Capítulo 46: Padres
El día para Macarena corre a paso de tortuga. Se siente agotada. No ha dormido bien desde que regresó, y las náuseas la tienen abatida todo el tiempo. Sumado a eso, sabe que hoy Maximiliano vuelve y debe enfrentar la realidad de su embarazo.
Camina despacio hacia la puerta de la casa, mete la llave en el cerrojo e ingresa. En el pasillo hay dos maletas, evidencia de la llegada reciente de su ex.En la sala, sentados en el sofá, están él y Estefanía conversando animadamente.
Macarena lo ve y se paraliza. Su corazón se agita como la primera vez que Maximiliano la besó, como la primera vez que le dijo que estaba enamorado de ella.
Maximiliano, al verla, se levanta en un impulso del sofá y va hacia ella. La envuelve en sus brazos, pero ella no responde al abrazo.
—Amor, no sabes cuánto te extrañé —le dice, todavía abrazado a ella, sintiendo que ha recuperado su aliento y su energía.
—Maxi, me asfixias —le dice Macarena, derritiéndose por dentro.
Su fragancia la envuelve y la nostalgia se apodera de ella. El aroma de Maximiliano no le provoca náuseas; extrañamente, es lo único en lo que piensa.
—Perdón, yo estoy aquí —dice Estefanía, levantando la mano.
—Hola, Estefi. Dile a este oso pegajoso que me suelte para poder saludarte —responde Macarena y él sonríe porque había extrañado tanto esas respuestas.
—Voy a clases —dice Estefanía—, los dejaré. Tienen mucho de qué conversar.
Se levanta del sofá, besa a Maximiliano en la mejilla de la misma manera que a Macarena y se va de la casa.
Después de un momento de silencio incómodo, Maximiliano decide romper el hielo:
—¿Estás bien, Maca? —pregunta con voz suave, dejando escapar un suspiro de alivio al verla a salvo frente a él.
Ella asiente débilmente, luchando por dominar sus sentimientos, mientras se aparta gentilmente de sus brazos.
—Solo un poco cansada —admite, tratando de ocultar sus emociones.
—Estás muy pálida.
—Solo es cansancio —insiste.
—¿Cómo estás tú? ¿A qué hora llegaste?
—Hace una hora. El vuelo es extenuante, pero necesitaba llegar. Desde que te fuiste, necesitaba regresar.
—Maxi, ¿Por qué volviste? —pregunta ella, mientras deja sus cosas en la mesa del comedor.
—Ven, conversemos —le dice Maximiliano y toma su mano para llevarla al sofá para sentarse juntos—. En serio, estás muy pálida y muy delgada, Maca. ¿Estás enferma? —insiste.
—No, estoy bien —vuelve a responder e intenta desviar la conversación—. ¿Por qué volviste? ¿Qué pasó con tu carrera? ¿Qué pasó con Harry?
—Maca, cuando discutimos nunca me imaginé que regresarías. Habíamos hecho una promesa y tú te fuiste sin escuchar nada. No podía dejar las cosas así, por eso regresé y no me volveré a ir. Lo de la carrera en Broadway es pasado.
Macarena lo mira un poco asombrada al enterarse que ha vuelto para quedarse.
—La promesa también incluía fidelidad, Maxi —dice, sin más.
—Nunca te fui infiel.
—Buscar en otra persona algo que yo no tengo, para mí sí es infidelidad.
—No buscaba nada en nadie. Solo me confundí y pensé que si lo hablaba contigo me ayudarías y podríamos conversar, pero saliste huyendo y me dejaste solo.
—¿Y qué pasó con Sussie? —pregunta Macarena, y él baja la mirada—. Si no me fuiste infiel, dime qué pasó con ella.
—Nada pasó con ella —dice Maximiliano, pero no la mira a los ojos.
—¿Nada? Yo me fui y te dejé el camino libre para jugar a ser el galán de nuevo. Ella te devoraba con los ojos cada vez que te veía, aún estando yo presente, ¿y me dices que no pasó nada cuando yo me fui?
