Capítulo 45: El premio
Maximiliano irrumpe en la oficina de Harry sin avisar a la secretaria. Abre de golpe la puerta, provocando que esta se estrelle contra la pared. Harry, sorprendido, se levanta de su escritorio.
—¡Max! ¿Qué te pasa? —dice Harry, descolocado.
—No te hagas el idiota, Harry —responde Maximiliano, acercándose rápidamente y, sin previo aviso, empujándolo con fuerza. Harry cae de espaldas en su silla.
—¡Maldita sea, Maxi! —grita Harry, incorporándose con dificultad.
Maximiliano agarra un pesado portapapeles de metal del escritorio y lo lanza con fuerza contra la pared, haciendo que los papeles y documentos vuelen por todas partes.
—¿Qué mierda te pasa? —grita Harry.
—¡Quiero saber quien te dio derecho a meterte en mi vida y en mi relación con Macarena! —exige Maximiliano, acercándose furioso a él.
—Solo trataba de ayudarte, hacer que te concentres en tu carrera. Esa mujer no te conviene —dice Harry, retrocediendo hasta quedar acorralado contra la pared.
Maximiliano, le lanza un derechazo directo a la mandíbula, haciendo que Harry caiga al suelo.
—¡Cálmate, hombre! —suplica Harry, adolorido—. ¡No es el fin del mundo! —dice, frotándose la mejilla mientras intenta levantarse.
Maximiliano lo agarra por el cuello de la camisa y lo empuja violentamente hacia una estantería, haciendo que varios libros y objetos caigan al suelo. El estruendo alerta a los colaboradores cercanos a la oficina de Harry, pero Thomas les impide el paso, parándose en la entrada.
—¡Me puedes decir qué te hice para que fueras un hijo de puta tan miserable! —ruge Maximiliano, furioso, apretando el agarre, mientras el rostro de Harry se retuerce de dolor.
—¡Suéltame! —suplica Harry, intentando liberarse, pero Maximiliano lo mantiene contra los estantes.
—¡Respóndeme, imbécil! ¿Qué pretendías al separarme de la mujer que amo? —le grita Maximiliano.
—Solo busco que seas exitoso y feliz. Ella es solo un estorbo en tu vida, una maldita zorra interesada.
Maximiliano, fuera de sí, lo suelta bruscamente y le da un potente golpe en el estómago que lo hace doblarse. Harry cae al suelo, tosiendo y tratando de recuperar el aliento.
—¡No hables así de ella! —grita Maximiliano exaltado. Le escupe en la cara y se aleja de él—. No vuelvas a acercarte a mí ni a mis amigos —añade, girándose hacia la salida.
Antes de cerrar la puerta, se detiene y dice—: Por cierto, estás despedido, idiota.
Thomas, que había estado observando la escena con los ojos abiertos de asombro, se queda de una pieza. Nunca había visto a Maximiliano tan descontrolado, y mucho menos imaginaba que llegaría a golpear a Harry de esa manera. Pero era algo que definitivamente se merecía.
—Bro, ¿estás bien? —pregunta Thomas, acercándose preocupado.
—Sí, pero necesitaré alojamiento, un abogado y otro manager —responde Maximiliano, agitado, moviendo sus manos para reanimar sus nudillos mientras caminan hacia la salida del edificio.
—Puedes quedarte conmigo —propone Thomas tratando de ayudarlo—. Mi departamento es pequeño pero tiene dos habitaciones. Puedes llamar a Christian, conoce a un buen abogado. Podemos ayudarte.
—Gracias, bro, te lo agradezco en serio —dice Maximiliano palmeando su hombro —. Iré a desocupar el loft.
—Ok, te espero en mi casa —dice Thomas.
Ambos amigos se separan. Maximiliano vuelve al loft, ordena sus cosas en la habitación para marcharse, toma su teléfono y vuelve a marcar a Macarena. No hay respuesta.
Revisa la hora. No sabe si es correcto realizar la llamada pero también sabe que su padre nunca dejará de contestarle. Marca su número y espera el tono.
—¿Hijo, estás bien? —responde Martín, preocupado por la hora en que recibe la llamada.
—Hola, pa. No, no lo estoy —responde Maximiliano sentándose en la cama.
—¿Les pasó algo? ¿Está bien Maquita?
—Papá, necesito que me ayudes —dice angustiado.
—Claro, hijo.
—Maca regresó, se fue sola. Tuvimos una discusión y tomó un vuelo hoy en la mañana. La he llamado, pero no me contesta y no sé dónde está. Estoy muy preocupado. No tiene dónde llegar. Su departamento está ocupado.
—Calma, hijo. Me pondré en contacto con ella y la acogeremos acá en nuestra casa, confía en eso.
