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Capítulo 42 : Chantajes


Macarena se encuentra en una pequeña sala de espera dentro de las instalaciones policiales del aeropuerto. La habitación tiene paredes blancas iluminadas por luces fluorescentes que crean un ambiente frío. En una esquina, hay una planta artificial en una maceta gris. Las sillas de plástico azul están alineadas contra las paredes, y un reloj en la pared marca la hora que parece avanzar lentamente.

Ella mueve las piernas y cruza los brazos, se levanta y vuelve a sentarse. Espera con ansias a que Gonzalo llegue como se lo había asegurado por teléfono. El policía a cargo, la mira de reojo mientras continúa sentado detrás de un escritorio de metal revisando su teléfono. Sus ojos no muestran empatía, solo la rutina de alguien que ha visto este tipo de situaciones demasiadas veces.

—Viene mi amigo en camino, ¿lo autorizará a ingresar? —pregunta Macarena.

—Lo dudo. Debe esperar fuera mientras es escoltada hacia la delegación policial —responde el policía, sin levantar la mirada de su teléfono.

—Esto es un error, se lo aseguro —dice Macarena mientras su teléfono suena con un mensaje.

Maxi: Amor, ¿ya embarcaste?

A Macarena nuevamente se le nublan los ojos con lágrimas. Toma el teléfono para contestar, pero es interrumpida por la llegada de dos policías que ingresan a la sala de espera como un par de robots programados para conversar en humano.

—Señorita Ansaldi, debe acompañarnos —dice uno de ellos.

A Macarena le recuerda la voz de los diálogos de un video desarrollado con inteligencia artificial.

—¿A dónde? —responde, molesta.

—A la delegación Décima, en el centro de la ciudad.

Macarena resopla y rápidamente le envía un mensaje a Gonzalo para avisarle hacia dónde la llevan. Sube a una camioneta azul escoltada por los oficiales para ser trasladada a la delegación. Mira por la ventana del vehículo, frustrada y nerviosa. Su teléfono comienza a sonar con una llamada. Revisa la pantalla. Su novio le está marcando.

"Maxi, ¿cómo te diré esto?" piensa para sí, mientras desliza el dedo por la pantalla para contestar.

Al teléfono:

Hola —dice Macarena.

Hola, amor, ¿cómo va todo?, ¿ya embarcaste? —responde Maximiliano, preocupado.

Maxi... —Macarena no puede continuar; un mar de lágrimas inunda sus ojos.

Amor, ¿qué pasa? —pregunta su novio preocupado al escucharla llorar.

No pude subirme al avión —dice Macarena sorbiendo su nariz—. Me detuvieron en Policía Internacional. Según ellos, tengo una orden de detención en mi contra. Maxi, yo no hice nada... —llora desconsoladamente—. Perdí el vuelo.

Maximiliano camina como león enjaulado en la sala del loft en Nueva York, sin poder creer lo que su novia le cuenta.

Amor, debe ser un error, no te preocupes, lo vamos a solucionar —trata de mantener la calma para entregarle tranquilidad a su novia.

Maxi, perdí el vuelo —vuelve a repetir Macarena, sollozando.

Es lo de menos, amor. Necesito que estés tranquila. ¿Le avisaste a Gonza?

Sí, va a encontrarse conmigo en la delegación. Me llevan como una vil prófuga hacia allá ahora —dice, mirando a los oficiales.

No digas eso, es un error. Llamaré a Estefy para que te acompañe alguien de mi familia también, ¿bueno?

Bueno —dice Macarena—. Amor, no nos podremos ver —agrega angustiada.

Lo sé, pero nos veremos pronto —responde Maximiliano.

Maxi, te extraño demasiado.

Yo igual. Solucionemos esto y nos veremos. Tranquila.

Bien. Me calmaré —dice Macarena, tratando de contener su llanto.

Te amo y lo solucionaremos.

Yo también te amo.

Cortaré para llamar a Estefy. Manténme al tanto de lo que pasa.

