Capítulo 47: Poliamor
Maximiliano respira abatido sentado en el sofá de la cafetería del personal del hospital. Está solo; su papá aún no sale desde quirófano, su mamá, Estefanía y Gonzalo están en la sala de espera común del hospital, esperando ansiosos alguna noticia.
Tiene la cabeza gacha, mirando hacia el suelo, con los codos apoyados en las rodillas. Hace dos horas que Macarena ha ingresado al pabellón y no sabe qué ha pasado. Sus manos están temblorosas y siente un nudo en el estómago.
Unos pasos se acercan y alguien le da un manotazo en la cabeza. Maximiliano levanta la vista, con los ojos enrojecidos.
—¿Puck? ¿Qué haces aquí? —pregunta al ver a Laura parada delante de él.
—Vine a hacerte compañía, Justin —dice ella, dejando una bandeja con sándwiches y dos cafés en una mesita cerca de los sofás.
—¿Cómo entraste?
Laura le muestra su credencial de medicina y Maximiliano asiente.
—Verdad que tienes pase VIP —dice desanimado.
—¿Almorzaste?—pregunta Laura mientras se sienta a su lado.
—No tengo hambre.
—No le pasará nada, lo sabes, ¿cierto? —dice Laura.
—¿Desde cuándo eres tan optimista, Leprechaun?
—Desde que estudié medicina, zopenco—dice Laura—. Sé que no le pasará nada .
Abre su bolso, saca su laptop y la apoya sobre las piernas. La abre y le dice a su hermano, mientras la pantalla muestra imágenes de un útero femenino:
—Tu cerebro de medusa debe procesar esto.
Maximiliano rueda los ojos pero centra la atención en la pantalla.
—El examen Beta mide el crecimiento de la hormona del embarazo de manera exponencial. Si Maca tenía una cantidad superior a 10.000 y no hay saco embrionario, es un embarazo ectópico. Súmale a eso el dolor que ella decía tener —explica Laura, seriamente.
Maximiliano la escucha en silencio.
—¿Ves esto? —Laura señala las trompas de Falopio en la pantalla—. Maca tenía el embrión allí situado. Lo sé porque papá me envió un mensaje, así que no me pongas esa cara de confusión —añade Laura al notar la expresión incrédula de Maximiliano.
—Pero tenía latidos, los escuchamos.
—Puede que sí, pero no podía seguir creciendo en ese espacio tan pequeño, ¿lo ves? —dice indicando en la pantalla el dibujo—. Y si crecía, reventaría su trompa de Falopio y tendría una hemorragia peligrosa. Por eso estaba en peligro. Cosa que no pasó, así que no tengas esa cara de funeral.
—Fue mi culpa.
—No idiota. Eso le pasa a dos de cada cien mujeres, no tienes culpa en esto —dice Laura para darle tranquilidad, a su manera
—¿Qué le hicieron a Maca en la cirugía?
—Extrajeron el embrión, le hicieron una laparoscopia y decidieron no extirpar la trompa. La conservaron. Pero su recuperación será lenta —responde Laura mientras cierra su laptop.
—Laura, ¿por qué me cuentas todo esto?—pregunta Maximiliano llamando a su hermana por su nombre, como pocas veces.
—Porque estás devastado, hermano. La amas. Todos la queremos, y quiero que sepas que estará bien.
Maximiliano suspira, sintiendo un gran alivio. La persona que menos esperaba le da el consuelo que más necesita.
En ese momento, Martín entra a la cafetería y camina en dirección hacia donde están sus dos hijos. Ambos se ponen de pie al verlo.
—¿Cómo está Maca? —pregunta ansiosamente.
Martín le da una palmadita en el hombro antes de responder.
—La cirugía fue un éxito. Maquita está estable ahora —dice.
Maximiliano deja escapar un suspiro de alivio y cierra los ojos por un momento.
—Gracias, papá. No sé qué haría sin ti —dice sinceramente.
Martín le sonríe y luego sonríe a su hija mayor, guiñándole un ojo.
—¿Puedo verla? —pregunta Maximiliano.