—Gracias, pa. Yo solucionaré algunos temas legales acá y regresaré, pero no será pronto —suspira Maximiliano.
—Hijo, tranquilo. Haz lo que tengas que hacer. No dejaremos a Maquita sola.
—Gracias, pá. Necesito solucionar esto y hablar con ella. Papá, no quiero perderla —dice Maximiliano y su voz se quiebra.
—Maxito, hijo. El tiempo a veces es el mejor aliado. Tranquilo. Si necesitas algo más, me vuelves a llamar, a la hora que sea. Si estoy de turno, te devolveré el llamado apenas lo vea.
—Lo sé, pá. Gracias.
—Hijo, tranquilo, Te queremos, Maxito.
—Yo a ustedes. Adiós, pá.
—Adiós, hijo.
Maximiliano corta la llamada, toma sus cosas y se marcha del loft. Decide caminar un rato para despejar su mente y tratar de calmarse.
Macarena desciende de su vuelo y respira profundamente. Por fin está de vuelta. Toma su teléfono. Quince llamadas perdidas de Maximiliano. Las ignora y marca a su amigo Gonzalo:
—¡Amiga! ¿Cómo estás, cómo va Nueva York? —la saluda Gonzalo entusiasta del otro lado de la línea.
—Más o menos. Ya no hay Nueva York. Volví hoy.
—¿Broma?. ¿Cómo que volviste? ¿Dónde estás, amiga? ¿Y Maxi? —pregunta Gonzalo, incrédulo.
—Estoy en el aeropuerto esperando las maletas. Ya no hay Maxi.
—¿¡What!? —grita
—Gonza, por favor, ¿puedo irme a tu departamento, solo esta noche? Sé que te puedo ocasionar más problemas con Amaro, pero no tengo dónde quedarme.
—Amiga, quédate donde estás. Te iré a buscar. Claro que te puedes quedar acá el tiempo que sea. Amaro se lo tiene que bancar. Voy por ti.
—Gracias, amigo, te espero, muchas gracias.
—No me des las gracias, debiste llamarme antes y avisarme que volvías.
—Te espero.
—Salgo para allá, bye.
—Adiós.
Macarena recoge sus maletas y sale a esperar a su amigo, quien no tarda más de veinte minutos en llegar a buscarla. Cuando lo ve, lo abraza con fuerza y siente que toda la fortaleza que tuvo para decidir volver y enfrentar lo que viene, se desploma. Comienza a llorar abrazada a Gonzalo. Él le acaricia el cabello y la deja llorar. Luego le pasa un pañuelo y le seca las lágrimas.
—Vamos, amiga, debes descansar —es todo lo que dice.
No hay preguntas, no hay interrogatorios. Su amigo ha entendido la profundidad de su tristeza.
Apenas llegan al departamento de Gonzalo, Macarena abraza a Michu. La gatita le ronronea ayudando a calmar su pesar. Ella vuelve a llorar.
Gonzalo la abraza, le pide que se acomode en el sofá y va a la cocina a prepararle algo de comer.
Amaro sale hacia la sala, ve a Macarena llorando y rueda los ojos.
—Tan pronto de vuelta, niña —le dice con desprecio.
—Amaro, no jodas —le dice Gonzalo desde la cocina.
—Me iré a dormir —le avisa Amaro a Gonzalo con evidente enfado.
Gonzalo no le responde, concentrado terminando de preparar los alimentos para Macarena.
—Amiga, come, te sentirás mejor —le dice llevando un sandwich, té y pañuelos.
—Gonza, no quiero ocasionar problemas, en serio —dice Macarena, sonándose.
—No, amiga, tú eres mi hermana. Él deberá aceptarlo. Además me vuelve a hablar sólo por que llegaste, es un lunático —responde Gonza sentándose junto a ella—. Ahora necesito que calmadamente me cuentes qué mierda te hizo ese desgraciado infeliz —agrega molesto con Maximiliano.
—Te mostraré algo primero —dice Macarena y se levanta para ir por su bolso de mano. Saca una caja con letras amarillas y la abre—. Extiende tu mano —le pide a Gonzalo.
Él frunce el ceño y hace lo que le pide su amiga. Macarena deposita el test de embarazo en sus manos. Él lo mira y no comprende.
—¿Qué es esto? —pregunta.
—Eso dice que estoy embarazada —responde ella.
El rostro de Gonzalo es de completo asombro y abre la boca quedándose sin palabras, sorprendido.
—Por favor, no le digas a nadie, solo tú lo sabes —le pide Macarena.
—¡Maldito engendro! —exclama Gonzalo exaltado—, ¿qué mierda es lo que te hizo ese bastardo? ¿Te dejó embarazada y rompió contigo? Lo mataré, te lo juro que viajo a Nueva York y lo asesinaré, no me importa ir a la cárcel —exclama Gonzalo absolutamente descontrolado.
