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Capítulo 04. Viejas costumbres no se pierden


Mi mellizo llegó una semana después de la hermosa bienvenida al nuevo semestre. Con la presencia de dos personalidades que, desde el primer segundo, me atormentaban en mis pesadillas. No le conté el mismo día de la llegada de ambos hombres por no querer preocuparle. Por lo que esperé a que se relajara de su viaje, ya que tendríamos un último semestre extremadamente caótico antes de culminar nuestra carrera universitaria.

Cuando Karter llegó al recinto ya habían comenzado las clases, perdiéndose la primera de estas; pero llegando, por suerte, a tiempo para las demás.

Justo caminábamos hacia nuestras respectivas aulas entre los edificios de medicina y criminología, cuando de repente nos encontramos con la presencia de uno de los mayores que había evitado durante el corto periodo de llegada de mi mellizo.

Karter se detuvo de repente y su vista se mantuvo fija en la persona que hablaba animada con un grupo de chicas que le rodeaba al oírlo conversar. Parecía no creer lo que lo que tenía frente a sus ojos. Yo me detuve a unos pasos de él y dirigí la mirada al mismo punto que él, sintiendo como la sangre se me helaba al notar lo que tanto llamaba su atención.

— Kylee. —La voz de mi mellizo era más grave que antes, aunque para mí fue casi imperceptible ese cambio de tono, para muchos se notó lo suficiente. Ahora yo me di cuenta del cambio cuando mi nombre se arrastró por su lengua en una tinta de advertencia y pregunta disfrazada.

— Te lo iba decir —apresuré a contestar cuando volteé mi vista a él y noté sus ojos, tan similares a los míos, fijos en mi persona.

— ¿Cuándo? —Agudizó sus contemplación, suspirando. Yo rodeé los ojos, incomoda, y me acerqué a él para tomar su brazo, llevándolo conmigo a otro lado del campus en el que Maxwell no nos viera.

— Escucha, te lo iba decir esta noche —lo solté al detenerme debajo de un árbol con pocas hojas que recién nacían por acercarse la primavera—. Pero ya que lo supiste de esta manera, no hay de otra que decirte todo.

— Te escucho —Karter se cruzó de brazos, dejando salir un leve rugir del abrigo invernar que nos cubría de la brisa temprana.

— El día de la bienvenida me di de cuenta de que Maxwell había ingresado de nuevo a la universidad.

— ¡Pero es imposible! ¡Se supone que-...!

— Déjame terminar —le corté y él solo gruñó frustrado, soltando el cruce de sus brazos—. No vino solo.

— ¿A qué te refieres con que no vino solo, Cooke?

— A eso —Lo recalqué como si fuese obvio—. No solo vino Maxwell. También lo hizo Alessandro.

Él frunció el ceño y soltó una leve risa que de forma lenta se convirtió en una carcajada casi estridente, llamando la atención de las personas alrededor. Por mi parte, yo solo le observaba paciente hasta que se percatara por sí mismo que mis palabras no eran broma.

Se fue relajando al respirar profundo, me miró con una gran sonrisa mientras sus ojos estaban cristalizados por la acción. Pero pasó lo inevitable, y su gesto alegre se eliminó al darse cuenta del peso de las palabras y de mi seriedad.

— No hablamos de...

— Sí, Alessandro.

— ¿Tu ex?

Asentí.

— Me tocas los cojones —susurró negando con la cabeza—. ¿Alessandro y Maxwell?

— Llegaron juntos. —Karter frunció el ceño como si no entendiera mis palabras—. Al parecer son amigos.

Él se alejó unos pasos y lanzó su cabeza hacia atrás con lentitud, tomando una bocanada de aire para soltarla casi al instante. Luego se colocó en cuclillas en el piso y pasó sus manos por la cara con exasperación.

— Me estás tocando los cojones, Cooke. Si es otra de tus malditas bromas... —Dijo, aun agachado, y yo negué con la cabeza—. De todas las personas del mundo, esos dos tuvieron que ser amigos.

— Lo sé, es lo mismo que me dije al verlos.

Karter se levantó, incomodo por la situación, y caminó unos pasos lentos alrededor con las manos en las caderas mientras miraba a los lados.

— ¿Crees que estén planeando algo?

— Es lo más seguro, ¿no?

— Ambos son asesinos, es lo más evidente. —Negó otra vez con la cabeza como si siguiera sin creerse la situación—. En serio, no entiendo cómo en esta universidad, a pesar de tal prestigio, entran personas pasando por alto su historial.

— Eso no importa Karter, tenemos que estar preparados para lo que sea que hagan esos dos.

— Estoy de acuerdo, hermanita. —Miró unos segundos al piso y después a mí—. También deberíamos planear algo. No queremos que pase lo de la última vez.

— ¿Crees que lo intenten? —Cuestioné mientras lo vi alejarse con el mismo rumbo de antes. Yo le seguí el paso detrás.

— Son locos Kylee, con tanta carne fresca es obvio que lo intentarán.

Seguimos los pasos justo con el rumbo en donde se encontraban las chicas rodeando al castaño de galante pose, recostado de la pared del edificio que le tocaba entrar a Karter, el mío estaba un poco más adelante. Al acercarnos nos dimos cuenta de que estaba junto a él el mismo pelinegro del que habíamos hablado antes, Alessandro, sentado al lado de una rubia de despampanante figura que lo miraba fumar como si fuera la cosa más asombrosa del mundo. Eso me daba ganas de vomitar.

