Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

VIII. Enamorado

He decidido darle un fin a este ciclo que acabará por asesinarme como a un párvulo. He perdido la cuenta de cuántas noches te dediqué en la sazón de mis caprichos, sin embargo me atrevo a afirmar que esta será la última. Si no vuelves a leerme desde el infierno, es porque te he superado. O porque me he unido a ti.

Y como quien quiere declararse antes de que acaben las vacaciones de verano, pregonaré mis emociones a voz viva antes de que se cumpla mi condena. Porque esta carta es el punto sin retorno, y así sea solo para acallar a mis fantasmas y remordimientos, haré lo que no hice cuando tuve la oportunidad. Cuando sucumba mañana, en medio de la agonía de mi alma, alguien las encontrará y se envolverá en el amor de mis palabras que siempre debieron ser para ti, pero al menos serán leídas por alguien más que mi espíritu arrepentido.

Y si, por milagro, sigo viviendo, las guardaré con recelo hasta el mismísimo día en que pueda llevarlas en contra de mi voluntad, por más cercano que esté. Para ese entonces, al menos tendría el tiempo suficiente para apocar mis miedos que me quitaron todo, y juntaré ese coraje del que carecí en vida, para encontrarte en el averno y arrojártelas a la cara.

Nunca creí que fuese a llegar a este escalón de la infamia como para tener que sincerarme ante mí y ante tu apestoso recuerdo, tan temible como atesorado, mas luego de tanto pensarte y revolotear en mi pasado, estas emociones, que tal vez fueron lo único puro de mi ser, nadan hasta en mis lágrimas para conseguir salir de mí y hacerse lugar sobre estos pesarosos papeles.

Es correcto catalogarte como un amor no correspondido, pero no como uno a primera vista, ni a primer roce ni a primer sonrisa. Eras despreciable y te aborrecía; lo más penoso de este párrafo es que seguiste siendo despreciable, pero mis sentimientos mutaron. El amor es, como dicen, ciego, sordo y patético, irracional. Y este es, en mi opinión y experiencia, lo más acertado a eso. Eras una persona recriminable y frívola y, a pesar de que lo que me enseñabas cambió muy poco, mis sentimientos por ti cambiaron rotundamente. Irracional, enamorado.

Porque fui víctima de un amor imprudente y soy condenado por un amor inmarcesible.

Un amor imprudente y no correspondido me consume en esta trágica obra en la que se ha convertido mi vida, y ahora no hago más que desplegarme a paso incierto sobre un escenario desesperanzado. Un escenario cuyas luces están apagadas y cuyo telón jamás volverá a abrirse ante mí.

Un amor indiscreto y puro del cual, enfrentándome al juicio final de mi parca vida en el cual no debo de sostener falacias y para el cual ya he perdido el raciocinio y moral que preciso, no me arrepiento. Guardo remordimientos por haber sufrido de una manera tan penosa, mas no por amarte, Dazai, y lamento haberme percatado tarde.

Sé ahora que no me arrepiento de haberme enamorado de la oscuridad de tu espíritu, ni tampoco lo hago por haberme vuelto a enamorar de ti en cuanto te vi regocijándote en medio de la luz, desde mis sombras.

El cúmulo de sensaciones que desataste en mí con tu presencia y tu mismísimo ser, es algo que agradezco y de lo que jamás podría arrepentirme. Ni siquiera en esta oscura y solemne noche, en la que me caigo a pedazos y en la que mi vitalidad está representada por los últimos granitos de arena de este reloj que se precipita por concluir.

Te quise, Dazai, incluso en este momento, en este mundo, donde ya no estás, aún lo hago. Es como si mi universo se hubiese tornado en uno en el que no existe Osamu Dazai, y a pesar de eso te quiero y te busco con necedad. Y aunque algún día pierda mis recuerdos sobre ti, aún te querré; te anhelaré como quien busca algo sin saber qué es lo que quiere.

Te quiero, Dazai. Te quiero, te quiero, te quiero, te quiero. ¡Te quiero!

