Irrelevant 1.
-Y si alguien tuviera que encender otra vez el fuego que una vez se apagó, te elegiría de nuevo a ti.-
7.00 am.
La alarma sonó y lo despertó al instante, la esperaba, como cada mañana. Apagó el teléfono y se dispuso a seguir durmiendo. Llevaba dos meses sin ir a clase y aún así seguía con la alarma sincronizada para esa hora. Estaba cayendo en el sueño de nuevo cuando la puerta de su habitación se abrió. Su madre lo miraba con la esperanza de que esta vez se levantara y decidiera volver a la rutina, sin embargo no fue así. Cuando todo sucedió, lo comprendió a la perfección; sabía que Harry no volvería a ser el mismo y vivió con ello, lo ayudó y lo dejó tranquilo durante las primeras semanas, no era el único que estaba mal. Pero ya hacía dos meses, ocho largas semanas y no había rastro de vida en aquel chico de dieciocho años.
Esperó apoyada en la puerta durante unos minutos mirando a su hijo dormir, había escuchado la alarma y evidentemente la había apagado. No había nada que hacer hoy tampoco. Salió cerrando la puerta tras ella y se dispuso a hacer las cosas del día. Era muy temprano y recogió toda la casa, salió a comprar e hizo de comer. Llamó a Harry pero éste la ignoró; por la tarde decidió salir de su habitación y comer algo, cuando terminó, simplemente volvió a la cama. En eso consistían ambas vidas. En sobrevivir.
Pero Anne no quería eso, ella no quería que Harry simplemente sobreviviera, quería que volviera a ser feliz; pero no sabía cómo lograrlo. El día siguiente fue exactamente igual. Y el siguiente, y el siguiente, y el siguiente.
Cuando se vinieron a dar cuenta, hacía tres meses de lo sucedido. Había pasado la Navidad y todo era exactamente igual. Anne no logró hacerle sonreír ni con algunos regalos que le compró, esa fecha era incluso peor. El segundo tramo de curso comenzaba y estaba realmente desesperada porque Harry superara lo ocurrido. Esa mañana escuchó la alarma sonar y apagarse. Subió hasta la habitación del chico y esperó en la puerta. Estaba segura de que si no hacía nada, sería otro día perdido.
- Harry, hoy empieza el segundo tramo de clases, por favor.- es lo único que pudo hacer, rogarle al chico por algo de vida.
Él no contestó y Anne decidió una vez más dejarlo tranquilo. No podía seguir así, se estaba destruyendo encerrado en esa habitación, sin salir, sin comer, sin vivir. En algún momento tendría que aceptar todo, y era momento de una vez por todas. Al menos de poner las cartas sobre la mesa. A la mañana siguiente la escena se repitió, se apoyó en la puerta y llamó a Harry.
- Te lo estoy rogando. Acepté que dejaras las clases y lo sigo aceptando. No voy a obligarte, pero puedes hacer otras cosas, ¿no crees? - silencio. Era lo único que Harry le regalaba a su madre.- Llegará un momento en el que dejarás de estar así, créeme.
- ¿Así cómo?- la voz grave de Harry resonó en toda la habitación. Rota y desgarrada.
- Depresivo. ¿Crees que necesitas ayuda?
El chico se incorporó y miró a su madre de arriba a bajo. La veía cansada, envejecida, triste; sabía que era por su culpa. Ella no lo afrontó de la misma forma que Harry y si no fuera por él, estaría perfectamente. Sobrellevándolo como cualquier persona fuerte.
Una pena que él no lo fuera.
- No.- sentenció.
Anne caminó y se sentó en la silla de estudio para hacerle saber a su hijo que necesitaban hablar de una vez por todas. Aunque eso significara dejar paso al dolor, quizá era lo que necesitaban. Lo que necesitaba Harry.
- No va a volver, no puedes estar esperándola por siempre, cariño. Ella querría que..
- No digas lo que ella querría porque es lo que dice todo el mundo y no sabéis una mierda de lo que ella querría o no, porque está muerta.
Sus palabras fueron tan frías que Anne sintió quebrarse su corazón. Estaba contenta de saber que Harry había aceptado aquello, pero hablaba con tanta dureza que no sabía cómo actuar ante ello. Se le aguaron los ojos y miró hacia el suelo. El chico mantenía la mirada en sus manos, que nerviosas, se movían sin parar. Su madre lo pensó durante un tiempo hasta que quiso probar algo. Podría ser la peor de las opciones, pero quizá fuera la única solución.
- Puedes hacerlo por ella.
- Mamá, entiende que a ella no le importa lo que esté haciendo porque no está aquí. Eres tú la que no acepta lo que ocurre.- levantó la voz y cerró los ojos para calmarse.
- No es así, Harry. Simplemente pienso que has dejado de vivir cuando quizá era lo único que quería hacer tu hermana. Pero ella ya no puede hacerlo. Vive por ella- sollozó. No se había dado cuenta pero estaba llorando.-. Puedes intentar hacer actividades divertidas, evadirte de estas cuatro paredes.
- No quiero volver a clase, no quiero que cada ser que me vea esté sintiendo la mierda que sucedió, diciendo que todo pasa y que estaré bien. ¡Porque es mentira, ellos no saben nada! ¡Ellos no han perdido a nadie!- Harry también estaba llorando. No se habían dado cuenta, pero esa conversación era algo que necesitaban ambos, simplemente la estuvieron evitando durante mucho tiempo.
Lo que a ambos les faltaba, era Gemma. Y estaban hablando de ella después de tres meses, no sabían si sentir más el alivio o el dolor desgarrador que intercedía en sus pechos. Anne se levantó de la silla y se sentó junto a su hijo para luego abrazarlo y consolarlo. Harry no lloraba así desde aquellos días, desde ese momento todo el dolor se escondió en él y lo estaba consumiendo. Ahora sentía que podía respirar un poco más.
- Podemos hacer esto juntos, cariño. No quiero que vuelvas a clase, no hace falta. Puedes hacer otras cosas, ¿de acuerdo? Ahora vuelve a la cama, te llamaré para el almuerzo.
El chico asintió y se recostó tras recibir un beso de su madre. Anne no quería presionarlo más, sin embargo, sabía que esta conversación marcaba un antes y un después en sus vidas. Esperaba realmente que Harry intentara vivir, por ella.
Hizo los recados como cada día y preparó la comida, sopa y un entrante de patatas fritas. Llamó a su hijo y en cinco minutos bajó y se sentó en la mesa para comer. Para Anne eso significaba una salida de aquella depresión en la que estaba sumido el chico. Se sentía aliviada de alguna manera.
- He pensado algo mientras recogía esta mañana- dijo la mujer dejando los platos sobre la mesa. Cuando estuvo todo listo se sentó junto a Harry para empezar a comer.-. Encontré unos recibos de Gemma entre los libros del salón, no sabía de qué eran, pero luego al recoger el correo había varias cartas de avisos. La matrícula del conservatorio se caduca si no se pone al día con los pagos.
Harry la miraba atento, esperando que terminara aquello que estaba contando. Comía lentamente y miraba a su alrededor. La casa estaba tan vacía sin ella. Encerrado en su habitación casi no se daba cuenta, pero al salir, la soledad se palpaba en el ambiente. Lo peor es que sería así siempre. Su madre se calló e intentó comprender hacia dónde quería ir con eso.
- ¿Y qué?
- ¿Querrías cubrir su plaza?
La pregunta le chocó bastante, no era como si él no quisiera quedarse con nada que le perteneciera a Gemma, simplemente veía absurdo entrar en un conservatorio si ni si quiera sabía coger un instrumento. En otras respuestas, tampoco le apetecía.
- No me apetece. No sé ni si quiera coger la guitarra.- dijo tranquilamente e intentó parecer invulnerable ante el tema.
Escuchar a Gemma tocar la guitarra era algo fascinante, le encantaba, lo intentó hacer varias veces pero su hermana abandonó el intento de enseñarle debido a la poca paciencia que tenía. Harry era un verdadero desastre en ello. El chico recordó varios momentos como aquel y sonrió melancólicamente.
- Harry, hemos dicho que aunque no vayas a clase puedes hacer otras cosas, creo que puede venirte bien. Quizá incluso puedas cambiar de instrumento; te compraré el que quieras.- insistió su madre.
Realmente lo estaba intentado, y el ver que su hijo había simplemente salido de su habitación le daba todas las esperanzas que no había tenido en esos tres meses. Insistiría tanto como hiciera falta; lo haría. Miró a Harry y sintió sus ojos aguarse al verlo tan serio y triste. Ese no era su hijo. El verdadero Harry era un chico que sonreía, hacía bromas estúpidas y tonterías cada segundo; una persona que vivía. Sin embargo, Gemma se lo había llevado todo con ella. Mejor dicho, Harry se lo había dado.
- No sé.
- Oh, Harry, ¿qué tal la batería?- preguntó al ver que no se había negado en rotundo, con esa pregunta quizá despertaba la curiosidad en él.
- No creo que sea lo mío, no me veo.
- ¿El violín?
- Mamá, olvida todos los instrumentos de cuerda, no puedo con ellos.- sentenció y siguió comiendo.
No se daría por vencida justo ahora, miró la hora y se levantó para comprobar las cartas del conservatorio. De cuatro de la tarde a nueve; a penas eran las tres, tenía tiempo para convencer a su hijo de ir. Simplemente ir.
- A las cuatro iremos, preguntaremos si puedes cambiar de instrumento y si es así, lo piensas allí.- propuso volviendo a la mesa.
- En serio, no me apetece. Otro día.
Quería sentirse bien al oír eso, ayer ni si quiera hubiera dado esa respuesta, pero no quería entrar en la fase en la que esa respuesta fuera la que diera siempre. Quería finalmente avanzar y sacarlo de ahí. Lo miró fijamente y suspiró, no hizo falta que dijera nada; si Harry hacía algo, era por su madre, no por él mismo.
Asintió con la cabeza y para Anne fue imposible no sonreír. Su hijo había aceptado. Lo había hecho. Ahora sólo deseaba que le dejaran coger cualquier otro instrumento, que lo ilusionara y que volviera a vivir poco a poco. Si no, sabía que Harry terminaría necesitando ayuda.
Comenzó a recoger y a acelerarse, Harry se duchó y actuó de manera tranquila y despreocupada, eran las dos caras de la monada actuando por una misma razón. Él tenía miedo y su madre emoción. Miedo a lograr lo que su madre quería, miedo a seguir viviendo como si ella no se hubiera ido. A olvidarla. Tenía muchísimo miedo. Quizá asistiendo a clases de conservatorio la recordaría cada día; por todas aquellas veces que la acompañó. Suspiró y escogió la ropa sin prestar demasiado entusiasmo. Unos vaqueros negros y un polo verde, no tenía ganas de comerse la cabeza. Su madre anunció a gritos que hacía frío, por lo cual tomó un gorro y se lo puso antes de bajar a reunirse con ella.
- Estás muy guapo. ¿Listo?- preguntó y Harry asintió.
Era pronto, faltaba media hora para que el conservatorio abriera sus puertas, pero no importaba, Anne estaba eufórica en su interior. Ojalá todo saliera bien. Se montaron en el coche y se mantuvieron en silencio durante todo el viaje. La música sonaba y Harry tarareaba muy bajito, casi era imperceptible. Cuando llegaron, esperaron con el coche aparcado frente a la puerta hasta que un señor mayor abrió. Sin darse cuenta, Harry empezó a temblar. Recordó todas aquellas veces que cruzó esa puerta con Gemma. Su voz. ¿Se olvidaría de su voz? No, eso era imposible.
-¿Qué voy a decirle a mi profesor ahora, genio? ¿Que me has roto una cuerda de su guitarra en un intento desesperado por aprender a tocar para declararte? Esas cosas no son para ti, Harry.- dijo la chica entrando en el conservatorio.
