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Capítulo 06. Brownies italianos


¿Sabes cómo se siente cuando una persona te dialoga con todo el interés del mundo sobre un tema en específico, pero tú pareces estar atenta a otra cosa a pesar de estar mirándola fijamente? Era exactamente lo que sucedía conmigo mientras Conley hablaba de algo a lo que, al parecer, era de suma importancia para ella. Sin embargo, mi cabeza solo reproducía una tras otra vez el encuentro con Alessandro y Maxwell.

La mayor cumplía con su palabra del día de la bienvenida tras su abandono de nuestro trabajo comunitario para ir a la operación de su hermana mayor, su promesa había sido una compensación de llevarme brownies, pero al final ella decidió traerme a la dulcería de la ciudad para comer lo que sea que me apeteciera.

Aun no entendía como la rubia no se había percatado de mi semblante perdido y mis pocas ganas de conversar, ella continuaba soltando palabras con una divertida sonrisa. De seguro había pasado algo gracioso.

— Entonces usé una base pálida para maquillar a Clara antes de que le dieran de alta, ¿y sabes que me dijo mi hermana?

— Conley.

— ¡Se quejó! O sea, era lo que más tenía al alcance, pero eso no le daba la potestad.

— Conley.

— No, no, que hay más.

— ¡Conley!

Ella se sorprendió por lo repentino del grito. Incluso soltó el sorbete con el que jugaba entre sus dedos con los ojos bien abiertos.

— ¿Qué?

— Maxwell.

Frunció el ceño.

— ¿Quién?

— Maxwell está aquí.

— ¿Aquí? ¿Aquí dónde?

— Está en Efren.

La miré con mucha atención. Su rostro se fue transformando lentamente en una sonrisa, poco a poco fue emitiendo un retraído sonido de risa que se hizo carcajada, no me dejaba de mirar entre la burla, pero yo no le seguí el juego. Fue cuestión de tiempo para que se diera de cuenta de que no jugaba.

— ¿Maxwell? ¿Maxwell Sayler?

— El mismo.

— Imposible. —Refutó con una sonrisa más divertida que la anterior—. Ese hombre está fichado de por vida aquí al igual que su padre y el mío.

— ¿No crees que hizo lo mismo que tú?

— No lo creo, es prácticamente imposible.

— Hay un nuevo alcalde.

— ¿Pero no se supone que Maxwell estaba en prisión?

— Lo mismo me pregunté cuando lo vi la primera vez en el comité de bienvenida.

La sorpresa fue de impacto en ella cuando dije lo último. Ay no, creo que no debí decir eso.

— ¿Qué? Cooke, ¿lo viste en el comité de bienvenida?

— Es que, a final y al cabo, es nuevo ingreso. —Sus labios se sellaron en una línea recta en lo que tragaba grueso, yo intenté dibujar una sonrisa tranquilizadora—. Pero no te preocupes no-...

— ¿Por qué no me lo dijiste antes? —Interrumpió con evidente molestia que le hizo borrar la mueca divertida de su cara—. Estuviste sola. Con un asesino.

— No estuve sola, era un grupo muy grande.

— No me importa el grupo Cooke, ¿por qué no me llamaste? Pude haber dejado a mi hermana e ir después.

— Sabía lo importante que era para ti esa operación y de que tu otra hermana está muy pequeña como para hacerse cargo. Además, no pasó nada.

— ¿No pasó algo más? ¿Lo has visto otras veces?

Me quedé en silencio, un repentino confrontamiento entre decirle los otros encuentros y quedarme callada se deliberó en mi interior. Al final no quise esconderle nada a la que se suponía que era mi buena amiga, pero cuando quise emitirle una palabra al abrir mis labios, estas se quedaron allí al oír la campana de la entrada emitir ese ligero sonido para avisar que alguien había llegado. Mi vida debía ser una mala broma del destino.

— Yo...

Mis ojos fueron detrás de él. Quedé inmóvil por completo, como si antes no lo había visto junto con el asesino recién había aparecido de la ciudad. Estando inmóvil, mis ojos se apegaron a él al igual que los mosquitos a las lámparas de luz que producían su muerte rápida.

