Capítulo 16. La mudanza
Es cierto que era una hermana sobreprotectora. Siempre quería estar para mi hermano menor cueste lo que cueste. Quería de una manera u otra estar con él cuando pasara todo lo que tendría que pasar en el futuro y ser su apoyo cuando lo necesitara, al final y al cabo, era mi mellizo. Mi otra mitad.
Pero ya no sería así.
Recuerdo el haber subido a la habitación después de la «conversación» con Alessandro. Amaya estaba sola como lo había imaginado luego de ver a Karter salir por el campus con un rumbo que desconocía. Le pregunté a mi cuñada que, si todo estaba bien y ella asintió gustosa, limpiando una que otra lagrima del rostro con una gran sonrisa. Creí que sería una muy gran noticia la que le diera a mi hermano para que estuviera de tal manera, mas no me imaginaba lo que sería.
Mi hermano llegó muy tarde en la noche, casi a las nueve para ser exactos. Amaya lo recibió con un gran abrazo y luego salió con él para ser llevada a su habitación en el recinto. Era cierto que la morena se había graduado y ya no estaba en el plan de becados como lo seguíamos estando mi hermano y yo, pero aun así pudo llenar el cupo para vivir allí.
Al retorno de Karter, él se le veía muy feliz y no sabía el por qué, no dudé ni un segundo el preguntarle tras él cruzar la puerta.
— Karter, ¿acaso hay algo tan bueno como para tener esa cara de idiota?
Él se dio la vuelta, retirándose el abrigo que llevaba y lanzándolo hacia otro lado para llegar a mí con una cara de alegría absoluta. No, no me podía imaginar que sería que tenía a mi mellizo así, ¿acaso era porque Amaya volvió y arreglaron el asunto que tanto les atormentaban? ¿O era por la medalla de plata que ganó esa mañana? ¿Qué? ¡¿Qué?! ¿Qué podía ser? La ansiedad me carcomía.
— Cooke... ¡Dios mío! —Se llevó las manos a la cabeza, asustándome un poco en el paso por el repentino gesto, pero recuperándome al instante—. ¡Voy a ser padre, hermana! Tendré un hijo, ¿puedes creerlo? ¿Amaya y yo siendo...? No, no, es que tengo que mostrarte... Dame unos segundos.
Karter se alejó de mí para buscar lo que sea que me quería mostrar. Sin embargo, yo me había quedado inmóvil. Y no, no podía, no era cierto, ¿qué me había dicho él? ¿En serio tendría...? ¿Tendría un...?
No.
Me negaba.
En absoluto.
Él volvió con unos papeles y una gran sonrisa en su rostro, pero mi cara estaba detenida en un solo sentimiento. Miedo.
— ¿Cooke? —Cuestionó él al ver mi extraña cara— Hermanita, ¿estás bien?
— Yo... Yo... —Mi labio temblaba, ¿cómo debía tomarme aquello? Amaya llegaba de Cuba y en ese momento, después de esa rabieta en la que yo tenía un moretón más grande que la plaza de Toledo, ella decía que estaba embarazada de mi hermano.
— ¿Kylee?
— No—contesté respirando profundo—, no estoy bien.
Karter pareció desconfigurarle la emoción con mi respuesta, se apartó un poco para admirarme y respiró profundo antes de continuar hablando.
— Creo que tenemos que...
— ¿Qué? ¿Tenemos que hacer qué Karter? ¡Tendrás un niño! ¡SERÁS PADRE! ¿No estás midiendo las consecuencias de eso?
— Sí, sí, hay mucho tiempo de meditarlo, acabo de saberlo.
— ¡Ella acaba de llegar de un viaje de casi tres meses! ¿Crees que podrías creerle por que sí a...! —Me mordí la lengua antes de decir algo que podría pesarme.
— ¿Que podría ser qué Cooke? —Karter se molestó al instante. Sabía que reaccioné mal, pero no era cierto, no podía ser cierto. ¿Y si Amaya no era como creíamos? ¿Y si ella solo quería separarlo de mí? — No, no se planificó, eso es cierto, pero ¿qué quieres que hagamos? ¿Que abortemos? ¿Qué acaso eso fue lo que nos enseñaron nuestros padres?
— ¡Nunca hablé de abortó! Hablé de...
— ¿De infidelidad? —Cortó él con el ceño muy fruncido— ¿De eso es lo que hablas?
Mantuve en silencio.
— No puedo creer eso de ti. ¡Yo confío en ella!
— Eres aun un inmaduro Karter.
— Que seas desconfiada de todo el mundo no significa que yo deba hacerlo. Sí confieso que hubo un desliz la última vez que la vi, acepto la responsabilidad-
— Dame eso —le quité los papeles de la mano y los revisé con rapidez—. Quiero ver lo que dicen los papeles que según ella son los verdaderos.
Leí, leí y seguí leyendo, palabra por palabra, letra por letra, sellos de verificación, nombre, exequatur del doctor, todo.
— ¿Qué buscas James Bond? ¿Una carta trampa? —Bromeó él de mala gana mientras se cruzaba de brazos.
El periodo de embarazo, ¡Bingo! Eso debía de decirme la verdad, eso debía... Quince semanas. Según mis cálculos, eran casi cuatro meses.
No. No podía ser...
— No. Esto es falso.
— A ver—mi mellizo se acercó—, ¿dónde lo dice hermanita? —Esa ironía me molestó.
Era imposible. Me negaba.
Y como era de esperarse, eso fue suficiente para que mi hermano y yo nos dejáramos de hablar unos días. Y no, no tenía razón de estar feliz, Karter todavía tenía algunos meses de estudios antes de terminar mientras que Amaya ya estaba graduada, realizada en su plenitud, no quitaba en ninguna idea el deseo de hacerle algo malo, de aferrarlo a ella de una manera u otro. No me creía ese cuento de un desliz, ella debía tener un plan.