Aprieto mi pluma con violencia por la impotencia que me inunda de punta a punta. Decirlo ahora suena tan fácil y escribirlo aún más. ¿Por qué no lo hice cuando pude, como un enamorado sin pudor ni temores?

¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?

Poseo la certeza de que tú, maldito bastardo, lo sabías a la perfección, como todo. Podías deducir cada uno de mis temblores e interiores, no me cabe duda. Sé, además, como supe siempre, que me rechazarías. Y si contaba con todo ese conocimiento, ¿por qué no te lo dije?

Era preferible amarte y ser rechazado, antes que amarte y estar arrepentido. Y es por eso que te maldigo una y otra vez, a ti y a mi orgullo que ahora para nada me sirve.

Mis lágrimas brotan con toda la agresión tras haber sido reprimidas y mi pulso duda cada palabra, dotándolas de un trazo inseguro en el que me veo reflejado.

Estoy llorando tanto que agradezco vivir solo, para que nadie pueda escuchar mis quejidos y alaridos. Tengo la nariz adolorida tras tanto pasar las mangas de mi camisa sobre ella, y los ojos distorsionados por la hinchazón y el enrojecimiento. Mis ojos están opacos y han perdido su brillo, su ímpetu y su vitalidad, y mi vista es borrosa, pero aún así te veo junto a mí. Si tan solo tuviese aún la capacidad de desear algo, puesto que hasta de eso carezco ahora, desearía que no pudieses verme así. Siempre fui un hombre atractivo y orgulloso de mi belleza, y lo fui aún más al entregarte mi cuerpo y mis gemidos en cada noche que te tuve conmigo, y sin embargo, ahora me encuentro en los huesos y con gran dificultad para moverme. Recuerdo que decías cuánto te gustaban mis ojos y cuánto te gustaría nadar en ellos. ¿Te hubiese gustado ahogarte en ellos, querías decirme? ¿O era que acaso querías bañarte en mis lágrimas? Lo siento, fue una duda que nació en la primer carta que te escribí, esa fúnebre noche que destapé la caja de Pandora donde había procurado encerrarte a ti y a tus recuerdos. Ahora mismo, la tapa la he arrojado por la ventana, y no tengo fuerzas para ir a buscarla.

También te gustaba mi cuerpo, que en esta carta no es más que un templo profanado, mas eso era obvio. Nunca te atreviste a ir más allá de algo tan frágil como mi piel, cuando yo, en mi candidez, rogaba por fundirme contigo y llenarte de mí.

Y cuando acariciabas mi cabello luego de hacerme sentirte de la manera más íntima posible. Lo tocabas y jugueteabas hasta enredar tus dedos entre mis ondas. ¿No lo recuerdas?

Por favor, dime que te acuerdas de mí, de nuestra primera vez a los dieciséis. Tú habías dicho que querías dejar de ser virgen con alguien que aún lo fuese, para no parecer inexperimentado frente a alguien que no lo fuera. Me propusiste que lo hiciéramos como una forma de distracción y, de paso, para quitarnos ese peso que acarrea la palabra de la virginidad. Un peso que, para mí, no significaba nada; sin embargo, lo hice, lo hice por ti y porque creí que podría ser divertido. Luego de la primera vez, muchas le sucedieron, y mientras yo comenzaba a enamorarme de ti, tú marcabas más tus distancias.

Dime que recuerdas nuestro primer beso por una apuesta. ¿Recuerdas la primera vez que bebimos alcohol juntos, o aquella misión en el casino? ¿Recuerdas lo que te regalé cuando cumpliste dieciocho años? Dime que sí, ten misericordia. No es como si realmente considerase la idea de que tu recuerdes algo de esto, incluso dudo fervientemente que, en caso de poder elegir tus recuerdos, hayas mostrado predilección por alguno de los míos antes de partir. Sin embargo, había una tonta e insipiente esperanza aferrada a mi pecho que creía posible que tú recordases alguno de estos sucesos, o quizás otros; si me dices ahora que esa esperanza luchó en vano por vivir, acabarás por matarla, y con ello a mí. Contéstame, por favor, ¡contéstame!

