Capítulo 22 : El Guardaparques (Gramática corregida)
Han pasado algunos días desde el encuentro de ambos en casa de Maximiliano, y Macarena recuerda cada minuto con una sonrisa que no se le borra de los labios. Mientras tanto, Maximiliano recostado sobre el sofá de su sala, testigo silencioso de incontables aventuras lujuriosas con sus conquistas, revive cada palabra que ella había pronunciado aquel día.
Le cuesta admitirlo, pero la noche con Macarena había sido inolvidable. Una parte de él quiere repetirla, pero otra parte, más profunda y confundida, se resiste. No puede borrar de su mente la confesión que ella le ha hecho. No quiere jugar con sus sentimientos, no quiere lastimarla. Debe alejarla. Debe huir.
Maximiliano se ha prometido que no volver a dejar que alguien se acercara demasiado. Su "Mithril" tan meticulosamente elaborada a lo largo de los años como una firme coraza, se está resquebrajando y eso lo aterra, poniéndolo a la defensiva.
«Me estoy enamorando de ti»
Las palabras de Macarena resuenan en su mente, sinceras y directas.
¿Cómo puede corresponderla cuando ni siquiera entiende lo que siente por ella?
A pesar de su confusión, Maximiliano sabe que le debe a Macarena honestidad.
«Es todo lo que ella te pidió » Se repetía a sí mismo. Así que, con la mente llena de dudas y extrañándola en demasía, toma su teléfono para contactarla.
Macarena esa tarde, sentada en su escritorio como un día habitual de trabajo, espera la salida para volver a casa cuando su teléfono suena con un mensaje. Al ver la pantalla, su rostro se ilumina.
Maxi: ¡Hola, Maca! ¿Cómo estás?
Maca: Estoy bien, ¿y tú?
Maxi: ¿Estás ocupada?
Maca: Estoy cerrando mi computadora para irme a casa.
Maxi: ¿Te gustaría pasar por acá?
Maca: ¿Me estás invitando a tu casa o a tu cama?
Maxi: A lo que sea que me digas que sí.
Maca: Hmmm. Si es una invitación a tu casa, te diría que no.
Maxi: jajaja ¿Y si es a mi cama?
Maca: Eso depende. Me dijiste que querías huir, ¿por qué aún no escapas de mí?
Maxi: No lo sé aún. En serio, Maca, quiero verte.
Maca: ¿Te gustaría antes tener una cita conmigo?
Maxi: ¿Estás insinuándote, Macarena?
Maca: Puede ser, Maximiliano. Vamos al Emporio del Bosque, ¿te parece? Yo invito.
Maxi: Me dejaré seducir por esa invitación. Nos vemos. ¿Te parece en 30 minutos?
Maca: Sí, me parece. Nos vemos, galán.
Maxi: Adiós, amiga.
Macarena y Maximiliano llegan simultáneamente a la entrada del Emporio. Las sonrisas cómplices en sus rostros recuerdan su último encuentro. Sin decir una palabra, Macarena toma la mano de Maximiliano con confianza, y él responde entrelazando sus dedos con los de ella. Una conexión eléctrica los toca a ambos, enviando un cosquilleo infinito por sus cuerpos.
Maximiliano acaricia suavemente los labios de Macarena con el pulgar, evocando recuerdos de sus encuentros previos y despertando el deseo entre ellos. Sin poder resistirse más, se acercan y sus labios se funden en un beso mágico.
—Hola —saluda Maximiliano, apenas se separan de aquel beso.
—Hola —responde Macarena sonriendo e invitándolo—. ¿Entramos? ¿Quieres comer algo?
—En realidad no, me gustaría una limonada.
—Es una buena opción, pediré lo mismo.
—¿Almorzaste?
—Sí, nutriólogo —responde irónica, haciéndolo sonreír.
Ambos ingresan al emporio y piden las limonadas en el mesón.
—¿Nos sentamos o caminamos? —pregunta Maximiliano señalando el arbolado parque que estaba a sus espaldas.
—Caminamos.
—Pensé que dirías eso —sonríe Maximiliano—. ¿Quieres que pidamos algo más para llevar?
—Quiero tus besos húmedos para llevar, por favor.
—¡Ey! ¿Qué pretendes hacerme? Yo soy el galán aquí, no inviertas los papeles —reclama Maximiliano, provocando su risa.
—Es una petición que perfectamente puedes rechazar.
—Hmmm, creo que puedo complacerte con algunos besos húmedos para llevar.
