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Capítulo 21. Iré tras de ti


Paso uno, ir al psicólogo. Paso dos, cambiar el medicamento. Paso tres, seguir con tu vida. O eso creí dos meses atrás, luego de que Conley me obligara a hacer una cita médica tras el suceso de la enfermería. Sí, cambié de medicamento, pero... ¿a qué costo?

La voz en mi cabeza no se iba por más medicamentos que tomara y esta era cada vez más terrible y errática. Al expresarlo en la próxima cita con el doctor me indicó que podía ser parte de las reacciones y que desaparecerían con el tiempo. Pero ya no confiaba, no confiaba en absolutamente nada.

Solo tenía una única opción.

Una alarma sonó tras el auricular, haciéndome entender que ya ella había salido de su celda y que podría escucharle, a pesar de que ella no quisiera. Un suspiro cansado provino antes del teléfono, sin emitir ninguna palabra, y podría apostar toda mi vida a que ya sabía de quién se trataba. Adivinen quien no había cambiado absolutamente nada después de tres años en prisión. Sí, ella misma.

Allyson De Tyler Vogel, la madre casi perfecta.

Un tintineo surgió en el silencio, ¿acaso seguía esposada a pesar de solo estar en el teléfono? ¿Acaso a tal nivel era la desconfianza por los prisionero para dejar tal nivel de seguridad? No supe por cuanto tiempo estuvimos así, no supe si por miedo, por cobardía, o por el simple hecho de que ya sabía lo que diría, y también temía por eso. No podía negar que Maxwell había sacado unos buenos genes para poder tener una superstición aguda que le ayudaba a conseguir lo que quisiera, pero lo de Allyson... Lo de Allyson era especial. Ella podía oler a los demonios a las distancias sin siquiera haber hablado con ellos.

— Me sorprende tu llamada.—Empezó ella tras la larga espera de que dijera algo—. Creía que sería Maxwell.

— Perdón por la falsa ilusión, maestra.

— No me digas así.—Su tono se sintió tenso, como si de verdad no le agradara el apodo. Era contradictorio, considerando que en el pasado le hacía mucha gracia.

— Lo siento. —No sabía por qué me disculpaba tanto, ¿la culpa, talvez?

— ¿Por qué me llamas? Debes estar muy jodida para buscarme.

Me mantuve en silencio.

— ¿Tus medicamentos?

— Lo supiste desde ese día que te visité, ¿no? ¿Por qué no me lo dijiste? ¿Por qué la mataste y no te enfrentaste a mí?

— Porque ya no tienes vuelta atrás—apreté el teléfono desde mi lugar de golpe, sorprendida por sus palabras—, ningún medicamento detendrá tus pensamientos Kylee. Si yo no la mataba, lo harías tú—susurró lo último entre los dientes.

— Sabes que quiero ser mejor, que no quiero hacer esto. No es mi culpa que-

— ¿Crees que te volveré a creer? —Aunque no lo dijera, supe que estaba en mi contra desde que negó con la cabeza, burlándose  de paso en su gesto—¿Cuándo entenderás que, desde que se sepa la verdad, todo solo será un conteo regresivo sin marcha atrás?

Mi respiración se agitó, y aunque intenté detenerla, sentí la advertencia en sus palabras. Alguien más que nosotras sabían la verdad y querrían venganza.

«¿Cómo lo hiciste con mi hermana? No lo sé, no quiero». Las palabras de Maxwell en uno de nuestros primeros encuentros me hicieron entender a lo que se refería Allyson.

— Maxwell lo sabe—dije, y ella emitió un sonido afirmativo—. Se lo dijiste.

— Tenía qué.—Se excusó ella, pero era evidente que no lo sentía—. Es hora de que dejes de estar atormentando a las personas inocentes.

— Yo no soy la única que no tiene sus pecados «maestra» —escupí la última palabra—. Al menos yo no he matado dos de mis familiares con mis propias manos.

Su silencio fue certero, supuse que por el dolor de haber escuchado que era verdad y aun le pesaba. Sabía que fue una mala decisión el haberme dicho datos tan personales en el pasado, cuando la confianza de ambas emergía. Ahora era una manera de tener lo que yo quería sin siquiera tocarla, solo recordándole sus errores.