—El día que te fuiste, tenía ensayo y me encontré con ella. Me acompañó al loft y... —Maximiliano se detiene y mira los ojos de Macarena, que están muy rojos reteniendo sus lágrimas.
—¿Me dices que no me fuiste infiel? ¡El mismo día que me fui la metiste al loft para consolarte, Maxi! —dice muy molesta y dolida.
Maximiliano se reclina hacia atrás en el sofá y toma su cabello con ambas manos. Luego resopla antes de confesar:
—Solo la besé. La besé y me di cuenta de que era un cretino —dice y sus ojos ahora tienen lágrimas—. Maca, yo estaba desesperado, te habías ido, no quisiste escucharme, no entendiste lo que estaba tratando de decirte, me sentía molesto, lastimado... y...
—¿Y por eso la besaste? —lo interrumpe enfurecida —. Maxi, yo dejé todo para irme contigo y tú te confundiste como un adolescente que no sabe lo que quiere, ¿crees que esto fue un juego para mí?
—Yo nunca te pedí que dejaras todo. ¿Por qué me lo sacas en cara? No te exigí nada.
Macarena siente que su corazón se desgarra en mil pedazos y ya no puede retener las lágrimas.
—¡Porque íbamos a hacer una vida juntos, idiota! —exclama con la voz quebrada —.Por eso dejé todo. No necesitabas pedírmelo. Pero me queda claro que tú no querías una vida conmigo.
—No seas tan hiriente, yo...
—¡¿Que no sea hiriente?!— interrumpe exaltada mientras se levanta del sofá—. Te pusiste a mirar a otra mujer y cuando me fui, la metiste a nuestra casa sin tener una puta consideración. La calentura fue superior, ¡¿y me dices a mí hiriente?! —exclama enfurecida mientras camina sin rumbo, queriendo huir de la conversación.
—¡No me acosté con ella, Maca! —exclama él imitando sus movimientos, siguiéndola—. Estaba furioso y desorientado. ¿Por qué te fuiste? ¿Por qué me dejaste solo si te pedí que conversáramos?
Macarena detiene su caminar, dándole la espalda.
—Ey, no me des la espalda. Respóndeme, ¿por qué no quisiste que conversáramos? —pregunta colocándose tras de ella.
—Me sentí traicionada y...
—¿No podíamos conversar? ¿En vez de salir huyendo? —le reclama Maximiliano alzando la voz.
Macarena se tapa los oídos y le dice cerrando los ojos, aún de espaldas a él:
—... estoy embarazada, Maxi.
Maximiliano queda aturdido, sin palabras. Toma a Macarena de los hombros y la gira hacia él.
—Maca, amor, no bromees —pero Macarena está llorando y cubriéndose el rostro con ambas manos—. No estás bromeando —dice Maximiliano atónito y se aleja de ella.
Al digerir la noticia, su rostro comienza a mutar a rojo furioso, se aleja aún más y cierra los puños.
—¿Desde cuándo lo sabes? —pregunta Maximiliano conteniendo su furia creciente, pero Macarena no contesta, entonces se acerca a ella y le exige, alzando la voz nuevamente—. Macarena, dime desde cuándo sabes que estás embarazada.
Macarena sorbe su nariz y lo mira con los ojos nublados:
—Desde el cumpleaños de Estefi.
Maximiliano se toma la cabeza con ambas manos, se aleja de Macarena con la respiración alterada. No puede contener más su furia.
—¡¿Por qué mierda me ocultaste algo así?! —le grita descontrolado.
Una fuerza de otro mundo se apodera de ella y camina hacia su ex novio, sube la palma de mano y le da una sonora cachetada.
—¡¿Quién te crees tú para tratarme de esa manera?! —lo encara Macarena limpiando sus propias lágrimas—. ¿Crees que lo paso bien con esto? ¿Crees que fue grato enterarme que estaba embarazada y que luego me dijeras que te calentabas por otra? ¡No tienes una puta idea por lo que he pasado!. Nunca, ¿me oyes?, ¡jamás vuelvas a gritarme de esa manera! —agrega agitada mientras él la mira asombrado con su mano en la mejilla.