Harry la seguía y sonreía al escucharla, llevaba todo el camino discutiendo con él por culpa de aquella guitarra. Pensó que declararse con una canción era algo muy romántico, por lo cual, sin decirle nada, cogió el instrumento e intentó tocar lo que le había enseñado. De repente saltó una cuerda e incluso le hizo una marca en el brazo. Y esa idiota se estaba riendo de él. Suspiró y comenzó a reír ante las muecas de su hermana. Esa tarde prometió enseñarle cuando supiera nuevas canciones. Lo prometió.
- ¿Vamos?- preguntó su madre sacándolo de sus pensamientos.
Se dio cuenta de que temblaba y al mirarlo a los ojos, vio lágrimas en ellos. Le agarró la mano y asintió para darle apoyo. Harry suspiró y la soltó para salir del coche. No lo pensó demasiado y se dirigió hasta la puerta para entrar cuanto antes. No había nadie puesto que acababan de abrir, el señor mayor se sentó tras el mostrador y le dedicó una sonrisa que no devolvió. Tras varios segundos, su madre llegó y lo miró preocupada; quería asegurarse de que estaba todo bien. Cuando analizó a Harry lo suficiente para darse cuenta de que estaba normal, miró al trabajador.
- Hola, mire, nos han llegado unos avisos sobre la matrícula de mi hija.- dijo intentando no trabarse en cada palabra.
- Claro, ¿nombre?
Anne y Harry se miraron y la mujer cerró los ojos intentando hablar, sin embargo y para su sorpresa fue su hijo quién respondió.
- Gemma Styles.
El hombre tecleó el nombre en el ordenador y cada dos segundos sonreía a Anne. Harry estaba comenzando a agobiarse viendo como ese señor intentaba solucionar sus problemas a la vez que le ponía ojos a su madre. Suspiró y comenzó a ir de un lado a otro hasta que escuchó la voz.
- Sí, aquí está. Tiene cuatro meses de retraso, al quinto mes la matrícula se caducará, aún así tiene que reembolsar el dinero, señora Styles.
- Verá, mi hija no puede volver a las clases, nos preguntábamos si Harry puede ocupar su plaza sin la necesidad de pagar de nuevo todos los primeros gastos, ¿entiende?
Harry se mantenía distante, él ni si quiera quería estar ahí.
- Pero debe pagar los retrasos, si no lo hace en un mes, ni si quiera el chico podrá entrar.- explicó el hombre con un gesto serio.
- Nos pondremos al día con los pagos hoy mismo.
- Entonces perfecto. La alumna Gemma Styles lleva dos años en el conservatorio, sería de muy mal gusto hacer que el chico pague los gastos iniciales si ella no va a volver- argumentó y volvió a teclear en el ordenador.-. Estaba en guitarra, ¿seguirás con sus clases?
- Eso es algo que nos gustaría preguntar también, ¿puede Harry escoger otro instrumento? Aunque no sabe cuál.
- Claro, entra en aquella sala, es una pequeña exposición. Mira todos los instrumentos mientras tu madre y yo rellenamos la ficha.
Tanto su madre como el señor sonrieron y Harry sin hacer ni decir nada, se dirigió a la sala que había señalado. Antes de entrar la puerta principal se abrió y varias personas se hicieron paso. Una de esas personas podría ser su hermana, pero nunca más sería ella. Suspiró y se adentró en la sala, cerró la puerta tras él y se quedó paralizado al ver tantos instrumentos. Estaban ordenados por tipos, los primeros eran los instrumentos de cuerda, miró las guitarras y en un segundo pasó la mirada a los de viento; no quería pensar en esos momentos. Tocó los instrumentos con las yemas de sus dedos y suspiró. No le llamaban la atención, no sabría ni si quiera soplar. Vio una gran batería, lo que le propuso su madre. Frunció el ceño y dio toda la vuelta hasta quedar tras ella y sentarse. Indeciso intentó tocarla pero el propio estruendo que había causado lo asustó. Dejó las cosas como estaban y siguió observando.
Al final de la sala había algo bajo una tela blanca; la alcanzó y la quitó con sumo cuidado, era muy fina. Cuando estaba completamente retirada, la dobló y la dejó sobre el gran instrumento. Era un piano de cola enorme, de madera antigua y precioso. Lo miraba totalmente asombrado, era increíble. Posó sus dedos en una tecla y presionó en ella suavemente. Aquella nota resonó en toda la sala, sin embargo, no fue esta vez un sonido de instrumento lo que lo asustó.
- ¿Admirando?- preguntó una voz a su espalda y Harry se sobresaltó retirándose del piano por si había hecho algo indebido.
Miró al chico que tenía en frente, era más bajo que él, el pelo castaño le caía sobre la frente y sus ojos azules eran demasiado intensos, llamaban demasiado la atención. Éste sonreía sin más y se encogió de hombros al ver que Harry no decía nada.
- Es muy antiguo, sólo algunos lo tocan cuando el conservatorio da concierto. Yo sólo he podido hacerlo una vez y te aseguro que es increíble. ¿Tú qué tocas?- preguntó cogiendo la sábana para ponerla sobre el piano de nuevo.
-Nada. Estaba mirando qué instrumento podría escoger para comenzar las clases.- admitió y volvió a mirar los instrumentos de una pasada.
-¿Y cuál es el que más te ha llamado la atención?
-Obviamente el piano, pero no sé tocarlo.- dijo rascándose la nuca bastante avergonzado.
-Para eso estás aquí. Yo estoy en piano, si finalmente coges ese preciado instrumentos, supongo que nos veremos algunas veces; ahora tengo que irme. Empieza mi clase, sólo venía a por esto.- dijo sacando unas cuantas partituras de un cajón.
Hizo un gesto marinero antes de marcharse y cerró la puerta con tanto cuidado que ni se escuchó. Por eso Harry no se dio cuenta de que había entrado. En fin, sacudió la cabeza y miró a su alrededor, no tenía nada claro; pero tampoco era todo tan negro. Asintió a la nada y se dirigió hasta la recepción para encontrarse con su madre y aquel señor.
-Harry, hijo; ya está todo listo, sólo tienes que decirle que instrumento tocarás.
Lo meditó unos instantes, pero al cabo de unos segundos se dio cuenta de que no había nada que meditar. Ningún instrumento le gustaba, sin embargo, el piano le imponía demasiado respeto. Era el único que le mereció la pena. Suspiró y bajó la mirada antes de hablar.
-Piano.
-¿Piano? Harry, eso es genial. Ahora mismo iremos a por un teclado, no te preocupes.- se giró para mirar al recepcionista y por primera vez, Anne le sonrió. Estaba contenta.- ¿Cuándo puede empezar?
-Cuando quiera, tus clases son los Lunes, Miércoles y Viernes de cuatro a cinco. Cuando vengas, te mostraré todo.- explicó dándole a Anne una tarjeta con los datos de Harry.
La mujer cogió la mano de su hijo y juntos, salieron de aquel sitio. Era Miércoles, por lo cual tendría un día más para encerrarse en casa y pensar en el cambio que había supuesto todo de un momento a otro. De no ver la luz del sol, a salir tres días en semana a un lugar que sólo le traía recuerdos. Terapia de choque. A decir verdad, se sentía de alguna forma liberado; sin embargo, el dolor no desaparecía. Era por eso que Harry se cuestionaba si era mejor eso o quedarse en casa y esperar que las horas pasaran. Su madre no dijo nada, simplemente se montaron en el coche y se dirigió a una tienda de música, la misma en la cual compró la guitarra de Gemma. Se bajaron y el chico pudo observar una pequeña sonrisa en Anne, eso le hizo sentir mejor.
-Quizá de aquí a unos meses tengamos que recoger el piano antiguo de casa de la abuela.- comentó su madre entrando en la tienda.
Mientras Harry miraba los distintos teclados Anne le explicaba al encargado qué estaban buscando exactamente. El chico la acompañó hasta la zona del fondo y allí hablaron durante largo rato. Sin darse cuenta, estaba mirando las guitarras. Suspiro y fue en busca de su madre.
-Mira, Harry. ¿Te gusta este? No es muy caro y para empezar es bastante práctico; incluso para transportar.
-Sí, está bien.- contestó el chico sin ánimos. Y es que no los tenía lo mirase por dónde lo mirase.
Quería llegar a su casa y encerrarse, lo necesitaba. Tumbarse en la cama y dormir, pensar en ella. En su voz, su tacto, rememorar cada conversación, cada abrazo, todo. No aguantaba más ahí y salió de la tienda dejando la imagen de las guitarras atrás. El coche estaba cerrado y tuvo que esperar hasta que su madre, preocupada, salió con una gran bolsa.
-¿Estás bien? Me he dado toda la prisa que he podido pero el chico me estaba explicando cómo sacarlo y... ¿Harry?
El rizado volvió en sí y asintió. No estaba pendiente pero la oía. Siempre era así, estaba acostumbrado a entender cada cosa que decía su madre aunque estuviese en otros pensamientos. Subieron al coche y volvieron a casa.
-Me voy arriba, no voy a cenar. Hasta mañana, mamá.- el chico le dio un beso en cuánto llegaron y subió las escaleras.
Al entrar en su habitación se sitió en casa; no era como estar en el salón o en la cocina, en esos lugares se echaba demasiado en falta la presencia de Gemma. Sin embargo, su cuarto era eso, simplemente suyo. Estaba oscuro y era pequeño, bastante acogedor; no encontraría nada mejor que eso. Se desvistió y ni si quiera se puso ropa de nuevo; entró en la cama y cerró los ojos dispuesto a dormirse.
Entonces sin venir a cuento, imágenes de ese día pasaron como diapositivas en su mente. La discusión con su madre, el intento por salir, la estúpida idea de tomar clases en el conservatorio y peor aún, la sí que estúpida idea de aceptar tomarlas. Piano. Ni si quiera sabía interpretar las notas de las partituras. Realmente no estaba convencido con todos aquellos instrumentos delante, estaba por salir y decirle a su madre que no servía para nada; pero aquel chico le dijo que estaba allí para aprender, quizá el tampoco sabía cuando se apuntó. Suspiró y sacudió la cabeza alejando cualquier pensamiento. Intentaría dormirse.
Como cada mañana, a las siete la alarma sonó, la apagó, y antes de poder volver a dormir, vio a su madre apoyada en la puerta. Sonreía más de lo normal y esperaba a que Harry dijese algo. El chico la miró extrañado hasta que se dio cuenta.
-No, mamá. Nada de lo que sucedió ayer significa que vaya a volver a clase.- sentenció y se dejó caer en la cama.
-Está bien, sólo quería intentarlo, sigue durmiendo, cielo.- dijo con ternura y cerró la puerta.
Ese día fue como tantos otros, estaba cansado y no sabía por qué; simplemente se dejó caer en la cama una y otra vez, en la tarde salió a buscar algo de comida y de nuevo se encerró. Le gustaba estar así, es decir, no le molestaba en absoluto, se sentía bien. A veces se paraba a escuchar los latidos de su corazón, era lo único que le hacía saber que seguía con vida. Pasó por la habitación de Gemma y tuvo la necesidad de entrar, pero no pudo. Llevaba cerrada desde el último día que la chica estuvo en casa, y por ahora, quería que siguiera así.
A la mañana del viernes, Anne preparó la comida y se la dejó en la cocina puesto que tenía que salir de urgencia al trabajo, se reincorporaría en unos días y había mucho por hacer. Que Harry se animara a salir la animó a ella. Tenía la esperanza de poder vivir de nuevo. Cuando el chico terminó de comer, recogió todo y se duchó dispuesto a prepararse. Hoy comenzaba las clases de piano y por alguna razón se encontraba nervioso, realmente le daba igual pero así era. Buscó en el salón la bolsa con el teclado y abrió la caja, tardó al menos veinte minutos en montarlo y luego lo apreció. Lo admiró y pensó en aquel gran piano.