—No sabe Gonza. Maxi no sabe.
—¿Cómo no sabe? Amiga, esto ya me supera. Necesito respuestas o entraré en colapso —dice Gonzalo levantándose del sofá y abanicándose con la mano.
—Tuvimos una discusión, justo antes de que yo quisiera contarle. Luego no quise contarle y regresé.
—¡Amiga! Llegaste premiada y él no sabe. Debería saberlo.
Gonzalo se arrodilla frente a su amiga le toma ambas manos.
—No quiero que sepa —dice Macarena
—¿Por qué? Es el espermatozoide, es su derecho.
Macarena baja la mirada.
—Amiga, hay algo que no me estás contando —dice Gonzalo. La conoce perfectamente.
Se sienta a su lado nuevamente y continúa acariciando sus manos.
—Maxi me dijo que le gustaba otra —suelta al fin y su voz se quiebra.
—¡Hijo de puta! —exclama Gonzalo enfurecido. Vuelve a ponerse de pie como para descargar su ira—. Necesito una pausa, para entender esto.
Gonzalo se dirige a la cocina, coge un vaso y lo llena de agua.
—¿Entender qué? Eso es todo. Me dijo que le gustaba otra y yo no quise decirle lo del test. Regresé y aquí estoy.
—¡Stop! —pide Gonzalo, tomándose el puente de la nariz para meditar—. Vamos por partes.
—No es necesario detalles, Gonza.
—Amiga, detente. Cuando Maxi se fue a Nueva York te adoraba. Te fuiste con él porque harían una vida juntos. Todo el tiempo que hablamos nosotros dos, incluso los tres por videollamada, estaban felices y de repente un día va y te dice: me gusta otra, sorry. No me cuadra.
—¿Recuerdas que te conté que Maxi andaba extraño hace días? Y ese día que le quise contar sobre el test, le pregunté qué pasaba. Su respuesta fue que estaba confundido con la Popotitos.
—A ver, a ver, déjame entender. ¿Te engañó con ella o qué? —pregunta más tranquilo, volviendo al lado de su amiga.
—No sé.
—Maca, ¿qué te dijo exactamente?
—Me dijo que estaba confundido porque esa yegua comenzó una relación con su otro amigo, Thomas, y él no soportaba verlos juntos y que no entendía por qué.
—Pero amiga, eso no significa que le guste, solo no sabía por qué no le gustaba verla con ese otro.
—Gonza, sabes cómo es Maxi, además esa tipa babeaba por él —dice Macarena bebiendo su té.
—Amiga, tengo varios puntos aquí. Primero, Maxi dejó de ser el Maxi de antes desde que es tu novio. Segundo, todas las mujeres babean por tu hombre. Creí que ya lo habías entendido. Y tercero, ¿sabes cuántas parejas se confunden? Es parte de. Si él fue honesto y te lo dijo, es porque le importas.
—¿Ahora lo defiendes?
—No lo defiendo. Trato de ponerte los hechos de manera objetiva. Eres tú la periodista, analízalo. Cualquiera puede confundirse en una relación, es válido y normal, incluso sano conversarlo.
—¡No, Gonza! Dejé todo para irme con él. ¡No tiene derecho a confusiones! —exclama exaltada
—Ay, amiga. Creo que debes descansar. Enterarte que estás premiada fue demasiado para que pudieras sopesar lo de la confusión de Maxi —aconseja Gonzalo, acariciando su espalda—. Y debes decirle a Maxi que será papá.
—No lo haré. No quiero que esté obligado a estar conmigo. ¡Te prohibo abrir tu gran bocota! —dice Macarena señalándolo con el dedo pulgar.
—Está bien. Yo lo dejaré a tu criterio. Ahora solo quiero que descanses, ¿vale? No quiero que mi sobrino esté estresado desde el vientre —bromea Gonzalo.
—Gonza, dices eso y se aprieta el estómago. ¿Qué voy a hacer con un bebé? —suspira Macarena.
—Pues parirlo, amamantarlo y quererlo. Acá su tío será su niñero y le enseñará a decir groserías.
—Gonza, suena fácil, pero estoy aterrada.
—Lo sé —dice Gonzalo tomándole las manos—, pero también sé que eres una guerrera.
Besa su frente y Macarena lo abraza mientras vuelven a brotar lágrimas de sus ojos.
Al separarse le entrega mas pañuelos mientras retira con un gesto de asco uno que ella tiene en la mano y le dice:
—Te acomodaré mi habitación, ya que como sabes, duermo solo...a no ser que... —se interrumpe incorporándose y se dirige a su dormitorio. Abre la puerta, mira hacia adentro, luego la cierra y vuelve donde su amiga.