—¿Vamos? —pregunta Macarena sonriendo, haciendo un gesto con su cabeza una vez que les han entregado las limonadas.
—Vamos —responde él, dejándose llevar.
Ambos se miran con complicidad mientras caminan por el parque. A pesar del aire fresco y la belleza del entorno, Maximiliano no puede sacarse las dudas de la cabeza.
—¿Cómo vas con los ensayos de la obra? —pregunta Macarena, rompiendo el silencio, mientras termina su limonada.
—Bien —responde él, tratando de ocultar sus pensamientos detrás de una sonrisa forzada.
—¿Solo bien, o muy bien, o excelente? —pregunta Macarena, con diversión en su voz—. O tal vez quieres decirme algo así como "no tengo ganas de contestar esa pregunta".
Maximiliano suelta una risa nerviosa, las palabras de Macarena sólo sirven para recordarle lo confundido que se siente.
—Maxi, ¿te pasa algo?—pregunta ella, notando la tensión.
—No sé... estoy... como decirlo... un poco confundido—admite, luchando por encontrar las palabras adecuadas.
—¿Con qué? —pregunta Macarena, mirándolo con atención.
—Maca, no puedo sacarme de la cabeza lo que me dijiste —confiesa, buscando desesperadamente las palabras adecuadas—. Yo no soy... no puedo... no quiero...—intenta terminar pero no lo logra.
—¿Qué es lo que no eres, no quieres o no puedes? —pregunta ella, esperando pacientemente su respuesta.
Maximiliano se muerde la lengua para no decirle algo que la pueda lastimar.
—Es que no quiero ser desagradable contigo y no sé cómo decirte que.. —comienza, pero se detiene abruptamente, incapaz de terminar la frase.
—Tú no te enamoras de nadie —completa ella la frase, con una comprensión sorprendente.— Lo sé. ¿Crees que porque nos besamos y pasamos la noche juntos ya estoy juntando el arroz y planeando nuestra boda o algo así? No me conoces en ese sentido, Maxi.
—Eres increíble —dice Maximiliano sonriendo y negando con la cabeza, comprendiendo que ella no lo presiona para un compromiso, solo quiere honestidad.
—Si quieres huir, dímelo. Si no quieres verme más, dímelo. Si te interesa otra persona, dímelo —dice ella con tranquilidad—. Maxi, somos amigos.
—¡Maldita sea!, me gustas demasiado! —suelta Maximiliano y la toma por sorpresa acercándola hacia él con una mano en la cintura, besándola, liberando sus fantasmas por los segundos que dura el beso.
El beso se profundiza y Maximiliano hace retroceder a Macarena hasta apoyarla en el tronco de un árbol de aquel parque. Sigue besándola y baja a su cuello, provocando que a Macarena se le erice la piel de deseo.
—Maxi, vamos a tu casa —le ruega, dejándose llevar, pero Maximiliano sigue besándola, rozando sus labios por cada centímetro de su cuello e impregnándose de su aroma.
Con ambas manos presiona sus pechos, aquellos que había recorrido con su boca, y vuelve a besarla desesperadamente mientras ella recorre con sus manos la espalda y baja hasta sus apetecibles glúteos.
Maximiliano suelta el beso y se acerca a su oído
—Te arrancaría toda la ropa ahora mismo —susurra con voz ardiente, provocando que Macarena se humedezca aún más, y vuelve a besarla.
—Jóvenes apasionados —los interrumpe una voz sorprendiéndolos.
Ambos se giran hacia la voz que continúa
—Este es un parque familiar, les ruego retirarse o retirar las manos uno del otro —les dice el guardaparques de manera amable.
—Disculpe el ímpetu, señor guardia —responde Maximiliano—. Usted debe saber lo que sucede cuando uno conoce a una mujer tan hermosa como ella.
Macarena, ruborizada hasta los pies, sonríe de manera angelical, provocando que el guardaparques también sonría.
—Los entiendo, pero es mi trabajo —replica.
—Comprendido, nos retiraremos —responde Maximiliano.
—Muchas gracias, jóvenes —dice el guardaparques y se marcha.
Ambos se miran unos segundos y estallan en carcajadas. Tomados de las manos, se echan a correr dejando atrás el parque.
—Eres un descarado —le dice Macarena riendo y sin aliento luego de correr varios metros lejos del parque.
—Eres muy tentadora —responde Maximiliano, recuperando el aliento de la misma manera.
—No he hecho nada más que tomar limonada —responde inocentemente, Macarena.
—¿Podemos olvidar lo que te dije?
—Ok, olvidado —sonríe, despreocupada.
