Capítulo 07. Una pesadilla en El Trazo
Un aro plateado asomaba entre los pinos, rompiendo la oscuridad que asimilaba a un manto agujerado, herido por las estrellas esparcidas por todo el espacio. La brisa fresca alentaba al lento movimiento del manto de agua que se encontraba frente a nosotros y también nos acariciaba en su paso por la tierra mientras mi cabeza descansaba sobre el hombro de mi novio luego de haber cenado en un picnic organizado por él mismo. Una cita frente a El Trazo justo donde la naturaleza del bosque se encontraba con la playa del lago era uno de nuestros lugares favoritos para descansar y conversar con la tranquilidad que a veces no podíamos tener por reunirnos en lugares llenos de gente o poco privados.
— ¿Cómo está la sidra?
— Tiene más alcohol de lo considerado, ¿no?
— Mh. Es la primera vez que te escucho quejarte por el alcohol.
— Porque antes no era tan fuerte, ¿dónde lo conseguiste?
— Eso no importa. —Contestó él al restarle importancia.
— ¿Desde cuándo te volviste un borrachón para no importante el nivel de alcohol?
— Solo eres una quejona, Cooke. Y no soy un borrachón. Si te molesta, no sigas bebiendo.
— No puedo, quiero olvidar y creo que el alcohol puede ser una gran ayuda.
— ¿Olvidar? —Cuestionó él—. ¿Qué quieres olvidar?
— Maxwell, eso es lo que pasa.
— ¿Te hizo algo? —Se enderezó para acercarse a mi rostro y mirarme.
— Nada físico.
— ¿Qué te dijo?
Silencio.
— Cooke.
— Cosas del pasado, ¿sí?
— Bien, dame eso. —Me quitó la copa que tenía en mi mano y la colocó en otro lado para volver a prestarme atención—. Suficiente de tomar, si no quieres hablar, entonces hagamos otra cosa.
— Lohan...
Su mano izquierda llegó a mi hombro y, con una sonrisa pícara, acercó mi cuerpo al de él. No supe si fue por el nivel de alcohol considerable que tenía en mi sistema, pero entendí el mensaje casi al instante.
— ¿Y entonces que quieres hacer, mi señor contador? —Llevé dos de mis dedos, el índice y dedo medio, a su pecho y simulé unos lentos pasos con ellos hasta que llegaron a su clavícula, en sus ojos se intensificaron el brillo de las intenciones y me hicieron deslizar las yemas hacia abajo por encima de la tela de la camisa.
— El romper tu balance por completo... —tomó la muñeca de mi mano juguetona y se fue alzando sobre mí sin apartar sus azulados ojos sobre los míos—, cuando esté debajo de mí.
No tuve que responderle más, no pude emitir una contesta a su juego de palabras cuando sus labios se posaron sobre los míos y me dominaron por completo, hicieron de mí lo que quisieron entre mordidas y lamidas cargadas de la lujuriosa sensaciones. Siguió con la comisura de estos y allí la adornó del calor de sus besos, y la humedad de él. Continuó su camino por mi mentón en la compañía de mis jadeos y aterrizó en mi cuello con cuidado para dejar su marca.
Acarició con su respiración mi piel y el rastro de saliva me arrancaba suspiro que sabía que le llenaban tanto su ego como sus deseos al saber que estaba cumpliendo con mi ambrosía. No supe en qué momento sus toques se hicieron en mi cuerpo al punto de dar el acceso al estar completamente bajo su merced para dejarme hacer un desastre al sentir como apretó mi cintura con intenciones de atraerme a él en una ferocidad idea de egoísmo y pertenencia.
Atrayéndome a él al sentir insuficiencia de mi presencia.
Era tierno, delicado, pero lleno de hambre y pasión por hacerme para él como todas las otras veces, siendo particularmente sincero en su sentir y atesorándome en sus palpitaciones. En los juegos previos era hipnótico en el vaivén que mi cerebro asimilaba como su candente tacto. En la ardiente masculinidad que brotaba de sus poros y humedecían mis telas.
