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Capítulo 40: Promesas


A la mañana siguiente, Estefanía baja las escaleras somnolienta, arrastrando los pies. Lleva un pijama con estampado de Wonder Woman y unas pantuflas de conejo que suenan "piti piti" en cada paso. Con el pelo revuelto y los ojos medio cerrados, parece más un personaje de caricatura que una joven de dieciocho años.

—Buenos días, familia —dice, tratando de mantener los ojos abiertos y estirando los brazos como un oso perezoso.

Clara está sirviendo café y un sándwich a Macarena, mientras Maximiliano la mira embobado. Estefanía sonríe al ver esta escena. Laura, como siempre, está concentrada en su laptop, sorbiendo su té sin despegar los ojos de la pantalla, y Martín revisa la agenda del día en su celular.

Estefanía se deja caer en su silla y empieza a untar mantequilla en una tostada. La conversación empieza a fluir sobre la fiesta de la noche anterior, y pronto el desayuno se convierte en un debate animado sobre su novio, Noah.

—Muy agradable ese chiquillo con el que sales, Estefita —dice Clara.

—Se llama Noah y es mi novio, mamá —responde Estefanía, y Maximiliano la mira con cara de desagrado.

—Me dijo que estudiaba arquitectura —sigue Clara.

—Sí, mamá, igual que su papá —responde aburrida Estefanía.

—Una familia de arquitectos. Qué buen ojo tienes, hija.

—Yo no ando cazando novios por su billetera, mamá.

—Oye, infante, más respeto con tu mamá —dice Laura—. Agradece que te dé permiso de tener novio.

—No soy una infante, ya soy mayor de edad, nerd amargada —responde Estefanía.

—Mamá, Noah es un patán y lo aceptas porque estudia arquitectura? —pregunta Maximiliano, y Estefanía le da un golpe con el pie por debajo de la mesa, delatándose por el "piti piti" que emite su pantufla de conejo.

—¿Por qué dices que es un patán? —pregunta Clara, ignorando el sonido.

Estefanía lo mira, rogándole que guarde silencio. El evento de la fiesta de los amigos de Noah está guardado en secreto bajo cuatro llaves.

—Pues, cualquier novio de mi princesa es un patán —responde Maximiliano, y su hermana menor le sonríe aliviada.

—Maxito, no juzgues a ese niño. Además, tu hermana lo eligió, no tú —dice Martín.

—No deberías juzgar a las personas, Maxi —dice Clara.

—¿Disculpa? ¿La que mira de pies a cabeza a cualquiera que no venga de cuna de oro? —responde Maximiliano, y Macarena toma su mano para que no comience una discusión.

—Con Maca ya me disculpé. La juzgué sin saber que es una buena muchacha —dice Clara, sorprendiendo a todos—. Además, fue la única que me contó la verdad en esta casa. Nadie me dijo que la prensa te elogia por tu obra, Maxi.

Maximiliano mira a Macarena y ella se hace la desentendida.

—Tú siempre has dicho que la danza es una pérdida de tiempo, pensé que no te interesaba.

—Maxi, eres un bailarín reconocido. Maquita me mostró las críticas y las entrevistas en la prensa, hijo, no sé cómo me ocultaste algo así.

—¿Maquita? ¿A ver? No entiendo nada. ¿Alguien te está suplantando? Porque tú no eres mi madre.

—No seas bobo, hijo, soy la misma.

Maximiliano mira a Macarena y ella le guiña un ojo mientras mastica su sándwich.

—No debes ocultar tus logros, Maxi —dice Clara.

—Maxito, hágale caso a su santa madre —dice Martín, levantándose de la mesa—. Permiso, Maquita —le dice.

—Papi, quédate para que veas mis regalos. Me falta abrir los de la familia —pide Estefanía.

—Estefita, tengo quince minutos.

—Lo haré rápido —Estefanía se levanta de la mesa y va corriendo. Sus conejos sonoros emiten una melodía cómica que hace reír a todos en la mesa. Vuelve al minuto. "Piti, piti, piti, piti" suena nuevamente mientras se acerca con los paquetes de regalo hacia la mesa del comedor.

—Tinkerbell, abre el mío primero, estoy apurada —le pide Laura.

—¡Aggg! Deja de decirme así, Puck —dice Estefanía. 

Macarena se atraganta con su café al reír recordando al duende de Sueño de una noche de verano.