Olvídalo, agradezco que, pese a sentir tu presencia, no puedas hablar. Exijo una respuesta que no deseo oír, al menos no en mis últimos momentos.

Me he quedado sin café en mi taza y tampoco hay en la alacena. No obstante, un buen vino acomodará mis ideas y me brindará su calor al herir mi garganta en un trago profundo, así que, ¿por qué no? Traeré de esos que guardaba para ocasiones especiales, como de esos que solo se bebían en la mesa de Jesús y que solo sus apóstoles degustaban. De esos que son perfectos para una última vez.

¿Sabes qué me gustaba de ti? Apuesto a que lo sabías a la perfección; cualquier cosa que sembrara una sonrisa sincera en mí era una nueva arma para ti.

Me encandilaba tu sonrisa embaucadora e irónica mas ni una vez sincera. Permanecía obcecado al observarte de perfil, me embobaba con tus rasgos más delicados y tus miradas, briosas ante la sangre que emanaban tus enemigos. Empero, estas últimas eran tu esencia; tus ojos eran mi parte favorita, puesto que eran las que develaban al verdadero Osamu; ese que, aún siendo arrogante y ruin, buscaba encerrarse detrás de esos hermosos ojos del color del café, para finalmente demostrar con solo un roce de sus ojos que era un joven con miedos.

En el ocaso de mi vida, puedo ver cuánto te he querido, adorado y amado; incluso sin ser enteramente desinteresado, mi amor no declarado fue impoluto. Fuiste para mí, en todo momento, algo etéreo, hermoso e intocable. Una obra que solo pude apreciar desde la lejanía, desde las penumbras, desde mi soledad y mi pesadumbre.

Durante cada una de las cartas he paseado por la decadencia de tus recuerdos, y nunca mencioné siquiera el hecho de extrañarte. No obstante, en esta noche tan profunda que espero que nunca vea el final, te diría a gritos que lo hago, Osamu Dazai, vociferaría sacando los pulmones de mi cuerpo.

Te extraño, te extraño, te extraño, te extraño, ¡te extraño! ¡Te extraño!

Mi departamento es tan grande que dudo que mis chillidos ininteligibles por las lágrimas lleguen a mis vecinos. Y si los escuchan, puedo descansar con la alegría de que alguien, sin sentarse a leer las proyecciones de mis lamentos sobre estos finos papeles, supo que amé y que amo con cada parte de mi ser a Osamu Dazai, y que lo extraño más que a mi dignidad, más que a mis sueños, más que a los placeres de una vida completa, más que al Chuuya Nakahara que solía ser. Y ojalá hubiese perdido mi orgullo de esta manera muchos años antes, porque de esa forma hubiese sido capaz de pedirte que no volvieras a abandonarme, ajeno al hecho de si te importaba en lo más mínimo. Habría, al menos, tenido la valentía de mirarte a los ojos y pedirte que me tomaras una vez más para aminorar el paso del tiempo que profundizaba mis recuerdos. Extrañarte fue una experiencia diaria desde que te fuiste de la Port Mafia, y ahora es hasta un ritual. ¿Podré seguir así?

Ya nadie me visita porque a nadie atiendo. Kouyou no es más que una mujer que se lamenta día y noche, y Akutagawa es ahora un hombre que ha quedado solo. Porque yo también los abandoné. No me tomo la molestia de pagar mis cuentas, mas estoy seguro que alguien lo hace por mí. Al principio comía tentempiés que Akutagawa me obsequiaba una vez a la semana; luego, pasaron a ser, en lugar de un obsequio, una ofrenda que él se limitaba a dejar junto a la puerta de mi entrada luego de golpear varias veces y que otras veces se acumulaban; aún así, sabía que yo estaba despierto. Ahora, pues... es esta la primera semana que él no se ha presentado. Asumo que adivina mi estado actual, y sabe que ya nada vale la pena para mí.

¿Existe alguna reivindicación, alguna forma de purificar el alma de un pobre hombre enamorado, cuyo único vicio fue entregarse y pretender a un hombre que nunca le amó?

¿Existe un ser superior capaz de mitigar mis dolores y drenar mis lágrimas, al cual pueda rezarle para recuperar aquello que se me ha quitado, aquello que se ha diluido entre mis dedos?