Sí, Maxi. Adiós.

Adiós.

Al llegar a la delegación, Macarena desciende del vehículo y ve a su amigo esperándola en la entrada del edificio. Se aferra a Gonzalo con desesperación mientras él le acaricia el cabello.

—Acompáñeme, señorita —dice una oficial que sale desde dentro de la delegación. Su mirada y su actitud es bastante diferente de los oficiales que la escoltaron desde el aeropuerto.

Macarena continúa caminando pero no suelta la mano de Gonzalo.

—¿Es su familiar? —pregunta la oficial.

—Soy su hermano —responde Gonzalo y Macarena sonríe aliviada.

—Bien, dejaré que la acompañe.

—Gracias —responden ambos amigos a coro.

—Síganme, por favor.

Ingresan a la delegación y pasan por un pasillo estrecho que huele a desinfectante. Al fondo del pasillo, se ve una puerta abierta y es por donde ingresa la oficial.

Es una oficina pequeña y austera, con paredes cubiertas de archivadores metálicos llenos de papeles y carpetas. Una ventana con persianas permite el paso de la luz y la vista hacia la calle. En un costado de la oficina hay un escritorio de madera, sobre el cual hay varios documentos, una computadora antigua y un teléfono fijo. Dos sillas de plástico están colocadas frente al escritorio, y la oficial les ofrece tomar asiento.

Macarena se imagina una escena de película donde los agentes policiales son unos obesos corruptos que utilizan sólo el dedo índice para teclear en la computadora.

La oficial se sienta detrás del escritorio con unos papeles en la mano, los mueve y los revisa meticulosamente. Macarena comienza a impacientarse.

—Oficial, ¿a qué se debe todo esto? Es un error, yo jamás he cometido un delito.

—Señorita, mantenga la calma —pide la oficial de manera amable.

—No puede pedirme eso. Iba a reunirme con mi novio al que no veo hace más de un mes y por culpa de ustedes perdí el vuelo —replica Macarena sin contenerse.

Gonzalo le toma la mano para que se tranquilice.

—Maca, tranqui —le dice.

—Entiendo su frustración, señorita. Lamento informarle que, según nuestros registros, usted tiene una orden de detención y con ella no puede viajar. El Juzgado Décimo dictó la orden tras la demanda por falsificación de firma en documentos financieros interpuesta por el señor Reyes.

—¿El señor Reyes? —pregunta Macarena sin encontrar la conexión.

—Mauro Antonio Reyes Basualto la demandó por utilizar sus cheques falsificando su firma, en otras palabras —aclara la oficial.

—¡Hijo de puta! —se le escapa a Gonzalo.

—¿Mauro? ¿Mauro me demandó? Pero si yo jamás he firmado nada, menos sus cheques. ¡Maldito imbécil! —exclama Macarena

—¿Conoce al señor Mauro Reyes? —pregunta la oficial.

—Sí, es mi ex —dice Macarena.

—Le recomiendo que busque un abogado. Mientras esté con esta orden de detención no podrá salir del país. Le concederé un permiso hasta la fecha del juicio para que pueda preparar su defensa. Para eso, me debe señalar un domicilio donde pueda ser hallada.

Macarena mira a Gonzalo. No tiene domicilio, pues ha rentado su departamento para costear el viaje. No había pensado que tampoco tiene donde vivir.

—Vive conmigo —dice Gonzalo, leyendo su mente—. Le daré mi dirección.

—Se la solicitarán a la salida en el mesón de atención —dice la oficial—. Lo lamento, señorita Ansaldi. Saliendo de mi protocolo, creo que esto no es más que una venganza por despecho. Prepare una buena defensa y suerte con su viaje —agrega, levantándose del escritorio—. Si me permiten, tengo trabajo que hacer.

Macarena se levanta de la silla y le tiende la mano.

—Muchas gracias. Ha sido la oficial más amable que me ha tocado en este día de mierda —le dice y la oficial le responde el gesto sonriendo y estrechando su mano. Luego se retira, dejando a los amigos solos.

