CAPITULO 2: Unicornios (Gramática corregida)
Entre risas y bromas, Maximiliano, Macarena y Gonzalo saliendo de bar se encaminaron hacia la casa de Maxi.
Macarena mareada, recibía la ayuda de Gonzalo a un lado y de Maximiliano al otro. Las calles parecían más animadas de lo habitual, quizás por influencia de la noche o simplemente el efecto del alcohol.
Al llegar a la casa de Maximiliano, las risas persistieron.
—Bueno, seré generoso —dice Maximiliano—. Les cederé mi cama, y yo dormiré en el sillón. Así estarán a salvo de mis "peligros".
—Gracias Maxi —responde Gonzalo.
—De nada, Gonza. Solo no hagan mucho ruido, ¿vale? No quiero escuchar historias raras en la mañana.
—Con Maca no hay peligro de historias raras, Maxi —dice Gonzalo—. Soy gay, ¿no recuerdas?
—¡Ups!, olvidé ese pequeño detalle. Maca, prometo comportarme y no intentar seducir a tu amigo. ¿Está bien? —bromea Maximiliano provocando la risa de todos.
—Eres desubicado, Maxi —lo regaña Maca sonriendo.
Maximiliano les enseña su habitación y les entrega orientaciones.
—La puerta de allá es el baño, les daré unas camisetas para que usen de pijama.
—¿En serio? —pregunta Macarena sorprendida.
—Sí, no hay problema —responde Maxi sonriendo—, pero te advierto que pueden hacerte ver irresistible.
—Te ganarás un premio por descarado —responde Macarena riendo, ebria.
—A mi amiga le caías pésimo —interrumpe Gonzalo—, y ahora está risa y risa contigo.
—Estoy ebria; mañana volveré a odiarlo.
—Te garantizo que no me odiarás —dice Maximiliano
—Deja de usar tus terribles encantos conmigo, no resultan —responde Macarena honesta y tratando de articular las palabras
—¿Terribles encantos? Eso suena a un desafío —le responde Maximiliano.
—¡Vamos, chicos, suficiente coqueteo por hoy! —interrumpe Gonzalo y le dice murmurando a su amiga : —Mañana te arrepentirás de lo que dices.
—Amigo, mal me siento —le dice Macarena a Gonzalo con la lengua trabada y tapándose la boca.
—¡Shiet!, no me vomites, por favor —le ruega Gonzalo—. Maxi, ayúdame a llevarla al baño.
—¡Que él me toque, no quiero! —trata de defenderse Maca tambaleándose y agarrada de Gonzalo—. Es muy provocativo y me pone ca...
—Amiga, hablas demasiado —la interrumpe Gonzalo tapándole la boca.
—Te ayudaré a llevar a lady Yoda al baño —dice Maximiliano y la toma en brazos como una bebé.
—Suéltame o te morderé —le dice Macarena tratando de defenderse, provocando la risa de Maximiliano—. Gonza, ¿dónde estás?
—Amiga, estoy acompañándote, aguanta un poco.
Maximilano la deja en el baño, le pasa unas toallas a Gonzalo y se retira.
—Amiga, tranqui, libérate de esta borrachera, yo me quedo contigo y te sujeto el cabello.
—No tomo nunca m... —es lo último que dice antes de vomitar todo su interior en el WC.
—Perdón por arruinar tu cumpleaños —le dice Macarena a su amigo, una vez liberada de sus náuseas.
—No te pongas sentimental, vamos a dormir.
Gonzalo la acompaña a la cama, ella cae como muerta en vida mientras su amigo le saca la ropa y le pone la camiseta de Maximiliano. Se acomodan, quedándose profundamente dormidos al instante. Mientras tanto, Maximiliano se resigna a pasar la noche en el sillón de su casa.
Al despertar a la mañana siguiente, Macarena con una fugaz amnesia post borrachera, se ve sola en una cama desconocida, vistiendo ropa que no es suya, y su mente comienza a jugar con su imaginación.
—¡Ay, mi cabeza! ¿Dónde mierda estoy? —exclama Macarena masajeando su cabeza.
—Buenos días, dormilona —la saluda Maximiliano, parado en el umbral de la puerta del dormitorio, sonriente—. Bienvenida a mi baticueva.