—Está anestesiada, pero te dejaré verla por unos minutos —dice Martin de manera comprensiva.
—Lori, gracias por cancelar a tus pacientes y viajar para acompañar a tu hermano —le dice Martín a Laura.
—Para eso es la familia, ¿no?—responde ella
Maximiliano queda sorprendido de la respuesta de su hermana.
—Sí, hija, así es —responde Martín, con una mirada cálida—. Te envié por MEDICAL algunos exámenes de Maquita. Quédate para que conversemos, ¿sí?
—Claro. Iré afuera a informarle a los demás. Mamá estaba muy nerviosa —dice Laura acomodando sus gafas.
—Si, hazlo, gracias —responde Martín.
Luego se aleja de ella y pasa un brazo por los hombros de Maximiliano para guiarlo hacia la sala de recuperación. Maximiliano se gira, retrocede, camina hacia su hermana y le da un abrazo.
—Gracias, insoportable.
—De nada, subnormal —responde Laura, abrazando cariñosamente a su hermano.
Laura toma sus cosas y desaparece de la vista de ambos
Maximiliano camina nervioso acompañado de su padre. El característico olor a hospital lo invade mientras Martín le solicita que, antes de ingresar, lave sus manos y se coloque una mascarilla.
Después de seguir las instrucciones, ingresa a la habitación y ve a Macarena acostada con rostro cansado. Ella abre los ojos, apenas.
—¿Cómo estás, amor? —pregunta Maximiliano con voz suave, tomando delicadamente la mano de Macarena en la suya. Sus ojos se encuentran y, en ese momento, todo lo demás parece desvanecerse.
Macarena sonríe débilmente al ver a Maximiliano a su lado.
—Estoy bien. Gracias por estar aquí —responde con voz débil.
Maximiliano se acerca a besar su mano a través de la mascarilla.
—Hijo, debes dejar que se recupere. Ven —dice Martín, colocando una mano reconfortante en el hombro de Maximiliano.
Maximiliano se inclina hacia Macarena.
—Me tengo que ir, pero me quedaré afuera esperando que despiertes bien —le dice suavemente—. Qué ganas de aprovecharme de tu anestesia y robarte otro beso.
Macarena sonrie y Maximiliano le beso nuevamente la mano para despedirse.
Al salir de la habitación, Martín abraza a su hijo.
—Maxi, necesitamos hablar —le dice, seriamente.
Maximiliano asiente, sintiendo un nudo en el estómago.
—¿Qué pasa, papá? —pregunta con preocupación.
Martín suspira antes de continuar.
—Maquita enfrentará una recuperación lenta y delicada —explica con calma—. Dado que el embarazo ectópico pudo afectar su fertilidad, es importante que se someta a exámenes adicionales para asegurarnos de que no haya complicaciones en el futuro.
—¿A qué te refieres con fertilidad? ¿Maca no podrá tener hijos? —pregunta con voz temblorosa.
Martín mira a su hijo con comprensión
—No es asi de tajante, Maxi —responde con calma—. Es demasiado pronto para sacar conclusiones definitivas. Lo importante ahora es que ella se recupere completamente y se someta a todos los exámenes necesarios para evaluar su salud reproductiva.
Maximiliano suspira y baja la mirada.
—Ey, hijo. Sin desalentarse. Ella está con vida, esto pudo ser peor.
—Lo sé. Gracias pá, gracias por estar aquí —responde Maximiliano emocionado
—Siempre, Maxito —responde Martín, revolcando su cabello con cariño.
Temprano por la mañana, Macarena despierta, sintiéndose más tranquila y relajada por efecto de los medicamentos. Al abrir los ojos, ve a Maximiliano durmiendo sentado en un sofá cercano a su cama. Es el hombre más maravilloso que ha conocido jamás, y aunque aún está molesta, todo lo que han pasado juntos supera su enojo en ese momento. Él se ve tierno durmiendo y su atractivo no disminuye a pesar del cansancio en su rostro.
En ese instante, el enfermero de turno entra para cambiar los medicamentos y hacer el chequeo de rutina. Macarena lo observa mientras él la mira de reojo y luego le sonríe. Es atractivo, sin lugar a dudas, y Macarena se sonroja.