Macarena está en estado de shock: se deja caer en la silla. La noticia la deja atónita, incapaz de comprender cómo Mauro podía acusarla de algo tan grave y falso. Tratando de entender lo sucedido, conversa con Gonzalo.

—Gonza, no puedo creer esto —articula apenas

—Ese malnacido me las pagará —dice Gonzalo furioso.

—¿Y ahora de dónde saco un abogado? Me cobrará una enormidad.

—Tengo una idea, pero no te gustará —dice Gonzalo mirándola misteriosamente.

—Ni lo sueñes, no le pediré ese favor a Amaro.

—Hablaré con él, amiga, te guste o no. No tienes más opción para que esto sea rápido.

Ella resopla resignada mientras esperan en el mesón de atención. Gonzalo entrega su dirección para que la anoten y en ese momento llega Estefanía, que corre hacia Macarena y la abraza con fuerza.

—Cuñis, ¿qué pasó? Mi hermano me llamó y vine corriendo.

—Estefi, estoy metida en un tremendo lío por culpa de Mauro.

—¿Quién es Mauro? —pregunta Estefanía, preocupada.

—El idiota que nos encontramos en el cine, ¿recuerdas?

—Ah, sí, lo recuerdo. Pero, ¿qué hizo él?

—En el camino te explico. ¿Me acompañas al departamento de Gonza? —le pregunta Macarena, buscando su apoyo.

—Claro, cuñis —responde Estefanía sonriendo.

Con las formalidades en la delegación terminadas, se encaminan hacia la salida. Gonzalo las lleva en su auto hacia su departamento. Estefanía se sienta junto a Macarena en el asiento de atrás y le acaricia las manos. Macarena no emite ninguna palabra, aún no puede creer lo que ha pasado.

Al llegar al edificio donde vive Gonzalo, suben en el ascensor hasta su departamento en el quinto piso.

Gonzalo sirve café mientras esperan sentados en el sofá la llegada de Amaro, que no tarda en aparecer en la puerta del departamento.

—Hola, niña —saluda Amaro a Macarena después de besuquear a su novio.

—Hola, niño —responde Macarena sin ganas de batallar con Amaro ese día.

—¿Y esta quién es? —pregunta Amaro, mirando a Estefanía.

—Soy su cuñada —responde Estefanía, con desdén.

—Ah —dice Amaro, sin darle importancia mientras se acomoda en otro sofá frente a ellos, abre su laptop, listo para explicar los detalles legales de la acusación. Macarena se levanta y le entrega los documentos que le pasaron en la delegación.

—Amaro, ¿qué es lo que hizo Mauro? —pregunta Gonzalo, impaciente, sentándose junto a su amiga y a Estefanía.

—Interpuso una demanda —responde Amaro con toda la lentitud del mundo. Revisa los documentos que tiene en la mano y continúa —: Niña, ¿alguna vez te metiste con sus cheques? —le pregunta a Macarena

—¡Eso es una locura! !¡Claro que no! —exclama Macarena, indignada.

—Ok. Primero que todo, necesitamos entender todos los detalles de esta acusación. Me meteré al sistema a revisar la demanda —dice Amaro, tecleando en su laptop

—¿A este qué le pasó qué es tan amable? —murmura Macarena a su amigo—. Me da miedo.

—Es profesional, es todo —responde Gonzalo, tratando de tranquilizarla.

—¿Profesional? En otro multiverso será, ahora debe querer algo —murmura Macarena.

—Amaro, ¿qué suma de dinero me pedirás por todo esto que estás haciendo? —pregunta Macarena, incrédula de la ayuda que está ofreciendo el novio de su amigo.

Amaro levanta la vista del laptop y cierra un tanto su pantalla.

—Podemos negociar —responde con aires de grandeza.

—¿Y qué quieres negociar? —pregunta Macarena, desconfiada.

—Mira, niña. Me conviene que no estés en este país rondando a mi novio de día y de noche —responde Amaro, con frialdad.