—Este lunático volvió a dormir en mi cama. Solo porque estás tú, fue y se acostó en mi habitación. Es una mierda pinchá en un palo este idiota.
Macarena suelta una risa entre lágrimas, agradecida por tener un amigo como Gonzalo. Luego se suena, antes de decirle:.
—Gonza, no te diré nada, ya sabes lo que opino de Amaro.
—Amiga, ahora la que importa eres tú. Déjame acomodar la habitación de invitados para que descanses. No te preocupes por nada. Seré tu Cinderello personal —responde su amigo con una genuina sonrisa.
Gonzalo se retira y ella revisa nuevamente su celular. Otras cinco llamadas perdidas de Maximiliano. Suspira, cansada y triste.
Macarena despierta temprano al sentir el aroma del café que Amaro prepara antes de salir a su oficina. Le ha ocasionado náuseas. Corre al baño a vomitar, luego se lava el rostro y decide levantarse.
Aunque el día comienza con una nueva y fuerte discusión con Amaro sobre la presencia de Macarena en su departamento, Gonzalo aprovecha la ocasión de acompañar a su amiga
Macarena se viste y nota que tiene tres llamadas perdidas de Maximiliano. Las ignora nuevamente. Justo cuando va a dejar el teléfono en la mesa de noche, este vibra con una llamada entrante de Martín, el padre de Maximiliano.
"¡Mierda!" piensa Macarena, pero decide responder.
Martín le ofrece hospedaje en su casa, ya que sabe que no tiene dónde quedarse. Le menciona que Maximiliano lo llamó, así que está al tanto de su regreso, y le asegura que puede contar con ellos para lo que necesite. Macarena sonríe ante las palabras afectuosas y, tras cortar la llamada, suspira.
En ese momento, su teléfono vibra nuevamente pero esta vez es un mensaje de Maximiliano:
Amor. Espero que estés bien. Estoy muy preocupado por ti. Quiero escucharte, pero no me contestas. Debes estar muy enojada, pero debemos conversar en algún momento. Todo esto es un error, amor. No debiste irte así. Disculpa si metí a mi papá en esto, no tengo otra manera de ayudarte desde acá. Por favor, respóndeme, necesito saber de ti. Te extraño.
Gonzalo toca la puerta de la habitación e ingresa. Ve llorar nuevamente a su amiga y la abraza con cariño.
—Amiga, calma. No es bueno que llores tanto, ya lo has hecho suficiente.
—Lee —le dice Macarena y le muestra el teléfono.
—¿Por qué dice que metió a su papá? —pregunta Gonza.
—Porque Martín me acaba de llamar para ofrecerme alojar en su casa.
—¿En casa de los papás de Maxi
—Si.
—Es que la familia de Maxi te adora, amiga. Obvio que quieren ayudar. Si supieran que llegaste con un premio...
—No quiero que sepan, Gonza, ni una palabra, ¿está claro?
—Sí entendí, tranqui. Acá puedes quedarte cuanto quieras —asiente Gonzalo sonriendo.
—¿Discutiste con Amaro? —pregunta Macarena, perspicaz.
—Sí —responde escuetamente Gonzalo.
—Amigo, no quiero más problemas. Sé que él no me traga, y quedarme aquí solo hará que discutan más.
—No me importa. Te quedarás todo el tiempo que necesites.
—Voy a llamar al inquilino de mi departamento para pedirle que se mude. Si eso demora más de un mes, me iré a casa de los papás de Maxi unos días. ¿Está claro? No quiero problemas; es lo que menos necesito.
—Está bien. Llegaste más mandona de lo que te fuiste —dice Gonzalo, logrando sacarle una sonrisa a Macarena—. Ven, te prepararé desayuno —añade, invitándola a la cocina.
Mientras desayunan, el teléfono de Gonzalo suena. Mira la pantalla y le dice a su amiga:
—Ricky Martin te está llamando, querida —muestra su pantalla
—¿Ricky Martin? —pregunta incrédula mientras observa que ese es el nombre aparece en el teléfono.
—Es tu galán, amiga
Macarena ríe moviendo la cabeza. Vuelve a mirar la pantalla del teléfono que sostiene su amigo.
—Su papá debe haberle avisado que estoy contigo. No quiero hablar con él, Gonza.
—Está bien, pero voy a contestar. Tienes a ese hombre desesperado.
Gonzalo desliza el dedo por la pantalla:
—Hola.
—Hola, bro. ¿Cómo estás? —saluda Maximiliano al otro lado de la línea.
—Bien, bien. ¿Cómo va todo por allá?
—Pésimo, y sabes por qué. Necesito hablar con ella y sé que está contigo.
—Sí, está conmigo, sana y salva. Pero no quiere hablar contigo, respeta eso, si aún la quieres —responde Gonzalo, mirando a su amiga.