-Venga, Harry; ya estoy.- dijo su madre entrando por la puerta y sacándolo de sus pensamientos.
Guardó el teclado en una funda y el soporte en en otra; caminó hasta la entrada y se encontró con la sonrisa de su madre. Le alegraba verla así, quizá en el fondo no hacía esto por Gemma, mucho menos por el mismo. Lo hacía por Anne.
-Vamos un poco tarde, vamos, date prisa.- insistió saliendo de casa y abriendo el coche.
Decidieron poner música en el coche para hacer más ameno el viaje, Harry estaba bastante pensativo hasta que una conocida melodía inundó sus oídos. El dolor que le causó en el pecho sólo con las primeras notas fue tan atroz que comenzó a temblar.
-Quítala.- exigió y su madre reaccionó apagando la radio.
-Te encanta esa canción.
-A Gemma también, era su favorita, de Coldplay.
No hicieron falta más comentarios, ella lo sabía. Su hija solía decir que era la canción de su vida, que decía las cosas que ella pensaba. Recordó la letra y miró a Harry melancólica.
-Nadie dijo que fuera fácil.- citó una frase de la canción.
El coche paró frente al conservatorio y Harry se dispuso a salir cuando en sus pensamiento, la canción continuaba sonando. Salió del vehículo y antes de cerrar continuó la cita.
-Nadie nunca dijo que fuera tan difícil.
Se dio la vuelta y respiró para tranquilizarse antes de entrar. No había nadie en la recepción y eso le pareció raro. El trabajador de ayer lo miraba de nuevo con una sonrisa de oreja a oreja y no entendía por qué lo hacía. Se acercó a él e intentó parecer amable.
-¿Dónde está la gente?
-En clase, llegas tarde. No te preocupes, han entrado hace poco. Primer piso aula 103. Espero que tengas un buen día, Harry.
Lo miró con desdén y se dispuso a subir a la clase. Se había acordado de su nombre, definitivamente ese hombre era muy raro. Mientras subía las escaleras, pensó qué era lo que estaba haciendo. Dónde se estaba metiendo y qué sentido tenía. Para él, ninguno. Quería volver a su habitación, maldita sea.
Al menos era Viernes y hasta el Lunes no tendría que volver. Aula 103. La tenía justo en frente y el miedo lo detuvo antes de llamar. Pero tenía que hacerlo, encima llegaba con retraso. Tocó dos veces y abrió sin dar tiempo a que alguien contestara. Veinte pares de ojos lo observaban sin ninguna expresión; sin embargo, el profesor sonreía al verlo.
-Buenas tardes, eres el alumno nuevo, ¿cierto? Yo soy Ángel; pasa, siéntate.
Indeciso entró y cerró la puerta tras él. Buscó con la mirada una silla vacía y caminó hasta la más alejada del grupo, sin embargo había un chico rubio justo al lado. Tampoco podía tener la intención de aislarse. Se sentó y comenzó a sacar el teclado, todos lo tenían listo y por ello, analizaban cada movimiento que Harry hacía al montar el soporte.
-Bueno, si queréis, me hacéis caso y dejáis de mirar al chico nuevo.- dijo el profesor y cobró de nuevo atención.- Os anuncio desde este instante que en Mayo, cuando el curso termine, el conservatorio realizará un concierto. El que mejor clasificaciones tenga tocará.
Harry no prestaba atención, mucho menos cuando miles de preguntas comenzaron a surgir y ni si quiera el profesor era capaz de enterarse. El soporte le estaba agobiando demasiado y justo cuando estaba por desistir, el chico rubio lo cogió y lo montó.
-Listo, es más fácil si tiras de aquí.- dijo señalando una palanca que Harry no había visto.
El rizado sonrió para agradecerle el acto y sacó el teclado para terminar la faena. Una sombra le tapó la luz y al levantar la cabeza vio al chico de ayer de pie junto al rubio; se agachó y le dijo algo al oído, éste se levantó y caminó hasta otro sitio.
-¿Qué haces aquí?- susurró el castaño tomando asiento a la vez que pegaba la silla a la de Harry.
-Te dije que tomaría clases.- sentenció el chico bastante inquieto. No entendía la pregunta.
-Llevo cinco años en el conservatorio, con este seis; esto es una clase avanzada y dijiste que no sabías tocar. ¿Me mentiste?- preguntó el chico de los ojos azules con una sonrisa torcida.
-¿Qué? No.
Harry estaba poniéndose nervioso. ¿Estaba en una clase superior? ¿Cómo se supone que aprendería estando con personas que llevan años en esto? Comenzó a moverse en el asiento bastante preocupado por el tema. Iba a hacer el ridículo.
-Hey, no te agobies, quizá haya sido un error.
El rizado no contestó, se limitó a oír todo lo que decían durante esa hora de clase; no tocaron, repartieron canciones y hablaron mucho más del concierto. Miraba la partitura que tenía en la mano intentando descifrar aquel misterio. Tenía que empezar por interpretar las notas, si no, no tenía nada qué hacer. De todas formas hablaría con su madre sobre esto; como dijo ese chico, debía ser un error.
-¿Qué canción te han dado?- preguntó el chico sonriendo.
-Wish you were here, Pink Floyd.- al nombrar la canción, algo se desgarró en él. No era la canción en sí, era un simple título que le dolía en lo más profundo.
El castaño esperaba que Harry le preguntara por su canción, pero no lo hizo. Vio como miraba un punto fijo del teclado y los ojos se le cristalizaban. No iba a entrometerse y a preguntar por qué; decidió cambiar de tema e intentar que no terminara llorando.
-¿Cómo te llamas?
El rizado salió de sus pensamientos y lo miró directamente a los ojos. Eran muy azules, brillaban a más no poder y al mostrar esa sonrisa todo el tiempo, parecían incluso más increíbles.
-Harry.- sentenció.
-Yo soy Louis.- tras sus palabras, la gente comenzó a levantarse y supo que la clase había terminado.- Hasta el lunes.
Se levantó y volvió hasta su sitio inicial, comenzó a recoger su teclado y Harry hizo lo mismo. Si antes no tenía ganas, ahora mucho menos. En cuanto guardó las cosas, salió disparado hacia abajo. Al llegar a la recepción, vio a su madre hablando con aquel señor, intercambiaban sonrisas y parecían bastante cómodos. Cuando Anne vio a Harry sonrió mucho más.
El rizado llegó hasta ellos y los miró de una manera totalmente neutral. Se sentía de alguna manera traicionado por ellos; lo habían mandado al mayor ridículo de su vida. Sin decir nada salió del conservatorio y sintió a su madre ir tras él.
-Harry, espera. Cuéntame qué tal el primer día.- pidió abriendo el coche.
No contestó hasta que ambos estuvieron dentro del coche, dejó las cosas en el asiento de atrás y la miró con desespero.
-Mal. Es una clase avanzada, mamá. Hay un chico que lleva cinco años ahí, ¿qué se supone que debo hacer yo sin saberme la escala musical?- levantó el tono y comenzó a tocarse el cabello.
-Sí que te la sabes, Harry.
-Mamá, estoy hablando en serio.
-Robin me dijo que si entrabas desde el principio estarías en una clase con chicos pequeños; quiero que te socialices con la gente, que hagas amigos.- explicó tranquilamente su madre.
-¿Robin?- se extrañó de tal confianza, sin embargo, lo aparcó durante un rato.- Tengo amigos, mamá.
-Cuales hace tres meses que no ves, Harry. No pasa nada por estar en una clase avanzada, el profesor se ha ofrecido a ayudarte en todo lo que necesites.
Lo pensó, pero nada serviría. Recordó la canción que debía aprender a tocar en dos semanas y ni si quiera sabía cómo empezar. Bufó y dejó de contestar. Cuando llegaron a casa cogió un par de galletas y se encerró en su cuarto. A la hora de la cena Anne lo llamó pero hizo caso omiso; llegó la noche y se durmió. No hacer nada era lo que mejor se le daba; lo más fácil. Quería seguir así. El sábado era un día monótono, estaba solo porque su madre había ido a seguir con la preparación del trabajo. Salió de su habitación para ir a desayunar y la habitación de Gemma le atrajo con una fuerza sobrenatural y poderosa. Sin embargo, mucho más grande era su miedo, por ello se alejó de ahí. Vio películas durante todo el día, almorzó filetes fríos del día anterior y finalmente se encerró en su cuarto. El Domingo no fue mucho mejor; al contrario. Ni si quiera salió de la habitación, su madre le llevó la comida y la cena y no intercambiaron palabra. Él simplemente pensaba. Recordaba.
-Harry... Déjame entrar, por favor. Por tu culpa toda mi habitación huele a insecticida.- dijo desde la puerta.
-No, venga, a dormir que es tarde.- se estaba riendo sin poder evitarlo.
-¡Harry, ha sido tu ingeniosa idea de traer hormigas a casa! ¡No un gato o un perro! ¡Hormigas! ¡Habían montado su propia ciudad en la esquina de mi armario!- gritó bastante estresada.
-Seguro que ha quedado alguna y monta una nueva ciudad junto a tu cama, Gemma. Ahora vete.
-¡Harry!- esta vez gritaba asustada.
Odiaba los insectos y su hermano lo sabía; a los pocos segundos el rizado abrió la puerta y le sonrió pícaro; le gustaba verla cabreada, era realmente gracioso. Gemma fruncía el ceño y lo empujó para entrar a la fuerza.
-Yo he aguantado las hormigas, tú me aguantas a mí.- dijo metiéndose en la cama y tapándose para intentar dormir y dejar la discusión.
-No te enfades, venga.- rogó entrando a su lado y abrazándola por la espalda. De un momento a otro comenzó a hacerle cosquillas y terminaron riendo como locos, haciendo tanto estruendo como podían hasta que su madre tuvo que subir.
Abrió los ojos y miró el reloj; eran las seis y media; en un rato sonaría la alarma pero por suerte, no tenía que ir a ningún sitio. Le dolía el pecho y sentía una gran presión en él. No podía hablar debido al nudo en la garganta. Miro su cama y de alguna manera, la estaba buscando. Se levantó y rebuscó en los cajones hasta dar con las pastillas; eran una especie de tranquilizantes que le daban mucho sueño, cuando se las tomaba, no soñaba nada de lo profundo que dormía. Ni si quiera utilizó agua, se tomó dos y volvió a dormir.
-¡Harry! No querrás llegar tarde otra vez, ¿o sí? Ni si quiera has bajado a comer.- gritó su madre entrando en la habitación y subiendo las persianas.
-¡Baja eso!
Odiaba que hiciera eso, había miles de formas de despertar a alguien, pero sin duda, subir las persianas, era la que menos le gustaba. Hizo un gran esfuerzo por incorporarse y levantarse, fue directamente al baño y tomó una ducha para despejarse. Cuando se visitó y recogió el dormitorio, bajó y se encontró con su madre en la puerta aguantando las fundas del teclado.
-Venga, alegra esa cara aunque sea un poco. Seguro que hoy va todo mejor. ¿Quieres conducir tú?
Harry asintió y cogió las llaves del coche. Manejó tranquilo y precavido, le gustaba hacerlo pero se sentía un poco inseguro. Puso el vehículo en doble fila y tomó sus cosas antes de bajar. Ambos se encontraron en el intercambio de posiciones y su madre le acarició el rostro antes de que se fuera.
Abrió la puerta del conservatorio y cuando fue a cerrar un pie se interpuso para que no lo hiciera. Abrió de nuevo y Louis sonreía bastante, parecía contento.
-Buenas tardes, Harry. ¿Has ensayado?
-Guárdate tus bromas, ¿si? Sabes que no sé ni leer esas cosas.- dijo refiriéndose a las partituras.
-Oh, vamos; ya aprenderás, es muy sencillo.- dejó de sonreír y miró a Robin.- ¿Han abierto el aula?
