Capítulo 26. Un recorrido sorpresivo
Desperté de repente, como si de una pesadilla se tratase. Todo estaba oscuro y me hizo estirarme en mi lugar con intenciones de seguir durmiendo. Sin embargo, por alguna razón eso no sucedió.
Di la vuelta en la cama y lo primero que encuentro son los grandes ojos de Amaya observando mis movimientos en la oscuridad mientras parte de su cabello escondía su cara, mentiría si no dijera que me asusté ante lo aterrador de la escena a esa hora de la madrugada. Pero me relaje cuando la mujer de hermoso vientre abultado se apartó su hermosa cabellera oscura para dejar ver su sonrisa.
— ¿Cuánto tiempo tienes despierta? —Susurré en el silencio de la habitación y ella alzó sus hombros aun recostada.
— No lo sé, tengo muchas nauseas.
— ¿Quieres que te ayude ir al baño?
— No es necesario, ya he ido varias veces.
— Debiste despertarme—llevé mi mano hasta su mejilla tenuemente alumbrada por la luz que se filtraba por las cortinas de la habitación, pero ella negó con lentitud.
— Yo puedo.
— ¿Por qué eres tan terca?
— Es algo que no puedes cambiar de mí—volvió a sonreír y me hizo copiarle—, si no quieres mi terquedad no me podrás querer a mí. —Respiró con profundidad para acomodarse en su lugar y llevar su mano a su panza antes de seguir hablando—. ¿Por qué te despertaste tú?
— No lo sé. Creo que tengo un mal presentimiento.
— ¿Kylee?
— ¿Cómo lo sabes?
— Ya van varias veces en menos de un mes.
— ¿Me escuchas mientras duermes?
— No. Te escucho mientras me hago la dormida. Es muy difícil dormir cuando estás caminando por toda la habitación hablando solo y preocupado.
Hice una mueca de culpabilidad, era cierto que en algunas noches me sentía tenso como todas las veces en el que mi melliza estaba mal. Sabía que algo no estaba bien y eso me hacía no poder dormir, tenía varios meses sin hablar con ella y por más que quisiera no tenía la valentía para levantar el teléfono y preguntarle el cómo estaba, sabiendo que luego de eso sería una discusión sobre la decisión de haberme mudado a la casa de Lohan junto a Amaya, abandonándola según ella.
— Deberías hablar con ella.—Suspiró ella.
— ¿Con Cooke? —Ella asintió con ternura—. No puedo.
— ¿Por qué? ¿Le temes?
— ¿Qué? —La miré frunciendo el ceño y negando casi por inercia—. No, no, ¿por qué le tendría miedo a mi propia hermana?
Otro resoplido de aliento salió de ella y se sentó en la cama con cuidado mientras se sostenía tanto la espalda como de la cama para estabilizarse, cuando quise ayudarla ella me detuvo con la mano y terminó su acción. Yo me acomodé frente a Amaya, al parecer esa madrugada no dormiríamos más.
— Creo que aún no te ves, Karter.
— No te entiendo.
— Actúas aun como un adolescente, eres inmaduro y le tienes miedo a tu hermana, tienes miedo de cagarla más de lo que está y por eso no quieres llamarla.
Negué al instante entre risas leves.
— No le tengo miedo a Cooke, no tendría el por qué.
— ¿Entonces no lo haces?
— Claro que no.
— Bien, entonces... —Se levantó de la cama con cierta dificultad y al estar de pie se estiró, soltando un quejido que me pareció tierno—. Entonces quiero que en la mañana la llames y le preguntes cómo está. —Se dio la vuelta para señalarme y abrir más sus ojos azules como en signo de advertencia—. Y le dirás que estás bien, que estás feliz por tu hijo, que sabes que has tomado una buena decisión y que de ahora en adelante ya no eres solo tú, sino tu familia, ¿entiendes?
Amaya era ese tipo de mujer autoritaria e independiente del que temías que se molestara porque sabías que te cortaría la cabeza en el primer momento en el que tuviera la oportunidad si la sacabas de su zona de confort. Pero en esta ocasión sabía que tenía razón y que lo decía porque no quería verme tan preocupado, entendía su punto y con sus palabras recordaba las veces en la que Cooke me decía lo mismo, en el que me insistía en mi inmadurez y falta de decisión.