Maximiliano se queda en silencio por un momento, sorprendido. La observa tan pálida, con los ojos rojos e hinchados, tratando de defenderse sola de lo que el mundo le haga enfrentar. Su furia se desvanece como por arte de magia.
Ella respira agitada y baja la mirada mientras él se acerca, arrepentido.
—Lo siento —dice y apoya su frente en la de ella—. Siento haberte gritado, siento haber roto mi promesa —agrega mientras lágrimas ruedan por su mejilla.
Macarena respira más calmada, como si hubiese sacado todo lo que tenía guardado dentro, todo el peso que cargaba sola, como si todas las emociones encontradas se hubieran liberado. Cierra los ojos sintiendo la respiración de Maximiliano y el roce de su cabello en su frente.
—Tengo mucho miedo, Maxi. Estoy aterrada —le confiesa casi susurrando.
—Lamento haberte lastimado —dice Maximiliano y más lágrimas brotan de sus bellos ojos marrones.
Macarena lo mira a los ojos y seca sus lágrimas con sus pulgares.
—No te conté porque no quería que esto te obligara a dejar tu carrera.
—Mi carrera no importa —responde Maximiliano como en un suspiro, cerrando los ojos mientras siente las manos de su ex novia acariciando su rostro.
—Pero era tu sueño y yo no me lo perdonaría. No podría estar tranquila sabiendo que renuncias a tus sueños por mí —dice Macarena.
Maximiliano abre los ojos mirándola fijamente.
—Tú eres mi sueño —le dice— y ahora eres mi sueño por partida doble.
—Pero tu carrera, tenías un futuro, ibas directo a tener mucho éxito —insiste Macarena.
Maximiliano la abraza por la cintura y continúa sinceramente:
—Mi carrera es solo eso. ¿Éxito? ¿A quién le importa? Tú lo eres todo para mí —y se acerca a besarla, pero Macarena retrocede.
—No, Maxi, no puedo. Tengo una maraña de pensamientos y emociones y una revolución de hormonas que no me deja pensar tranquila.
Maximiliano asiente, sigue abrazado a su cintura, saca su mano y coloca un mechón del cabello de Macarena detrás de su oreja, como acostumbraba a hacerlo, con una expresión de profundo cariño.
—Maca —murmura suavemente—, por favor, no me apartes de tu lado. Déjame estar contigo, no tienes que enfrentarlo sola. Sé que podrías hacerlo sola, pero esto... esto es algo en lo que quiero estar contigo. Quiero estar contigo cuando nazca nuestro hijo. No me apartes, por favor.
Sus palabras sinceras y de afecto calan hondo en el corazón de Macarena. Se queda mirándolo, conmovida por su petición amorosa. A pesar de querer mantenerse fuerte, al escucharlo y mirarlo, algo en ella se ablanda.
—No te apartaré —le dice—, pero no puedo estar contigo, Maxi, como pareja.
—Estaré contigo de la manera en que quieras, solo déjame cuidarlos y déjate cuidar por mí.
—Está bien, es un acuerdo —dice Macarena y le extiende la mano.
—¿Amigos para siempre? —pregunta Maximiliano repitiendo un recuerdo que ambos comparten.
—Amigos para siempre —dice sonriendo Macarena mientras estrechan sus manos.
Maximiliano besa su frente y la abraza, y ella al fin responde a su afecto, abrazándolo de vuelta, quedando varios minutos en un silencio acogedor.
—¿Quién más lo sabe? —pregunta Maximiliano sin soltar el abrazo.
—Gonza. Estefi lo acaba de adivinar el fin de semana pasado cuando vomité sus omelettes —responde Macarena y Maximiliano ríe—. No te enojes con ella, le pedí que no te dijera nada. Pero me pidió que te lo dijera cuando regresaras —agrega.
—Ya pasó, no importa —responde él soltando su abrazo—. Sabes que mi mamá nos exorcizará, ¿cierto? —bromea aligerando el ambiente.
—Lo tengo claro —responde Macarena sonriendo—. No les digas hasta que pueda ir a control médico.
—¿Aún no vas?
—Tengo cita la próxima semana.