-No, es temprano aún; id subiendo.- el hombre le entregó las llaves a Louis y muy decidido subió las escaleras hasta la clase seguido de Harry.
Abrió con cuidado y escogió un sitio del fondo; las sillas no tenían un orden fijo, pero en las últimas había más espacio para colocar las cosas. Dejó la lleve en la mesa del profesor y se dirigió hacia Harry.
-Siéntate aquí, te voy a enseñar algo.- dijo preparando su teclado.
Harry le hizo caso y tomó asiento a su lado. Lo observaba y analizaba cada movimiento; trataba el instrumento como si fuera lo más preciado del mundo, realmente le gustaba lo que hacía; no como a él. Se sentía mal por ello.
-Hoy vamos a ensayar una canción todos juntos, no tengo tiempo de explicarte los tiempos;- comenzó a reírse.- chiste malo. En fin, memoriza las teclas y mira cómo toco cuando empecemos.
-El profesor sabe que no sé tocar.
-Pero el resto de la clase no. Es eso lo que te preocupa, ¿cierto?- sonrió y sacó una partitura de su mochila.- Sé que es esta porque me mandó a por ella el otro día. Verás, es muy fácil.
-¿Por qué me estás ayudando?
A Louis esa pregunta lo tomó desprevenido, frunció el ceño y se encogió de hombros sin apartar la mirada.
-Me caes bien.
-No me conoces.
-Pero me caes bien.
Y era cierto, desde el primer instante en el que miró a Harry, supo que era buena persona. Sintió la necesidad de llevarse bien con él. No le había sucedido nunca, sin embargo no se molestó en buscar explicaciones a aquello.
Comenzó a decirle el orden de las teclas y Harry fue quedándose con los sonidos; era la manera más estúpida que había encontrado de aprender a tocar el piano, pero al menos, no haría el ridículo. Louis era paciente, le repetía una y otra vez las notas y al darse cuenta de que Harry no tenía ni idea, decía con un tono muy calmado 'esta de aquí'. El rizado repetía los movimientos y cuando controlaba más o menos la introducción, le enseñó el ritmo. Se sorprendió al ver cuán rápido iba, pero lo intentó y no sonó tan mal como pensaba.
-Hey, ves. Después de esto, haz como que tocas.- sugirió el castaño con una sonrisa y la puerta se abrió dando paso al resto de alumnos y al profesor.
-Bien, personas; hoy vamos a tocar You found me, de The Fray. Intentemos que esto no sea un desastre, demostradme que estáis en un curso avanzado.- dijo el profesor entregando partituras a todo el que pasaba por su lado.
Le dio una a Harry y le mostró una sonrisa de apoyo, quería decirle con ella que no importaba que no supiera tocar. Sin embargo se preguntaba algo, ¿cuándo le enseñaría? ¿Cuándo empezaría a aprender? Definitivamente no iba a estar todo un curso así.
-Tss, tss.- escuchó a Louis llamarle y se giró para mirarlo.- ¿Haces algo cuando termine esto? La sala de exposiciones siempre está vacía, te enseñaré lo básico.
Harry lo pensó un instante y luego frunció el ceño mientras lo miraba.
-¿Qué quieres a cambio? No tengo dinero.
-Eres idiota, sólo quiero ayudarte.
-¡Venga, vamos! ¿Estáis listos? A la de tres empiezan los cuatro de la última fila; cuando terminen la introducción se unen las dos de delante y en el estribillo vamos todos.
Entonces Harry lo comprendió, por eso Louis había escogido ese sitio, sólo eran cuatro y así todos podrían ver que sabía tocar el piano; cuando realmente no era así. Sonrió instintivamente y se colocó frente al teclado intentado recordar el orden. Era repetitivo y podría con ello, sólo era demasiado rápido.
-Una, dos y tres.
Presionó la primera tecla a la vez que Louis, se sintió seguro por ello debido a que al menos, había entrado bien; siguió el ritmo a la perfección y tras hacerlo varias veces pudo incluso levantar la mirada y ver cómo Louis lo observaba sin dejar de tocar. De repente las primeras filas comenzaron a tocar y la canción parecía mucho más real. En el estribillo se unieron todos y antes de que terminara el profesor le hizo un gesto a Harry.
-Hay un solo, hazlo. Es lo mismo que has hecho antes, sigue tocado.- susurró Louis.
La clase entera se paró pero Harry seguía haciendo música; nadie lo estaba mirando, sólo Louis y el profesor; varios segundos después, toda la clase su unió y él dejó de tocar. Aún así no dejaba la pose, todos creían que Harry seguía con la canción. Suspiró aliviado y al ver a Louis sonriendo hizo lo mismo. Se sentía bien consigo mismo aunque se hubiera engañado con un truco barato.
Cuando terminaron, el profesor insistió en que lo hicieran otra vez; luego les dejó el resto de la clase libre para que versionaran sus propias canciones.
-Siempre es así los primeros días, nos deja un poco en paz.- comentó Louis sin dejar de mirar los pentagramas.
-Gracias.
El castaño levantó la cabeza y observó a Harry con una sonrisa torcida. Por alguna razón se sentía orgulloso del rizado, eso significaba que era buen profesor, probablemente terminara siéndolo.
-De nada, ha salido todo bien al fin y al cabo. Ahora tienes dos opciones; hacer lo mismo con la canción que te ha tocado o aprender desde el principio para que sea mucho mejor.- propuso intentado no parecer interesado.
-Desde el principio.- respondió Harry casi sin moverse. Se sentía nervioso antes la actitud amable de su compañero.
-Bien.- Louis sonrió y no dijo nada más.
Cuando la clase finalizó, recogieron las cosas y salieron del aula 103. Harry seguía a Louis a pocos centímetros, al llegar abajo, vio a su madre hablar con Robin; el castaño entró en la sala de exposiciones y le hizo un gesto para que fuera. Antes de eso se acercó a su madre.
-Voy a quedarme a practicar, mejor dicho, a empezar a aprender algo de esto.
-Harry, luego no puedo venir a por ti.
-Yo lo llevo, no se preocupe.- propuso Robin.
-No, volveré andando, no importa.
Anne lo miró molesta, su casa estaba bastante lejos del conservatorio y tenía la oportunidad de volver con alguien. Suspiró y le cedió las llaves del coche a su hijo.
-Ten cuidado luego.
-¿Y tú?- cuestionó Harry nervioso.
-Caminaré, tengo que hacer unas compras de todas formas.- mintió. Lo único que quería era que Harry saliera de su maldito cuarto, no quería que volviera con ella debido a una discusión.
-Yo la llevaré, tengo un rato libre justo ahora.- se ofreció nuevamente Robin y Harry rodó los ojos dándose la vuelta.
No había que ser demasiado listo para saber que ese hombre estaba cortejando a su madre. No lo llegaba a comprender, su madre nunca ha querido estar con nadie, esperaba realmente que no se le pasara por la cabeza tener nada con ese señor.
Entró en la sala de exposiciones y Louis lo miró con desdén. Era un chico raro, parecía que quería algo con todo esto, pero Harry no le dio la menor importancia, sólo quería aprender. El castaño había montado su teclado y preparado dos sillas; frente a ellos, una partitura con pocas notas.
-Venga, voy a enseñarte las notas.
Harry tomó asiento a su lado y lo escuchó atentamente. Se quedó con todo lo que le dijo y apuntó varias cosas en un folio. Tocó las notas que le había enseñado una y otra vez hasta que sin mirar los apuntes, supo enlazar algunas escalas.
-Se te da bien. Quiero decir, te gusta la música, la sientes; si no, no sabrías por dónde coger esto.
-Y no sé, simplemente esto es fácil.- dijo con una sonrisa.
-¿Ensayamos la canción que te ha tocado? Mira, yo dejo la partitura aquí y la lees en voz alta. Yo te ayudo.- dijo y tomándose todas las confianzas, abrió la funda de Harry y sacó la partitura.
Este comenzó a leerla y varias veces Louis lo corrigió; no le importaba, quería aprender, al menos no hacer eso en vano. Terminó de leerla e intentó tocar el principio de la canción, era lo más fácil, luego se unían demasiadas notas y no conseguía manejarse bien con los dedos. Conocía esa canción, por lo cual fue fácil hallar el ritmo. Cuando terminó la introducción miró a Louis con una sonrisa, éste se la devolvió orgulloso.
-Ves, puedes hacerlo.
El móvil de Harry sonó y Louis asintió para que saliera de la sala. Mientras tanto, él se quedó allí sacando su partitura de la maleta. El rizado atendió el teléfono con rapidez, era su madre.
-Harry, cielo; ¿a qué hora vienes?
El chico miró la hora y se asombró al ver que eran las siete, llevaba dos horas practicando. Quería irse ya a casa y suponía que había terminado.
-En cuanto recoja. ¿Pasa algo?
-Sí, voy a salir con Robin a cenar, nos iremos a las nueve; te quería avisar por si para ese entonces no habías llegado, pero no te preocupes.
No supo qué decir, tampoco quería decir nada, se despidió y colgó sin más. Iba a salir con ese hombre, ¿en serio? Sacudió la cabeza y volvió a la sala dejando el tema a un lado, hablaría con su madre más adelante. Abrió la puerta con cuidado y escuchó a Louis tocar.
Reconoció la melodía al instante, lo hacía rápido, más que la versión original, aún así sonaba precioso. No quiso molestarle, por lo cual se apoyó en la puerta a escuchar la canción entera. Le desgarraba el pecho, le parecía fascinante la casualidad, el destino, o el poder de la misma música. Estaba tocando la canción favorita de su hermana. Suspiró con ganas y Louis lo escuchó; dejó de tocar inmediatamente y lo miró sonrojado.
-¿Admirando?- pregunto exactamente como la primera vez que lo vio.
-¿Es la canción que te ha tocado?
-Sí, me encanta. Es de mis grupos favoritos, quizá no la mejor canción pero increíble.
-Es la canción favorita de mi hermana.- se sinceró. Sintió su garganta arder, había hablando en presente.- Oye, me voy a ir, muchas gracias.
-De nada.
Louis se levantó y sacó su móvil para hacer una llamada; no le importó que el rizado estuviera escuchando, no era nada importante. Mantuvo una conversación con su madre sobre la vuelta a casa, por lo que estaba entendiendo, no podían recogerlo hasta dentro de un rato. Colgó y se dispuso a recoger su teclado.
-¿Vives muy lejos?- preguntó Harry cuando la idea de agradecerle todo lo de hoy llegó a su mente.
-Un poco.
-Te llevo si quieres, vuelvo en coche.
Louis se sonrojó sin darse cuenta y sin saber por qué. La voz de Harry le imponía demasiado, era él siempre el que intentaba mantener conversaciones con el rizado, pero en el momento en el que éste hablaba, se intimidaba.
-Vale, está bien.- aceptó. No quería quedarse ahí esperando a que su madre lo recogiera.
Terminó de guardar las cosas y juntos salieron de la sala. Al pasar por la recepción, Harry le dedicó varias miradas a Robin, él sólo sonreía. Era un tema que realmente tenía que tratar con su madre. El coche estaba justo en frente y pronto el rizado entró. Louis hizo lo mismo sentándose en el copiloto; estaba nervioso. El conservatorio era su casa, ahora jugaba en otro sitio. Encima estaban en un coche; no le gustaba esa sensación.
-¿Dónde vives?
-Yo te guío. Ve hasta el centro comercial, a partir de ahí te digo.- explicó el castaño sin mirarle a los ojos.
El silencio los sumió y ninguno sabía qué decir. De un momento a otro el ambiente se había vuelto tenso y tímido. Ambos habían tenido la idea de que quizá, pudieran ser amigos. Louis se atrevió a encender la radio y buscar la función de disco. La música empezó a sonar y reconoció al segundo la canción.
-¿Te gusta The Fray? No me lo dijiste cuando hoy tocamos una de ellos. Sin embargo, esta es mi favorita. Dice cosas muy bonitas, ¿no crees?