El enfermero amablemente comienza a darle algunas instrucciones y pregunta su nombre. Ella contesta con buen ánimo y empieza a bromear con él, cuando se da cuenta de que Maximiliano la está mirando fijamente desde el rincón de la habitación, sentado en el sillón que le sirvió de cama. Su expresión es seria y parca, como si estuviese de mal humor.
—Maca, en quince minutos más te vengo a buscar para llevarte al examen en la sala de procedimientos —la distrae el guapo enfermero.
Ella vuelve a mirarlo y asiente.
—Procura descansar —le dice el enfermero y le guiña un ojo, haciéndola sonrojar de nuevo. Luego se retira.
—Hola, Maxi —saluda a su ex novio, que aún la mira sin expresión alguna en su rostro—. ¿Qué pasa? —le pregunta, un poco divertida por su expresión.
—Guapo el enfermero, ¿no? —le dice seriamente.
—¿Qué? —pregunta Macarena, divertida.
—Estás convaleciente, pero eso no te impide coquetearle.
—Maxi, ¿de qué hablas? —pregunta, con una tentación de risa.
—Le estabas coqueteando, Maca.
—¿Maxi, estás celoso? —y se ríe, pero se queja porque no puede reírse demasiado.
—Qué bueno que estés de buen ánimo hoy. Gonza vino a visitarte, los dejo solos —se levanta y sale de la habitación, aún muy serio.
—¡Maxi! —le llama Macarena, pero él la mira sin decir nada y sigue su camino justo cuando ingresa Gonzalo a la habitación.
—¡Amiga! —dice Gonzalo, inclinándose para besarla y abrazarla con suavidad—. Casi me morí de la angustia.
—Estoy bien, Gonza —le responde cariñosamente.
Él se levanta y se sienta en un costado de la camilla, mirando a su alrededor.
—Qué buena habitación, amiga, se nota que tienes privilegios —le dice en tono bromista.
—¿Qué privilegios? —pregunta ella, aún sonriendo.
—Te follabas al hijo del médico —responde Gonzalo.
Macarena ríe, como siempre que está con su mejor amigo.
—Oye, a propósito —continúa Gonzalo—. ¿Qué le pasaba a Maxi? Salió como una fiera. ¿Se enojó porque vine a verte? Que ni se atreva, porque fue él quien te metió en esto.
—No, Gonza, él nunca se enoja contigo.
—¿Entonces?
—Según él, yo estaba coqueteando con un enfermero.
—¿Y era guapo? —pregunta Gonzalo, animado.
—Gonza, primero, no estaba coqueteando; segundo, sí, era muy guapo.
—Que se pudra Maxi, ya no es tu novio.
—Gonza, no hables así de él.
—No lo defiendas. Esto te pasó porque te rellenó como pavo en Navidad y te embarazó —dice Gonzalo, y Macarena vuelve a reír.
—No fue su culpa. Yo disfruté ser un pavo —responde, defendiéndolo.
Gonzalo ríe.
—¡Mi amiga está de vuelta! Ay, amiga, me morí de miedo pensando que te dejabas guiar por la luz al final del túnel.
—No me pasó nada, estoy bien. Maxi me acompañó y me cuidó todo el rato, y Martín viajó exclusivamente para estar en mi cirugía.
—Sí, pero era lo que le correspondía hacer, nada más —dice Gonzalo, frunciendo el ceño.
—Maxi no tiene ninguna obligación de hacer nada, y menos Martín.
—Cómo lo defiendes, amiga. Sigues enamorada hasta la médula de Maxi.
—Claro que sí, pero eso no quiere decir que pueda olvidar lo que pasó en Nueva York.
—¡Im...po...sible...! —dice Gonzalo contando cada sílaba, atónito, mientras ve al enfermero ingresar a la habitación de Macarena.
—Maca, te vine a buscar para el examen —dice el enfermero, y luego mira a Gonzalo—. ¿Gonza?
—¿Rafael? —responde Gonzalo, absolutamente sorprendido.
—¿Qué haces aquí? —preguntan a coro.