—No me dirás algo así como "quiero saber qué sientes por mí" o "quiero ponerle nombre a lo que tenemos"
—No, ¿para qué? .— Macarena sube los hombros con total despreocupación.
—¡¿Cómo no me van a dar ganas de quitarte la ropa si me contestas algo así?!
—¡Ey! Aún estamos en la vía pública. ¿Quieres ser encarcelado por exhibicionismo? Porque yo, hoy no.
—Necesito besarte —dice Maximiliano y la acerca a él de la cintura con total deseo.
Macarena lo aleja
—Vamos a tu casa —le propone nuevamente.
—Te arrepentirás de haberlo pedido dos veces en una misma tarde —bromea Maximiliano, tomándola de la mano para caminar en dirección a su casa.
Macarena sonríe feliz de anticipar en su mente un nuevo encuentro con él.
—No has dicho nada hace rato —advierte Maximiliano—, o me lanzaste un hechizo Muffiato y no puedo oírte.
—Maxi, cómo memorizas los hechizos de la saga de Harry Potter? —ríe—. Estaba tratando de reponerme de la maratón del descaro.
—El guardaparques exageró.
—En eso estamos de acuerdo —dice Macarena sonriendo, y luego de una pausa se atreve a confesar—. Maxi, me quedé pensando todos estos días y quería ofrecerte una disculpa.
—¿Una disculpa? —pregunta, intrigado.
—Cuando jugamos a la verdad, te hice una pregunta que no querías responder y...—hace una pausa—, nunca te había visto así, no supe cómo reaccionar. Lo siento.
—A veces me sorprende lo sincera que eres.
—No era mi intención meter mis narices donde no quieres, no soy una intrusa.
—No creo que lo seas.
—Ahora tu estás usando hechizos protectores, rehuyes de esta conversación. Cambiaré el tema, pero solo quería disculparme.
—Bueno, gracias.
—¿Qué piensas del clima, estará soleado o lloverá? —bromea ella, utilizando la misma frase que una vez él empleó para desviar la conversación.
Maximiliano ríe mientras continúan caminando hacia su casa.
—Vives en una ubicación privilegiada, estás cerca de todo caminando, te envidio —comenta ella mientras observa el barrio por el que caminan.
—La envidia no es buena, mata el alma y la envenena —recita Maximiliano de manera graciosa, haciéndola reír—. No sé dónde vives, no podría compararlo, pero este barrio es fascinante, sobre todo por el parque.
—Es la venganza, no la envidia, "la venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena", pero me hiciste reír. Yo vivo en un departamento, pero para ir a cualquier lado debo tomar el metrotren, no hay nada cerca —comenta Macarena.
—Por eso conduces.
—Sí, además me gusta.
—Conducir en esta ciudad es de locos.
—Entonces soy una de esas locas que... —Macarena no completa la frase, ya que al acercarse a la casa de Maximiliano nota que una mujer con rostro conocido lo espera.
Portando un vestido ceñido al cuerpo, tacones altos y su pelo lacio, suelto, brillante y bello, la rubia supermodelo aguarda. Al verla, el semblante de Maximiliano cambia. Macarena lo nota, suelta su mano y deja de caminar a su lado.
—Olvidé que debo llegar temprano a mi casa —se excusa Macarena.
—Maca, ¡no! Espera. No tengo idea qué hace ella acá.
—Bueno, claramente te está esperando —dice Macarena—. Adiós Maxi, nos vemos —se despide con un beso en la mejilla y se da media vuelta para marcharse.
—Maca... espera —insiste Maximiliano, tomando su mano.
—Me voy Maxi, ¡suéltame! —exige, mirándolo con un evidente enojo.
—Como quieras —responde molesto, soltando el agarre y viendo cómo se aleja.
Maximiliano continúa caminando hacia su casa y saluda cordialmente a quien lo espera.
—Hola Anna, ¿qué te trae por acá?
—Hola Maxi, estaba por aquí cerca y pensé en aprovechar de pedirte ayuda. Me dijiste que podrías ayudarme con ese lift que me cuesta, ¿podríamos ensayar?
Maximiliano la mira de pies a cabeza
—¿Vienes a ensayar o a desfilar por una pasarela? Porque te ves deslumbrante —dice con su coqueteo característico.
—Maxi, eres tan simpático —ríe Anna—. ¿Puedes ahora o vuelvo otro día?
Maximiliano la vuelve a mirar de pies a cabeza y piensa para sí «perdóname, papá, por lo que voy a hacer», luego se dirige a ella inventando una excusa.