—Claro que la quiero. Gonza, dile que me llame. Necesitamos hablar.
—Dale tiempo. Aquí estará bien conmigo, no te preocupes.
—Ok, gracias, bro.
—Para eso estamos. Bye.
—Bye.
Gonzalo corta la llamada y guarda su teléfono en el bolsillo de su pantalón.
—Listo, despachado el galán —le dice a Macarena—. Cómo lo tienes vuelto loco, ¿eh?
—Que asuma las consecuencias de su inmadurez.
—Ok, pero no me golpees —responde Gonzalo, cubriéndose la cabeza con un plato.
Ella ríe, nuevamente. Gonzalo siempre ha sabido alegrarla en los momentos difíciles, y esta vez no es la excepción.
Después del desayuno, Macarena se entera de que su inquilino no podrá dejar el departamento al menos durante dos meses más. Por lo tanto, acepta el ofrecimiento de Martín y se traslada unos días al pueblo natal de Maximiliano.
En casa de sus ex suegros, es mimada y atendida como una más de la familia. Clara, Laura y Martín le preparan una habitación sin hacer preguntas ni intromisiones, algo que ella agradece profundamente.
Comparte con Laura la lectura de sus borradores, habla de música y películas con Martín, y conversa sobre arte con Clara.
Se siente aliviada al notar que las náuseas matutinas disminuyen. Aunque los aromas desagradables aún pueden provocarlas, puede disimular mejor que se encuentra bien y nada le sucede.
Ansiosa por retomar el ritmo de su vida "normal" , acepta la propuesta de instalarse con Estefanía en la ciudad, en casa de Maximiliano. Allí puede ocupar la habitación improvisada que tuvo durante el juicio por la demanda de Mauro y estará cerca de la Fundación, lo que le permite volver a trabajar de manera presencial.
Luego de un mes de su regreso desde Nueva York, la comunicación con Maximiliano sigue siendo nula. No contesta sus llamadas ni sus mensajes. Lo que él sabe de ella es sólo a través de lo que Estefanía le cuenta en las llamadas que ella bautizó como la "línea directa al corazón".
Una mañana de sábado, Estefanía invita a Macarena a desayunar omelettes caseros, lo que provoca que los recuerdos y la nostalgia se hagan presentes en su mente.
Macarena entra en la cocina y ve a Estefanía bailando con la música de su iPod mientras cocina. Sonríe y le toca el hombro.
—Buenos días, cuñis —saluda Estefanía alegremente, como siempre.
—Buenos días. Deja de llamarme así, ya no soy tu cuñada —la reprende Macarena con una sonrisa.
—Para mí siempre lo serás —sonríe Estefanía—. Toma asiento, ya casi está listo —la invita a sentarse en la mesa isla.
Macarena se sienta y Estefanía le coloca un humeante y delicioso omelette en el plato. Se sienta a su lado con otro plato. Macarena le sonríe y le agradece, toma el primer bocado y de repente siente un olor intenso a huevo. Las náuseas la invaden y se levanta apresuradamente para correr al baño.
Estefanía, preocupada, la sigue. Toca la puerta del baño.
—Cuñis, ¿estás bien? ¿Qué pasa?
—Estoy bien, no te preo...
Macarena interrumpe su respuesta cuando las náuseas la obligan a volver a vomitar.
Estefanía la escucha desde afuera y decide abrir la puerta del baño. Ve a Macarena arrodillada en el suelo, reclinada sobre el inodoro y sujetando su cabello. Se arrodilla a su lado, le sujeta el cabello y deja que Macarena continúe vomitando.
—¡Maldita sea! —exclama Macarena cuando finalmente las náuseas cesan y se sienta en el suelo del baño. Estefanía la observa asustada, notando su mal aspecto.
—Cuñi, ¿estás enferma o mis omelettes son demasiado asquerosos? —le pregunta Estefanía, haciendo que Macarena sonría débilmente.
—No, Estefi, tus omelettes están deliciosos —le asegura Macarena, tratando de tranquilizarla.
—Pues no pareció, ya que lo devolviste todo —bromea Estefanía con una sonrisa.
—Lo siento —responde Macarena—. Levantémonos del suelo o nos vamos a resfriar.
Estefanía se levanta rápidamente y le extiende la mano a Macarena para ayudarla a levantarse, pero Macarena se marea y pierde el equilibrio.
—¡Mierda! —exclama Macarena mientras se agarra Estefanía para evitar caer.
—Epa, cuñi, mi sobrino no te deja en paz —le dice Estefanía en tono de broma, como solía hacerlo con el tema del sobrino. Sin embargo, Macarena la mira con pánico.
