rompecorazones"? —se burla él.

—Maxi, es psicología inversa. Además, sabes que somos complicadas. A veces ni nosotras mismas nos entendemos —le dice Estefanía, guiñándole un ojo.

—Veré qué hago —responde Maximiliano, pensativo.

—¿Cuándo te he fallado? Ella sabe que la amas y que harías cualquier cosa por ella. Vuelve a ser tu prioridad, cuida de ti y no solo de ella. Volverá. Está loca por ti, hermanito hermoso —asegura Estefanía.

—No sé cuándo creciste —dice Maximiliano, sonriendo.

—Mientras bailabas en Broadway, hermanito lindo —responde ella, dándole un beso en la mejilla antes de levantarse del sofá y dejar a Maximiliano pensando.

Maximiliano pasa el resto de la tarde en el sofá, reflexionando sobre lo que habló con Estefanía. Aunque al principio no quiere alejarse de Macarena, empieza a considerar seriamente los consejos de su hermana.

Entonces decide que es sí es tiempo de cambiar de estrategia. Aunque sigue amando a Macarena, se da cuenta de que estar siempre cerca de ella no es la solución. Se levanta, va a la habitación a recoger algunas cosas para armar un bolso, conversa con su hermana y sale de casa.

Camina hacia la parada de autobuses, respirando el aire nocturno. Se siente aliviado de la presión que ha estado sintiendo últimamente. Decidido a enfocarse en su propio bienestar, toma su teléfono y llama a su nuevo manager, Nicholas, el contacto de Christian.

Nicholas le confirma que la propuesta de trabajo en una prestigiosa academia de danza y coreografía en el centro de la ciudad se ha concretado. Dentro de dos semanas debe asistir a una entrevista, pero ya está dentro. Maximiliano le agradece y le promete una invitación para celebrar.

Al día siguiente, Macarena se despierta al oír un barullo que Estefanía está haciendo en la cocina, intentando arreglar un horno eléctrico que no funciona. Se dirige somnolienta hacia el origen del ruido, ingresa a la cocina y ve a Estefanía con el rostro manchado de harina y el cabello alborotado, rodeada de herramientas y piezas del horno desarmado.

—¿Qué está pasando aquí? —pregunta Macarena, frotándose los ojos.

—¡El horno se volvió loco! —responde Estefanía con voz angustiada—. Estaba a punto de preparar un bizcocho y ahora parece que estoy construyendo una nave espacial.

—¿Te ayudo? —ofrece Macarena, intentando hacer fuerza para levantar el horno.

—¡Epa, cuñi, aléjate de aquí! —dice Estefanía, empujándola suavemente—. No puedes hacer fuerza.

—No estoy inválida.

—Si mi hermano te ve haciendo esto, se va a enfurecer.

—Le diré a Maxi que venga a ayudarnos, entonces.

—No está. Salió por unos días.

—¿Cómo? ¿Dónde? —pregunta Macarena, notando la expresión tranquila en el rostro de Estefanía.

—A la casa de nuestros padres —responde Estefanía sonriendo de lado, como esperando la reacción de Macarena—. Dijo que te despidiera de él y que volvería cuando tengas el próximo control médico.

—Eso es el otro jueves —dice Macarena, un poco desconcertada—. ¿Sabes por qué se fue?

—Supongo que necesita un poco de tranquilidad. Ha sido intenso todo lo que le ha pasado —responde Estefanía, mientras sigue maniobrando con el horno—. Y un descanso le vendrá bien.

—Parece que estaba realmente cansado—comenta Macarena, un poco desalentada.

—Así parece —dice Estefanía, dándole unos golpes a las piezas y resoplando a no conseguir volver a encajarlas.

Macarena queda pensativa, preguntándose qué le ha pasado a Maximiliano. Sin embargo, decide confiar en que él sabe lo que está haciendo. Se da cuenta de que es hora de hacer lo mismo: reflexionar sobre sus propios sentimientos y decisiones.