—Anna, lo siento, ahora no puedo, estoy en otros asuntos.
—Ah, bueno. Entonces será otro día —responde ella y se acerca con lentitud, roza con sus labios la mejilla de Maximiliano con un beso suave y muy provocativo y se despide —: Adiós, Maxi.
—Adiós, Anna —responde y la ve alejarse contorneando exageradamente las caderas, dándole la espalda
«Maxi despierta, ¿no tienes ojos? ¡Mírala!, no la puedes rechazar, te arrepentirás, idiota», se reprocha a si mismo e ingresa a su casa.
Toma su teléfono y marca el número de Macarena, pero ella no contesta, entonces decide enviarle un mensaje.
Maxi: Maca, ella me esperaba por algo de la obra.
Maximiliano está aún más confundido. Macarena es la única persona a la que realmente quisiera explicarle la situación y ella no le responde. Después de rechazar a una mujer impresionante, solo para poder hablar con Macarena, la ausencia de respuesta lo desconcierta. ¿Qué pasa con él?. Se desconoce. Estaba sumido en ese pensamiento cuando su teléfono suena con un mensaje
Maca: Me imagino. Y yo soy Betty Boop
Maximiliano sonríe ante el mensaje sarcástico, pero no puede evitar sentir frustración
Maxi: Te digo la verdad
Maca: ¿Fue a mostrarte cómo podrías bajar el cierre de su vestido para ayudarle a cambiar su vestuario más rápido en los vestuarios del teatro?
Maximiliano se molesta ante esa acusación implícita y ella, por la falta de honestidad que ha interpretado en sus acciones.
Maxi: ¿Qué es esto? ¿Una escena de celos? ¿Por qué estás tan molesta?
Maca: Somos amigos, no hay escena de celos entre nosotros. Maxi, no quiero hablar de esto, estoy cansada.
Maxi: Estás celosa "amiga" y sin motivos. Me vendes el cuento de que eres una mujer moderna que no se enrolla con nada pero finalmente igual buscas que te dé explicaciones.
Maca: De que hablas, no seas idiota. No te pedí explicaciones, solo que fueras honesto conmigo y me dijeras si salías con alguien más y ahora encuentro a la supermodelo esperándote.
Maxi: Y la cité justo cuando te llevaba a mi casa, que hábil soy para esconderlo.
Maca: No ironices conmigo, se perfectamente como eres
Maxi: No sabes nada de mi
Macarena resopla sintiendo que han jugado con ella nuevamente y por otro lado Maximiliano se siente juzgado injustamente. Ambos están furiosos. Maximiliano toma el teléfono y le marca
Al teléfono:
Maca: Maxi, estoy molesta, no hablemos ahora
Maxi: Maca, no tengo nada con ella, créelo.
Maca: Ganas no te faltan, ¿crees que no me di cuenta cómo la miras? Soy tonta los domingos nada más y hoy es jueves. Deja de jugar.
Maxi: ¿Por qué no me crees?
Maca: Porque eres un mujeriego, ya me llevaste a tu cama y con eso te basta.
Maxi: No me ofendas, yo no lo he hecho contigo
La paciencia de Maximiliano está llegando a su límite, ella lo ha herido.
Macarena, enojada, arremete con palabras que reflejan su frustración.
Maca: Entonces admite que se te cae la baba por esa rubia, admite que solo usas a las mujeres como una excusa para no enfrentar lo que realmente te duele, admite que solo querías tener sexo conmigo y ahora le toca el turno a la rubia.
Maximiliano furioso, pierde la compostura y eleva la voz a través del auricular.
Maxi: ¡No tienes derecho a pedirme que admita nada! Soy libre, siempre lo he sido. ¿Creías que eras alguien súper especial de la cual me iba a enamorar y que por eso tienes derecho a juzgarme sin conocerme? Te equivocas.
Se produce un silencio entre ambos. Las palabras se clavaron como cuchillas afiladas en el orgullo de cada uno. Palabras cargadas de ira y miedos arraigados.
Maca: No quiero seguir hablando contigo, Maxi
Maxi: Está bien. Adiós.
Cortan la llamada y su conexión se desvanece.
—¡Maldita sea! —exclama Maximiliano arrojando su celular al sofá, furioso consigo mismo, con Macarena y con la rubia que aparece en el momento menos indicado.
Macarena llega a su departamento, se saca los zapatos y acaricia a su gata
—Otra vez he quedado como la estúpida enamorada, Michu —murmura abrazándola, buscando su consuelo.
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