—¿Se conocen? —pregunta Macarena, divertida.
—Maca es mi amiga —dice Gonzalo al mismo tiempo que Rafael dice—: Maca es mi paciente.
—Sí, se conocen —dice Macarena, tratando de romper la sorpresa que ambos sienten.
Un silencio incómodo se genera y Macarena decide romperlo con su habitual humor:
—¡Ey! La convaleciente está acá, no me olviden.
—Disculpa, Macarena, te llevaré al examen —dice Rafael, sacando los seguros de la camilla y pidiéndole que se recueste para bajar el respaldo. Luego, empuja la camilla hacia la sala de procedimientos.
—Te espero acá, amiga —le dice Gonzalo a Macarena, mientras Rafael lo mira sin decir nada, dejando a Macarena sumamente intrigada.
—¿De dónde se conocen? —le pregunta Macarena a Rafael mientras se dirigen al examen.
—De la universidad, pero hace años que no veía a tu amigo —responde Rafael, seriamente.
—Yo también lo conozco de la universidad, pero no recuerdo haber conocido a nadie del círculo de Gonza que estudiara enfermería —dice Macarena.
—No estudiaba enfermería cuando lo conocí. Llegamos —dice Rafael, señalando la sala y cortando la conversación.
Macarena se somete al procedimiento médico y luego, otra enfermera la devuelve a su habitación, donde la espera Gonzalo.
—¿Cómo te fue, amiga? —pregunta.
—Bien... supongo. Me hacen muchos exámenes, no sé cuál es cuál —responde Macarena, acomodándose en la camilla y cruzándose de brazos—. Ahora explícame qué pasó con mi guapo enfermero.
—Uf, amiga, esa es una larga historia —dice Gonzalo sentándose junto a ella en la camilla.
—Tengo que estar acá tres días, así que tiempo tengo para escucharla aunque sea por partes. Comienza.
—¿Por dónde empiezo?
—Por el principio, obvio. Le estás dando muchas vueltas, parece que es importante —dice Macarena, frunciendo el ceño.
Gonzalo hace una pausa y luego relata:
—Rafael estudiaba danza; éramos de la misma generación. En el primer año nos hicimos amigos. Tú lo viste, Rafael es un bombón, y a mí me gusta comer bombones...
—¿Entonces? —pregunta Macarena, interesada.
—No contaba con que este bombón heterocurioso, después de nuestra incursión, se diera cuenta que era queer.
—¿Se enamoró de ti, Gonza?
—Fue mutuo. El problema era su closet y le importaba mucho la opinión de los demás. Dejó la carrera de danza en el segundo año y no lo vi más.
—Nunca me habías contado que te habías enamorado de alguien, aparte del pesado de Amaro, que no se cómo aún lo aguantas.
—Es porque nunca más lo vi, fue un affaire.
—¿Y ahora que lo viste de nuevo, qué te pasó?
—Se me olvidó quién es Amaro —confiesa Gonzalo, tapándose la boca con ambas manos.
—¡OMG! —exclama Macarena emocionada.
—Esto nace y muere aquí, amiga —dice Gonzalo, cerrando sus labios con sus dedos con una cremallera imaginaria.
—Obvio. Lo que digas.
En ese momento, alguien toca la puerta, interrumpiendo las confesiones. El cabello rubio y los ojos bellos de Estefanía se asoman, y Macarena sonríe.
Estefanía corre y la abraza sin soltarla, mientras las lágrimas salen de sus ojos.
—¡Estefi! —dice Maca, riendo por el loco abrazo.
—¡Cuñis, hermosa cuñis! —le dice Estefanía, aferrada a ella como un pulpo.
—Cuñada, vas a hacer que la tengan que intervenir de nuevo si no la sueltas —le dice Gonzalo.
—Lo siento, lo siento —dice Estefanía, soltando su agarre y comenzando a darle besos en la cabeza.
—Estefi —vuelve a decir Macarena, riendo.
—Cuñis, estaba tan asustada. Lloré todo el tiempo.
—No pasa nada, estoy bien —dice sonriendo mientras Estefanía le acaricia el cabello.