—¿Podemos ir juntos? —pregunta Maximiliano.
—Es parte del acuerdo, ¿no es así? —responde, aliviada.
—Sí —dice Maximiliano y se arrodilla a sus pies.
—¿Qué haces? —pregunta ella, curiosa.
—Voy a besar a mi hijo ya que su madre no me deja besarla a ella —responde y empieza a besar el vientre de Macarena.
—Me haces cosquillas.
Macarena ríe y trata de zafarse del gesto.
—Acostúmbrate, llevas un futuro galán dentro de ti.
—¡Payaso! —le dice Macarena riendo.
—Soy papá payaso desde ahora —responde Maximiliano mientras continúa besando su vientre.
—Levántate, haces el ridículo.
—¿Me golpearás de nuevo si no lo hago? —bromea Maximiliano—. Deberías seriamente considerar una carrera como boxeadora, tienes una derecha potente —dice mientras se levanta del suelo, sacudiéndose el polvo y haciendo reír a carcajadas a Macarena después de mucho tiempo.
—Lo siento, sentí que me estabas agrediendo —se disculpa Macarena, aún riendo.
—Mejor no meterse contigo, definitivamente —responde Maximiliano sonriendo—. Tu Nona era como un personal trainer o algo así porque pegas cachetadas precisas.
—Mi Nona —suspira Macarena—. ¿Sabes qué me diría justo ahora?
—¿Qué te diría?
—Que te lo merecías por preñarme.
Maximiliano le da un ataque de risa y Macarena siente alivio al escucharlo reír así.
—Sí, hay cosas que me merezco porque soy un cerdo cretino —dice Maximiliano—, pero jamás me arrepentiría de tener un hijo contigo. Eres la mujer que más amo en este mundo.
—Cuando parezca un globo no me amarás tanto.
—Serás el globo más sexy que haya visto —dice Maximiliano susurrándole en los labios.
—Maxi, no me coquetees, acabas de llegar y somos ex novios.
—No te estoy coqueteando a ti, le coqueteo a mi hijo que está adentro.
—Tienes la excusa perfecta.
—Siempre —responde seductoramente.
—Maxi, ¿qué pasó con Harry?
—¿Quién es Harry? —responde haciéndose el desentendido, pero no puede evitar una sonrisa traviesa.
—Maxi...
—Digamos que lo puse en su lugar de una forma poco ortodoxa.
—¿Qué le hiciste? —pregunta Macarena
Maximiliano la toma de la mano y la lleva al sofá para seguir conversando.
—Lo despedí, me fui del loft y me mudé con Thomas —le explica.
—Y, ¿tus estudios?
—Amor, tantas preguntas... Mejor hablemos del nombre que le pondremos a nuestro hijo.
—Maxi. Me siento responsable de haberte arruinado el futuro, entiende.
Maximiliano suspira, la mira embobado y luego besa su frente.
—En la academia, pedí audiencia con el Director —explica—. Gracias a mi gran talento, carisma y atractivo físico me permitieron adelantar unos exámenes y logré terminar —bromea como de costumbre.
—Maxi, nadie aprueba sus estudios por tener carisma y atractivo físico —dice Macarena riendo
—Pues tenía buenas calificaciones y un destacado rendimiento. ¿Ahí te convence?
—Por ahí puede ser.
—Me perderé la graduación pero es lo de menos. Ahora, me puedes felicitar con un gran beso porque ya soy coreógrafo —dice estirando sus labios y cerrando los ojos.
Macarena pone las manos en sus labios y lo empuja levemente hacia atrás.
—¡Te felicito! —le dice dándole un abrazo
—Gracias —le susurra Maximiliano en su oído dejándose abrazar y notando que a Macarena se le eriza la piel de los brazos
—Es un alivio —le dice ella soltando el abrazo
—¿Qué cosa? ¿Que no siga susurrándote al oído? —pregunta acariciando los brazos
—No, bobo—responde ella ruborizada —. Es un alivio que pudieses terminar tus estudios. No puedes perder todo lo que ya habías ganado.
Él sonríe al verla ruborizarse y continúa seduciéndola.