Harry no respondió, no porque no quisiera, si no porque quiso escuchar la letra de la canción estando realmente atento. Era cierto, decía cosas muy bonitas. Cuando vino a darse cuenta Louis estaba cantando sin medir el tono de su voz. Simplemente cantaba como le salía. Tuvo la necesidad de escucharlo sin que la música intercediera. Fue bajando el volumen poco a poco hasta que quedó tan baja que sólo se oía la voz de Louis. Se calló al darse cuenta y miró a Harry avergonzado.
-Oh, venga, no pares.- le dijo y le volvió a dar voz.
Pero Louis no siguió con la canción, ahora le daba demasiada vergüenza. Sin embargo, a Harry le había parecido mucho más bonito en la voz del chico que en la versión original. Tenía una voz particular, era diferente.
-And I'll look after you...- cantó Harry cuando la canción terminó para que no se sintiera mal.
Cuando llegaron al centro comercial, Louis comenzó a guiarlo entre las calles de un barrio bastante pequeño. Si intentara volver solo probablemente se perdería. El castaño le pidió que parase frente a una casa amarilla de tejas marrones. Miró a Harry y se encontró con los ojos verdes más diferentes que había visto nunca. Ya los había apreciado antes, pero los tenía lo suficientemente cerca como para apreciar la belleza en ellos. Se olvidó de lo que iba a decir.
-Nos vemos el miércoles.- habló Harry al ver que no decía nada.
-Claro, gracias por traerme.- dijo saliendo de sus pensamientos. Bajó del coche y no volvió a mirar atrás, entró en su casa y el rizado volvió a la suya.
Su madre lo recibió con un abrazó y le preguntó por las prácticas extras. Se limitó a contestar y subió a su habitación, buscó en el móvil la canción de Coldplay y la escuchó en reproducción hasta que se quedó dormido. Cuando se despertó eran las diez pasadas y había una nota pegada a su puerta. Su madre le decía que se había ido a cenar y que él podría hacerlo con lo que le había dejado en la nevera. Pero no tenía hambre.
Se levantó e inconscientemente caminó hasta el cuarto de Gemma; la canción seguía sonando en los auriculares y por alguna razón, no la paró. Posó la mano en el picaporte y abrió lentamente. Le parecía increíble como la oleada de olor a ella lo golpeó en un instante. Cerró y volvió a su cuarto, quería dormir y no pensar; cogió las pastillas e intentó descansar.
-Harry, es hora de despertarse, ¿has vuelto a tomarte las pastillas?
Abrió los ojos y recordó que apagó la alarma hace horas casi sin darse cuenta. Sumido en aquel sueño profundo; lo prefería así.
-¿Podemos hablar?- dijo con la voz grave debido al haberse despertado hacía segundos.
-Claro, ¿ha pasado algo?
-No, es sobre Robin. ¿Qué tienes con ese hombre?- preguntó directamente y su madre se sentó a su lado para poder hablar mejor.
-Nos estamos conociendo, es buena persona.
-Dijiste que no querías estar con nadie.- sentenció en un tono bastante frío; aquel tono que espeluznaba a su madre.
-Harry, esto no significada nada; de todas formas, las cosas cambian. Quiero que los dos seamos felices, ¿entiendes?
-¿Te hace feliz ese hombre?
-No. No le conozco, pero me hace reír, y es increíble como con sólo mirarle me hace sentir en paz, tranquila. Es raro, no me había pasado antes, se supone que esas cosas se siente después de un tiempo; sin embargo desde la primera vez que le vi me dio esa sensación. Quizá sólo seamos amigos, no pienses mucho en ello.- explicó Anne acercándose a él y dejando un beso en su mejilla.
Harry la observaba, lo que decía lo dejaba mucho más tranquilo; si lo que ese hombre le causa era simple felicidad a su madre, se alegraba por ello. De todas formas entendía a la perfección eso; no lo veía como algo raro. Él también se sentía a gusto con ciertas personas aunque no las conociera. Era algo normal.
Pasó ese día con su madre en el salón viendo programas de televisión para pasar las horas muertas, cuando llegó la hora de la cena pasaron un agradable tiempo juntos y hablaron sobre cómo Harry en un par de días había aprendido cosas. Fue la primera vez en tres meses que Anne y Harry hablaban de un tema tranquilamente, con sonrisas de por medio y sin mencionar a Gemma.
-Harry, mañana vuelvo al trabajo. He pensado que podrías llevarme, así te quedas con el coche y vas al conservatorio; a la vuelta me recoges y volvemos juntos, ¿te parece?
-Claro, ¿a qué hora?
-Tu alarma servirá esta vez.- dijo su madre recogiendo los platos de la cena.
-Hasta mañana.- se despidió Harry y se fue a su habitación.
Por alguna razón que él desconocía, de no poder escuchar la canción, pasó a escucharla en repetición sin parar. Se la volvió a poner para dormir y por primera vez, se permitió recordar los buenos momentos vividos con su hermana.
A la mañana siguiente, tal y como le dijo a su madre, la llevó al trabajo muy temprano; al volver no pudo dormir de nuevo y pasó toda la mañana viendo documentales de animales. Comió sopa que sólo tuvo que calentar y se fue a su dormitorio. Montó el teclado y tocó la canción que tenía asignada; al principio no tuvo la necesidad de mirar la partitura; se había quedado a la perfección con la introducción. Más tarde intentó seguir con el resto de la canción y aunque no lo hiciera del todo bien, se podía saber qué estaba tocando. Se sintió orgullo de él mismo.
Un día más se fue a la ducha y cuando salió se vistió lo más rápido que pudo. Salió con rapidez de la casa y se dirigió al conservatorio; faltaban veinte minutos para que la clase empezara, igual que el Lunes; pero Harry quería practicar.
-Buenas tardes.- dijo al entrar mirando a Robin de reojo.
-Hola, Harry, ¿quieres subir ya a clase?- cuestionó entregándole las llaves.
Asintió y sin decir nada subió hasta el aula 103. Escogió el mismo sitio que la clase anterior y preparó su teclado. La puerta se abrió y el castaño de ojos claros se hizo paso con una sonrisa.
-Algo me decía que ya estabas aquí, por eso vine antes.- se sinceró Louis sentándose al lado de Harry. Preparó su teclado y sacó folios en sucio. Había demasiados garabatos, demasiadas notas y letras al azar.- Estoy componiendo; el año pasado entré en clases de composición, te enseñan a hacerlo; mira.- le dio los folios al rizado e intentó leer las palabras antes que descifrar notas a las cual no encontraría sentido.
-¿Sólo estuviste un año en composición?- le preguntó sin quitar ojo a los folios de Louis.
-Sí, bueno; llevo haciéndolo mucho tiempo, pero ese año me sirvió para mejorar.
-¿Qué edad tienes?
-Veintiuno. Este es mi sexto año. ¿Qué edad tienes tú?- preguntó el mayor tomando apuntes en un nuevo folio.
-Dieciocho, cumplo diecinueve el próximo mes.
Harry se sumió tanto en lo que leía que dejó de escuchar la voz de su compañero; estiró la manó hasta las fundas y sacó un lápiz, escribió varias cosas en el papel y lo leyó de nuevo. Louis se calló al verlo tan concentrado en lo que hacía. Al rato, le devolvió el papel y el dueño lo leyó.
-Vaya, ¿te gusta componer?
-Mi hermana compone.- de nuevo el presente que hería su alma.- Yo escribo y ella le pone música con la guitarra. Hicimos algo juntos pero es un desastre; fue hace tiempo.- se sinceró y sin decir nada más comenzó a tocar la canción que le tocaba.
Louis se asombró al ver la fluidez que había tomado y sonrió para sus adentros.
-Ángel tiene abierta una página en la cual deja que los alumnos enviemos composiciones; hace un par de años tocaron en el concierto la canción de una chica de mi curso.- explicó tranquilamente.
-¿Y qué sucede?
-Podrías componer conmigo. Quiero decir, he leído la continuación que has hecho a este desastre y es genial. Tú podrías ayudarme a terminarla y yo le pondría música.- Louis estaba nervioso, decía las cosas intentando arreglar la propuesta anterior, intentando que el plan se viera realmente atractivo.
Harry lo miró confundido; era un desastre, llevaba a penas tres clases y no se veía capaz de mucho más. Sin embargo era algo que había hecho antes, podría intentarlo. Lo meditó y volvió a tocar para pensarlo sin presiones; cuando llegó a la parte que no se sabía, miró a Louis y sonrió.
-Está bien, ¿cuál es el plazo?
-Marzo, tenemos dos meses, tiempo suficiente.
Los alumnos empezaron a llegar y la clase dio comienzo. No intercambiaron más palabras, se pasaron la hora aprendiendo una canción de alto nivel cual Harry desistió al verla. En cuanto terminó la clase, Louis salió con rapidez y el rizado no pudo decirle nada acerca de la composición. Mientras volvía a casa, meditó sobre lo que le estaba sucediendo; de no querer salir de casa, a que le apeteciera ir al conservatorio; era un avance. Pensó en estos meses atrás y en el fondo, sabía que hizo lo correcto. Gemma no merecía que él siguiera viviendo su vida como si nada hubiera ocurrido; realmente no.
Paró en un semáforo en rojo y tras varios segundos se dio cuenta de dónde estaba. Había sido aquí; en este lugar Gemma tuvo el accidente que le quitó la vida. Nadie estaba cruzando, y en su mente apareció la idea de arrancar e irse de ahí; pero eso mismo fue lo que hizo la persona que la atropelló; él no sería igual.
Llegó al trabajo de su madre bastante nervioso por aquella situación; el tiempo que estuvo ahí parado se vio a él mismo correr hasta su hermana y abrazarla, hablar con ellas hasta que dejó de respirar. Le dolía el pecho, no podía soportarlo. Al bajar del coche vio a Anne y ella se dio cuenta de la expresión que tenía su hijo; corrió hacia él y lo abrazó.
-¿Qué ha pasado, Harry? ¡Háblame!
Pero Harry simplemente sollozaba sin poder articular palabra, lo había revivido todo en su interior, le dolía cada milímetro de su ser. A veces parecía todo un mal sueño. Una auténtica pesadilla.
-¡Harry, por favor, dime algo!
-He pasado por allí.- susurró entre los sollozos.
Su madre lo consoló y calmó hasta que el chico pudo respirar bien, lo llevó hasta el copiloto y se montó en el coche para ir a casa. Harry sólo había sufrido ansiedad las primeras semanas; al no salir de casa, dejaba esa posibilidad fuera, pero ahora tenía otros factores; como esa calle. Sentía miedo por él, no quería que terminara con problemas más allá de la depresión. Cuando llegaron al domicilio le dio un par de pastillas algo más fuertes de lo normal, lo mandó a su cuarto con la esperanza de que no despertara hasta el día siguiente.
Así fue.
-Harry, venga, es tarde para seguir dormido. Despierta...- era una voz suave, conocida, le acariciaba con cada palabra. Abrió los ojos y vio a Gemma, al principió se asustó, cerró los ojos y cuando volvió a abrirlos, su madre lo observaba preocupada.- ¿Estás bien? Te he preparado ensalada.
-Vale, gracias. Estoy mejor.
Ambos bajaron a comer y Anne discutía consigo misma sobre sacar o no el tema. Finalmente la razón la ganó. Estaba demasiado preocupada como para pasarlo por alto.
-Harry, ¿cuánto tiempo hacía que no te daba ansiedad?
-Mucho tiempo, no tienes por qué preocuparte. Ahora dime algo, ¿qué haces aquí? Debías haber ido a trabajar esta mañana.
-Lo sé, pero he dicho que estoy enferma; no iba a dejarte solo aquí.
