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Capítulo 17. Mi amiga la soledad

Llegué a nuestra habitación...Digo, mi habitación. Y pensar que ahora estaría sola en ese lugar. Sin un mellizo que me molestara cada vez que tenía el deseo de hacerlo, sin un hermano que se preocupara por mí o un amigo que se divirtiera conmigo en nuestros momentos únicos. Me afligí porque, de alguna manera, supe que ahora todo si había cambiado, y no en algo para ayudarnos a llevarnos más lejos y superarnos juntos. Ahora sería para separarnos por completo y hacernos vivir nuestras vidas.

Mi miedo se cumplió.

Mi hermano se fue lejos del nido y, me dolía, me ardía como el mismo infierno. Sin embargo, no podía decir nada, había perdido el derecho desde el momento en que me sentí amenazada con el embarazo de Amaya. Como si esa criatura dentro del vientre de la morena me quitara todo lo que había construido de una manera u otra.

Fueron días que me bajaron la autoestima de una forma astros. No tenía a Lohan para animarme ni a mi hermano para hablar de cómo me sentía. Y sí, ahí estaba Conley, pero ella también tenía sus problemas, no podía agobiarla también con los míos.

— De acuerdo, como ya debería saber, el ácido desoxirribonucleico se compone de la información...

Las palabras de las maestras sonaban lejanas, pero quería seguir escuchando lo que decía. Era información importante, era información que me ayudaría a salir del hoyo que me encontraba con mis pastillas. Era la salida que tenía para ser una persona normal.

Parecía loco mi plan, pero el estudiar biología farmacéutica no había llegado solo por las matemáticas y la anatomía. Esta carrera me ayudaría a cumplir con algo que llevaba deseando desde hace mucho tiempo y por lo que tanto estaba estudiando, aún más que mi hermano. Era cierto que desde un inicio creía no lograr estudiar una universidad en el que pudiera alcanzar ese deseo y estaba buscando variantes para conseguirlo, pero ya estaba dentro del juego. Ya estaba a punto de terminar, ahora tendría licencia para lo que quería.

Pero no podía pensar eso ahora, debía concentrarme en las clases. No importaba lo sola, triste, amargada y aislada que estaba de la sociedad, debía seguir adelante, aunque muriera en el intento.

Una fuerte jaqueca repentina me detuvo de seguir prestando atención. Y aunque quise reprimirla, el dolor me orilló a hacer algo que nunca había hecho y creí nunca hacer. Levanté la mano.

— Oh, Kylee, ¿piensa resolver el tema como siempre? —Preguntó la maestra con una sonrisa, pero yo negué lentamente.

— Disculpe maestra, pero necesito ir a la enfermería.

Todos parecieron sorprenderse. No era un secreto para muchos de los presentes el que tomaba pastillas por mi «condición». Pero de ahí a ir a la enfermería, era un abismo que no había cruzado, hasta ahora que se abrió la necesidad. Me prestaron la ayuda, aunque yo me negué. Salí del lugar con la excusa aceptada por la maestra, tomando mis pertenecías me levanté de mi asiento y caminé con lentitud hasta la enfermería.

Era cierto que había dejado de tomar mis pastillas un tiempo al sentir que no tenían algún efecto en mí, pero ya tarde me di cuenta de que había sido un grave error.

Los flashes de mi pasado vinieron a mi mente, cosa que quise evitar. Caminé lo más que pude, aguantando el dolor de cabeza, intentando seguir y llegar sin llamar la atención de quienes cruzaban a mi alrededor.

«Baja esa arma Cooke, bájala». La voz de mi abuelo vino a mí, en una manera casi distorsionada y lejana. Aun así, entendía lo que decía. Ya estaba cerca, unos pasos más.

«Él no me ama como tú Alessandro, él solo quiere apartarme de ti. Mátalo». Ahora esa era mi voz, no recordaba haber dicho eso alguna vez, ¿acaso había sido un sueño? ¿O una pesadilla?

«Seré solo tuya si me entregas la cabeza de tu hermano».

Me llevé la mano a la boca al instante con eso último, mi estómago se retorció de forma atroz. Y casi tomando la perilla de la puerta de la perilla, me detuve. Temblando, débil, con dolor y confundida. Justo cuando abrieron la misma desde dentro, no sentí nada más allá de la oscuridad al desplomarme.



Desperté de golpe, agitada, con miedo. Todo acaso... ¿había sido otro sueño?

¿Dónde estaba? ¿Qué me había pasado? La última vez estaba en clase, luego caminado por el pasillo, no recordaba mucho de la situación. Miré a mi lado aun acostada y encontré la mirada fija azulada de la rubia de baja estatura, sentada frente a la cama de la que estaba recostada.

— Conley—le llamé.

— ¿Por qué dejaste de tomar tu medicamento Cooke?

Sus palabras sonaron duras de un repente, en un momento creí que fuera otro sueño. Pero cuando la situación no cambió de nada y se mantuvo en silencio en espera que respondiera, supe que no era así.

— ¿Qué? ¿De qué hablas Conley?

— La enfermera me dijo todo. Debes de haber dejado de beber por lo menos cuatro días como para que te desmayaras de esa manera.

— ¿Me desmayé?

— ¿Por qué dejaste de tomarla?

— Conley...

— Respóndeme.—Me mantuve en silencio y decidí mirar al techo, suspirando. Ella me imitó y se acercó más con la silla—. Escucha Cooke. De no ser porque alguien abrió la puerta en ese momento, no sé qué sería de ti.