—¿Estoy en tu casa? —pregunta desconcertada mirando a su alrededor—. ¿Y por qué diablos tengo puesta esta camiseta? —agrega, tomando la camiseta con sus manos y mirándola.
—Oh, buena pregunta —dice Maximiliano coquetamente—. Lástima que no recuerdes nuestro intercambio de camisetas.
—¿Intercambiamos camisetas? —exclama alarmada y, cubriéndose el rostro—. Oh no, Maxi. ¿Qué más pasó anoche?
—Cosas increíbles.
Macarena lo observa y descubre que está jugando
—¿Adoptamos algún unicornio o algo así? —pregunta, provocando la risa de Maximiliano.
—Algo así.
—¿Dónde está mi ropa? ¿Y quién me puso esta camiseta? —pregunta preocupada.
—Gonza se encargó de eso, para mi desgracia.
—¿Dónde está Gonza?
—Fue a dar clases a la academia. Dijo que volvería a buscarte. Pero mientras, ¿quieres desayunar? Preparé consomé, te ayudará con la resaca.
—¿Hiciste consomé? —pregunta Macarena sorprendida.
—Así es. También tengo pan y otras cosas por si tienes hambre.
—¿Esto es una broma? ¿Quién eres tu y qué hiciste con Maximiliano?
—Se fue a dormir un rato, yo soy su doble de acción —responde él, provocando la risa de Macarena.
—Maxi que no es Maxi, ¿sabes dónde está mi ropa?
Maximiliano señala con el dedo hacia el mueble que está cerca del baño.
—¿No es esa que está ahí?
—Oh, sí —Macarena se levanta de la cama y se dirige a buscar su ropa. Pasa frente a Maxi, quien no puede evitar que su mirada se deslice hacia los muslos que dejaba ver el borde inferior de la camiseta. Ella toma su ropa, se gira, nota la mirada de Maximiliano y le reclama—: Oye, ¿qué estás mirando?
—Solo estaba disfrutando la vista —responde él sonriendo.
Macarena trata de cubrirse las piernas con lo primero que encuentra, toma un cojín que tenía a su alcance y se lo lanza a Maximiliano, quien rápidamente se cubre la cara como si estuviera enfrentando un ataque aéreo. Entre risas, ella exclama—: ¡Fuera de aquí!
Maximiliano, divertido, se retira mientras comenta: —¡Pero qué agresividad matutina! Te espero para desayunar.
Macarena se viste, sale de la habitación de Maximiliano y se encuentra con una sorpresa asombrosa. A su izquierda, la casa se transforma en un lugar increíble: una sala de ensayo de danza y un pequeño gimnasio. Al seguir caminando, encuentra a Maximiliano sentado a la mesa con una sonrisa radiante, listo para desayunar. La incredulidad de Macarena se refleja en sus ojos al contemplar todo esto.
Él la espera con un consomé que desprende un aroma irresistible. La mesa está dispuesta para el desayuno, invitándola a disfrutar de un momento especial. Con una sonrisa amigable, la invita a tomar asiento, pero ella, inusualmente, experimenta una ligera sensación de intimidación, quizás debido a la sorpresa y a la atención que recibía.
—Tanta atención, ¿qué pasa? —pregunta sorprendida.
—Quiero que descubras mi destreza en la cocina y tal vez cambiar esa percepción tuya sobre mí —responde Maximiliano sinceramente.
—¡Ups!, no pensé que lo tomarías tan en serio —dice Macarena mientras se sienta a la mesa y Maximiliano le sirve un plato de consomé.
—La crítica no me asusta. ¿Cómo te sientes?—pregunta él.
Macarena bosteza y se toma la cabeza—: Como si un tren me hubiese atropellado. ¿Qué pasó?
—Con Gonza preferimos que te quedaras aquí para evitar riesgos. Pero no te preocupes tanto, tus secretos están a salvo conmigo.
—¿Qué secretos? —pregunta Macarena.
—Me confesaste que te mueres por mí.
Macarena rueda los ojos. No le cree absolutamente nada.
—En serio, necesito detalles. ¿Qué pasó anoche?—insiste.
—Bueno, después de aceptar quedarte acá, intercambiamos camisetas y adoptamos un unicornio, pero luego cambiamos de opinión.
—¿Y qué más? —pregunta Macarena.
—Gonza y tú se quedaron dormidos, y yo me convertí en el guardián de la noche.
—¿Un superhéroe también? No puedo con tanto —responde irónica.
—Si me lo pides con suficiente entusiasmo, puedo ser lo que quieras —dice Maximiliano guiñándole un ojo y provocando la risa de Macarena.
—Mejor quédate como chef. ¿Siempre haces consomé a tus invitados?
—Solo cuando con la invitada adoptamos un unicornio. Es mi ritual especial.
—Entiendo —responde Macarena sonriendo. Le divierte seguir el juego de Maximiliano—. Pero hablando en serio, gracias por cuidarnos anoche. Gonza y yo apreciamos la hospitalidad... y yo ahora aprecio tu consomé.
—Siempre es un placer tener amigos en mi baticueva —le responde él, sonriendo.
El desayuno avanza con ligereza y humor, revelando la complicidad que existe cuando ambos están juntos. Macarena saborea el consomé, mientras Maximiliano la mira con curiosidad
—Esto está excelente —dice ella elogiándolo.
—¿Te sorprendí?
—Sí, te doy un punto —dice Macarena y, tocándose la cabeza, agrega—: No debería haber tomado tantas rondas sin haber comido desde que salí de la oficina.
—De todo se saca una lección.
—¿Cuándo es la próxima lección, profe Maxi? —bromea.
—¿Me equivoco o estás sugiriendo que quieres salir conmigo? —pregunta Maximiliano coqueteando a su fiel estilo.
—Te equivocas. No estoy interesada en ti, no estás en mi lista de "tipos".
—Veremos si cambio de posición en esa lista tuya —responde Maximiliano con una mirada intensa, provocando que Macarena se sienta intimidada y se levante rápidamente de la mesa.
Evitando la mirada y agradeciendo por el consomé, Macarena trata de huir.
—Gracias, me siento mejor... iré por mi teléfono.— Se encamina hacia el dormitorio en busca de un respiro.
Maximiliano se levanta tras ella, la detiene tomándola de la mano suavemente: —Espera Maca, no puedes escapar tan fácilmente.
—Solo necesito... mi teléfono —le dice Macarena con un nerviosismo notorio—. No estoy huyendo, solo... quiero... —Intenta mirar a otro lado, pero su mirada se pierde en los ojos intensos de Maxi.
—¿Puedes... soltarme ahora?- pide Macarena ya que no logra zafarse.
—¿Tan apurada por tu teléfono? Hay otras cosas más cercanas que podrían ser igual de interesantes —dice él de manera provocativa mientras se acerca a ella, haciendo que retroceda hasta chocar su espalda contra la pared del pasillo cercano al comedor.
—Sé que estás jugando, pero no subestimes mi habilidad para mantenerme en control —dice Macarena con seguridad.
Maximiliano se acerca a su rostro, sus labios se rozan mientras hablan, y Macarena susurra mirándole la boca—: ¿Crees que puedes hacerme caer?
Maximiliano mira sus ojos y sus labios.
—¿Quién dice que quiero que caigas? Tal vez solo quiero ver hasta dónde llega tu resistencia.
Un breve silencio se instala entre ellos, y en ese instante, el timbre de la casa de Maximiliano suena, rompiendo la tensión. Él gira su cabeza mirando hacia la puerta y sonríe traviesamente. —Te salvó la campana —dice, mientras se separa de ella.
La interrupción les da un respiro, pero la chispa entre ellos sigue en el aire.
Maximiliano atiende la puerta. Gonzalo, quien venía a buscar a Macarena, aparece con una sonrisa amigable. Lo hace pasar y una mirada de complicidad se cruza entre los tres, como si algo significativo estuviera ocurriendo.
—¡Hola, chicos! ¿Cómo va todo por aquí? —saluda Gonzalo entusiasmado.
—¡Gonza, justo a tiempo! Estaba por irme —dice Macarena sintiéndose aliviada.
Gonzalo, notando un atmósfera extraña, mira a su amiga y luego a Maximiliano frunciendo el ceño—: ¿Todo bien?
—Claro, todo bien. Solo estábamos teniendo una charla amena —responde Maximiliano sonriendo.
Gonzalo levanta una ceja mirando cómplice a Macarena: —Entiendo, charlas amenas... ¿Lista para irnos, Maca?
—Sí, voy por mi teléfono y vamos —dice Macarena con una mezcla de alivio y risa en su expresión, mientras mira a Gonza como buscando su aprobación.
Macarena entra al dormitorio en busca de su teléfono, cierra los ojos y reflexiona para sí misma
No caigas, Macarena
Gonzalo y Macarena se despiden, agradeciendo la hospitalidad de la noche anterior y dejando a Maximiliano con ganas de seguir jugando. La llegada oportuna de Gonzalo había roto la tensión y proporcionado a Macarena una salida del intrigante juego de dinámicas entre ambos
Acompañada de su amigo, Macarena toma su auto y se ofrece a llevarlo a su casa. Se siente en deuda después de haber interrumpido su cumpleaños. Desde la universidad, Gonzalo ha sido el mejor amigo de Macarena, brindándole un apoyo incondicional. Su expresión abierta y su estilo de vestir único destacan su individualidad y excentricidad, mientras que su personalidad extrovertida y su contagioso sentido del humor reflejan su manera de tomar la vida.
En el viaje, Gonzalo, notando la tensión, aprovecha para soltar una broma
—Amiga, ¿Maxi te preparó consomé o te usó como ingrediente secreto?
Macarena ríe un tanto avergonzada mientras conduce.
—Gonza, ¿qué insinúas? Maxi solo estaba siendo amable.
—Conozco las amabilidades de Maxi con sus nuevas "amigas" —dice Gonzalo mientras se mira al espejo del auto.
—No sé de qué hablas —le responde Macarena fingiendo desinterés.
—No te hagas. No puedes negar que está como quiere. Te haría bien un revolcón —comenta Gonzalo sin dejar su actividad con el espejo, provocando la risa de Macarena.
—¡Ay, Gonza! Hablas como si estuviera desesperada por tener hombres en mi cama.
—No sé, dile eso a tu entrepierna porque anoche le coqueteabas descaradamente —dice Gonzalo burlándose.
—¿Qué? —exclama Macarena sorprendida.
—Sí, le dijiste que era terriblemente encantador, provocador y si no fuera porque te tapé la boca, le dices también que te pone cachonda —continúa Gonzalo con burla.
—¡OMG, maldito alcohol!
—Al menos se te trabó la lengua después de que casi vomitaste las tripas.
—¿Vomite?! —Macarena abre los ojos sorprendida, no recuerda nada.— ¿Vomité en casa de Maxi?
—En su baño, para ser exacto. El te llevo en brazos como en El guardaespaldas, te hubieras visto —Gonzalo ríe mientras Macarena no cabe en si misma de asombro.
—¿En serio amiga no recuerdas nada? ¿Maxi no te dijo nada? —continúa interrogando Gonzalo.
—No me mencionó que vomité, ni que me tuviera que llevar en brazos, no dijo nada de eso.
—!Ay, si es tan caballero! No quiso avergonzarte —dice Gonzalo mientras parpadea con exageración y junta las palmas de sus manos apoyando su cabeza en ellas, hacia un lado.
—Eres tan exagerado, solo fue amable nada más.
—Amable. ¡Amables mis bolas!
Macarena ríe mientras estaciona su auto frente a la casa de su amigo.
—En serio amiga, Maxi tiene esa reputación por algo —continúa Gonzalo aconsejando—. Desde que lo conozco he visto a otras amigas caer en su encanto y terminan al borde de la depresión. Disfruta, pero mantente alerta.
—¿Recuerdas con quién hablas? Soy la que sacó un máster en mujeriegos. Lo sé, Gonza, tranqui.
—Lo sé, amiga, pero igual me preocupo por ti.
—¡Ay, por eso te amo tanto!. Gracias por cuidarme anoche, amiguito —dice Macarena sonriéndole con gratitud a su amigo.
Tras dejar a Gonzalo en casa, Macarena reflexiona sobre la situación con Maximiliano.
Aunque Gonzalo la había advertido sobre la fama del profesor, no puede negar que se siente más fascinada y sorprendida que incómoda. La enigmática personalidad de Maximiliano realmente la intriga.
Por su parte, Maximiliano no puede evitar sentirse desafiado. En su mente, cada límite establecido por ella resuena como una provocación sutil y tentadora.
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