No respondió. Comenzó a comer y a pensar en otras cosas, esas cosas eran música, música y más música. Estaba resultando ser la salida que necesitaba, simplemente no lo había pensado. Cuando terminó, ayudó a recoger y esta vez se quedó en la planta baja. Tomó una libreta cualquiera y comenzó a escribir las primeras frases que se le venían a la cabeza. Eran todas relacionadas con las que ya había escrito Louis. Sin darse cuenta, estaba terminando la canción que el mayor había empezado. Al terminar la leyó y se sintió orgulloso; le buscó un ritmo pero fue imposible hallarle uno bueno. Tenía ganas de ver a Louis y mostrárselo.
Nada relevante sucedió en todo el día y la mañana del siguiente hasta que tuvo que ducharse para ir al conservatorio. Llevó a su madre muy temprano y vagueó hasta esa hora. Como siempre, iba veinte minutos antes; sin embargo al llegar vio en la puerta a Louis.
-Te estaba esperando, quiero mostrarte algo.- le dijo amablemente con una sonrisa.
Harry se la devolvió y lo siguió hasta el interior. Robin ya había dejado las llaves en el mostrador, por lo cual las cogieron y se fueron directos al aula. Louis abrió con rapidez, parecía nervioso por lo que quería mostrarle. Entraron y tomaron sus asientos habituales. Mientras Harry preparaba su teclado, el mayor rebuscaba entre sus papeles.
-A ver si lo encuentro, no puede creer que lo haya dejado en casa.- refunfuñó agobiado.
-Yo también quiero mostrarte algo.- se sinceró el rizado sacando de la funda lo que había escrito. Él no traía muchos papeles, sólo lo necesario.
-¡Aquí está! Mira, he escrito más de la canción.- dijo con una sonrisa cediéndole el papel a Harry.
El menor sonrió y le dio a Louis el suyo, ambos leyeron en silencio y tras diferentes papales, se encontraba una sonrisa por la misma razón.
-Es preciosa.- susurró Louis sin dejar de mirar el papel.
-Me gusta más la tuya, Louis. Es increíble.
Ambos se miraron y se perdieron en el otro unos instantes mientras en sus mentes pensaban en la letra que acababan de leer. A Harry le gustaba más la de Louis y a Louis la de Harry, sonrieron al darse cuenta casi a la misma vez.
-Podemos unirlas.- propuso el mayor.
-Te pediría por favor que no destrozaras la canción dejando a un lado lo que has escrito. Quizá podamos utilizar la mía para otra canción, ¿no crees?
-A cambio me tienes que ayudar a darle ritmo, ¿de acuerdo? La semana que viene podríamos quedar, el Martes mismo. ¿Haces algo?
-No, creo que puedo.
La clase se abrió y los alumnos entraron haciendo un gran estruendo. Harry guardó los papeles y sacó las partituras que utilizarían en esa clase. Cada segundo que pasaba se sentía más animado a seguir.
-Ya sabes cómo llegar a mi casa.- dijo Louis guiñándole un ojo y Harry rió. Intentar llegar a su casa sería una difícil misión.
Pasaron toda la hora pasándose folios en sucio con nuevas letras, ambos estaban ilusionados con componer, se habían dado cuenta que tenían carisma para ello y no pararían justo ahora. Louis comenzó a hacer rimas estúpidas y cuando Harry las leía comenzaba a reírse demasiado fuerte; Ángel le llamó la atención varias veces debido a que ni si quiera estaba practicando su canción. Cuando la clase terminó comenzaron a recoger sus cosas con tranquilidad, el profesor los observaba pensativo, Louis estaba muy despistado estos días, sin embargo sabía que estaba ayudando a Harry. No tenía claro qué hacer con ellos; habían pasado toda la hora riendo y conversando a través de papeles; no quería que abandoran el curso debido a que se hicieran amigos.
-¿Te llevo a casa?- preguntó Harry nervioso mientras bajaban las escaleras.
-No te preocupes, mi madre me recoge. Gracias.- se sonrieron y el mayor salió del edificio.
Harry realmente esperaba poder llevar a Louis a casa, sintió decepción ante ello, pero estaba feliz, había reído demasiado hoy, había sentido nervios en su estómago, ilusión, se volvió a sentir algo vivo, no tenía explicación; se acerco al mostrador y le entregó las llaves a Robin; por primera vez desde que estaba ahí, le sonrió. El hombre se sintió bien con ello y mostró la felicidad con sus gestos amables. Salió de ahí bastante contento, más que cualquier día pasado en el conservatorio. Por muy estúpido que pareciera, tenía ganas de que llegara el Lunes. Al fin y al cabo no haría nada que valiera la pena. Nada era relevante; excepto venir aquí.
El Domingo llegó antes de lo que pensaba, aún así, el tiempo pasó demasiado lento. Su madre bajaba las escaleras con un vestido azul largo que nunca le había visto puesto. Sonrió y apagó la tele para prestarle total atención.
-Estás muy guapa. ¿Está ya?
-Sí, está fuera, pero le he dicho que me espere ahí, no quería molestarte.- admitió cohibida.
-Mamá, es tu vida. Si quieres salir con ese hombre me parece muy bien.- respondió con una sonrisa y se levantó para abrazar a su madre.- Si no estás lista dile que pase, hace frío fuera.
-De acuerdo, pero vístete, Harry.- dijo señalando los boxer negros que llevaba.
Tenía el cuerpo bastante tatuado, por lo cual parecía más vestido de lo que realmente estaba. Alcanzó una camiseta blanca entre las mantas del sofá y se la puso. Apagó la calefacción y se encaminó a abrir la puerta de casa. Vio a Robin fuera y le hizo un gesto para que pasara. El hombre entró con rapidez, hacía bastante frío y al entrar en la casa se sentía la calidez de la calefacción que llevaba puesta toda la tarde.
-Ha ido a terminar de prepararse, viene en seguida.- dijo con un sonrisa.
-Bien. ¿Puedo preguntarte algo?- cuestionó Robin algo nervioso. Harry asintió y se apoyó en las escaleras a escuchar lo que ese hombre tenía que decir.- ¿Por qué ese cambio de actitud? Llegaste al conservatorio cabreado con el mundo y el Viernes te vi sonreír por primera vez.
-Sigo cabreado con el mundo.- dijo en un tono serio pero finalmente luego sonrió.- Nada especial.
En ese instante Anne llegó y Robin se perdió completamente en la mujer. Iba preciosa y se permitió mirarla sin ningún tapujo. Harry rodó los ojos y le dio un beso a su madre para luego subir las escaleras. Probablemente se durmiera antes de que llegara, por lo cual, no intentaría esperarla despierto. Escuchó la puerta cerrarse y se metió en la cama a dormir mientras repasaba en su mente la letra que Louis había escrito; no se la sacaba de la cabeza.
My hands, your hands...
-Venga, cuéntame, ¿hubo beso?
-¡Harry! Estoy en el trabajo, podemos hablar cuando llegue a casa, ¿no crees?
-Es que se me ha olvidado preguntarte esta mañana, estaba demasiado cansado. Venga ya, di sólo sí o no.- insistió el chico terminando de preparar las cosas para irse.
-No, Harry. ¿Contento?
-¡Claro que no! ¿Por qué no hubo beso?- preguntó disgustado. Veía a su madre muy ilusionada con el tema.
-Luego hablamos. Suerte hoy. Te quiero.
Colgó y acto seguido salió de casa para ir un día más al conservatorio. Al llegar vio a Robin abrir, era más temprano que nunca, al menos era su oportunidad para sacar algo de información sobre lo ocurrido ayer entre él y su madre.
-Buenas tardes, Robin.
-Hola, Harry, muy pronto, Louis todavía no ha llegado, ¿quieres subir ya?- lo miró indeciso al ver que en sólo unos días se había dado cuenta de que Louis era su único amigo aquí.
-Hmm, sí. Pero dime, ¿qué tal ayer?
-Bien.- dijo dándole las llaves con una sonrisa.
Harry sonrió, entendió que ninguno de los dos soltaría prenda por ahora. Lo pasó por alto y se dirigió a la clase 103. Se acomodó en su sitio y preparó su teclado. Practicó durante un rato hasta que Louis llegó.
-Te he estado esperando en la puerta, menos mal que Robin me ha dicho que estabas ya aquí.- comentó sentándose a su vera y preparando sus cosas.- He tenido una idea, creo que la canción puede quedar genial con más instrumentos. ¿Qué tal si tu hermana nos acompaña con la guitarra?
La pregunta se estrelló contra Harry y lo desgarró, el corazón se le aceleró pero sintió el mundo paralizarse a su alrededor. Tragó saliva y cerró los ojos, no estaba preparado para repetir esas palabras en voz alta.
-No, ella no puede.
Louis sintió la incomodidad de Harry y quiso zanjar el tema ahí. Se arrepentía de haber propuesto aquello, de todas formas era algo que estaban haciendo juntos.
-Bien. Oye, mañana puedes venir a casa cuando quieras, no habrá nadie en todo el día. ¿Quieres comer allí?- propuso nuevo plan para que Harry olvidara lo ocurrido hacía unos segundos.
El rizado lo meditó, no tenía nada que perder, así saldría un poco de su vida diaria, estaría bien alternar un poco; aunque sin darse cuenta, Louis se estaba convirtiendo en su rutina de una manera u otra.
-Claro.
-Genial, así tendré una excusa para pedir pizza.- dijo y le regaló un sonrisa.
Hablaron de cosas triviales hasta que comenzó la clase, de lo rápido que había avanzado, de las ganas que tenía de seguir aprendiendo y de lo muy emocionado que estaban con lo de las composiciones. Esta vez atendieron y el profesor se alegró de ello. No es que quisieran hacerlo, es que ambos pensaban por separado en el día de mañana. Sin saber por qué, estaban nerviosos. Se llevaban bien, tenían cosas en común y sin explicación razonable, la compañía del otro les hacía sentir en paz.
Cuando la clase terminó Harry se ofreció de nuevo a llevar a Louis a casa y esta vez aceptó, entraron en el coche y una vez más Louis se incomodó. Miró a Harry y al recibir una sonrisa de su parte se tranquilizó. Era buena persona, simplemente un poco solitario. No era sociable y eso lo había comprobado; sólo hablaba con él e intercambiaba varias palabras con algunas compañeras de clase para cosas necesarias.
Como el otro día, Louis encendió la radio y accedió al disco. Esta vez sonaba Coldplay, lo reconoció al instante y se dispuso a buscar su canción favorita. Cuando la encontró comenzó a cantar a todo volumen y Harry carcajeó sin poder evitarlo. Escucharlo cantar le hacía sentir bien, relajado y tranquilo; se concentraba en su voz lo suficiente como para olvidar el mundo. En uno de los versos gritó tanto que se le rompió la voz y Harry comenzó a reír escandalosamente.
-¿De qué te ríes? Your skin, oh yeah your skin and bones. Turn into something beautiful...- dijo esta vez cantándole a Harry quién cada vez reía más.
Lo escuchó cantar todo el camino bastante tranquilo hasta que se dio cuenta de que la siguiente calle que debía tomar estaba cortada. Sabía perfectamente que tendría que pasar por allí y eso hizo que la presión volviera a su pecho. Louis dejó de cantar al instante y miró su expresión. La música sonaba mientras Harry pasaba por aquella calle, esta vez en el carril opuesto al accidente. Louis miraba por la ventana pensativo y el rizado suspiraba una y otra vez intentado calmarse. El mayor sabía que algo pasaba por la mente de Harry, sin embargo no era el momento de preguntar.
Comenzó a guiar una vez más a su compañero y en el mismo instante que el vehículo paró, salió de él con un gesto de dolor. Miró a Harry desde fuera y esperó hasta que el chico miró sus ojos.
-Me encuentro algo mal, voy a entrar ya. ¿Cómo estás tú?- preguntó refiriéndose al malestar que había sentido hacía unos minutos.
-Bien; mañana estaré aquí a las once, ¿te parece?
-Eso es genial. Hasta mañana, Harry.