Y así fue como llegamos a este punto de la historia, ¿recuerdan cuando me encontré con Alessandro y Karter corría por el campus hacia algún punto? Quien diría que sería para llegar al trabajo de Lohan, mi novio, para pedirle el peor favor del mundo. No sabía de donde diablos se le había ocurrido a Karter y Amaya el considerarlo y, aún peor, el de Lohan aceptar.
Sí. Resulta que mi mellizo fue a hacerle la petición de que le dejara quedarse en su casa por un tiempo hasta que este se graduara, pudiera trabajar y sustentar una casa para vivir con Amaya. Eso significaba que los tres vivirían en la misma casa hasta que mi hermano terminara, y yo parecía ser la única persona cuerda que veía la estupidez que era esto.
Pero ahí estaba el problema, ni hablaba con Karter y estaba peleada con Lohan desde hace mucho tiempo, ni siquiera él se había dignado a escribirme como lo hacía antes.
Ahí estábamos los cinco; Karter, Amaya, Lohan, Conley y yo, presenciando el cómo cargaban las maletas y pertenencias tanto de mi hermano como de mi cuñada en el auto de Karter solo porque mi mellizo no quería pagar una mudanza como una persona normal.
— Estás muy callada Cooke, ¿pasa algo? —Preguntó mi amiga rubia, Conley, mientras los otros chicos subían las pertenencias bajo la atenta mirada de los que pasaban por la entrada de la universidad y la morena «embarazada».
— No es nada, solo tenemos diferentes ideas con este tema, eso es todo—me crucé de brazos sin dejar de ver el suceso.
— ¿También con Lohan?
— No, lo de él es lo mismo.
— Han pasado días desde esa pelea, es extraño que él no haya intentarlo arreglarlo.
— También me parece extraño.
— ¿Por qué no lo intentas tú? —Sonrió ella.
— ¿Yo?
— Sí, tú.—Frunció el ceño con extrañeza—. ¿Qué tiene de malo? ¿Acaso él no te gusta?
— Sí, pero...
— No hay peros que valgan para el amor Cooke, acércate y habla con él.
— Debe de seguir molesto.
— Entonces trata eso primero.
Conley se quedó mirándome con atención, esperando lo que haría en esa situación. Suspiré. Detestaba cuando Conley tenía razón, y esta vez sí la tenía. Caminé a paso tímido, considerando varias veces el darme la vuelta y dejar todo como estaba, pero no quería seguir así.
Llegué hasta donde se encontraba mi hermano y mi novio hablando, y el primero, al ver cómo me acercaba, decidió ir a otro lado. Debía admitir que eso me había dolido un poco.
— ¿Cooke? —Me saludó con confusión Lohan al verme frente a él—. ¿En serio decidiste dar el primer paso?
— Raro, ¿no? —Reí por unos muy cortos segundos y luego intenté seguir—. Sobre lo de la otra noche...
— Te escucho muy, pero muy bien mi amor. —Se apoyó del auto mientras se cruzaba de brazos con esa sonrisa de «esto me gustará».
— Eres un imbécil.
— ¿Esa es tu disculpa?
— ¡No! No es esa, perdón, es que... Bien, comienzo de nuevo. Lohan-
— ¿Sí mi amor? —Me cortó él.
— Te amo, y no quiero que estemos peleados, quiero mejorar.
— ¿Y qué harás para que así sea?
— No te esconderé secretos, no más.
— ¿Segura?
— Al cien por ciento.
— Entonces dime todo lo que tengas escondido ahora.
Me quedé helada en mi lugar.
¿Qué había dicho?
— Te estoy esperando, Cooke.
— Yo... Lohan, aquí no, ¿sí? —Sonreí con dulzura y a él se le borró su gesto de sonrisa.
— Ahora es que tengo tiempo. —Soltó con voz severa. La misma que tanto que me gustaba, pero que ahora debía ignorar por ser una situación algo incomoda.
— Lohan.
— Kylee. —Auch. Eso también me dolió—. ¿De verdad me sigues escondiendo cosas?
— No—su mirada severa me intimidó con certeza—. Bueno, sí. Son cosas insignificantes, son cosas...
— Eres de lo peor, Kylee.
Él se levantó de su auto y se alejó para ir hasta la puerta de piloto con intenciones de irse.
— Espera Lohan, quiero que me entiendas. No es que quiero hacerlo.
— Sí claro, no lo quieres hacer. Es tu hada madrina la que te hace mentirme, ¿por qué no me sorprende?
— Lohan—intenté llamarlo con suplica, pero él no se dio la vuelta ni por un segundo. Se subió a su auto y cerró la puerta antes de que me acercara más, y...cuando nos miramos, cuando noté ese brillo de molestia y tristeza en sus ojos. Supe que la había jodido en grande.
— Hablamos después, Kylee.
Entonces, encendió su auto y arrancó el motor para marcharse de allí con algunas pertenencias de mi hermano y su novia. Si no fuera porque mis medicinas me cohibían de soltar lagrimas a mi gusto, estaría agónica en llanto. Sin embargo, dentro de mí, algo se retorcía, ¿qué era? No lo sé. Simplemente, sé que dolía, y mucho.
Auch... En realidad me dolió esta pelea de Cooke y Lohan, siempre he sentido que han sido una bonita pareja y ahora lo vienen a joder. Lo que sí puedo decir es que esto va a afectar de manera muy fuerte a Cooke y hará que pasen cosas peores.
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¡Besitos suspensivos! Nos vemos en el próximo capítulo: «Capítulo 17. Mi amiga la soledad».
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