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Capítulo 28. El psicópata


Maximiliano ese día, llega a la academia con una flor en la mano y su rostro iluminado por una sonrisa.

La fachada del edificio brilla bajo el sol de la mañana, y Maximiliano se siente seguro de sí mismo mientras atraviesa las puertas de la entrada.

Al entrar, se dirige directamente a la recepción donde Nora, la secretaria de la academia, está trabajando concentradamente.

Antes de llegar, Maximiliano guarda la flor, colocando el tallo en el bolsillo trasero de su pantalón. Avanza con pasos firmes y seguros, sabiendo exactamente cómo utilizar su carisma para conseguir lo que necesita.

Con su característica sonrisa, se apoya ligeramente en el mostrador frente a Nora, que lo recibe con curiosidad.

—Buenos días, Nora. Usted siempre tan distinguida —saluda Maximiliano con una sonrisa aduladora.

Nora levanta la vista de su trabajo, mirándolo por encima de sus anteojos con una expresión seria. —Buen día, Maximiliano. ¿Necesitas algo? —pregunta, claramente acostumbrada a sus maneras.

—Primero, saludarla —responde él, inclinando la cabeza en un gesto casi teatral—. Y luego saber si es posible que usted me salve la vida.

Nora frunce el ceño.—¿Pasa algo? —

—Quiero saber los datos de una ex alumna.

Al notar el rostro de indignación de Nora, se apresura a explicar—: Sólo para fines académicos.

—¿Y cuáles son esos fines académicos? Los datos son confidenciales, podría perder mi empleo si te doy esa información.

—Nadie se enterará. Sabes que soy una tumba y también sabes que soy el profesor más talentoso de esta academia. Por eso busco talentos para darles la oportunidad de audicionar en la obra en la que trabajo.

Nora lo mira con desconfianza y Maximiliano le muestra otra sonrisa radiante.

—Vamos, Nora, necesito esos datos. Es una gran oportunidad para esta chica.

Nora lo duda unos segundos pero luego accede.

—Está bien. Ni una palabra a nadie sobre cómo obtuviste esa información.

—Claro que no, será nuestro secreto —responde Maximiliano, guiñandole un ojo.

—¿Cuál es el nombre de la alumna y qué datos necesitas?

—La dirección de Macarena Ansaldi.

Nora teclea el nombre de Macarena en su computadora. —¿Tienes dónde anotar?

Maximiliano le muestra su teléfono y luego anota en la pantalla lo que le dicta la secretaria.

—Eres la mejor —dice Maximiliano.

Se inclina hacia ella, le besa la mejilla con efusión y deja la flor encima del teclado.

Gracias —susurra, haciendo tambalear la compostura de Nora, y se retira rápidamente de la recepción.

Al terminar su jornada, Maximiliano se dirige a la cafetería de la academia esperando tener suerte y encontrarse a Gonzalo

Lo encuentra sentado conversando con sus alumnas.

—Hola chicas —saluda Maximiliano provocando más de un par de mejillas sonrojadas. —Colega, ¿cómo estás? —saluda a Gonzalo.

—Hola Maxi, ¿qué traes? —responde Gonzalo, levantando la vista, sonriendo.

—¿Me das un minuto?

—Ok. Gonzalo se pone de pie alejándose de las chicas junto a Maximiliano.

—Solo busco un sí o no —dice Maximiliano, adoptando un tono serio que contrasta con su habitual jovialidad.

—Maxi, yo complacido, pero llegaste tarde, ya tengo novio —responde Gonzalo con una sonrisa pícara, haciéndolo reír.

Maximiliano extiende su teléfono y le muestra a Gonzalo la pantalla, donde está escrita la dirección:

"Macarena Ansaldi. Calle Begonia 1270, departamento 1202".

Gonzalo observa la dirección, frunciendo ligeramente el ceño, pero antes de que pueda emitir una sola palabra, Maximiliano interviene:—No quiero meterte en líos, solo dime si esta NO es su dirección.

Gonzalo guarda silencio, mordiéndose ambos labios con una expresión divertida.

Maximiliano entiende el mensaje. —Gracias, eso era todo. Nos vemos —y se marcha rápidamente, pero Gonzalo lo detiene

—¡Maxi, espera! —le dice, antes que continúe la marcha. —Si la lastimas nuevamente, por mínimo que sea, te cortaré el miembro y te dejaré como Maximiliana, ¿oído?

Maximiliano estalla en una carcajada y luego responde:—Oído.

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El sábado transcurría con su habitual tranquilidad en el departamento de Macarena. Era mediodía y como acostumbraban, era el turno de un almuerzo entre amigos con Gonzalo, disfrutando de su agradable compañía y charlas animadas.