—Y, ¿a mí no me saludas? —pregunta Gonzalo—. Yo también soy tu cuñado —le reclama.
—En tus sueños será. Laura no te daría una oportunidad —responde Estefanía, pensando en su hermana. Se acerca a besarle la mejilla a Gonzalo para saludarlo.
—No me interesa tu hermana, cuñada, sino, tu hermano —responde Gonzalo, bromeando.
Estefanía abre la boca con expresiva teatralidad.
—No le hagas caso, está bromeando —le dice Macarena.
—Las dejo bellas. Tengo un asunto sumamente atractivo que resolver ahora... además, debo dar clases en la academia en una hora —dice Gonzalo, excusándose.
Macarena se ríe porque sabe que el asunto sumamente atractivo se llama Rafael. Gonzalo se acerca a ella y la abraza.
—Amiga, no me hagas esto nunca más. Te llamaré en la noche para chismear. Te quiero —le dice, y luego se despide de Estefanía—: Nos vemos, cuñada.
—Adiós, poliamoroso —responde Estefanía.
—Qué insolencia —responde Gonzalo, alejándose y haciendo reír a ambas chicas. Se marcha despidiéndose con la mano.
—¿Cómo te sientes? —le pregunta Estefanía, mientras a los pies de la camilla.
—Un poco dopada, me han puesto muchos medicamentos a la vena y me sacan a cada momento para exámenes —explica.
—Es rutina. Pero mi papi dice que estarás bien.
—Sí, Martín es genial.
Estefanía asiente.
—Cuñis, mi hermano tiene una inmensa cara de ogro, terrible. Pensé que me había descubierto y que asesinaría a Gabriel —dice como si hubiese cometido un delito.
—¿Gabriel?
—Es mi profe de canto en la Facultad. Me trajo en su moto. Me hubieras visto, me sentí tan salvaje, aferrada a su espalda. Además que está muy guapo —dice Estefanía aplaudiendo.
Macarena ríe.
—Estefi, ¿estás saliendo con un profe? —pregunta, disfrutando la charla.
—No, cuñis, aún estoy con Noah. Solo le pedí a Gabriel que me trajera. Es tan correcto que su linaje no le permite intentar algo conmigo.
—¿Su linaje? ¿Es de la nobleza o algo así?
—Es como si fuera un caballero medieval, de esos que ya no hay. De los que abren las puertas, dan flores, corren la silla... ¿cómo lo diría? Es como si estuviera fuera de época, pero en el buen sentido.
Macarena vuelve a reírse ante las ocurrencias de su ex cuñada.
—Si tu hermano supiera que te gusta un viejo...
—No me gusta y no es viejo, cuñis. Te mostraré una foto que le tomé a escondidas —dice Estefanía mientras saca su teléfono.
—¿No te gusta y le tomas fotos a escondidas? —pregunta Macarena riendo, mientras Estefanía le muestra la fotografía en su teléfono—. Es joven y está buenorro.
—Imagínatelo montado en una moto y yo agarrada a su espalda... es de película —dice Estefanía, feliz.
—Eres tan chistosa —responde Macarena riendo.
—Cuñis, no le digas a mi hermano. Lo asesinará. Está súper enojado y no me dice qué le pasó. ¿Sabes qué lo tiene molesto? —pregunta Estefanía.
—Una tontería —responde Macarena, restándole importancia.
—¿Pelearon de nuevo? —pregunta Estefanía, preocupada.
—No. Se enojó porque creyó que le estaba coqueteando al enfermero.
—¿Cuál? ¿El bombón sexy que usaba una mascarilla de cómics? —pregunta Estefanía, con una sonrisa traviesa.
—Ese mismo.
—Buena competencia le salió a mi hermano —bromea Estefanía —ese chico es tan guapo que con mirarlo ya te quieres enfermar.
—Estefi, yo no le estaba coqueteando. Además, tu hermano es mi ex.
—Tu ex que era el papá de tu hijo, tu ex que renunció a todo y viajó kilómetros para estar contigo, tu ex que no ha dormido por cuidarte, tu ex que lloró toda la cirugía pensando que te podrías haber muerto. ¿De ese ex me hablas? —defiende Estefanía.