Escuchar su nombre en esa voz le hacía sentir en la mayor paz jamás encontrada. Se sentía extraño estando con Louis, hablando con él, mirándole, escuchándole. Toda sensación era rara para él; no sabía exactamente cómo tomarse aquello. No se entendía a sí mismo. Suspiró cuando vio a su compañero entrar en casa y arrancó el coche. Apagó la radio y se dirigió a recoger a su madre imaginando que Louis todavía estaba a su lado cantando.
-Claro que no importa, Harry. Siempre y cuando vengas a recogerme a las cinco y media.- dijo su madre mientras terminaba de preparar la cena.- Bueno, ¿cómo se llama?
-Louis, es el que me ha dado la base para aprender. Es su sexto año.- explicó sentándose en la silla esperando la comida.
-Eso es genial, ¿va a enseñarte mañana?
-Sí. Oye, ¿vas a decirme algo de la cena de ayer?
-Prefiero hablar de Louis.- comentó su madre casual.
-¿Por qué?- preguntó Harry totalmente serio.
Anne lo miró extrañada, había sido un simple comentario puesto que estaban hablando de aquel chico; sin embargo Harry lo había tomado en cualquier otro sentido que no entendía y podía notarlo en su tono y expresión.
-No sé; da igual. Vamos a cenar.
Harry se fue a dormir en cuanto ayudó a su madre a recoger, sólo quería que llegara el día siguiente, por primera vez, quería salir de casa. Anne lo llamó incluso antes de que su alarma sonara, hoy tenía demasiado trabajo por hacer; el chico no se opuso y la llevó bastante despejado. Al llegar a casa preparó el desayuno y tras esto se duchó y arregló. Estuvo al menos veinte minutos escogiendo la ropa, se sentía ridículo pero no quería presentarse con cualquier trapo viejo. Cuando estuvo listo, miró el reloj y a penas eran las diez. Sacó un folio y empezó a escribir.
Lo único que veían sus ojos, o mejor dicho, imaginaban, eran un reflejo azul cielo brillante, una voz rota que cantara aquellas palabras y una sonrisa llena de vida. No se dio cuenta hasta que al cabo de un largo rato se puso a leer el estribillo que había escrito. Sacudió la cabeza y alejó a Louis de sus pensamientos. ¿Qué le estaba ocurriendo?
Salió de casa y al montarse al coche puso la música tan alto como pudo para que eso le impidiera seguir dándole vueltas a las cosas en su mente. Ni si quiera estaba seguro de qué eran esas cosas.
Estaba algo despistado cuando se dio cuenta que la calle estaba cortada nuevamente. No podía volver por ahí, no otra vez. Estaba solo, Louis no estaba a su lado transmitiéndole aquella tranquilidad y haciéndole saber que nada de lo que viera era real sólo con su presencia. No ahora. Giró la calle y tras varios intentos se dio cuenta de que aquella calle, era la única salida. Lo hizo rápido, cerró los ojos en varias ocasiones pero el miedo a no ver le hacía abrirlos totalmente asustado. Su corazón estaba latiendo a demasiada velocidad, el sudor se enfriaba en su nuca, las manos le temblaban haciendo difícil la conducción, y la vista se nublaba por las lágrimas. No podía respirar.
La noche había llegado, hacía bastante frío y Harry no salía de la tienda. Empezó a suspirar y a entretenerse con el vaho hasta que su hermano salió de la tienda con una sonrisa.
-¿Qué pasa?- preguntó divertida.
-¿Me dejas cinco libras? Por favor, si no, no me arreglan el móvil.- suplicó el chico haciendo un puchero que ella no puedo ignorar. Sonrió y rebuscó en el bolso hasta dar con su cartera. Mientras lo hacía, Harry alcanzó el gorro que Gemma llevaba puesto y se lo colocó.
-Oh, venga ya. Es de chica.- comentó dándole el billete.
-Pero me queda bien, ¿cierto?- bromeó y entró en la tienda.
-Harry, voy a la panadería a hacer los recados de mamá, está en frente.- alzó la voz para que la escuchara y se dispuso a caminar cuando un grito por parte de su hermano la detuvo.
-¡Espera, ya voy!
-En serio, Harry; te espero allí.
Siguió caminando hasta que llegó al fin de la acera, el semáforo esta verde para los coches y esperó unos segundos hasta que el rojo les avisó de que los peatones podrían cruzar. No lo hizó demasiado rápido, quizá algo más de prisa o algo más de lentitud hubiera salvado su vida; pero las cosas no siempre son blancas o negras. Aquel coche iba demasiado rápido, tanto que ni si quiera el intento por frenar hizo que no atropellara a la chica. Harry llegaba a la carretera cuando el coche se estrelló contra el cuerpo de su hermana, lo tuvo ante sus ojos, la vio caer en el asfalto, sintió el mundo detenerse.
-¡Gemma!- gritó tanto como pudo y echó a correr hasta llegar al lugar del accidente.
Estaba tan pendiente de su hermana que no se dio cuenta de que el conductor se fue sin ni si quiera tener el valor de llamar a una ambulancia. La gente se acercaba y Harry se mantenía de rodillas en el suelo sin tocarla. Le daba miedo. Aún así lo hizo; con cuidado la jaló entre sus brazos y colocó la cabeza de su hermana en su pecho. Abrió los ojos y se encontraron durante unos instantes.
-Gemma, va a estar todo bien, te lo prometo.
Frenó en secó y trató de respirar. Había salido de la calle y aún así se encontraba en estado de ansiedad. No lograba calmarse, necesitaba salir del coche pero estaba en medio de la nada. Arrancó de nuevo con todo el coraje que encontró y se dirigió a casa de Louis. Tardó mucho más puesto que no recordaba las calles y tampoco estaba pendiente. Las lágrimas caían incontrolablemente y eso lo ponía peor.
Aparcó frente a la casa del chico y se bajó con rapidez, tocó la puerta varias veces y nadie abría. Se estaba ahogando, necesitaba gritar, llorar, no lo sabía. En eso consistía la ansiedad. En cierta manera le preocupaba, no sólo era la depresión de la cual salía cada día más; si no los estados tan altos en los que sufría el dolor.
La puerta se abrió y los ojos de Louis lo observaron con preocupación. Se miraron durante unos segundos sin saber muy bien qué hacer. Harry sollozaba y temblaba, respiraba demasiado agitado y mil cosas pasaron por la mente del mayor.
-Harry, ¿estás bien?- lo cogió de las manos arrastrándolo hasta el interior.
Sentía el temblor contra su piel y eso lo hacía sentirse demasiado nervioso. Le preocupaba ver al rizado así, no sabía cómo tratarlo.
-¿Has tenido un accidente? ¿Qué te ocurre? Harry, dime algo por favor.- rogó sentándolo en el sofá. Él se sentó a su lado y no soltó sus manos ni un instante. Quiso tranquilizarlo aunque fuera de la manera más estúpida que encontró.-Estoy aquí.
Harry miró los ojos de Louis y sin motivo se cristalizaron más. Suele ocurrir, el apoyo nos hace sentir vulnerables, y él estaba completamente destrozado.
-¿Has tenido un accidente?- volvió a preguntar y Harry negó con la cabeza. No podía hablar, el nudo en su garganta se lo impedía.- ¿Te ha ocurrido algo?- volvió a negar. A Louis se le acababan las ideas.- ¿Un recuerdo?
Esta vez su compañero asintió haciendo un puchero y como acto reflejo el mayor lo abrazó recargando la cabeza del chico en su cuello. Sintió las lágrimas en su piel y a Harry temblar entre sus brazos. Estaba sufriendo un ataque de ansiedad y no sabía cómo reaccionar. Se mantuvo así al menos cinco minutos hasta que comprobó que las respiraciones de Harry era rítmicas y normales.
Había sentido su corazón pararse, nunca había visto a Harry de esa manera, tan roto, sin vida. En cierto modo, se conocían de hacía relativamente poco. Al principio lo tomó como una persona poco sociable cabreada con el mundo, pero era algo normal en un adolescente; sin embargo día a día fue viendo cómo Harry sonreía, cómo ese simple acto parecía la mayor divinidad de todas. Pasó de verlo parcialmente feliz a tenerlo sollozando entre sus brazos. Se sentía el encargado de hacer que el dolor desapareciese, sólo esperaba que Harry dejara que así fuera.
Se separaron y se observaron bastante rato, Louis llevó su mano hasta las mejillas del menor y limpió cualquier rastro de lágrimas; ahora se sentía tranquilo, analizó su boca, un nudo se formó en su estómago y volvió a sus ojos. Por otro lado Harry estaba sorprendido de todo aquello, no había necesitado las pastillas para calmarse y era bastante extraño. Sin darse cuenta sonrieron levemente a la vez.
-¿Estás mejor? Me he llevado un buen susto.- se sinceró Louis y suspiró después de tanta tensión.
Desde que se conocieron hasta ese instante, ambos se sentían realmente bien con el otro, no buscaron explicaciones puesto que era innecesario saber una respuesta, lo cierto es que tampoco existía una pregunta. Encontraron la paz en el otro después del tormento personal sufrido que los dos desconocían. Sin embargo, en ese instante en el que se miraron, sabían que todo había cambiado para siempre.
No es algo que se estudie, se medite o se intente saber. Tampoco se espera, ni se precipita, ni mucho menos se consigue alejar. Sólo llega y debes afrontarlo. Ellos estaban por afrontarse al uno al otro.
-Lo siento, tenía que haber esperado a que se me pasara para venir.- dijo y en su interior sabía que eso era imposible; solo no se un hubiera relajado nunca; pero aunque sintiera confianza con Louis, quizá él no la sintiera con él.
-Hey, está todo bien. Me alegra que vinieras, ¿quieres hablar de ello?- Harry negó con la cabeza y Louis se levantó dispuesto a cambiar de tema y olvidar lo ocurrido.- Bien entonces, ¿qué quieres hacer?
El rizado lo observó con una casi imperceptible sonrisa desde el sofá. No iba a encontrar a una persona como ese chico en su vida; cualquier otro hubiera insistido en saber lo que le ocurría, Louis simplemente quería evadirlo. Llevaba un pijama de pantalones amarillos y nubes blancas; la camiseta era al revés, totalmente blanca con una nube amarilla justo en medio. Era divertido y le quedaba muy estrecho, hacía que la tela se ciñese y sus músculos se marcaran notablemente.
-¿Admirando?- preguntó al darse cuenta que Harry no contestaba.
-¿Es tu palabra favorita?- dijo el rizado saliendo de sus pensamientos con una sonrisa.
-Todo en mí se admira.- guiñó un ojo y se sentó en el suelo sacando una caja llena de videojuegos. Harry carcajeó y se unió a él, había pasado de llorar a reír. Al mismo chico le parecía increíble, el miedo que tenía de que la ansiedad llegara a un estado crítico desapareció.- ¿Fifa?
-No me gusta.
-¿En serio?- Louis se extrañó y comenzó a reír.
Siguió sacando juegos y se los pasaba a Harry, éste los miraba y hacía tres montañitas, los que no le gustaban, los que no le gustaban en absoluto y a los que no jugaría ni obligado. Llegó a sus manos un juego de portada morada, muñequitos de colores protagonizaban la carátula y le resultaba divertido.
-Este.
Louis miró el juego que Harry tenía entre sus manos y buscó sus ojos para luego comenzar a reírse. La sonrisa del rizado fue desapareciendo hasta que se mantuvo con el ceño completamente fruncido.
-¿Estás de coña? Ese juego es de mis hermanas, es muy básico, sólo tienes que matar monstruitos.
-¿Y el Fifa no es básico? Sólo tienes que meter goles.- contraatacó.
-Eh, el Fifa tiene un grado de táctica que este juego no alcanza ni en cien veces.
-Si me ganas a los monstruitos jugamos al Fifa.- propuso el rizado con una sonrisa.