Estefanía la mira de reojo y sonríe, satisfecha de que su plan malévolo y casamentero esté funcionando a la perfección.

Al día siguiente, Maximiliano se despierta en lo que fue su habitación en casa de sus padres. Suspira, recordando los años en que se sintió acogido y contenido en esa casa. Se mueve entre las sábanas y mira su reloj que marca las ocho de la mañana. Su teléfono suena con una llamada.

—Hola —se escucha la voz somnolienta de Macarena al otro lado del teléfono.

—¿Maca? —exclama Maximiliano sorprendido, sentándose en su cama—. ¿Estás bien? ¿Te pasó algo?

—Maxi, ¿dónde estás?

—Estoy en casa de mis papás. ¿No te lo dijo Estefi?

—Soñé que volvías a Nueva York —dice Macarena con angustia.

Maximiliano ríe suavemente, y su risa hace que Macarena sienta un cosquilleo en el auricular.

—Maca, no voy a volver a Nueva York. Pero hablé con el manager que me contactó Christian, y ya hay posibilidades de volver a las pistas.

—¡Qué felicidad, Maxi! —exclama Macarena—. Me sentía tan culpable por tu cesantía.

—No eres culpable de nada y lo sabes.

Macarena sonríe al escuchar su voz.

—¿Cuándo vuelves? Te echo de menos —confiesa, y Maximiliano sonríe con calidez.

—¿Echas de menos al acosador lunático que no te deja en paz? —bromea Maximiliano.

—No, echo de menos a mi amigo, con el que me río y veo películas.

—Ah, vuelvo para tu control médico. Te acompañaré, no te preocupes.

—¡Pero faltan cinco días!

—Bueno, sé paciente, Maca. Ya volverá tu amigo. Tengo que colgar; quiero alcanzar a mi papá antes de que se duerma, viene de su turno. Nos vemos.

—Maxi... —dice Macarena, pero él ya ha cortado la llamada.

Macarena suspira, extrañándolo. Solo ha pasado un día desde que se fue, pero ya siente su ausencia. Siempre estaba con ella, preparándole el desayuno, haciéndola reír y tratando de seducirla. Se levanta y va a la cocina por un vaso de agua. Estefanía tampoco está en casa, y se siente increíblemente sola y perdida, pero entiende que este tiempo es necesario para ella. 

Decide aprovechar el día para concentrarse en su recuperación y en cuidarse. Hace algunas llamadas para organizar su retorno laboral después de su largo reposo médico y se dispone a preparar un desayuno ligero.

Mientras tanto, Maximiliano alcanza a su padre para contarle sobre la nueva oportunidad profesional que se le presenta. Desayuna con su madre y luego se dirige al estudio, donde pasa la mayor parte del tiempo inmerso en la música.

La noche del martes, Macarena está viendo una película en la sala de estar cuando escucha el sonido de las llaves en el cerrojo de la puerta de entrada. Se levanta, extrañada, ya que Estefanía le había dicho que se quedaría en casa de unas amigas para estudiar esa noche. Al abrir la puerta, se sorprende al ver a Maximiliano de pie frente a ella, con una sonrisa en el rostro.

—¿Qué haces aquí? —pregunta Macarena, sin poder ocultar su sorpresa.

—Volví antes de lo esperado —responde Maximiliano, mirándola con ternura.

Macarena no puede contener la emoción y se lanza a abrazarlo con fuerza. Se siente aliviada y feliz de tenerlo de vuelta

—¿Qué pasa? Solo me fui unos días —dice Maximiliano, riendo y aceptando gustoso el abrazo.

Macarena lo suelta y acaricia su rostro.

—Qué recibimiento, me iré más seguido —bromea Maximiliano—. ¿Dónde está mi hermana? —pregunta, dejando su bolso en la sala.

—En casa de unas amigas, iba a estudiar para un examen.

—Tan aplicada mi princesa. Me daré una ducha —dice Maximiliano, y Macarena asiente. Él se dirige al baño, y ella vuelve al sofá para continuar su película.