—Lo perdí todo cuando te fuiste —dice mirándola fijamente.
—Maxi, basta, me agobias.
—Está bien. Me portaré como tu amigo, aunque cuando éramos amigos hacíamos otras cosas.
—¡Maxi, basta!
—Ya entendí, ya entendí —dice Maximiliano poniendo sus manos el alto
—Pero, si despediste a Harry, entonces, ¿te quedaste sin trabajo? —pregunta ella para desviar la conversación.
—Amor, ¿por qué te preocupa tanto eso?
—Porque me siento culpable.
—Es una decisión que tomé yo. Además, Thomas y Christian me ayudaron y contacté a un manager que trabaja acá. No volveré a Éclat por un miserable pago. Esperaré las gestiones que pueda hacer este manager.
—Eso suena bien.
—Si, le tengo fe a los contactos de los chicos. El abogado que me consiguieron fue de gran ayuda.
—¿Abogado?
—Tuve que terminar los contratos cuando despedí a Harry, cambiar las firmas, los derechos al manejo de mis cuentas y esas cosas aburridas.
—Y en casa de Thomas, ¿seguiste viendo a Sussie?—pregunta Macarena sin poder aguantar su curiosidad.
Maximiliano frunce el ceño.
—Maca, mírame —le pide
Macarena lo mira fijamente.
—Te juro por Estefi que no siento ni sentí nada por Sussie. Mi confusión no fue romántica, te lo juro. No supe explicarlo cuando te lo dije y esperaba que me entendieras, pero todo salió mal.
—Maxi, no necesitas jurar nada. Yo vi cómo ella te miraba y...
—Amor, no pasó nada con ella, nada.
—Pero la besaste.
—Ella me besó, yo la aparté y, cuando volvió a hacerlo, le respondí pero me arrepentí enseguida.
—Es lo mismo.
—Ok, es lo mismo —ironiza, frustrado.
—No quiero hablar más de esto, Maxi. No me hace sentir bien.
—Bien, no lo volveré a mencionar, pero tú tampoco lo hagas —le dice señalando con el dedo índice —. Mañana iremos de compras. Vamos a comprar una cuna, un coche, y ropa. También un auto con mucha seguridad y pondremos una silla de bebé para el auto, y...
Macarena le toma el rostro con ambas manos, interrumpiéndolo.
—Saca la quinta, Maxi, tengo 9 semanas recién.
Maximiliano la mira y luego la abraza pegando su rostro al abdomen de Macarena.
—No le hagas caso a tu mamá, vamos a ir de compras igual —le dice Maximiliano a la barriga de Macarena y ella ríe sin parar.
—¡Maxi, estás loco! —dice entre risas, mientras acaricia el cabello de él.
—Las mejores personas lo están—responde Maximiliano mientras restriega su nariz en la panza de ella.
—Oye sombrerero, ¿cómo lo haremos? Aún no puedo regresar a mi departamento, al menos en un mes más.
—Pues fácil. Tu y yo dormimos en la que era mi habitación y Estefi en la otra que usabas tu.
—Fácil, claro —responde irónica —No volveré a dormir contigo, Maxi.
—¿Por qué? ¿Mucha tentación? Te prometo que dormiré con pijama.
—¡Payaso! —le dice Macarena riendo.
Con el paso de los días, la cercanía y los recuerdos compartidos hacen difícil ignorar el vínculo que aún los une y el buen humor de Maximiliano, que no pierde oportunidad para bromear sobre ser padre, saca risas a Estefanía y Macarena.
—¿Se imaginan a nuestro bebé con mi nariz? —les dice sonriendo—. Será el niño más guapo del mundo, igual que su papá —añade, mirándose al espejo de la habitación.
Macarena rueda los ojos, pero no puede evitar sonreír, mientras Estefanía agarra una bola de calcetín y se la arroja en la cabeza.
Finalmente, el esperado día del control médico llega. Macarena, acompañada por Maximiliano, se acomoda en la camilla de ecografía. El especialista entra con una sonrisa y los saluda antes de comenzar. Pronto, un suave sonido llena la sala: son los latidos del corazón del bebé, y ambos sonríen emocionados.