Estefanía toma el paquete de regalo que le dio su hermana mayor, lo desenvuelve y se pone roja de furia. Una muñeca de Tinkerbell con sus accesorios brilla ante sus ojos.

—Te odio, Laura —le dice Estefanía, mientras Laura se ríe y los demás tratan de contener la risa.

—Así nunca olvidarás tu lugar en el mundo, hermanita —le dice Laura burlándose.

—Al menos es articulada, princesa, le hiciste gastar dinero —responde Maximiliano, burlándose de Laura.

—No jodas, Justin Bieber —le responde Laura.

—Uy, la doctora Meredith Grey está enojada —se burla Maximiliano—. Vete a hacer turnos, aquí sobras.

—Maximito, no le hable así a su hermana —pide Martín.

—Ok, pa —responde Maximiliano como niño obediente. Macarena lo mira con ternura.

—Abriré el de papá y mamá —dice Estefanía, mientras desenvuelve un pequeño paquete color lila con flores blancas. Dentro del paquete hay una caja de madera. Estefanía la abre.

—¿Qué es esto? —pregunta cuando ve dentro de la caja unos comprobantes de pago.

—Tu matrícula de la universidad —responde Martín—. No tendrás que trabajar para pagarla, y tu hermana Laura pagó la mitad del año. Solo debes trabajar para pagar la otra mitad.

Estefanía queda boquiabierta y los ojos se le humedecen. Nunca habría imaginado que su hermana mayor financiaría una carrera a la cual su madre se oponía. Queda muda, sin palabras.

—¡Eso, Leprechaun!, al fin una buena acción —le dice Maximiliano a Laura y ella le levanta el dedo del medio. Clara la mira sorprendida, y Laura baja la vista y esconde su mano.

—Gracias, Laura —le dice finalmente Estefanía—. Gracias, papi, y gracias, mamá.

—De nada, Tinkerbell —le dice Laura.

—Odiosa —dice Estefanía.

—Agradece también a tu hermano porque tendrán que compartir la casa en la ciudad. Tu carrera se imparte allá —dice Martín.

Maximiliano no cabe en sí de asombro, comprendiendo que su privacidad acaba de terminar.

—A mí nadie me pidió la opinión —refunfuña.

—Pues cómprate una casa entonces, William Schuster —le replica Laura, apodando a su hermano como un personaje de su serie favorita, Glee.

— Mister Schu, ¿En serio? Creo que has pasado muchos años en el Tíbet. Actualizate, ermitaña—responde Maximiliano.

—Eres un profesor bailarín fracasado, igual que él —replica Laura

—Laura, no le hables así a tu hermano —la reprende Martín

—Él empezó —responde Laura y Maximiliano le hace muecas imitando su respuesta.

—¡Virgen santísima cuando dejarán de discutir! —exclama Clara frustrada

Estefanía rueda los ojos y luego le dice a Macarena:

—¿Te das cuenta de lo que he tenido que soportar dieciocho años?

Macarena se divierte. La dinámica familiar, a sus ojos, es muy tierna.

—Ahora que el par de niños de preescolar dejó de discutir, abriré el regalo de Maxi —dice Estefanía.

Saca el envoltorio con diseños de globos multicolores y salta de felicidad porque es un metrónomo transparente muy bello, un afilador de cuerdas y un estuche nuevo para su violín. Abraza a Maximiliano con efusión y le besa la mejilla.

—Espero verte siempre feliz, princesa —le dice su hermano con ternura.

—Ahora abriré el de Maca —dice Estefanía, entusiasta.

Desenvuelve el paquete de color verde con plumas doradas y el libro Orgullo y Prejuicio en versión de lujo la deslumbra. Estefanía sonríe, feliz.

—Alguien me sopló una vez que era tu película favorita, espero que el libro también se vuelva uno de tus favoritos —dice Macarena.

—Gracias, cuñi —le dice abrazándola—, gracias a todos, me harán llorar. Supongo que estos regalos son solo de cumpleaños y que en mi graduación recibiré otros, ¿no?

—Estos equivalen a cumpleaños, graduación y Navidad, Tinky Winky —dice Laura.

—Hija, tendrá también regalo de graduación —dice Martín.

—Princesa, este es solo mi regalo de cumple —le dice Maxi.

—¿Cuándo te gradúas, Estefi? —pregunta Macarena.

—En dos semanas más estaré libre.

—Libre y esclava de la universidad, dirás —dice Macarena.

—Libre al fin y al cabo, cuñis. No más uniforme horroroso, no más idiotas babosos por los pasillos, no más reuniones de padres, no más chismes quinceañeros.