La rutina se ve interrumpida por el sonido insistente del citófono.

Macarena se aproxima para contestar, y el conserje le informa que el señor Maximiliano Fuentealba aguarda en la recepción del edificio, consultando si tiene permiso para dirigirse a su departamento.

Macarena, con un susurro apenas audible, concede la autorización, cuelga el auricular y, mira a su amigo atónita

—Te aseguro que te mataré, ¿le diste mi dirección a Maxi? —le reprocha.

— ¿Qué? ¡Juro por mi mamita que no se la di! —responde Gonzalo con gesto inocente

—Gonza, viene para acá. No sé cómo llegó aquí —dice Macarena nerviosa

—¡Qué romántico! —exclama su amigo

Macarena , sin apreciar la broma, le pide que se retire hacia otro lugar. El timbre suena, y siente que las manos le tiemblan; su corazón se acelera.

Al abrir la puerta, la encantadora sonrisa de Maximiliano la deslumbra.

—¡Hola! —la saluda Maxi con una mezcla de nerviosismo y alegría

—¿Qué haces aquí, sicópata? ¿Cómo conseguiste mi dirección? —pregunta Macarena sorprendida manteniendo su característico sarcasmo

—Señorita Bennet, no puedo revelar mis trucos —bromea Maximiliano sonriendo hacienda sonreír de igual manera, ante el apodo.

—¿Puedo pasar?

—No, estoy ocupada.

—¿Estás con alguien más?

—Quizás. ¿Por qué? ¿Te preocupa?

—Solo quiero hablar contigo —dice Maximiliano, sintiendo que se le aprieta el estómago.

—Yo no quiero hablar contigo.

—Por favor, solo 5 minutos.

En ese instante, Gonzalo se asoma desde la esquina del pasillo, apoyándose en la pared y simulando comer palomitas de maíz, deleitándose como espectador de una escena cinematográfica.

Macarena lo nota, le provoca una risa tentadora

—Entrometido ridículo, deja de espiar conversaciones ajenas —le reprocha.

Maximiliano asoma la cabeza por la puerta, ve a Gonzalo —Hola colega —lo saluda

—Hola Maximiliano Fuentealba. Hasta tu nombre suena como de telenovela— responde Gonzalo

—Vete de aquí, Gonza— dice Macarena, entre risas.

—Ok, ok, me perderé la mejor parte— rezonga Gonzalo retirándose de escena.

—¿Podemos hablar?— vuelve a la carga Maximiliano

— No ahora.

—Dime cuándo y dónde, y estaré allí —insiste Maximiliano. —Esperé más de cuatro semanas para volver a hablar contigo; unas horas más no son nada.

—¡Dios, Maxi! ¡Qué insistente eres!—

—Así conseguí besarte, y fue lo mejor que me ha pasado —responde Maximiliano logrando que ella se ruborice hasta los pies. Él sonríe triunfante por haberla encantado nuevamente.

—No se te quita lo galán, ni con todos los castigos que te pueda imponer.

—Sabes que si me impones castigos, tú misma los levantas—

Macarena trata de disimularlo pero una sonrisa juguetona baila en sus labios.

—Hoy, a las cuatro, en el Parque del Emporio del Bosque. Te doy exactamente cinco minutos, así que asegúrate de ir al grano —dice, intentando mantener cierta seriedad.

—Con eso me basta. Nos vemos, señorita Bennet —responde Maximiliano aliviado. Se despide con un sentimiento de alivio. Había logrado hablar con ella, coquetear y seducirla, y ella se había dejado. Ahora, mantenía la esperanza de que lo perdonara.

Macarena cierra la puerta y se recuesta sobre ella. Cierra los ojos y escucha las carcajadas de Gonzalo burlándose de la situación

—¡Amiga, efecto rebote con tu dieta de Maxi!

—Casi me da un infarto— dice ella aún sorprendida. —Ahora, ¿qué hago?

—Cómetelo.

Macarena estalla en un ataque de risa infinita. Después de un momento, se pasea y suspira mientras su amigo la observa divertido.

—Quiero entender por qué quiere hablar conmigo— dice después de un momento, nerviosa

—No lo sé, pero necesitas aclarar las cosas. Tú decides qué es lo mejor para ti, amiga —responde Gonzalo seriamente

—No sé cómo pasas de lo cómico a lo serio tan rápido. ¡Te quiero mucho, viejo chismoso! —dice Macarena envolviendolo en un abrazo.

—Yo también, Rosa de Guadalupe— dice Gonzalo volviendo a hacerla reír y alivianando su creciente ansiedad mientras aguarda la llegada de las cuatro de la tarde.

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