Louis lo meditó y terminó sonriendo al mirar a Harry, tenía las facciones de la cara muy marcadas, sus ojos verdes brillaban excesivamente debido a las lágrimas que había dejado caer, sus pómulos se teñían de rosado y no sabía si era por lo ocurrido o porque se sentía avergonzado. Su pelo era un desastre, los rizos no tenían ningún sentido. Era precioso y en aquel instante lo era mucho más.
-Venga, ponlo.- sugirió Harry y su voz hizo que se alejara de sus pensamientos.
Se puso nervioso ante lo que acababa de pensar, las manos le temblaban un poco mientras preparaba el juego. Conectó los dos mandos y le dio una Harry. Escogieron personajes al empezar, Louis escogió un súper héroe parecido a Superman y Harry sin embargo se decantó por un caracol con gafas.
-¿Vas a intentar ganarme así?- bromeó Louis dándole un leve golpe en el brazo. El contacto con su piel le provocó electricidad.
-Ya verás, no te rías tanto.
Comenzaron la partida y cada uno se concentró en su lado de pantalla, era fácil, pulsabas un par de botones y la comida volaba por los aires matando a los monstruitos de colores que se movían sin parar. Dependiendo el color se ganaban más puntos o menos y al cabo de cinco minutos el tiempo terminó. Louis había matado ciento treinta y Harry ciento seis.
-¿Qué decías?- preguntó retóricamente Louis dándose por vencedor.
El recuento comenzó y los monstruitos iban explotando por colores, se sumaban los puntos y cuando todos habían sido contados, el vencedor apareció en medio de la pantalla con luces de colores y una melodía divertida. Louis abrió la boca para decir algo y luego miró a Harry. El rizado lucía contento con una sonrisa de oreja a oreja, no dijeron nada en al menos un minuto hasta que el ganador golpeó suavemente su cara.
-¿Admirando?- dijo con una sonrisa al ver que no quitaba la mirada de él.
-Ha sido pura suerte, técnicamente te he ganado, he matado más que tú.- dijo levantándose enrabietado.- Si fueran goles, no habría discusión alguna.
-Pero no son goles. Tus argumentos son inválidos.
Louis lo miró con vacilación y luego sonrió, alcanzó el teléfono al fondo de la sala y se sentó en el sofá a observar cómo Harry guardaba en la caja todos los juegos mientras él llamaba por teléfono. Cada movimiento que éste hacía le parecía preciso y único. Por alguna razón lo miraba de una manera extraña, diferente.
-Hola, llamo para pedir una pizza familiar, hmmm, espere un momento.- tapó el micrófono y le hizo un gesto al rizado para que lo mirara.- ¿Con qué la quieres?
-Me da igual, ¿a ti qué te gusta?
-Todas. ¿Cuatro quesos?- propuso sin dejar de sonreír. Harry asintió y el mayor terminó de hacer el pedido.- La traen un rato, voy a preparar la mesa.
Cuando todo estaba listo se sentaron en el sofá a esperar la comida, jugaron a un absurdo juego de sumar con los dedos y Louis sentía la necesidad de pedir la revancha siempre que perdía por la simple necesidad de tocar al menor. No se preguntaba por qué, simplemente lo hacía. Harry por otro lado se sentía tan bien, tan libre, que lo último que quería hacer era irse de esa casa. El timbre dio por finalizado el juego y Louis fue a recoger la pizza.
El olor inundó la sala y Harry sonrío al instante, le encantaba la pizza. Comenzaron a comer, la habían dividido en dos partes para que hubiera igualdad, sin embargo el rizado no llevaba tres trozos cuando dejó de sentir hambre. Los nervios le cerraron el estómago. La pregunta era, ¿nervios a qué?
-¿Has escrito algo más?- preguntó Louis tragando la comida.
-Sí, incluso le he sacado ritmo, ¿te importaría cantarla luego?
-Estoy en piano, no en clases de canto; no sería yo quien cantara en el concierto.- dijo dejando un tono sarcástico en la frase.
-Pero a mí me gusta cómo cantas.- se sinceró Harry y al instante se ruborizó.
Louis observó como su compañero hacía rato había dejado de comer y decidió recoger la mesa. Harry lo seguía a todas partes como si fuera su sombra hasta que el mayor se quedó parado frente a la puerta del baño.
-¿También vas a entrar conmigo?- preguntó pícaro con una sonrisa torcida.
-¿Qué? No, te espero en el salón.- se puso tan nervioso que rogó por no trabarse al decir unas cuantas palabras. Louis lo miró extrañado ante su reacción, pensó que probablemente le seguiría la broma, sin embargo no fue así.
Un par de minutos después Louis llegó y sacó el teclado de detrás del sofá, lo preparó todo y Harry ordenó los papeles en sucio de las composiciones; primeramente empezarían por darle una melodía a la canción que había escrito Louis. Estuvieron al menos veinte minutos haciendo sonidos extraños, rieron y finalmente se pusieron manos a la obra.
-Mira la letra y piensa en una melodía.- ordenó Louis dándole los folios.
-Parece fácil, ¿no?- bromeó el rizado y leyó la letra que evidentemente ya se sabía.
-Simplemente hazlo.
Harry miró la letra y comenzó a decir en voz alta las primeras líneas, Louis no lo miraba, el empezaba a escribir notas en un pentagrama y a tocar algunas teclas sin decir absolutamente nada. Así estuvieron varios minutos hasta que el rizado se dio cuenta de que lo único que lograba conseguir era repetir una y otra vez el ritmo estúpido que había encontrado.
-Desisto.- dijo Harry soltando los papeles encima del teclado.
-Desistes justo cuando he terminado. Te hubiera pedido que tararearas más alto pero mira, he sacado algo.- se dispuso a apartar todo del teclado y tocó con una rapidez que sorprendió bastante a Harry.
Al principio era un simple enlace de notas precioso, en tonos altos, entonces de repente empezó a escuchar una melodía que le resultaba familiar; la que llevaba varios minutos cantando. Paró y volvió a empezar.
-Canta aunque sea bajito, ¿sí?- pidió Louis.
Harry asintió y justo cuando empezó la melodía cantó las dos primeras frases; encajaban a la perfección. Sonrió maravillado miró a Louis totalmente sorprendido.
-Es increíble, ¿cómo has hecho eso?
El mayor le devolvió la sonrisa y se quedaron en silenció durante un largo rato, se miraban detenidamente y sólo se preocupaban por respirar. Era lo único importante en aquel momento por el hecho de seguir con vida.
Harry intentó tocar lo que Louis había compuesto y para su sorpresa, el sonido era muy parecido aunque mucho más lento. Lo importante era que sabía leer las notas y se sentía muy bien con eso. Cada vez avanzaban más, no tenía muy claro cómo cantar el resto de partes hasta que llegó al estribillo. Al terminar, se dio cuenta que su compañero seguía tocando.
-Falta una frase ahí.- dijo Harry y miró el papel. Se quedó pensativo durante unos segundos bajo la mirada de Louis, le gustaba observarlo y analizar cada movimiento, cada cambio de gesto.- That you make me strong. Eso es, lo tenía delante y no me daba cuenta. Es lo que repetimos en cada estrofa, aquí también.
-Entonces la canción ya tiene nombre.- sentenció Louis con una sonrisa.
Ambos se sentían muy orgullosos de lo que estaban haciendo, estaba trabajando en algo, creando melodías, creando algo mucho más fuerte que eso. Sin embargo, la venda que les cubría los ojos no les permitía ver todavía.
-Louis...
Harry esperó pero su compañero ni si quiera levantó la mirada. Le dio un golpecito para que le hiciera casa y siguió ignorándolo.
-Louis.- entonces lo miró. Simplemente quería volver a escuchar su nombre otra vez.
-Dime.
-¿Cómo eres capaz de hacer esto? Quiero decir, te sale solo, no lo piensas, la música sale de ti por cada poro de tu piel; es fascinante. ¿Cómo lo haces?- preguntó realmente interesado por saberlo, admiraba a Louis por ello.
El mayor lo observó, no supo qué contestar, la música siempre había sido parte de su vida desde que era muy pequeño, llevaba años en el conservatorio por simple placer, sentía la música, era simplemente eso; sin embargo, últimamente se lo cuestionaba. Sentía demasiadas cosas que no sabía interpretar, ese, sin duda era su fallo.
-La siento. Esa es la clave.- Se acercó a Harry y posicionó el teclado justo en medio, empujó al chico hacia atrás y se sentó entre sus piernas, al ser más bajito el menor no tuvo problemas para ver. Se sentía extraño pero no incómodo ante lo que Louis estaba haciendo.- Dame tus manos.
Harry estiró los brazos alrededor de Louis y éste las puso debajo, las grandes manos del rizado ocultaban las suyas, pero no importaba.
-Aprieta tus dedos sobre los míos y no los muevas.- Harry hizo lo que le ordenó y Louis comenzó a guiarse hasta el teclado.
Harry se acercó un poco más y la espalda de Louis quedó completamente pegada a su pecho. Entonces los dedos del mayor comenzaron a moverse sobre las teclas, el sonido invadía sus oídos y cerró los ojos. Apretó sus manos sobre las de Louis y os movimientos del chico parecía los suyos propios. Al principio no reconoció la canción, luego le pareció increíble cómo él era capaz de tocar aquella melodía tan complicada. La cuestión era que no estaba tocando él.
-Siéntelo, Harry. Siente la música.
Louis le estaba pidiendo que sintiera lo que estaba escuchando, casi lo hacía, todo su cuerpo vibraba, era increíble aquella sensación, su corazón latía más rápido de lo normal, su estómago se sentía incómodo y el grito ahogado en su garganta no lo dejaba en paz. Se parecía de una extraña manera a la ansiedad, sin embargo lo que estaba sintiendo era algo bueno, algo increíble.
Le encantaba esa canción, la letra era preciosa, la imaginaba en su mente mientras Louis tocaba la preciosa melodía. En un momento presionó las notas bajas y se sobresaltó. No lo estaba viendo, pero sabía que su compañero estaba sonriendo sin dejar de tocar.
-One step closer...- susurró tan bajo que Louis no pudo oírlo.
Cuando terminó de tocar sintió la cabeza de Harry apoyada en su hombro, respiraba calmadamente y no parecía haberse dado cuenta de que la canción había finalizado. El mayor movió sus manos y fue cuando reaccionó. Atrajo las manos a su pecho y se separó. Louis salió de ahí y se sentó a su lado.
-¿Lo has sentido, Harry?- preguntó emocionado.
-Sí.- sentenció y lo miró directamente a los ojos. Lucían cristalinos, como si se hubiera emocionado, quizá esa canción le trajo algún recuerdo, sintió tal curiosidad que decidió preguntar.- ¿Es una canción especial?
-Todas los son, sin embargo, unas hacen sentir más que otras. Supongo que depende de la situación en la que te encuentres...- susurró la última frase y miró con vergüenza a Harry quien se puso nervioso y se sintió intimidado.
Sonrió y miró el reloj de su muñeca, eran las cinco menos diez y debía ir a por su madre. Se levantó y buscó su chaqueta, miró el teclado y el lío de papeles pero Louis automáticamente negó con la cabeza.
-Yo lo recojo, nos vemos mañana.
Lo acompañó a la puerta y abrió para que éste sólo tuviera que salir. Harry quiso decir algo, Louis también, pero callaron. A veces no hacen falta palabras para decir lo que nuestra alma quiere gritar. Es como la música. Simplemente se siente. Tras varios segundos Louis sonrió.
-Gracias por todo, Harry.- dijo y el menor asintió con una sonrisa.
Se fue, se fue de aquella casa donde había pasado las últimas mejores horas en mucho tiempo. Al entrar en el coche se dio cuenta de algo; durante toda la canción que Louis tocó, él quiso sentir la música, creyó haberla sentido, sin embargo, lo único que sintió fue a él. Sintió a Louis. Y ahora lo sabía.
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