—¿Y me ayudarás solo por eso?

—No. Puedo preparar tu defensa y ganarle a Mauro, pero pido otra cosa a cambio.

—Amaro, ¿qué tramas? —pregunta Gonzalo, sospechando algo.

—Quiero que vivamos juntos —responde Amaro, mirando a Gonzalo.

—¡¿Qué?! —exclama Gonzalo sorprendido ante tal descaro

—Eso es un chantaje, no es pedir una retribución por tu ayuda —dice Macarena, indignada.

—Lo toman o lo dejan —les dice Amaro a ambos amigos.

—Oye, sabandija, ¿quién te crees tú para venir a chantajear a mi cuñada? —interrumpe Estefanía—. Maca, no debes aceptar esto, papá puede conseguirte un buen abogado.

—Estefi, no tengo cómo pagarlo. Perdí el vuelo, tendré que comprar otro pasaje y quién sabe cuántos honorarios me cobre otro abogado por esta estupidez.

—Pero Maxi puede pagarlo —dice Estefi, insistiendo.

—No, Estefi, este lío lo tengo que resolver yo. El idiota ese es mi ex, Maxi no tiene culpa ni responsabilidad en esto.

—Aunque puedas pagar otro abogado, no tienes salida, niña —dice Amaro mientras revisa nuevamente su laptop.

—¿Por qué dices eso? —pregunta Macarena.

—La primera comparecencia ante el tribunal fue hace una semana. Como no te presentaste, interpusieron una orden de detención. En dos días debes comparecer nuevamente. Ningún abogado preparará una defensa tan rápido.

—¡Maldita sea! —dice Macarena levantándose del sofá y caminando sin rumbo por el departamento de su amigo.

—Mauro Reyes interpuso la demanda hace dos meses —continúa Amaro.

—¿Qué? —exclama Macarena, sorprendida.

—Estoy revisando los antecedentes y podremos plantear una buena defensa porque este tipo indica fechas en las que falsificaste su firma. Si reunimos antecedentes que demuestren que no tuviste ninguna relación con sus finanzas en las fechas que él indica, podrías zafar de esto.

—Cuñis, ¿tu ex sabía que viajabas a Nueva York? —pregunta Estefanía con curiosidad.

—No tendría por qué saberlo —responde Macarena volviendo a tomar asiento junto a sus amigos.

—Pero si puso la demanda hace dos meses, mi hermano hizo los trámites para estudiar aproximadamente en esas fechas. ¿Quién más sabía que Maxi viajaba? —insiste Estefanía, tratando de encajar los hechos como piezas de un rompecabezas.

—Bueno, tu familia, nosotros, los de Éclat y... ¡Harry! —dice Macarena, abriendo los ojos—. Harry lo difundió en la prensa. Recuerdo una vez que un periodista se acercó a preguntarnos por una entrevista y sabía que el manager de Maxi en Nueva York sería Harry.

—¡Ese maldito!, siempre me ha caído mal —dice Gonzalo.

—¿Cómo Mauro podría enterarse por Harry de que Maxi se fue a Nueva York? —pregunta Estefanía.

—Bueno, Mauro se mueve en el mismo medio que Harry, ambos son productores, solo que Mauro es un don nadie —responde Macarena.

—Un don nadie que te jode la vida —añade Gonzalo.

—Niña, ¿tienes cómo hablar con ese ex tuyo? Quizás podamos llegar a un acuerdo antes de la primera comparecencia —interviene Amaro.

—¿Tengo que hablar con él? ¿No lo puedes llamar tú? —pregunta Macarena.

—Aún no soy tu abogado, no hemos cerrado el trato —responde Amaro.

Gonzalo y Macarena se miran entre sí.

—Lo pensaré, Amaro. Necesito tiempo para hablarlo con mi amiga —responde Gonzalo, resignado.

—Les doy quince minutos, no me sobra el tiempo —dice Amaro

—Qué simpático eres, Matt Murdock —le dice Estefanía con sarcasmo. Macarena al fin se ríe y Amaro la mira no entendiendo nada.