—¡Santa cachucha! —exclama Estefanía—. ¡Oh, Jesucristo y todos los santos, estás embarazada de verdad! Maca, ¿lo estás? —pregunta mientras la sienta en el retrete para que se recupere del mareo.
Macarena no responde, y Estefanía se arrodilla frente a ella, tomándole las manos.
—Maca, ¿estás embarazada? —pregunta, acariciándole las manos.
—Estefi, por favor, no le digas a tu hermano —pide Macarena, mientras las lágrimas comienzan a brotar de sus ojos.
—¡¿Maxi no lo sabe?! —exclama Estefanía, sorprendida. Suelta las manos de Macarena y empieza a pasearse por el baño—. ¡Oh, mierda! —dice, llevándose las manos a la cabeza.
Macarena se levanta del retrete y abraza a Estefanía con fuerza.
—Por favor, no le cuentes, Estefi —suplican sus lágrimas—. Por favor, Estefi —le ruega mientras solloza.
—Tranquila, Maca —le dice Estefanía, acariciándole el cabello—. Vamos a la sala y hablamos allí, ¿de acuerdo?
Estefanía la lleva de la mano a la sala, le pide que se acomode en el sofá y va a buscar agua. Cuando regresa, Macarena está más calmada.
—Maca, ¿cuánto tiempo tienes? —pregunta Estefanía, sentándose a su lado
—Según el examen de sangre, nueve semanas —responde Macarena.
—¿Por qué no quieres que Maxi sepa?
—Porque él tiene su carrera allá. Imagínate cómo esto arruinaría todos sus sueños. Se sentiría obligado a estar conmigo, y yo no quiero eso —confiesa Macarena.
—Maca, mi hermano... —Estefanía hace una pausa, buscando las palabras adecuadas—. Maxi renunció a las oportunidades que le ofrecieron. Vuelve y lo hace por ti.
—¡¿Qué?! —exclama Macarena, sorprendida—. ¡No puede hacer eso!. Es su vida, sus sueños, su carrera —las lágrimas vuelven a brotar de sus ojos.
—Creo que ambos se deben una conversación. No voy a decirle nada porque debes ser tú quien le cuente. Si él ya está renunciando a todo sin saber que tendrá un hijo, imagina cómo reaccionaría si lo supiera. Creo que ya estaría aquí contigo, sujetando tu cabello mientras vomitas —dice Estefanía de manera tierna, haciendo que Macarena sonría por primera vez.
—Estefi, lo nuestro ya terminó. No entiendo por qué renuncia a todo si nosotros rompimos.
—Eso es algo que debes hablar con él, cuñi —dice Estefanía, levantándose del sofá y extendiendo la mano—. Ven, te voy a preparar algo de comer. No puedes dejar a mi sobrino con hambre —le dice guiñandole un ojo.
—Estefi, no le cuentes a nadie hasta que Maxi sepa —pide Macarena, tomando su mano para acompañarla a la cocina
—Está bien, pero debes decírselo tú.
—Lo haré —suspira Macarena caminando de la mano de Estefanía
El teléfono de Estefanía suena. Suelta la mano de Macarena, revisa la pantalla y resopla, apagándolo con frustración.
—¿Qué pasa, Estefi? ¿Todo bien? —pregunta Macarena.
—Discutí con Noah. Desde que supo que Maxi vuelve, solo discutimos —responde Estefanía entrando a la cocina.
—¿Y qué tiene que ver Maxi?
—Noah odia a mi familia. Dice que me tratan como a una niña mimada y no soporta a Maxi. Ahora discutimos porque Maxi regresa y vivirá aqui —dice Estefanía mientras conecta la tostadora y saca pan.
Macarena había olvidado ese detalle. Si Maximiliano volvía, vivirían los tres en la misma casa, algo que no había considerado.
—Si Maxi sabe lo mal que Noah habla de los Fuentealba, lo va a golpear sin piedad —comenta Estefanía.
—Maxi no es violento, Estefi, no te preocupes.
—Es que no lo has visto furioso. En el colegio, si alguien me hacía llorar, Maxi lo golpeaba. Casi lo expulsan —Estefanía sirve dos vasos de leche, ofrece uno a Macarena y se sienta—. Maxi era popular por ser novio de la chica más bonita y por ser un matón cuando se metían conmigo o con ella.
—¡Wow! —dice Macarena, sorprendida.
—Lo conoces todo dulce, galán seductor, engreído y caballero, porque se supone que maduró. Pero si alguien se mete contigo o conmigo, pobre de ese alguien.
—Conmigo ya no, soy su ex, recuerda —aclara Macarena-
Estefanía levanta una ceja con incredulidad.
—¿Amas a Noah? —pregunta Macarena, cambiando el tema.
—No lo sé.