—Estefita, debo irme. Me esperan en el hospital —la interrumpe Martín, levantándose nuevamente de la mesa.

—Dale, papi, nos vemos después.

—Nos vemos, pa —le dice Maximiliano.

—Permiso. Fue un placer tenerla en esta casa, Maquita. Cuando quiera, las puertas estarán abiertas para usted, cuente con ello —dice Martín, despidiéndose de los demás mientras Clara lo acompaña a la salida.

—Gracias, Martín —responde Macarena.

—Maca, permiso, me voy a turno, fue un gusto conocerte —dice Laura, levantándose también.

—El gusto fue mío —responde Macarena de manera cordial.

Maximiliano y Estefanía se miran boquiabiertos.

—¿Qué le hiciste a nuestra familia? —dicen a coro.

—Les di bizcochos mágicos en el desayuno —responde Macarena.

—¿Qué son los bizcochos mágicos? —pregunta Estefanía.

—Princesa, son bizcochos elaborados con marihuana —le explica Maximiliano.

Estefanía entiende la broma y comienza a reír.

—Amor, ¿qué le dijiste a mi mamá? —pregunta Maximiliano a su novia.

—Pues la verdad. Que tiene un hijo muy talentoso y perseverante.

—No sé si enojarme o agradecerte —responde sorprendido.

—Más te vale agradecerme —dice Macarena.

Al terminar el desayuno la familia se dispersa lentamente. Clara se dirige a la cocina para limpiar, mientras Estefanía recoge los envoltorios de los regalos y se retira a su habitación. Maximiliano y Macarena se quedan en la mesa, hablando en voz baja

—De verdad, amor, ¿qué le mostraste a mi mamá? —pregunta Maxi, todavía sorprendido por la actitud de Clara.

—Solo le mostré algunos videos de tus presentaciones y las críticas en los periódicos. Ella no tenía idea de lo talentoso que eres —responde Macarena, acariciando suavemente la mano de su novio.

—No puedo creer que no se enojara —dice Maxi, mirando a Macarena con asombro.

—Creo que solo necesitaba verlo por sí misma. Ahora está muy orgullosa de ti —dice Macarena, sonriendo.

Maximiliano la mira embobado. Estefanía se une a ellos, se acerca y, con una sonrisa traviesa, cierra suavemente la boca de su hermano con un dedo, empujando su mentón hacia arriba.

—Te tienen muy bobo, hermanito —dice burlándose.

Maximiliano la observa, con unos jeans, botas y un abrigo largo. Está maquillada y perfumada, y se ve radiante.

—Princesa, ¿dónde vas?

—Me juntare con Noah.

—Quítate ese maquillaje y ponte tus pantuflas de conejo inmediatamente —dice Maximiliano.

—Nos vemos —le dice, ignorándolo. Besa la mejilla de su hermano y luego la de Macarena.

Macarena abraza a Maximiliano para aliviar la tensión mientras ve alejarse a su hermana menor.

—Amor, no le pasará nada. Es una mujer que sabe lo que quiere.

—Es tan pequeña —suspira Maximiliano.

—Te sorprenderá un día —dice Macarena.

—La que me sorprende eres tú. Llegas a esta casa y los manejas a tu manera, como si los conocieras de toda la vida. Encantaste a todos, incluso a mi mamá y a la ermitaña de Laura. Eres asombrosa.

—Solo observo y luego digo lo que quieren oír. Enseñanzas de mi nona.

—Tu nona debe estar orgullosa de ti, amor —dice Maximiliano mientras acaricia la espalda de su novia—, y también estaría feliz de que vayamos a la playa, ahora.

—Si, le gustaría aunque no dejaría de aconsejarme. Me diría algo así como : no folles tumbada en la arena, terminarás exfoliada por dentro y por fuera.

Ambos se miran un instante y luego se ríen a carcajadas.

—¿Vamos a exfoliarnos?— pregunta Maximiliano, entre risas.

—Vamos —responde su novia, riendo.

Ambos salen de la casa, tomados de la mano, dirigiéndose hacia la playa. El día está nublado, y la brisa marina les acaricia el rostro mientras caminan por la arena dorada.

—Este lugar siempre me ha traído paz —dice Maximiliano, observando las olas.

—Es hermoso —responde Macarena, quitándose los zapatos y sintiendo la arena fría entre los dedos—, aunque la arena está muy fría —agrega, volviendo a cubrir sus pies y riendo suavemente.