Gonzalo se levanta del sofá, le hace una seña a Macarena para que lo siga y ella toma la mano de Estefanía. Los tres se dirigen hacia la habitación de Gonzalo.

—Gonza, olvídate de ese sacrificio. Sé lo que significa para ti que Amaro viva contigo aquí —dice Macarena tras cerrar la puerta.

—Amiga, piénsalo, no hay muchas alternativas —responde su amigo mirándose las uñas de las manos.

—Pero, ¿no es tu novio? Hablan como si fuera el enemigo —dice Estefanía.

—Sí, es mi novio y lo quiero. Por eso, amiga, debes aceptar el trato —dice Gonzalo.

—No, Gonza. No sacrificaré tu libertad amarrándote a este tóxico maniático.

—¡Santa cachucha! —dice Estefanía—, si es así, mejor hablamos con mi papá, les juro que conseguirá un abogado.

—Gracias, cuñada —le dice Gonzalo—, pero no creo que sea tan malo vivir con Amaro.

—Gonza, me llamaste desesperado porque tenía tus llaves y no querías que se instalara acá —le recuerda Macarena.

—Sí, pero puedo no estar de acuerdo conmigo mismo, amiga. Te lo aseguro, estaré bien con él —dice Gonzalo con la intención de convencer a su amiga.

Macarena mira a Gonzalo y sabe que su amigo está diciendo eso solo para ayudarla. Le da un abrazo.

—Sé lo que significa esto para ti, no trates de engañarme —le dice.

—Amiga, por favor, acepta el trato. Nunca te he pedido nada, hazlo por mí y por ti.

—¡Dios! —exclama Macarena y empieza a caminar en círculos alrededor de la cama de Gonzalo.

—Sé que no tengo que meterme aquí, pero opino que el trato puede tener condiciones —dice Estefanía.

—¿Cómo, Estefi? —pregunta confundida Macarena.

—Hagámosle una trampa —propone Estefanía—. Cuñis, pregúntale a este chupete de fierro qué condiciones pondrá. Cuando te las enumere, entonces tú le lanzas tus condiciones.

—Estefi, creo que mis neuronas quedaron detenidas en la delegación porque no te entiendo.

—A ver, déjame pensar —dice Estefanía, tomando su mentón—. Hmm, puedes decirle que tus condiciones son tres: que te defienda sin cobrar honorarios, que gane el juicio y que el día que Gonza quiera romper con él, Amaro debe dejar el departamento. Si no cumple alguna de esas tres condiciones, el trato se rompe y quedan como antes —dice Estefanía.

—¡Brillante! —dice Gonzalo aplaudiendo—. Oye, rubia linda, eres muy inteligente —le dice a Estefanía.

—Ay, ya me cae bien tu mejor amigo, cuñis —dice ella.

—Estefi, eres lo máximo. Lo haré así. Y tú, amigo, será mejor que rompas pronto con él —dice Macarena.

—Igual lo quiero —dice Gonzalo y ambas lo miran con el ceño fruncido.

Los tres salen de la habitación. Macarena y Gonzalo conversan con Amaro y, tras una negociación que parece durar siglos, finalmente llegan a un acuerdo. Amaro acepta todas las condiciones a cambio de vivir con su novio y de que Macarena no aparezca más por el departamento de Gonzalo.

Estefanía, le propone a Macarena que se aloje en la casa donde vivía Maximiliano, ya que ella se mudará allí para asistir a la Universidad en dos semanas. Ella acepta ya que esto le ayudará a cumplir parte del trato y marcharse del departamento de su amigo.

Macarena exige a su nuevo abogado que gestione el cambio de dirección en la delegación para evitar problemas con la policía. Amaro acepta, aunque no sin quejarse.

Antes de marcharse del departamento de su amigo, Macarena llama a Maximiliano para contarle los pormenores de la demanda que interpuso Mauro y cómo Amaro será su abogado defensor. Maximiliano se enfurece al oír toda la historia, sintiéndose impotente de no poder ayudar en nada a su novia estando tan lejos.