—Estefi, haré como si fuera tu hermana y quizás me meta en algo que no me incumbe —le dice Macarena, intentando aconsejarla—. Noah conoció la dinámica de tu familia. Tú no vienes sola. El paquete Estefi incluye a un hermano sobreprotector, una madre moralista, un padre comprensivo, una hermana nerd y una ex cuñada entrometida.
—¿Quieres decir que Noah no me quiere por quién soy? —pregunta Estefanía mientras se quema sacando las tostadas. Las deja en un plato frente a Macarena.
—Debe quererte, pero no puede pretender cambiar algo tan importante como tu familia. Si quiere estar contigo, debe aceptar el paquete completo. Disculpa si soy directa. Solo tengo de referencia a Gonza como hermano y me da unos consejos muy crueles —dice Macarena, sonriendo.
Estefanía se ríe, se levanta de su silla y abraza a Macarena.
—Eres una mujer preciosa por dentro y por fuera, talentosa y genial. Mereces un hombre que te adore, Estefi —dice Macarena, acariciándole el cabello.
—Tú eres la cuñada más ideal que podría existir —responde Estefanía—. Además, me darás un sobrino, ¡qué felicidad!
—Soy tu ex cuñada.
—Eres mi cuñada y punto —dice Estefanía, separándose del abrazo—. ¿Maca, te puedo hacer una pregunta, como hermana?
—Claro, pregunta.
—¿El primer amor es el verdadero? ¿Los demás son solo para olvidar al primero?
—No sé si la vida funciona así, Estefi —responde Macarena.
—¿Tu primer novio no fue tu amor verdadero?
—Para nada. Mi primer novio fue de cartón —dice Macarena, riendo.
—Pero él también fue tu primera vez, ¿no?
—Lamentablemente sí, Estefi —responde Macarena con una sonrisa triste.
—¿Cuánto duraste con él?
—Quizás unos 8 meses.
—¿Y qué lugar ocupa mi hermano en tu lista de novios?
—¿Qué tiene que ver eso, Estefi? —responde Macarena, intrigada.
—Estás esquivando la pregunta, le copias las tácticas a mi hermano —dice Estefanía, haciendo reír a Macarena.
—Mientras estuve en la universidad tuve tres novios antes de conocer a tu hermano.
—¿Tuviste que tener tres novios antes de encontrar al amor verdadero?
—No tengo la visión romántica que tú tienes del amor. Tampoco he dicho que tu hermano sea mi amor verdadero —responde Macarena.
Estefanía arquea una ceja, mirándola incrédula.
—¿A qué va todo esto, Estefi?
—¿Crees que Noah es para mí?
—¿Sabes qué me decía mi Nona?
—¿Qué?
—El único amor verdadero es el que te tienes a ti misma —dice Macarena con una sonrisa.
—Creo que tu Nona era muy sabia.
—Sí, lo era —responde Macarena masticando su tostada.
—Tengo otra pregunta, cuñis.
—A ver, lánzala.
—¿Cómo es tener sexo con alguien que no es la persona que te quitó la virginidad?
Macarena guarda silencio.
—Por favor, cuñis, no puedo preguntarle esto a mi hermano y mis amigas están lejos. Dímelo, porfa —insiste Estefanía.
—Es diferente, nada más.
—Eso no me ayuda.
—Cada conexión es única. Nunca fui de sexo casual, siempre me acosté con alguien que me gustaba mucho, así que lo que sentía por la persona anterior se desvanecía —explica Macarena.
—Pero, ¿tienes un ranking del mejor polvo?
Macarena ríe.
—No tuve tantos hombres en mi cama, Estefi. Pero sí, te das cuenta cuando alguien es bueno o te hace sentir algo especial.
—Hmm, creo que tendré que probar eso.
—Ni se te ocurra mencionárselo a tu hermano; te pondrá un cinturón de castidad y a mí una mordaza —dice Macarena, haciendo reír a Estefanía.
Termina su vaso de leche y continua:
—Te recomiendo que primero descubras lo que te gusta a tí y de acuerdo a eso hagas el ranking —le aconseja
—¿Y cómo descubro lo que me gusta? ¿Veo mucho porno o algo así? —pregunta Estefanía, provocando otra risa de Macarena.
—Explora tu sexualidad. Tócate, experimenta contigo misma y conócete. El porno no es real.
—¿Quién te enseñó eso, cuñis? ¿Tu Nona?
Macarena asiente, terminando sus tostadas.
—Te quiero, Maca. No permitiré que dejes de ser mi cuñis, lo sabes, ¿cierto?
—Estefi, tú no puedes controlar eso.
—Es que no me conoces aún, cuñis —dice Estefanía, frotándose las manos como si tuviera un plan malévolo.
Macarena ríe de buena gana, como hace días no lo hacía.