En el establecimiento había entrado Alessandro Cassone Marc. El mismo flaco de alta estatura y cabello negro desorganizado que se acomodaba a su rostro perfilado en una descendencia europea, con sus ojos afilados y nariz alineada en el centro de su rostro en una destacada belleza suave sin dejar aquella apariencia de un cazador paciente que observaba su alrededor con atención. Sus ojos, de un gris oscuro que rápidamente podía ser confundido con negro, reposaban sobre una chica que apenas había notado que entró junto a él, el arete en el lateral de su oreja relucía cuando una carcajada ronca se escapó de sus labios pálidos ante lo que parecía ser un chiste emitido por la fémina que le acompañaba.

— Mierda—susurré para mí.

— ¿Cooke?

La voz de Conley me trajo a la realidad, había olvidado por completo su presencia frente a mí. Pasaba su mano de arriba hacia abajo cerca de mi cara y por estar tan pendiente del recién llegado no lo noté.

— ¿Quién es ese chico? —Cuestionó ella cuando me vio más consciente de mi presente y yo hice un leve gesto de disgusto.

— Nadie.

— ¿Es tu ex?

Fruncí el ceño para mirarla de repente.

— ¿Qué?

— Intuición. —Dijo ella como si la pregunta fuera más por saber el cómo lo supo—. Te embobaste por completo desde que le viste entrar, ¿pasó algo hace poco?

— Sí... Digo, no.

— ¿No? —Alzó una ceja divertida y yo repetí la palabra—. Para mí es un sí. ¿Qué pasó?

— Bueno, tiene que ver de alguna forma con lo que estamos hablando—rodeé los ojos con cierta molestia—. Es amigo de Maxwell.

Otro largo silencio por parte de ella, no me imaginaba lo que pensaba al mirarme con esa sonrisa estática, como si mi último comentario hizo que se quedara congelada. Pero de repente, se levantó de su asiento y pareció querer moverse para tomar ruta a la salida, justo donde se encontraba... No, no, no. Me levanté de mi lugar lo antes posible y la detuve para tomarla de la muñeca.

— ¿Qué intentas hacer? —Susurré entre los dientes cuando algunas personas que compartían en el establecimiento levantaron su vista ante los repentinos gestos hechos por nosotras. Antes que ella dijera algo, la atraje de nuevo a nuestra mesa e hice que se sentara para luego hacerlo yo.

— Romperle las bolas por juntarse con un asesino, eso es lo que iba a hacer antes de que me jodieras la épica entrada. —Contestó como si fuera lo más obvio—. Y la cara de paso por ser tu ex.

— ¿Por qué?

— Porque es lo que hacen las amigas, Cooke —frunció sus cejas con una gran sonrisa y moviendo su cabeza con diversión—, dah.

— Eso no es necesario, ya todo eso pasó. Si es muy extraño el hecho de que ambos, por mucha coincidencia, son amigos. Pero no es necesario recurrir a la violencia.

Ella suspiró de mala gana, al parecer si quería golpear al italiano que estaba en la primera mesa, la más cercana a la puerta.

— Bueno —se resignó la rubia—, si es lo que quieres. —Levantó su rostro y miró sobre su hombro en dirección del causante de nuestra pequeña pelea y luego me devolvió la mirada—. ¿Es español también?

— Sí, pero sus padres son italianos.

— Que interesantes y exóticos son tus gustos pequeña Cooke. —Repitió el gesto del hombro para, de nuevo, ver al nuevo ingresado de la universidad que era mi ex.

— ¿Puedes dejar de verle así? Harás que se dé cuenta de nuestra presencia y mire para acá.

— Bien, bien. Que amargada. —Se enderezó y tomó el bolso en el que se encontraban los brownies que ella misma me había comprado en el lugar, pero la detuve antes de que tomara uno.

— No, son míos.

— Y egoísta. Te recuerdo que yo te los regalé.

— Exacto, me los regalaste. Ahora son míos. Así que cómprate los tuyos.

Ella empezó a reír por mi seriedad y lentamente me fue contagiando la misma, al final sí le di uno y yo tomé otro para comerlo con otra conversación sobre la mesa.

¡Segundo capítulo arriba en esta maratón! Cooke sabe cosas, muchas cosas, demasiadas cosas 7-7 tantas que hasta yo que soy la autora estoy en preocupada por su salud mental. 

No olviden darle me gusta/estrellita al capítulo si le gustó y comentar para que podamos interactuar y la historia llegue a más personas, por fis. :3

Síganme en mis redes sociales. Claro, si quieren, no es obligado... ¿O tal vez sí? Naaaah... 

¿O sí?

¡Besitos misteriosos! 

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