Ahora sería diferente.
Asentí para también ponerme de pie y hacer el mismo estiramiento que el de mi novia. Tomé mi celular de la mesa de noche y miré la hora, las cuatro y tantos minutos de la mañana, de seguro me daría el tiempo de poder correr junto a Lohan esa mañana, sabía que no podría dormir más en esa madrugada, así que aprovecharía el momento. Ya lo había acompañado en anteriormente, así que no sería sorpresa para él decidir acompañarlo.
Cuando quise volver a hablar con Amaya, noté que la misma ya no se encontraba en la habitación, se había ido y sonreí al saber dónde se encontraba en ese momento. Decidí alistarme con la ropa deportiva.
Minutos después ya estaba terminando de subir la cremallera de la sudadera al caminar para llegar a la cocina, donde me encontré a un Lohan también preparado para su rutina diaria mientras se apoyaba en la isla y la morena terminaba de lamerse los dedos en la mesa frente a un plato vacío de lo que sea que hubiera comido.
— No preguntaré.
— Es lo mejor— me contestó Lohan entre risas mientras se enderezaba y daba una ojeada a la única chica de los tres—, nunca vi a una mujer comer un aguacate tan rápido.
— No tengo la culpa de los antojos. —Refutó ella pasando su dedo por los restos de comida en el plato y llevándolo a su boca para disfrutarlo.
— No pongas de excusa al bebé, se supone que es hasta el primer trimestre. Además, muestra modales delante de Lohan, ¡Por amor a Dios! ¿Qué pensará nuestro casero al ver a la mujer de la casa devorarse el plato?
— Primero—levantó uno de sus dedos para continuar el enfrentamiento—, tu hijo tiene hambre, así que te callas. Y segundo—otro dedo más subió indicando el número mencionado—, Lohan me conoce desde antes que tú, así que nada le sorprendería.
— Sí, sí, como digas «Big mama».
Corrí justo cuando sus ojos azules me miraron con enojo, sabía que odiaba ese apodo, pero adoraba molestarla con él y me daba risa su reacción instantánea. Lohan me siguió hasta la salida al caminar con prisa antes de que fuera él el que pagara las consecuencia de mis actos.
Caminamos unos cuantos metros para después emprender la ruta trotando, Lohan estaba acostumbrado, por lo que fue muy fácil arrancar, por mi parte tuve que dar más de mí para alcanzarlo y estar a su nivel.
— Lamento acompañarte de repente. De nuevo.
— Te he dicho que no pasa nada Karter, me gusta la compañía, me distrae del recorrido y pasa el tiempo más rápido. —Reparó el castaño a mi lado con una sonrisa brillante como era de costumbre en él.
— Es una suerte tener un amigo como tú, eres el mejor de todos. Podría atreverme a decir que eres perfecto.
Movió su cabeza de un lado a otro.
— Siendo sincero, no lo soy. Solo trato de ser lo mejor de mí para todos.
— Que suerte tiene mi hermana de tener a alguien como tú—le sonreí con diversión y, de repente, el semblante de Lohan decayó. Haciendo que mi sonrisa se esfumara lentamente a la vez de que mi respiración se volvía irregular por el sobreesfuerzo que estaba haciendo de golpe, Lohan estaba aumentando la potencia de la actividad.
— Ya Cooke y yo no salimos.
Tropecé con mis propios pies al mirarlo con la misma sorpresa de la noticia, haciendo que me quedara atrás, agitado por el recorrido recién empezado. El castaño de ojos azules se detuvo con la misma actitud de antes, tranquilo y sutil, a pesar de haber dado ese tipo de noticia. La pregunta era evidente a pesar de todo.
— ¿Qué pasó?
¿Al final Cooke y Lohan se dejaron? ¿Es en serio? ¿O pasó otra cosa? Hay que averiguarlo en el próximo capítulo porque esto me ha sorprendido demasiado.
Desde ahora faltan: 14 Capítulos.
No olviden seguirme, darle me gusta/estrellita, comentar y compartir si te gusta la historia, eso me ayuda mucho y me hace tener más fuerza para seguir escribiendo. :3
¡Besitos suspensivos! Nos vemos en el próximo capítulo: «Capítulo 27. La conclusión de mis hechos».
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