—Estefi, me haces sentir mal diciendo eso.
—Lo siento, cuñis. Cuando te recuperes mejor hablaremos las cosas de mujer a mujer, sin pelos en la lengua.
—¡Qué miedo! —bromea Macarena.
—¡Junta miedo, querida cuñada! —responde Estefanía, sobando sus manos con un rostro malévolo y haciendo reír a Macarena.
En ese momento, Maximiliano entra en la habitación y ve a ambas riendo.
—Qué buen ánimo. ¿Me cuentan el chiste? —dice Maximiliano
—Es algo entre mujeres —responde Estefanía, con una mirada juguetona.
—Hmm, ok —responde Maximiliano, aún de mal humor, y se sienta en el sofá en el cual había dormido.
—Voy a ir a la cafetería, muero de hambre —dice Estefanía con la intención de dejarlos solos. Se levanta y sale de la habitación.
Maximiliano no dice nada. Se pone de pie, mira por la ventana de la habitación del hospital y luego vuelve a sentarse en el sofá. Mira con el ceño fruncido a Macarena.
—Maxi, no te enojes conmigo —le dice Macarena, rompiendo el hielo.
—No me enojé. Solo me dolió.
—¿Qué cosa?
—Ver que otro te hiciera sonrojar.
—Estoy dopada de medicamentos, sin control de impulsos. ¿Qué te hace pensar que me sonrojo porque me gusta el enfermero?
Maximiliano levanta los hombros y no responde. Toma una revista y se pone a leer para distraer sus emociones.
Macarena escudriña su rostro. Tiene los ojos cansados, la boca forma una mueca como cuando está disgustado. Su cabello está desordenado y la luz de la ventana forma una sombra en su nariz que lo hace ver aún más guapo. Lleva la misma ropa con la que fue al control médico cuando la acompañaba.
—Maxi, debes descansar —le dice Macarena.
Él levanta la mirada y deja la revista a un lado.
—No me moveré de aquí hasta llevarte conmigo a casa —le responde, seriamente
—Apestarás si no te das un baño y cambias tu ropa.
Maximiliano no responde, vuelve a subir los hombros y toma la revista nuevamente.
—Maxi, deja de ser tan niño —lo regaña Macarena—. No coqueteaba con el enfermero.
—Ok —dice él, pero no aparta la mirada de la revista.
—Amor, el enfermero es gay —dice Macarena.
Maximiliano cambia su lenguaje corporal, deja la revista a un lado y la mira fijamente.
—¿Me llamaste amor? —pregunta él, sonriendo.
—Fue por la fuerza de costumbre, lo siento —responde Macarena.
—Bien, entonces ahora me darás un beso porque estoy acostumbrado a eso —le responde Maximiliano, levantándose del sofá en dirección a ella.
—Maxi, no te aproveches —le dice Macarena, riendo mientras Maximiliano la abraza con ternura y delicadeza, riendo junto a ella.
—¿Cuándo dejarás de ser tan esquiva conmigo? Sí sé que te mueres por besarme.
—Estoy convaleciente, déjame en paz —le responde, mientras juegan y se quedan mirando a los ojos sin decirse nada.
—Me asusté mucho, pensé que te pasaría algo —le dice Maximiliano, acariciando su mejilla y sentándose junto a ella.
—Yo también me asusté. Pero tu papá llegó como un superhéroe volando en helicóptero y me salvó.
Maximiliano ríe y acaricia el vientre de Macarena.
—Sí. Yo quería ser como mi papá. Un superhéroe para nuestro hijo. No queda más remedio que hacerte otro hijo para cumplir ese papel.
—¡Maxi! —ríe Macarena.
Maximiliano la mira y vuelve a acariciar su mejilla.
—Lamento mucho todo —dice, apoyando su frente en la de Macarena.
—Lo sé —responde ella, cerrando sus ojos y disfrutando de su compañía.
Maximiliano toma su mano, y ella le devuelve una sonrisa. Aunque las cosas no están resueltas, en ese instante, todo parece encajar.
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