¡Lo mataré cuando vuelva! —exclama Maximiliano al otro lado de la línea.

Esos días antes de la audiencia son intensos para Macarena. Entre acondicionar el alojamiento temporal junto a Estefanía, tratar de recuperar sus maletas y reunir las pruebas que le ha solicitado Amaro, siente que las veinticuatro horas del día no le alcanzan para nada.

Amaro averigua que Mauro, en su demanda, ha señalado dos fechas en las cuales ella supuestamente falsificó su firma para utilizar sus cheques. Una coincide con la fecha de la fiesta de cumpleaños de Estefanía y la otra con el día de la última presentación de Maximiliano en la primera temporada de la obra de teatro. Por lo tanto, tiene coartadas y personas que pueden testificar a favor de ella, además de comprobantes de estacionamiento, combustible y autopistas que corroboran su versión.

Previo a la fecha de la audiencia, Macarena recibe la mala noticia de que el juez ha retrasado la audiencia por temas personales y de salud. La nueva fecha es dentro de un mes, lo que significa que su viaje sigue postergándose.

Sumando a la mala noticia, Amaro le informa que ha intentado contactarse con Mauro por teléfono para llegar a un acuerdo, pero él se niega a hablar con nadie más que con Macarena. A su pesar, debe acceder a llamarlo.

Al teléfono:

Mauro responde al teléfono con voz melosa:

Hola, preciosa, qué gusto escuchar tu voz.

No seas idiota, sabes perfectamente la razón por la que te llamo. ¿Qué tienes en la cabeza? —replica Maca, furiosa.

¿Qué tengo? Pues tu recuerdo de esas noches cálidas en la playa —responde Mauro burlándose

Eres un bastardo, Mauro. ¿Por qué me demandaste? —dice Macarena casi gritando

Oh, eso.

Sí, eso

Sabes que nos podemos olvidar de eso, depende de ti.

¿Qué quieres, Mauro?

Dos opciones. Una deliciosa noche contigo o una deliciosa suma de dinero.

¿Qué? —exclama Macarena, incrédula, tomando su cabello con la mano que tiene libre

Lo que oyes —dice Mauro con el mismo sonsonete de burla.

Estás loco, jamás volvería a acercarme a ti y sabes perfectamente que no tengo ni un centavo.

Tú no, pero tu novio sí.

¿Qué? ¿De dónde sacas eso?

—Sabes que tengo mis contactos.

Eres despreciable, Mauro.

Estás en mis manos.

Olvídate de mí y del dinero —Macarena ya no puede contener su rabia.

Olvídate de viajar para reunirte con tu noviecito famoso. Nos vemos en el juicio, belleza.

Mauro corta la llamada y Macarena se estremece llorando, sin poder creer lo que su exnovio es capaz de hacer.

El día de la audiencia llega y Macarena, junto a Amaro y Gonzalo, se presentan en el tribunal. Sin embargo, Mauro no se presenta. El juez, siguiendo el procedimiento legal, decide reagendar la audiencia para dentro de dos semanas.

Durante esas dos semanas, Macarena sigue reuniendo pruebas y testigos para su defensa, aunque la espera la desespera. Finalmente, la nueva fecha de la audiencia llega y, una vez más, Mauro no se presenta. El juez, tras revisar las pruebas presentadas por Amaro y considerar la inasistencia reiterada de Mauro, declara a Macarena inocente y ordena levantar todos los cargos en su contra.

—¡Por fin! —exclama Macarena, sintiéndose libre al fin, abraza a su amigo Gonzalo con efusión.

—Todo solucionado reclusa Ansaldi, queda libre para ir a follar con su novio en tierras gringas —dice Gonzalo imitando la voz del juez.

Macarena se ríe con ganas después de semanas de angustia. 

Toma su teléfono y marca a su novio. Pronto estarían juntos como lo habían planificado cuatro meses atrás.

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