El ecografista les señala el monitor, indicando la ubicación del saco embrionario. Sin embargo, su expresión cambia al fruncir el ceño y mover el transductor endocavitario, buscando una mejor posición. No se ve nada. Les pide que esperen un momento y sale de la sala, dejando a Macarena y Maximiliano mirándose preocupados.
Cinco minutos después, otro médico especialista entra junto al ecografista y examina la pantalla. Macarena presiente que algo no está bien. Sentada en la camilla, toma la mano de Maximiliano, asustada. Él la acaricia, fingiendo tranquilidad, aunque está aterrado por dentro. Entonces, el médico rompe el silencio:
—¿Sientes algún tipo de dolor abdominal? —pregunta.
—Solo como si tuviera gastritis. ¿Qué pasa? —responde Macarena.
—Necesitamos realizar un examen de sangre para medir los niveles de Beta-HCG. Pero aparentemente, tu embarazo es ectópico. Lo siento mucho.
Ambos se quedan aturdidos y desorientados.
—¿Qué significa eso exactamente? —pregunta Maximiliano.
El médico explica que un embarazo ectópico ocurre cuando el óvulo fertilizado se implanta fuera del útero, generalmente en una de las trompas de Falopio. Esta situación es extremadamente peligrosa para la vida de Macarena y requiere intervención médica inmediata.
—¿Maca está en peligro por esto? —pregunta Maximiliano, angustiado.
—Debemos actuar rápido. Sugiero hospitalizarla. Una vez que tengamos los resultados del examen, debe someterse a cirugía.
—¿Cirugía? —exclama Macarena preocupada—, ¿pero y mi hijo...?
—Un embarazo ectópico es inviable, chiquilla —sentencia el médico.
Macarena se siente devastada ante la noticia, y lágrimas comienzan a correr por sus mejillas.
—¿Puede dejarnos un momento solos? —pregunta Maximiliano.
—Claro, haré el papeleo para que pueda ser internada. Debe firmar algunos documentos. ¿Usted es el esposo?
—No, soy su novio —responde Maximiliano.
—Necesito que un familiar firme un consentimiento para la cirugía.
—Lo resolveremos. ¿Puede dejarnos solos? —insiste Maximiliano.
Macarena está muda, incapaz de articular ninguna palabra. El médico se marcha, y Maximiliano le toma su rostro con ambas manos para hablarle.
—Amor, todo saldrá bien, tranquila.
Ella solo llora sin responder, aferrada a la camilla.
—Maca, mírame — le pide Maximiliano—. Estaré contigo, no te dejaré sola, no dejaré que nada te pase.
—Maxi —solloza Macarena sacando la voz—: Era tu bebé... —dice con su voz quebrada y un mar de lágrimas brota nuevamente de sus ojos.
—Amor, si no hacemos esto estarás en peligro. Eres una guerrera, amor, saldremos de esto. Podemos hacer otro bebé después —dice Maximiliano y la hace sonreír.
—Maxi —le dice con ternura, acariciando su mejilla.
—Haremos muchos hijos más. Solo quiero que estés tranquila —dice él, dándole un beso en la frente para luego abrazarla.
—Maxi, eres mi ex novio, no tengo familia que firme este consentimiento.
—Llamaré a mi papá. Debemos contarle, Maca. Él nos puede explicar mejor todo esto —dice él, soltando el abrazo.
Macarena asiente y toma fuertemente la mano de Maximiliano.
—Tengo miedo Maxi.
—Lo sé, pero estaré contigo.
Maximiliano toma el teléfono, marca y pone en altavoz a su papá:
—Maxito, hola hijo, ¿cómo estás?
—Papá tenemos un problema.
—¿Le pasó algo a Estefita?
—No, pá. Esto es difícil de contar. Trataré de resumir. Maca está embarazada de 10 semanas y la acompañe al control médico, pero acá nos dicen que es un embarazo ectópico.
—¿Maquita está embarazada? ¿Por qué no nos contaron? Maquita no debe estar sola.