Cuando el gemido de ambos se hizo presente era solo cuestión de tiempo para que mi feminidad palpitara en el constante anhelo de sentirlo dentro con el fin de, no solo satisfacerme, sino también a él. Y a pesar de que yo amaba ser la que mandara, someterlo a mis ideas y planes, lo dejé que él tomara riendas sueltas y sumirme en su plan de tenerme solo para sí. La música creada por las olas y el eco del viento se hicieron presentes cuando Lohan se alejó de mí, a pesar del disgustoso vacío que obtuve ante su lejanía, entendí que lo hizo con el fin de colocarse de rodillas para quitarse parte de su ropa y así seguir disfrutando del roce.
Por un momento vi todo borroso, pero se lo adjudiqué a la sidra antes tomada. Sin embargo, cuando sentí mi vista aclararse y retomar el rumbo que tenían antes, el asombro me fue inevitable. No, no era porque lo que observaba en mi novio me llevaba a la gloria como lo había hecho otras veces, era más bien porque no veía por ninguna parte aquel tatuaje característico de él que surcaba sobre su hombro y recorrí casi toda la extensión de su brazo por debajo de esa camisa. No estaba esa azulada mirada de Lohan y en cambio eran unos orbes castaños los que me observaban con hambre, y que por desgracia yo conocía bien. Él no era Lohan.
Era Maxwell.
¿Cómo había pasado eso? ¿Cuándo? ¿Qué hacía él ahí? Sin camisa, arrodillado y con una obvia excitación al verme en tal posición. Las preguntas no pudieron seguir surgiendo de mi cabeza como hubiese querido, porque en un solo arrebato del hombre castaño frente a mí me haló por las piernas hasta que mi intimidad y su entrepierna chocaron entre sí, haciéndome sentir como si nunca hubiese tenido sexo. Su maldita sonrisa retorcida al ubicarse donde antes estaba quien se suponía era mi novio me dio escalofríos en toda mi espina dorsal, y más al no entender cómo había sucedido aquel cambio de persona en un abrir y cerrar de ojos.
Maxwell tomó mis manos y las colocó por encima de mi cabeza para dejarlas allí sostenida con su diestra mientras que con la zurda deslizó sus dedos por toda la extensión de la piel, desde mis mejillas hasta mis pechos, para seguir su ruta hasta mi vientre y... ¡Oh, Dios mío!
Desde ese momento todo fue un caos, mas no cualquier tipo de caos. Era un salvajismo indiscutible como hace tiempo, cuando nos tomamos el uno al otro la primera vez años atrás. La rabia contenida que teníamos por el otro, el desafío, la venganza, el deseo, todo se hizo presente cuando me hizo cabalgarlo como si se tratara de un animal en celo listo para acabar conmigo. Me hizo perder el sentido sin quitarme nada a cambio más que un orgasmo que me hizo venir, me vine y... Me di de cuenta de que todo fue un sueño.
Mi respiración agitada, mis piernas sudando, el sudor deslizándose por mi piel, ¿qué acababa de pasar?
Me senté sobre mi cama y me tomé la cabeza al sentirme aun mareada por el supuesto ejercicio ejercido con el mismo hombre que se suponía que no podía estar en mi mente, pero ahí estaba, estorbando como lo había hecho con mi vida en el pasado. Aun jadeaba de solo recordar algunos pequeños flashes de lo sucedido, pero intenté recobrar la compostura.
Observé entre la tenue oscuridad rota por la suave claridad que entraban por mi ventana, dejando ver muy pocas cosas de la habitación que compartía con mi mellizo y que, por cierto, seguía ahí en su cama roncando como un bebe en su tranquilo descanso.
Tomé mi celular cuando luego de dar unos cuantos toques al aire pude encontrarlo en la mesita de noche. Lo encendí y tras acostumbrarme a la lastimosa luz intensa, pude denotar la hora. Las dos y cuarenta minutos de la mañana.
Esa sería una larga noche.
¡Oh Dios mío! Soy yo o aquí hace un poquito de calor jejejejeje
Creo que esta es la segunda o tercera vez en describir algo más sexual, siento que tengo que mejorar, ¿qué piensan ustedes? ¿Consideran que Cooke debe quedarse con el tierno y tranquilo de Lohan o con el salvaje incontrolable de Maxwell?
No olviden darle me gusta/estrellita y comentar si les gusta lo que leen, me hace querer seguir cada vez más con mi sueño. También pueden seguirme en mis redes sociales y ver diversas cosas que hago de Ideales. Creo que les va a gustar.
¡Besitos llenos de suspenso!
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