Se sientan en la arena para observar el mar. El silencio entre ellos es cómodo, acompañado del sonido rítmico de las olas.

Maximiliano suspira profundamente, rompiendo el silencio.

—Amor, no quiero ir a Nueva York —dice finalmente, después de haber reflexionado durante días el tema.

Macarena lo mira sorprendida.

—¿Por qué? Es tu sueño. ¿Cambiaste de parecer? —pregunta confundida

—Cambié de sueño —responde Maximiliano, mirando el horizonte. Ella frunce el ceño, sin entender.

—¿Me explicas?

—No quiero irme. No sé qué haría sin ti a mi lado —confiesa, girando su mirada hacia ella.

Macarena lo mira con ternura, se emociona pero trata de disimularlo. No quiere sentirse responsable de arruinar el futuro de su novio.

—Me dijiste que tendríamos una relación a distancia —responde de manera un tanto fría.

—¿Y cómo te toco, te huelo y te abrazo? ¿Cómo veo cuando se te caen las migas de la boca mientras comes un sándwich o cuando dejas con salsa tu rostro mientras comes pizza?

—Qué sexy soy —bromea

Maximiliano sonríe.

—Eres maravillosa así como eres.

Macarena suspira, bajando la guardia. Muerde su labio inferior, un tanto insegura de lo que quiere decir.

—Maxi... y ¿si te acompaño a Nueva York?

—¿En serio harías eso? —pregunta sorprendido.

El corazón de Maximiliano da un brinco. Aún no puede creer lo que acaba de escuchar. Mira a Macarena con ojos tiernos mientras ella continúa hablando.

—Es una idea descabellada, muy poco posible, pero muy romántica

— ¿Te irías conmigo a Nueva York?

—Si, Maxi. Te seguiría a cualquier parte del mundo.

—¿Qué le hicieron a mi Macarena sarcástica y poco romántica?

—Se enamoró y la perdimos —responde bromeando

—Amor no bromeo. No iré a Nueva York sin ti. Te lo digo en serio —repite Maximiliano, que aún no puede creer el giro inesperado que ha dado la conversación.

—Haré todo lo humanamente posible por ir contigo. Podría hacer algunos arreglos financieros, hablar en la Fundación para gestionar un permiso de trabajo a distancia... quizás vender mi auto y....

Macarena es acallada por un beso furtivo de Maximiliano. La recuesta en la arena y comienza a besarla extensamente

—¿Me hablas en serio? —le dice, soltando sus labios y mirándola a los ojos.

—Te seguiría donde fueras.

—¿Lo prometes?

—Lo prometo —responde ella acomodando el cabello de su novio mientras la brisa del mar lo mueve sin dirección.

—Sabes que esto significa que viviremos juntos y tendremos que soportarnos a diario, y tendrás que hablar otro idioma, vivir otras costumbres. Serás toda una Sassenach.

Macarena se ríe al recibir ese apodo.

—No puedo creer que vieras Outlander.

—Estefy. Ya sabes —responde Maximiliano, y vuelve a besarla.

—Maxi, pero no te aseguro nada. Hay muchas cosas que no dependen de mí —dice Macarena volviendo a la realidad.

—No importa, amor, prometo que te esperaré desnudo en Nueva York todos los santos días que demores en llegar hasta mí.

Macarena ríe.

—Yo prometo que cuando vivamos juntos en la Gran Manzana tendremos tanto sexo que no tendremos tiempo para alimentarnos.

—Eso sí me gustó —responde Maximiliano, susurrando en sus labios, volviendo a besarla.

Macarena lo abraza, dejándose besar de manera infinita.

—¿Me soportarás? —pregunta Maximiliano, soltando nuevamente sus labios.

—No lo sé. Pondré todo de mi parte. ¿Tú me soportarás?

—Claro. Pero necesito que prometas que pase lo que pase, lo solucionaremos juntos.

—Sí, lo prometo. Debes prometer que cumplirás con Fidelidad, Honestidad y Respeto.

—Prometido.

—Te amo, Maca. Prometo nunca dejar de amarte.

—Te amo, Maxi. Prometo amarte como nunca he amado a nadie.

Se miran como si el tiempo se hubiese detenido. Sonríen, envueltos por el sonido de las olas, el aroma salino y la suave brisa del mar, sintiendo que existe ese lugar donde los sueños se entrelazan con la realidad. El mar es testigo de un beso que sella sus promesas.

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