—Cuñis, ¿te gustaría hacer galletas conmigo en la tarde y luego ver una película? —propone Estefanía con entusiasmo.
Macarena recuerda a su amigo Gonzalo y suelta una carcajada.
—¿Qué pasa? —pregunta Estefanía, confundida.
—Cuando te conocí y almorzamos juntos los tres, al día siguiente Gonza me dijo que me veía cocinando galletas con la cuñada. Ahora tú me lo dices y me da un déjà vu —explica Macarena, aún riendo—. Nunca pensé que serías mi cuñada y que tendría una relación con Maxi.
—Cuando te conocí, sabía que Maxi se había enamorado de ti. Nunca me presentaba a sus amigas, solo las veía cuando iba a buscarlo. Una diferente cada vez. Después de Jenny, Maxi se volvió un mujeriego empedernido —añade Estefanía.
—Maxi es atractivo y carismático; solo le basta utilizar sus encantos. En Éclat, todas estaban enamoradas de él. Yo lo detestaba.
—¿Detestabas a mi hermano? —pregunta Estefanía sorprendida.
—Sí, lo consideraba un galán engreído y ególatra.
—Maxi siempre ha bromeado con su atractivo físico, y cuando comenzó a estudiar danza y su cuerpo empezó a tomar forma de modelo de revista, era peor. A él le entretiene jugar con eso.
—Tiene el ego del tamaño de una catedral —menciona Macarena.
—Sí, pero es el hombre más dulce, tierno y bueno que hay en el mundo.
—Viene de cerca la recomendación —dice Macarena.
—Es la verdad. Así como es verdad que ambos están locos el uno por el otro.
—Estefi, en serio eres una casamentera —dice Macarena, riendo.
—La mejor y única en mi clase —responde Estefanía, mientras ambas ríen disfrutando de esta conversación de chicas.
Después de almorzar, Estefanía sale de casa para comprar los insumos de las galletas, dejando a Macarena sola, asegurando que se sienta bien y pidiéndole que la llame si necesita algo.
Macarena se recuesta en su cama a descansar y revisa su teléfono. Tiene un mensaje de Maximiliano:
"Los días son infinitos sin ti acá. Necesito escucharte, por favor llámame."
Macarena lo medita. Recuerda todo lo conversado con Estefanía por la mañana. Suspira y marca el número de Maximiliano.
—Hi —responde él al otro lado de la línea
—Hola, Maxi. ¿Estás ocupado?
—¿Amor? Mi amor, no sabes cuánto quería escucharte —dice Maximiliano con angustia—. Me pillaste instalando un lavavajillas en la cocina de Thomas, no vi que me estabas llamando.
—¿En la cocina de Thomas?
—Si, es una historia larga. Amor, porque no me contestas las llamadas, te extraño mucho.
—Maxi, no te llame para hablar de eso. Estefi me contó que regresas. ¿Por qué lo haces? —dice Macarena fríamente
—No tiene sentido estar acá sin tí. Tengo vuelo el próximo miércoles.
—¡¿Este miércoles?! —exclama sorprendida Macarena
—Si. Hubiese regresado antes, pero tenía temas legales con los contratos que había firmado. ¿Por qué te fuiste, amor? Podríamos haberlo conversado.
—No quería estar contigo. No vuelvas por mí, Maxi, ya no tenemos nada.
—Necesitamos conversar de lo que pasó.
—No quiero.
—Pues lo haremos igual.
—Maxi, no insistas.
—Sabes que no puedo, especialmente si se trata de ti. Te extraño demasiado.
Macarena resopla, sintiendo lo mismo, aunque trata de disimularlo.
—Ahora resoplas y te tomas tu cabello, ¿no es así?
Macarena suelta su mechón que daba vuelta en el dedo índice al sentirse descubierta, muerde sus labios para calmar sus nervios.
—Y escuchas mi voz y te muerdes los labios —dice Maximiliano adivinando los gestos de su ex novia.
—Maxi, basta.
—Muero por verte de nuevo, no me basta imaginarte día y noche.
—Deja tu galantería. Sé todo tu repertorio.
—Creo que no lo sabes todo. Siempre tengo algún truco bajo la manga. Apuesto a que no esperabas que tu guapo novio tomara un vuelo para aparecer en la puerta de tu-mi casa.
—Bajate de esa nube, ya no eres mi novio. Estoy en tu casa, no me queda otra que verte cuando regreses. —dice Macarena tratando de ocultar su sonrisa al escuchar sus típicas bromas.
—Eso es lo mejor.
—Tengo que colgar. Adiós, Maxi.
— Nos vemos, te amo.
Macarena, nerviosa, corta la llamada, mientras siente que su corazón se sale del pecho.
En cuatro días más, Maximiliano volverá y tendrá que enfrentar lo que le ha ocultado.
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