Como si de un mal juego del destino se tratase, ambos chicos alzaron sus ojos llenos de soberbia de las situaciones que les rodeaba para percatarse de nuestra presencia, y nosotros los observamos a ellos con atención. El tiempo parecía ir lento, los latidos de mi corazón tenían más impacto al reconocer sus miradas de cazadores sobre mi hermano y yo, como si esperaran el momento adecuado para correr y atacarnos sin importar quién estuviera.

— Camina más rápido. —Las palabras de Karter tras un jalón de mi brazo para adelantar el paso me hizo salir del ambiente turbio.

Mi mellizo se dio la vuelta para detenerse frente a las escaleras por las que tenía que subir, besó mi frente y acarició mi cabello con ternura mientras una sonrisa se reflejaba en su rostro.

— No podré llevarte, ya estoy demasiado tarde. Solo camina lo más rápido posible si crees que están detrás de ti. O grita como loca, sé que lo puedes hacer muy bien. —Empezó a reír tras lo dicho, yo le copié por unos segundos—. Y cuídate mucho, hermanita.

— No tienes que decirme cómo cuidarme Karter, por que seas más alto no significa que seas mayor.

— Por lo menos respeta la estatura, Cooke.

Reí otra vez mientras asentía y él se alejó con una despedida de la mano. Yo hice lo mismo antes de girarme en mis talones y continuar la ruta hasta mi salón.

Por suerte llegué sin problemas y pude tomar mi clase con la acostumbrada bienvenida al salón como cada vez que entrabamos a un nuevo semestre. Al terminar, caminé con tranquilidad por el campus con los audífonos puestos en mis oídos para distraerme del ruido exterior. Lo último que tenía en mente era el hecho de que antes de llegar al reciento en el que se encontraba mi habitación, alguien me detendría al quitarme uno de los auriculares.

— Oh, Steven Lacy. Me gusta. —Su voz me hizo asustarme y me alejé al instante para verle mejor. Maxwell impuso su figura a mi lado y caminó hasta que me detuve.

— ¿Qué quieres?

— Cooke. —Su llamado, como si mi pregunta fuera ignorada, solo me dio mala espina, y más al reparar de la presencia del pelinegro de ojos grises detrás de él. Aun Alessandro continuaba con esos pendientes de puntos sobre su ceja derecha tupida.

— ¿Qué?

— Si no es más que nuestra hermosa galletita de Jaén. Te ha sentado genial estos años, el blanco es tu color. —Me señaló con diversión y yo emití un sonido de asco para mí.

— Esfúmate enfermo —observé de reojo a Alessandro y este mantenía su vista fija en mí, sabía lo que pensaba—. Tú también imbécil.

— ¿Acaso esa es la bienvenida que nos da la encargada del comité que tan dulce nos trató hace una semana? —Las palabras roncas del pelinegro con perforaciones me hicieron endurecer el contacto visual sobre él—. Por cierto, ¿dónde estabas? Te buscamos todo este tiempo.

— Ese no es tu problema.

— Veo que viejas costumbres nunca cambian. Eso significa que nos extrañaste. —Continuó Maxwell con el juego.

— Muévanse, tengo cosas que hacer.

— ¿No me darás ni un beso? ¿Es porque tu ex está aquí?

Rodeé los ojos casi exasperada por la presencia de ambos idiotas frente a mí, mordí el interior de mi mejilla para terminar soltando un suspiro pesado y retirarme el auricular que quedaba aun enganchado.

— Primero que nada, solo tuvimos sexo una vez. Tuve más sexo con Alessandro que contigo, así que no te emociones —Maxwell abrió los ojos casi sorprendido y Alessandro aguantó una risa que lo hizo mirar a otro lado—. ¿Y tú qué violinista de tejado?

— Eso indica que me extrañaste. —La sonrisa arrogante y manipuladora de Sayler volvió a aparecer y un gruñido me abandonó con las estupideces que podían salir de ese...

— Narcisista.

— Lindura.

— ¡Agh! Solo puedes... Pueden... ¡No sé! ¿Desaparecer?

— ¿Cómo lo hiciste con mi hermana? —Un gesto de parte del castaño como si meditara mis palabras me hizo palidecer—. No lo sé, no quiero.

No era posible, ¿cómo había llegado a la conclusión de que yo había hecho algo parecido? ¿Acaso Alessandro le había dicho? ¡Claro que le había dicho! Si se notaba a leguas que ambos estaban en mi contra, debían saber la historia completa del otro para querer enfrentarse. Como si fueran un dúo perfecto, ambos jóvenes caminaron hacia mí para separarse y pasar cada uno por mi lado, como si no pasó nada hace pocos segundos. Pero lo que me dejó helada fue las palabras de Maxwell al alejarse de mí.

— Sí, viejas costumbres no se pierden. 


¡AAAAAH! Viejas costumbres no se pierden mis amados, y eso Maxwell lo sabe bien. El primer contacto solo de estos personajes y ya se están por ching*r a madrazos (?) Okno xD Todos sabemos que entre mentirosos no se pisan la manguera, ¿o en esta historia sí? 

¿Cómo creen que Maxwell supo de la muerte de Mara? ¿Creen que fue su madre... u otra persona? *Guiño guiño*

¡Besitos mis niños!

No olviden el dar me gusta si les agrada la historia, comentar y compartir es opcional, pero no me haría tanto mal 7w7r jajajajajajajaja ¡Como gusten! Pueden seguirme en mis redes sociales. No soy tan activa como quisiera, pero si encontrarán mucho trabajito honesto y con amor.

¡Hasta el próximo martes!

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