Más tarde, Maximiliano sale del baño, perfumado y vestido con jeans rasgados en las rodillas y una camisa azul y una chaqueta negra, atuendo que resalta su trabajada figura. Macarena lo mira de pies a cabeza, sin poder ocultar su admiración.

—¿Qué pasa? —le pregunta Maximiliano, riendo al ver el rostro embobado de Macarena.

—¿Vas a salir? —pregunta Macarena, sorprendida por la apariencia de Maximiliano.

—Sí, no creo que me ponga esta ropa para una pijamada contigo —bromea él.

—¿A dónde vas?

—¡Epa! ¿Me estás controlando? Ni cuando éramos novios, Maca —le dice, la besa en la mejilla y se despide, dejándola en un estado de desconcierto absoluto.

Macarena se queda en la sala, reflexionando sobre la situación. Está feliz de tener a Maximiliano de vuelta, pero se siente confundida por su comportamiento. Se pregunta a dónde iba así de guapo. Decide no darle muchas vueltas al asunto y sigue con su película, aunque su mente no deja de divagar.

Mientras tanto, Maximiliano se dirige a un bar cercano, donde se encuentra con Nicholas, como se lo había prometido. En el bar, disfruta del ambiente festivo, de unos tragos y conversación animada. Por un momento, logra olvidarse de todo lo demás.

Horas después, cuando regresa a casa, encuentra a Macarena aún despierta en la sala. La mira con curiosidad mientras se quita la chaqueta y se sienta a su lado en el sofá.

—¿Por qué aún sigues despierta? —pregunta, intrigado.

—No podía dormir —responde Macarena, mirándolo a los ojos y tratando de descifrar dónde había estado.

—¿Quieres un té? —le ofrece Maximiliano.

—Sí, gracias.

Maximiliano va a la cocina y, tras unos minutos, vuelve con una taza de té y unas tostadas.

—Siempre te da hambre cuando te desvelas —le dice con ternura, ofreciéndole las tostadas.

—Gracias —responde Macarena, y se queda en silencio.

Maximiliano sonríe y empieza a burlarse.

—Te mueres por saber dónde y con quién estuve, pero eres tan orgullosa que prefieres quedarte en silencio y no preguntar nada.

—Nunca te falta compañía —responde Macarena, tratando de ocultar sus celos, pero sin éxito.

—Celosita, estaba con mi nuevo manager. Le debía una noche de alcohol y nos reunimos —le dice Maximiliano, apoyando la espalda en el sofá.

—No me tienes que dar explicaciones, Maxi —dice Macarena, con el orgullo a flor de piel.

—No, pero quiero que sepas que sigues importándome tanto como para dártelas —responde Maximiliano, tranquilo, y cierra los ojos, recostando su cabeza hacia atrás.

—¿Volviste antes porque ibas a reunirte con él? —pregunta Macarena.

—Sí —responde Maximiliano sin abrir los ojos.

—¿No me echaste de menos?

—Sí —responde de la misma manera.

—No se te nota —responde molesta y se levanta del sofá.

Maximiliano se ríe y va tras ella. La detiene, la gira y le da un abrazo.

—¿Quieres que te demuestre cuánto te eché de menos? —le pregunta, susurrándole en los labios.

—Maxi, me iré a dormir, suéltame —dice Macarena, nerviosa.

—Bien, como quieras —dice Maximiliano, y suelta su agarre, dejándola libre y confundida por su falta de insistencia. —Buenas noches, Maca —le dice, tocando su nariz con la punta del dedo índice, y se retira hacia la cocina.

Macarena lo ve irse, y un nudo en el estómago la atrapa.

¡Espera, me muero de ganas de besarte y sacarte la ropa!, piensa para sí, pero no lo dice.

Lo observa alejarse, quedándose allí de brazos cruzados con la mirada fija en la puerta de la cocina. Se reprocha su habitual actitud de bruja desalmada, que reserva para quienes no le importan, mientras el hombre que ama se aleja caminando con ese cuerpo de ángel con el que quisiera volver a tocar el cielo. 

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