Se preguntarán el cómo conocí a Allyson. El cómo nuestra relación «amistosa» en el pasado nos llevó a como estamos hoy.

Pues, todo comenzó con mi primera visita al psicólogo tras la muerte de mi abuelo. En este caso, «psicóloga». Allyson es doctora en psicología y fue la misma que me ayudó bastante al salir a camino para ser una persona de bien, al punto de romper su protocolo profesional para hacer una amistad agradable entre las dos. Claro, sabía que tenía hijos y que estaba casada, pero nunca los conocí. Solo nos enfocamos en saber lo una de la otra lo que queríamos que la otra supiera, sin sobrepasar los límites.

Incluyendo en la ecuación el que Allyson sabía muchas cosas de mi hermano y de mi, cosas oscuras y muy importantes que nos hicieron mantener unidas por mucho tiempo.

En fin. Ese punto de la confianza que tenía ella conmigo me trajo la fortuna de saber en la misma medida los terribles secretos de aquella rubia de ojos claros. Sabíamos más de la otra de lo que creíamos. El por qué habían decidido abandonar Estados Unidos para venir a España para vivir era uno de ellos: Allyson había matado a su madre.

No, al igual que ustedes, en algún punto no lo pude creer. Pero me di cuenta de lo inestable que era ella a pesar de su profesión, de que había decidido estudiar la misma para ver cómo se trataba a sí misma. Sin embargo, todo fue en vano. Las cosas empeoraron en su condición con el tiempo y esto pareció reflejarse tanto en su matrimonio como en sus descendientes según me comentaba. Allyson se veía manifestada de alguna manera en mí y quería siempre mantenerme lejos del mal, de los problemas que yo misma me creaba por más que quisiera ser buena persona.

Sin embargo, sucedió lo del hermano de Alessandro. Algo que no recordaba del todo, pero sabía que no había sido yo. No era mi culpa.

Allyson y yo tuvimos esa última discusión luego de que Alessandro se fuera a Italia con su familia, y ella también decidió irse de nuevo a Estados Unidos al conversarlo con su esposo. Así que quedé sola de nuevo, visitando otros psicólogos, pero ninguno haciendo el mismo efecto que hacía ella.

Con Allyson, era como si mi «yo» futuro me hablara de una manera que solo nosotras comprendíamos. Éramos iguales a pesar de las situaciones y vidas tan distintas. Éramos dos tipos de demonios en diferentes lugares del infierno, disfrazados de personas normales con tal de pasar desapercibidas.

Pero nada se queda en la oscuridad.

Volviendo a la realidad, la rubia de ojos azules suspiró de nuevo y, esta vez, lo hizo con algo más de energía. Como si entendiera que, lo que sea que dijera, cambiaría mi vida y haría mi vida la división de un antes y un después.

— Nos veremos en el manicomio, Cooke.

Ni siquiera el tiempo de llamada se había vencido, y por ello me quedé allí, mirando ese espacio vacío frente a mí a pesar de que ya ella había colgado. Sintiendo el peso en mis hombros de sus palabras, el significado detrás de ellas.

El terror de ver que mi mayor miedo estaba a punto de realizarse. No, no podía dejar que eso pasase. Debía detenerlo de alguna manera. Me levanté de mi lugar y dejé el teléfono en su lugar con una nueva perspectiva de mi plan. Quien iría al manicomio sería cualquier otro. Cualquier otro, excepto yo. Y menos si sabía cómo lograr eso.

¿Quieren que sea la villana? ¡Bien! Entonces seré la villana.

Se están sacando trapitos al sol poco a poco. Y todavía faltan muchos trapos por sacar jajajajajajaja ¿Quién será que irá al manicomio? Esto lo veremos en los próximos capítulos.

Les vuelvo a recordar mis criaturitas del señor, no olviden el seguirme, darle me gusta/estrellita, comentar y compartir si es que les gusta la historia. Para así poder llegar a más personas y poder llegar cada vez más lejos. :3 Por fis.

¡Besitos suspensivos! Nos vemos en el próximo capítulo: «Capítulo 22. Una cita de villanos».

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