— ¿La puerta? —Pregunté y recordé la misma frente a mí, abrirse antes de que me desvaneciera—. ¿Quién? ¿Quién la abrió?

Antes de que Conley respondiera, la enfermera llegó hasta mí y nos sorprendió por lo repentino de su aparición. Ella sonrió con vergüenza al notar nuestras miradas sorprendidas y se llevó la mano al pecho con cierta pena.

— Lo lamento si interrumpí algo que-

— No señora, nada que ver.—Contestó rápido Conley con una sonrisa tranquila que traté de imitar mirando a la enfermera—. Solo estaba diciéndole lo preocupada que estaba.

— Es muy cierto, te diste un fuerte golpe cuando caíste al piso. ¿Te sientes bien? ¿No estás mareada? ¿No hay nada que...?

— No, no—negué con la cabeza—, creo que me siento mejor ahora. Por lo menos me siento mejor al saber que llegué a la enfermería bien.

— Me di cuenta de que estabas sufriendo una crisis con tu trastorno y, gracias a Dios, pudimos contrarrestar con un medicamento que tenía presente, ¿acaso no tomaste tu medicamento Kylee?

— Sí, pero...

La mirada intensa de Conley me hizo entender que escuchaba atentamente mis palabras, y me hicieron dudar un poco en contestar por completo. Sin embargo, no tuve que hacerlo, puesto a que la enfermera dijo—: Pero dejaste de tomarlas, es lo que supuse.

— Lo siento.

La mujer de muy alta estura, pelo castaño y ojos expresivos decidió tomarse la potestad de sentarse en la orilla de la cama y sonreírme mientras se acomodaba sus lentes tras acomodar su falda amplia hasta las rodillas.

— ¿Y se puede saber por qué has dejado de tomarlas Kylee? —Su sonrisa fue la comprensiva posible, como si de una niña pequeña se tratara.

— Porque... —Mi mirada llegó a Conley, y ella seguía con sus ojos azules fijos en mí—, yo...

— ¿Tiene que ver con tu amiga?

— No—contesté rápido.

— Espero por tu respuesta.

— Es que... No sentía el mismo efecto.

— ¿No sentías el mismo efecto? ¿Crees que aumentó o disminuyó?

— Disminuyó, por mucho. Al punto de no sentir ninguno.

— ¿Y por qué no fuiste a tu psicólogo? —Frunció las cejas la especialista, al parecer, entendiendo a donde quería llegar.

— ¿No tenías dinero? —Cuestionó mi rubia amiga, levantándose de su asiento como un resorte de su asiento y atendiendo mis gestos—. ¡Dios mío Cooke! ¿Cómo puede ser eso posible? ¿Por qué no me dijiste nada?

La enfermera se quitó para darle lugar ahora al enfrentamiento de la chica que parecía una mezcla entra molestia y tristeza, no podía identificar cuál de las dos predominaba.

— No creí que fuera necesario.

— ¡Claro que lo es! —Ahora ella se sentó en la cama, en el lugar que antes estaba la otra mujer—. Ahora mismo llamaré a Karter o a Loh-

— ¡NO! —Grité, asustando a las dos presentes—. Perdón. Quiero decir, no le llames, ambos están molestos conmigo aún.

Ella bajó sus manos hasta sus muslos con cierta cara de reproche, sabía a la perfección por qué la situación seguía de esa manera.

— ¿Por qué no dejas ese orgullo Cooke?

— No soy orgullosa. La otra vez que me dijiste hablé con Lohan.

— ¿Y qué pasó? ¿Por qué no se arreglaron?

— Yo no lo hice muy bien, solo eso.

— Dios, amiga... —Soltó ella, exasperada y luego me miró, dibujando una sonrisa pequeña tras los segundos—. No importa, yo haré lo posible porque esto mejore.

Me sorprendí al escuchar eso, abrí los ojos como luna llena y me acomodé en la cama para sentarme.

— ¿Harías eso Conley?

— Y haría más Cooke, eres mi amiga. Es lo que una verdadera amiga haría—alzó una ceja divertida—. Yo no andaría llena de orgullo, dejando los problemas estar.

Me alegré lo suficiente como para querer abrazarla y ella me correspondió bajo la atenta mirada de la enfermera que después de un momento se retiró para dejarnos a solas.

— Cooke, si me necesitas, solo dímelo. No seas tan testaruda. Es una suerte que te hayan encontrado antes de que algo peor hubiese sucedido.

— Por cierto, tengo que agradecerle a la enfermera por haberme encontrado—sonreí—. De no ser por ella, quizá...

— Cooke, no fue la enfermera la que te encontró.

Fruncí el ceño. Aun así, no me importó. Quien sea que fuera, debía agradecerle. Pero la rubia pareció saber que la persona que me ayudó no sería de mi agrado y dudó en hablar por un momento.

— Conley, ¿quién fue? —Cuestioné con cierta severidad y mi amiga hizo una leve mueca.

— Bueno.

— Conley.

— Fue Maxwell.

Oh, mierda.

El Karma da un millón de vueltas y, aveces, se multiplica por cien dependiendo de lo que hayas hecho. Y creo que Cooke pagará muchas cosas, no con dinero si es que me entienden. Ahora bajamos un poquito la intensidad, pero no se acomoden, esto se pueden encender de nuevo.

No olviden el seguirme, darle me gusta/estrellita, comentar y compartir si les gusta la historia. Ándale, no sean malos, me esfuerzo mucho. :c Les daré besitos si lo hacen. XD

¡Besitos suspensivos! Nos vemos en el próximo capítulo: «Capítulo 18. Trayendo el pasado».

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