—Martin estás en el altavoz. Maxi no me ha dejado sola, es un sobreprotector, ahora entiendo a Estefi —dice bromeando y haciendo sonreír a Maximiliano.
—Maquita el embarazo ectópico es riesgoso si se rompen las trompas de Falopio. ¿Tiene algún tipo de dolor o sangrado?
—Solo dolor como si tuviera gastritis, pero no sangrado.
—Llegó a tiempo, no se preocupe. Deben intervenirla ¿Qué información les entregaron?
—Nos dijeron que la van a hospitalizar, pá. Que le harían un examen de sangre de Beta no se qué. Nos piden firmar papeles de consentimiento de un familiar y no tenemos como.
—Beta-HGC es el examen que mide el crecimiento exponencial de la hormona del embarazo. ¿En qué hospital están?
—En el Central —dice Maximiliano.
—Hijo, haré unas llamadas y viajaré para allá. Maquita no se preocupe, no le pedirán papeles. Confíe y no estará sola, pero debe hospitalizarse ahora.
—Gracias Martin. Si me quedaré acá...estoy asustada
—Llegó a tiempo, si no tiene sangrado aún, no se preocupe. Saldrá todo bien. Hijo, avísale a Estefita, supongo que ella sí sabía.
—Si, pá, ella sabía.
—Nos vemos por la tarde. Tranquilos, los quiero a ambos.
—Yo igual —responden ambos a coro.
Maximiliano corta la llamada y da un respiro. Siente que ella lo está mirando fijamente.
—Gracias —le dice Macarena.
—Nada que un ex novio no haga por su ex novia —responde Maximiliano bromeando.
—Payaseas hasta en esta situación.
—Sabes que soy un caso perdido.
—Maxi, avísale también a Gonza, por favor.
—Si. Pero no voy a llamarlos ahora, quiero quedarme contigo —dice Maximiliano y se acerca nuevamente para tomar su rostro con ambas manos—. Perdóname por haberte hecho esto —dice con los ojos cristalinos.
—No es tu culpa, ¿cómo ibas a saber que esto pasaría?
—Si es mi culpa, no te cuide lo suficiente para impedirlo, perdóname por favor —insiste, angustiado.
—Maxi, hicimos un hijo entre los dos, si quieres culpar a alguien, culpa al médico de Nueva York que me dio mal los anticonceptivos.
—¿Eso paso?
—Esa es mi teoría. Eso más la cantidad de sexo diario que teníamos.
—Hmm, que buen recuerdo —responde él bromeando.
—Tonto —responde Macarena sonriendo.
Un nuevo médico ingresa a la sala y los saluda. Se ve más amigable que el anterior y comienza a explicarles el procedimiento de manera amable, algo que Macarena agradece. Solicita llenar unos papeles de registro y al terminar se dirige a Maximiliano:
—¿Eres el hijo del Doctor Fuentealba?
—Si.
—Macarena estará en buenas manos, no te preocupes.
—Gracias.
—La cirugía fue aprobada con el consentimiento del consejo médico. Solo nos queda proceder. Macarena será ingresada al pabellón ahora. Puedes esperar en la sala del personal del hospital, es más grande y más cómoda. En la cafetería puedes comer sin costo, mientras esperas.
—Mi papá...
—El Doctor Fuentealba viene en camino, estará a cargo de la cirugía de Macarena.
—¡Pero está a kilómetros de aquí! —exclama Maximiliano preocupado
—Para eso son los helicópteros de urgencia, muchacho —agrega el médico mientras ingresan a la sala las enfermeras para preparar a Macarena.
—Necesito que te retires para sacar a tu esposa de acá —le pide el médico.
Esposa, esposa, esposa le queda resonando a Macarena en su mente mientras Maximiliano se acerca a ella y le da un beso en los labios suave y tierno.
—Todo saldrá bien, mi papá sabe lo que hace —le dice para tranquilizarla—. Te amo —susurra en sus labios y le guiña un ojo, como solía siempre hacerlo.
Maximiliano se retira con el estómago apretado y Macarena se queda con el personal médico y el sabor de un beso robado dulce y tranquilizador en su boca.
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