¿Existe alguna luz capaz de guiarme nuevamente hacia el este, donde pueda volver el sol nacer y llenarme de esperanzas? Me temo que eso ya no se me permite; aunque tuviese la más cegadora de las luces frente a mí, no la vería, puesto que mis ojos solo pueden verte a ti y mi camino está ligado a tus recuerdos.

Por favor, te lo imploro sobre mis rodillas ya lastimadas por la cantidad de veces que lo he hecho, líbrame, líbrame de este amor tortuoso y despiadado. Líbrame antes de que sea aún más tarde y que, en mi soledad, nadie logre parar mi estrepitosa caída.

Y cuando muera en soledad, tal y como tú, cuando mi cabeza reviente contra el suelo, quiero que estés a mi lado y hagas lo que yo no pude hacer por ti. Quiero que sostengas mi mano mientras mi mirada se nubla y se nubla. Mas antes de ello, quiero verte sonreír una vez más, por favor, por favor.

Te lo ruego a ti, Dazai, se lo ruego a la magna luna que atestigua mi sufrimiento hace meses, la única que me observa llorar y llorar desde su silencio, que se sorprende al encontrarme la noche siguiente en la misma posición y con las mismas ropas. De cualquier forma, próximamente, su sorpresa será otra.

Se lo ruego a quien pueda escucharme para que, por favor, me libere de esta alma despedazada que lo único que sabe es anhelarte, soñarte y llorarte, ¡por favor! Todavía me esperan varias horas de esta noche en la que me veo incapaz de sobrevivir, y las alucinaciones solo provocan que prorrumpa en llanto una y otra vez. Observar tu esbelta figura junto a mi endeble y moribundo cuerpo solo

Quería vivir, quería que tú vivieses. Empero, nunca creí que quería vivir para ti. Y ahora que te has ido, quiero irme contigo.

Fuiste un hombre penoso, amargo. Y aquellas palabras que usé a lo largo de estos meses para describirte, grábatelas, llévalas contigo, porque eso es lo que eres. Y a pesar de eso, te amé más de lo que debí, aún haciéndolo en este momento en el que ya no soy yo mismo. Puedo sumergir en el olvido a mi persona, mis valores, mi futuro, mis sueños, mi orgullo y mi cordura, pero nunca del amor que te he profesado toda mi vida.

Y cuando me entregue para perecer, ¿iré a tu lado? ¿Me puedes garantizar eso? Porque si es así, lo haré, lo haré, ¡lo haré!

Y si logro encontrarte en el más allá, ¿seré capaz de decirte cuanto he escrito aquí? ¿Seré capaz de decirte cuánto te he amado? ¿Me rechazarás?

Te amo, Dazai. Te amo. Te amo ¡Te amo! ¡Te amo!

Te amo aún muerto y lamentable, aún en mi fúnebre despedida, cuando mis lágrimas, que ahora te pertenecen, caen a cántaros y se escurren por las páginas y dañan mi escritura. Estoy seguro de que, cuando alguien me encuentre muerto sobre estos papeles, mis letras le parecerán fácilmente ilegibles. 

Iluso. ¡No me olvides!

Egoísta. ¡Quiéreme, al menos una vez, al menos en otra vida!

Frío. ¡Otórgame un último beso, por más que sepa a un café frío!

Arrepentido. ¡La siguiente vez, te detendré, maldito bastardo!

Desesperanzado. ¡Ojalá haya una próxima vez en la que te encuentre!

Atormentado. ¡Sostén mi cabeza y calma mi llanto que en este momento está apunto de ahogarme, por favor!

Sin embargo, más lamentable, iluso, frío y egoísta fui yo, que te escribí cosas que jamás sabrás y para las cuales ya es muy tarde. Atormentado, desesperanzado y arrepentido, porque te hice preguntas que nunca obtendrán respuestas y para las cuales no tuve el valor de hacerte cuando te regocijabas en la efervescencia de la vida.

Yo fui un hombre enamorado, tal y como tú no lo fuiste.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro