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Capítulo 28. Manzana podrida


Ocho de la mañana, salón de artes.

Me encontraba en el club, practicando las técnicas de oleo que nos había indicado el maestro del lugar mientras supervisaba cada una de las obras de los estudiantes. El hombre de copiosa barba y delgado físico se paseaba con las manos detrás de su espalda, soltando de vez en cuando halagos sobre lo que veía.

— Estupendo Lenna, es una hermosa pintura sobre El Trazo, es un punto de vista maravilloso—continuó unos pasos más y se volvió a detener detrás del único chico de la clase—. Impecable Jorge, impresionante. Cuida las mangas, este tipo de pintura es muy complicada.

Los pasos se aproximaban a mí, pero de alguna manera no me importaba. Estaba muy cansada, no había dormido la noche anterior y apenas podía tener los ojos abiertos de lo hinchados que estaban. Juraba que estaba dando lo mejor de mí, pero por lo que más quisiera, nada de lo que quería se reflejaba en la pintura. Y eso me enojaba.

— Ese es un bello... Es una bella... —El maestro se detuvo detrás de mí y yo dejé de pintar para que él observara lo que había en el cuadro.

Se quedó en silencio unos segundos y poco a poco los demás compañeros dejaron sus pinturas para ver la mía. Siendo sincera, ni siquiera yo sabía lo que había creado, pero ahí estaba.

— Ahm... ¿Te sientes bien, Kylee? —El maestro usó una voz más baja que de lo usual y yo solo pude obligarme a mostrar una sonrisa tranquila para mirarlo.

— Como una lechuga—bromeé como si nada—, ¿por qué la pregunta?

— Bueno, sabes que el artista refleja sus sentimientos en sus obras, ¿no? —Insinuó él, sabía a lo que quería llegar.

— De alguna manera esto se parece a la pintura en la que Cronos se devoraba a sus hijos—se interpuso Jorge, el único chico del salón sin despegar la mirada del retrato—, me inquieta.

— Creí que yo era la única—soltó otra de las chicas, siendo seguida por las demás voces. De mi parte, no sabía si era el sueño, el vacío en mi interior o la constantes palabras de mis compañeros y profesor, pero algo me está molestando y no sabía bien lo que era.

— Solo es un cuadro—solté cortante a pesar de mi sonrisa—, no tiene ningún significado.

Di por terminada la estúpida conversación de la pintura para seguir dándole detalles al arte que estaba concluyendo, los demás se fueron alejando en silencio. Pero sentí sus miradas sobre mí o algunos susurros que me hacían entender que de seguro seguían interpretando mi arte en oleo como algo nocivo o extraño. Era irónico, se supone que los artistas eran incomprendidos, pero los primeros en juzgarte eran tus propios compañeros de área y eso le daba más cavidad a otros para que lo pudieran hacer.

Concluida la reunión, limpié todos los instrumentos y los guardé en sus respectivos lugares, limpiando mis manos de la pintura con un tipo de aceite claro que hacía que se removiera casi al instante. Estaba terminando hasta que escuche el quejido de Jorge a mi lado al seguir intentando quitar la pintura de su camisa rosa.

— ¡Agh! Creo que no se quiere quitar.

— El maestro lo advirtió.

No quise interactuar más al haber terminado de limpiarme, me enjuagué las manos para retirar el olor extraño que había dejado el óleo y poder marcharme. Pero al parecer Jorge tenía otros planes.

— No me percaté de esta mancha, creo que tendré que tirarla a la basura. ¡Y era mi favorita!

— ¿Por qué diablos usarías tu camisa favorita para venir a pintar? —Me fijé en que mi mano seguí teniendo oleo en ciertos lugares, pequeñas pintas de este que me hicieron soltar un quejido después de la pregunta.

Él pareció asombrarse por mis palabras de alguna manera, era cierto que era de usar palabra descompuesta la mayoría de las ocasiones, no tenía miedo de decir lo que quería y de la manera que quería. Sin embargo, parecía estar más apática de lo usual y esto le llamó la atención.

— Vuelvo y lo cuestiono, ¿te sientes bien?

— ¿Por qué no lo estaría?

— No lo sé, tu mano parece estar pagando tu rabia—informó cuando tomé la botella plástica con aceite con fuerza y vertí en mi mano casi exprimiéndolo.

— No es tu incumbencia Jorge, metete en tus propios asuntos.

— Creo que alguien debe hablar de sus emociones.

Seguí restregando mi mano sin importar su presencia, no le iba a responder, estaba muy cansada, estaba harta, quería irme a dormir y ni siquiera asistir a la reunión de tesis.

— Muy bien, ¿qué te ocurre? Primero la pintura y ahora esto.

— ¡Que te importa! —Grité perdiendo los estribos, él abrió los ojos con sorpresa—. ¡Déjame en paz, maldita sea! ¡Mi vida está muy jodida como para que venga alguien a empeorarla más!

— ¿Pero qué dices? Si solo te quiero ayudar, que se nota a leguas que la estás pasando fatal Kylee.

Respiré profundo, intentando relajarme por unos segundos antes de que las cosas empeoraran.

— Escucha, no necesito que me ayuden. No necesito que me ayuden y eso incluye tu patético intento de querer hacer algo por mí, son mis problemas, no tuyos. Así que desaparece.

Él se detuvo unos segundos, examinándome con sus ojos oscuros, como si quisiera comprender si en realidad le estaba diciendo eso a él o alguien más a pesar de solo estar nosotros en el lugar además de otra chica que estaba buscando la manera de guardar su pintura para llevársela del salón.

— ¿Te tomaste tu medicamento? —Le miré de golpe como si el mismo diablo estuviera a mi lado, Jorge de su parte se veía muy pasivo tras su pregunta—. Hace mucho tiempo escuché que tomas medicamentos para tu cambios de humor, ¿eso es cierto?

«¿A él que le importa?» —Dijo la voz en mi interior—. «¿Qué tanto sabe de mis medicamentos? ¿Quién le había dicho? ¿Quién más lo sabía?»

— ¿Y eso a ti qué? —Susurré sin dejarlo de ver fijamente a los ojos al igual él observaba los míos.

— Chicos, ¿está todo bien? —La pelirroja que se suponía había terminado de guardar su obra se había vuelto hacia nosotros para hacer la pregunta, yo chasqueé la lengua y continué en lo mío sin intenciones de seguir.

— No pasa nada. —Dijo Jorge con intenciones de que la compañera no se preocupara—. Solo hablamos de cosas triviales.

— Bueno.

Ella terminó por alejarse con su cuadro en brazos y se marchó, justo a tiempo para cuando dejara de lavarme las manos con agua y jabón, secármelas y alejarme del intenso chico que insistía en molestarme a pesar de que yo no quería.

— ¿A dónde vas? Te hice una pregunta.

— Jorge—escupí su nombre como si de un mal trago se tratara—, solo quiero que me dejes en paz. No tomo ningún medicamento, estoy bien, tengo mis problemas al igual que cualquier persona y solo quiero que desaparezcas, ¿ahora me entiendes?

No lo oí hablar más puesto a que tomé mis pertenencias, dejando el cuadro en el caballete donde mismo lo había hecho y salí por la puerta arrojándola detrás de mí, intenté regularizar mi respiración, ¿en qué momento había empezado a respirar con ira? Como si había salido de la peor pelea, mi pecho bajaba y subía con evidente fuerza determinada.

Emprendí mi camino hacia mi habitación con intención de alistarme para la próxima clase de la tarde.

Pero mi sorpresa fue cuando sentí mi teléfono sonar dentro de mi bolso y tener que detenerme para buscarlo, levanté el aparato al no poder ver quién llamaba, era Karter, me pareció extraño después de tanto tiempo distanciados, pero de seguro querría saber de mí a pesar de todo. Eso me levantó un poco el ánimo.

Descolgué.

— ¿Sí?

— ¿Hermana?

— ¿Qué pasa? —Cuestioné sutilmente, él se quedó en silencio un momento antes de continuar.

— No, no pasa nada, ¿cómo estás?

— Estoy bien, ¿y tú?

— Bien. —¿Desde cuándo mi hermano y yo hablamos de manera tan distante? ¿En realidad el tiempo y la situación de ser padre le había cambiado? ¿Ya no era el Karter con el que tanto jugaba y me entretenía? ¿No era el mismo inmaduro chico con el que estudiaba y lloraba cada vez que algo no le salía como quería?

— ¿Cómo está Amaya? —Otro silencio largo.

— Ella se encuentra muy bien, su vientre está creciendo mucho.

— Creo que me alegra saber eso. —Era evidente que mentía, ¿cómo era posible que pudiera seguir creyendo que ese hijo era de él? No, ni hablar.

— Cooke, escúchame—presté toda la atención posible—, Lohan me dijo lo de ustedes, ¿qué es lo que pasa?

— ¿Acaso tiene que pasar algo malo para que él y yo termináramos? —Reí de manera fingida—. Él necesitaba espacio, yo lo entendí. Eso es todo lo que tienes que saber.

— No hablo de eso, últimamente tu comportamiento me está-

— No deberías interesarte en mi comportamiento—le corté al instante.

— Te dije que me escuches.

— Eres independiente de hacer lo que quieras con tu vida Karter, ya deja de preocuparte por mí, yo sé lo que hago. Siempre yo he cuidado de ti, nunca ha sido al revés.

— Si me oyeras por unos segundos-...

— ¡No! —Grité de repente—. No necesito tu compasión, ni la de Lohan y menos la de la perra esa que te tiene tan enredado en tu propia estupidez. No necesito a nadie, estoy bien sola. Que la pases bien, hermano.

Colgué.

Otra vez esa respiración agitada mientras miraba el celular en mi mano, ¿qué me pasaba? ¿Por qué de pronto todo se me estaba saliendo de las manos y me molestaba de tal manera? ¿Acaso sí era por haber dejado de tomar la pastilla? Podría ser uno de los factores, otro sería el haberme sentido tan sola por tanto tiempo para que ahora fueran apareciendo todos uno por uno y querer sentirse compasivos conmigo después de que me arrojaron mierda a la cara.

Subí el rostro después de recuperar la compostura, y me encontré con ciertas miradas escurridizas por partes de lo que había escuchado la conversación. Esto no estaba bien, estaba perdiendo el sentido, comenzaba a dejar de tener el control de mis emociones y se hacía cada vez más evidente que algo me pasaba, todo se sentía extraño y fuera de sí, como si desde hace tiempo el juego que con tanto esmero había creado se estaba volviendo contra mí.

«Por suerte no estamos teniendo las alucinaciones con el abuelo». —Eso era un buen punto por destacar, por ese ámbito parecía haber sido superado el tener las visiones de los desastrosos días de mi pasado.

Pero, por otro lado, creo que había suplantado el miedo al pasado por el presente, porque lentamente mi vida se estaba volviendo una extraña pesadilla.


Los medicamentos pueden tener irregularidades en el comportamiento de los pacientes que lo consumen. Dependiendo el tipo de paciente también dependerá la enfermedad y su organismo. Eso es lo que me explicó san Google. XD

Desde ahora faltan: 12 Capítulos.

No olviden seguirme, darle me gusta/estrellita, comentar y compartir si te gusta la historia, eso me ayuda mucho y me hace tener más fuerza para seguir escribiendo. :3

¡Besitos suspensivos! Nos vemos en el próximo capítulo: «Capítulo 29. Ojo por ojo y carta de revelación».

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