Capítulo 19: Recuerdo todo lo que me dices (Gramática corregida)
**capitulo con contenido +18. Si no quieres leerlo puedes saltarlo pero fue escrito con todo el cariño que le tengo a los personajes**
La intensidad del momento los envuelve por completo. Maximiliano, manteniendo a Macarena cerca, siente la profunda conexión de sus miradas. Sin decir una palabra más, acerca sus labios a los de ella y la besa con una pasión sublime.
Inicialmente sorprendida, Macarena se deja llevar, fascinada por la sincronía de sus labios, que parecen robarle el alma con cada movimiento.
Después de un momento que parece eterno, se separan, pero sus miradas permanecen conectadas.
Maximiliano rompe el silencio con un susurro—:Quédate conmigo —dice acariciando su mejilla.
Macarena se sumerge en su mirada, sintiéndose hipnotizada, seducida y completamente entregada. La tensión y la contención han estado acumulándose dentro de ella y se debate entre seguir conteniendo sus sentimientos o dejarlos salir de una vez por todas.
—¡Al carajo! —exclama en un estallido de decisión, liberándose. Se lanza hacia él con un beso desesperado, intenso y ardiente.
Comienza a deslizar sus manos por el pecho de Maximiliano y mientras continúa besándolo, sus dedos exploran y, lentamente, desabrocha los botones de su camisa uno a uno, revelando el torso musculoso y suave bajo sus manos.
Sin interrumpir el contacto de sus labios, Macarena lo guía retrocediendo hacia su habitación, lo despoja de su camisa y él, apartándose de su boca, sonríe de manera traviesa. Con manos expertas le quita la blusa y sus labios vuelven a encontrarse.
Besa su cuello con devoción, cada roce de sus labios envía oleadas de placer a través del cuerpo de Macarena. Ella inclina la cabeza hacia atrás, ofreciendo su piel al hábil explorador.
Maximiliano, como una reverencia, se arrodilla ante ella, como si estuviera rindiendo homenaje a su belleza. Sus manos acarician los muslos de Macarena con una ternura que contrasta con sus ansías , creando un equilibrio perfecto entre el deseo y la suavidad en la danza sensual que comparten.
Desliza sus manos por debajo de su falda, provocando un estremecimiento en ella. Rápidamente jala sus bragas dejándolas caer al suelo. Vuelve a ponerse de pie mientras sus manos ascienden por las piernas de Macarena, subiendo su falda con lentitud. Cuando sus dedos encuentran la humedad entre las piernas de Macarena, un gemido escapa de sus labios entreabiertos, aumentando la excitación de Maximiliano hasta el límite.
Baja el cierre de la falda y Macarena lo detiene con la respiración entrecortada. Maximiliano la mira a punto de decepcionarse cuando ella saca del bolsillo de la falda un preservativo y se lo enseña.Maximiliano no puede evitar sonreír ante su astucia.
—Tenías todo planeado —bromea.
—Sin previas esta vez —responde Macarena sonriendo antes de volver a besarlo con la pasión retenida que la estaba consumiendo.
Maximiliano continúa despojando a Macarena de su ropa con deseo voraz, sus hábiles manos se deslizan con fervor por cada centímetro de su cuerpo. Con movimientos precisos, retira su brazier y acaricia sus pechos con ambas manos, deleitándose con la suavidad y la calidez bajo sus palmas. Mientras tanto, sus labios se funden en un beso que parece encender el aire a su alrededor.
Cada caricia y cada beso aumentan la excitación de Macarena, quien ya no puede contenerse. Con manos temblorosas, busca el borde del pantalón de Maximiliano, abriendo el botón y la cremallera. Libera a Maximiliano de esa última barrera entre ellos, mientras aprovecha para explorar con sus labios su cuello, sus clavículas, sus perfectos hombros, saboreando cada centímetro de piel.
Desliza sus manos por su abdomen, sintiendo la firmeza de sus músculos bajo la palma de su mano, antes de deslizar una de ellas dentro del boxer, donde encuentra la evidencia de su deseo. Con movimientos expertos, comienza a acariciarlo, frotando su erección arrancando un gruñido de los labios de Maximiliano.
Macarena retira el bóxer de Maximiliano, quien levanta los pies para facilitar el proceso, luego lo hace retroceder hasta sentarlo en la cama.
Maximiliano abre el preservativo con los dientes a través de un gesto experimentado. En un instante, lo deja listo y la abraza con fuerza, atrayéndola hacia sí mientras ella abre sus piernas con una invitación clara y tentadora, rodeándolo con ellas al sentarse sobre él.
Maximiliano besa su pecho, su lengua traza círculos ardientes alrededor de sus pezones, los succiona, provocando gemidos de placer que escapan de los labios de Macarena. Ella se arquea bajo su toque, entregándose al éxtasis del momento.
—Te deseo, Maxi. Te necesito dentro de mí — susurra casi como una súplica haciendo que Maximiliano se estremezca y no vacile en acomodar sus caderas sobre su pelvis, y con un movimiento rápido y enérgico, penetrarla sin piedad, provocando otro gemido de placer que se eleva en la habitación.
Macarena lo envuelve con sus piernas, aferrándose a él, mientras comienza a moverse sensual e irresistiblemente . Sus movimientos son fluidos, candentes, como una danza arabesque que solía practicar.
Maximiliano siente el movimiento, cómo ella lo llena de placer, y su mirada se encuentra con el su rostro extasiado, caliente y deseosa, dominando la situación con una ferocidad que lo excita aún más. Su propia necesidad de poseerla con más fuerza lo consume. Vuelve a sus pechos, sus pezones erectos lo llaman con un magnetismo que lo embriaga. Los succiona nuevamente con alevosía, provocando gemidos de éxtasis.
—Ahh, Maxi —jadea Macarena, mientras continúa moviéndose encima de él.
En respuesta, Maximiliano le promete con voz ronca—: Te haré gritar por hacerme esperar.
Sin dejar de penetrarla, Maximiliano se levanta y la toma en sus brazos con una fuerza controlada pero apasionada. Con un giro, la recuesta en la cama, ahora él tiene el control. Se mueve con fuerza mientras el sonido de su unión resuena en la habitación junto con sus respiraciones agitadas.
Macarena curva la espalda, inclina la cabeza hacia atrás, su cuerpo vibra con el placer que lo recorre completamente. Aprieta con fuerza su interior alrededor de Maximiliano, y en ese momento, una explosión de éxtasis la consume por completo. Cierra los ojos y un grito gutural de pura satisfacción escapa de sus labios, su cuerpo tiembla con la intensidad del placer alcanzado.
Maximiliano lo nota y su sonrisa se amplía, su deseo no disminuye en lo más mínimo. Sin dejar de moverse, con habilidad y maestría, cambia la posición de las piernas de Macarena, colocándolas juntas hacia un costado para ofrecer un ángulo de penetración aún más profundo y satisfactorio. Se arrodilla en la cama, admirando el espectáculo de su conexión, y con precisión milimétrica, acomoda las caderas de Macarena antes de volver a penetrarla con ímpetu.
—¡Maxi! —vuelve a gemir Macarena extasiada.
La posición es perfecta, siente cómo la posee. Cada embestida es un recordatorio de poder y fuerza. Ella observa sus brazos extendidos a cada lado de su cuerpo, la fuerza en su forma tensa y sudorosa de sus músculos delineados con perfección.
Maximiliano cambia el ritmo, sus movimientos ahora son enérgicos, cada embestida es una oda al placer compartido.
—Dame otro —murmura entre jadeos, sus ojos brillan mientras la mira intensamente. Macarena responde a su llamado con gemidos, suplicando por más, por algo más rápido, más intenso.
Maximiliano obedece sus deseos , aumentando la velocidad de sus embestidas hasta que Macarena alcanza un éxtasis glorioso por segunda vez, su grito placentero llena la habitación. Maximiliano deja de resistirse y libera su propio placer junto a ella.
Sus cuerpos sudorosos y agitados se dejan caer en las sábanas. Maximiliano extiende una mano y le ofrece su pecho. Ella se recuesta en él con un suspiro de satisfacción. En el silencio que sigue, ambos se sumergen en la calma. Sus respiraciones entrelazadas son como una melodía que solo ellos pueden entender.
Macarena siente que su corazón late desbocado en su pecho. Su entrepierna palpita con el eco de sus orgasmos, como si el placer compartido hubiera dejado una marca indeleble en su cuerpo, una sensación que parece prolongarse más allá del momento presente.
Después de unos minutos, con la respiración de Maximiliano como única compañía en la habitación, los pensamientos turbulentos comienzan a llenar la mente de Macarena. La sensación de vulnerabilidad y miedo la embarga. Está enamorada y quiere escapar de esa situación.
—Me tengo que ir —murmura casi susurrando.
Maximiliano, sorprendido por su repentino deseo de partir, frunce el ceño.
—No puedes irte ahora —responde, tratando de retenerla.
—Tengo que ir a ver a mi gata —dice ella con una excusa que suena débil incluso a sus propios oídos.
Maximiliano levanta una ceja con escepticismo.
—¿En serio? Esa suena como la típica excusa de 'tengo que lavarme el cabello'.
—¡Oye, mi gata es importante para mí! —afirma.
—¿También le lavas el cabello a tu gata? —pregunta Maximiliano sin resistir sus ganas de bromear
—No, aunque ahora que lo mencionas, podría intentarlo —responde entre risas Macarena tratando de levantarse de la cama. Maximiliano toma suavemente su brazo.
—¿En serio, Maca? No puedes inventar otra excusa?
Ella mira sus ojos, su boca y vuelve a derretirse por él pero necesita escapar de su amor no correspondido.
—Tengo hambre, y me voy a casa —dice sentándose en la cama.
—¿Hambre?- Pregunta Maximiliano sentándose junto a ella- ¿Y por qué no lo dijiste antes? Estás de suerte"- se levanta y busca sus boxer que están en el suelo para comenzar a vestirse.
—¿Por qué? —pregunta ella intrigada
—Soy un experto en hacer omelettes. Si te quedas como oferta especial puedes usar mi camiseta, la que usaste como pijama cuando adoptamos al unicornio —responde y extiende su mano para que Macarena se incorpore.
—¡Qué honor! —responde irónica pero divertida.
Él responde con un guiño cómplice —: Te dije que era una oferta especial. Además, mi consomé no es nada comparado con mis omelettes —dice mientras recorre con la mirada el cuerpo desnudo de Macarena quien está de pie junto a él. Ella toma su mentón y lo obliga a subir la mirada
—Tus ojos acá —le dice apuntando con los dedos sus ojos color miel—. ¿Qué tiene de especial tu omelette? —pregunta burlándose
—Un secreto ancestral, sólo revelado a aquellas que han sido retenidas intentando escapar de mis dominios —responde abrazándola y besando su cuello.
—¡Payaso! —exclama riendo Macarena.
Él insiste —: ¿Te quedas con este payaso?
—¡Dios! ¡Qué insistente eres! —exclama exasperada. zafándose de sus brazos.
—Todavía es temprano —dice Maximiliano que no se da por vencido, termina de vestirse y va a su armario toma una camiseta y se la entrega para que ella la coja.
-—Quédate a comer y luego le puedes llevar un poco a Michu —dice sonriendo.
—¿Recuerdas el nombre de mi gata? —pregunta sorprendida cogiendo la camiseta ofrecida.
—Recuerdo todo lo que me dices —sentencia Maximiliano y ha comprendido que ha logrado convencerla.
Ella no puede evitar reclamar con fingida molestia —: ¿Por qué pasas de ser un payaso a convertirte en un ser tierno? ¡Te odio!
—¿Eso significa que te quedas? —pregunta sonriendo, abrazándola nuevamente.
Macarena, resignada pero complacida, acepta—: Sí, y que te odio mucho.
Maximiliano sonríe satisfecho de haber logrado su cometido, la besa en los labios y se marcha a la cocina dejándola con una sonrisa infinita.
"En qué redes tan poderosas has caído, Macarena" se reprocha a sí misma.
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