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¿Quien?

La primera vez que le vio fue junto a su padre.

Un niño descansaba a un lado suyo. Con su mejilla sobre su pecho, él parecía dormir profundamente.

— ¿Quien es? – Había preguntado. Tanjuro le miró con paciencia desde el futón donde se encontraba recostado.

— ¿De quien hablas? – El respondió con gentileza. Observando como a cada respiro su pecho subía y bajaba con suavidad, finalmente señalo con su índice en donde el infante descansaba.

— El niño que duerme escuchando tu corazón. – Dice.

Su padre parpadea con sorpresa, sin palabras para una respuesta.

[...]

Un nuevo integrante ha llegado a la familia, por lo que es parte de su responsabilidad cuidar de su hermano menor mientras su madre se encarga de las tareas cotidianas. Le han dicho que cuando sea mayor, entonces sera capaz de ayudar en mas labores. Su madre ha dado su esfuerzo en cuidar de ellos desde que su padre no ha tenido la mejor suerte, su condición lentamente deteriorándose.

¡Pero no hay de que preocuparse!

Solo unos años mas, y sera capaz de aportar mas.

Solo tiene que esperar a crecer.

El tiempo hará lo suyo.

Cuando su padre duerme, él niño esta junto a él. No sabe como es su rostro, no del todo, pues siempre esta escondido ya sea por su cabeza descansar entre brazos o su rostro estar escondido entre el cabello de su padre. Abrazando su delgado cuerpo, puede recordar sus ojos siempre estar cerrados. 

[...]

— Hey, – Susurra, intentando capturar la atención del contrario sin tener que despertar a su padre.

— ¿Quien eres? – Insiste nuevamente. 

Silencio, ambos siguen durmiendo.

[...]

Los años pasan, su familia ha crecido, y el niño aun duerme. 

[...]

— ¿Mamá? – Dando gentiles tirones a la tela del kimono de su madre, dando un ultimo vistazo al arroz en la olla ella le presta atención.

— ¿Que sucede? – Pregunta suavemente. 

— ¿Quien es el niño que siempre esta junto a papá?

Cuando su madre esta por responder, es interrumpida por el llanto de un bebé.

[...]

Su padre aun se ve débil, pero alguien tiene que mantener a la familia. Su madre necesita cuidar de los niños y la casa, por tal razón es Tanjuro quien baja la montaña. 

Es normal. Quizá su apariencia se vea frágil, pero, si puede bailar por todo un día en cada año, entonces no hay que preocuparse sobre la capacidad de su cuerpo.

Su silueta desaparece entre la nieve y la distancia. 

— ¿Quien eres? – Escucha a alguien decir detrás suyo.

Nezuko no reconoce esa voz.

[...]

— ¿Como te llamas?

— ¿Huh?

— ¡Tu nombre! ¿Cual es?

— ...no lo sé.

— ¿Como no lo sabes? Debes de tener uno.

— No lo recuerdo.

— Que lastima.

— Aunque... él señor samurai me dice de cierto modo.

— ¡Oh! ¿Como? – Una pausa, observando al contrario apretar sus labios antes de responder este parece saborear las palabras. 

— Tanjiro.

[...]

Sosteniendo firmemente a su hermano, Nezuko arrulla a Shigeru entre sus brazos. Sin el llanto presente lo único resonando entre las paredes es el canto de las aves y el tronar del fuego que ayuda a mantener la casa libre del abundante fría briza de la montaña. Su madre no muy lejos de ella se encuentra ocupada lavando los trastes de la reciente comida. 

— Mamá – Empieza. 

Con sus ojos sobre la figura de su madre, Nezuko le observa dejar de lado el plato ya recién secado para cambiarlo por uno aun húmedo. Dando un tatareo ella responde, afirmando le esta escuchando.

Nezuko muerde su lengua.

¿Debería?

El rostro del niño aparece en sus recuerdos, la mirada perdida que le dedico al momento le pregunto por su nombre siendo su principal enfoque. 

No cuesta nada preguntar. Se convence.

— ¿Sabes de alguien llamado Tanjiro? – Su cuerpo se detiene. Ella no puede ver como los ojos de su madre se abren en asombro.

El agradable silencio se dispersa rápidamente al momento el plato cae, impactando contra el suelo.

[...]

En el pasado, una pareja deseo formar una gran familia. Cuando recibieron las noticias de que esperarían un hijo, su felicidad fue tan grande se sintió como un sueño. Días, semanas, meses pasaron, y la pareja fue bendecida con el nacimiento de su primer hijo.

Su madre rió al ver la gran apariencia que él pequeño compartía con su padre. Su cabello burdeo se asimilaba al color de las cerezas, sus ojos tintineaban cuan rubíes y su sonrisa brillaba como el sol. 

Él niño creció feliz bajo la atención de sus padres, sin embargo, cuando la pareja estaba cerca de concebir a su segundo bebé algo ocurrió. 

El pequeño enfermo, grave, muy grave. Aun era un bebé, su cuerpo aun no estaba preparado o siquiera desarrollado para combatirlo. ¿Una epidemia? ¿Una herida interna? ¿Genética? No lograron descubrirlo, él pequeño falleció antes de que pudiera ser tratado.

Sumergidos en tristeza, la pareja rezo por el bien de sus hijos. Para que mientras que uno pudiera descansar en paz bajo la protección de los dioses, él otro pudiera vivir sin preocupaciones.

Poco después, ambos tuvieron a una sana niña. 

[...]

— El señor samurai es alguien asombroso. – Nezuko escucha a Tanjiro decir a un lado suyo. Observando frente suyo este parece admirar la nieve derretirse.

La aguja se mueve entre sus ágiles dedos, poco a poco creando un patrón limpio sobre la tela. Ella sonríe.

— ¿Enserio? – Tanjiro asiente.

— Es alguien admirable de corazón noble, pero también no puedo evitar notar él tiene un aroma muy triste. – Su mirada viaja a las nubes. — Muy, muy triste.

Dándose un momento Nezuko detiene su trabajo, parpadeando suavemente él continua.

— Sin embargo, ese aroma se disuelve cuando papá solía bailar.– Menciona. — Parece calmarlo, incluso yo me siento tranquilo de cierto modo. – Admite, girando su cabeza ella le observa.

— ¿Serás tu quien bailara este año? – Pregunta, sus miradas finalmente chocando.

Su garganta se siente seca.

[...]

Lo siento. – Ella repite continuamente. Sus pulmones arden cada vez que inhala, el aire circulado dentro de ella y escapando por sus labios en una nube de calor. Rokuta llora entre sus brazos, sintiendo su pequeño cuerpo temblar Nezuko ya no esta segura si es por la baja temperatura o por el fuerte trauma.

Sus pies se hunden en la fría nieve a cada paso que ella logra dar. Sus ojos borrosos por las lágrimas y su cuerpo nauseabundo por  la culpa. Entre las pequeñas manos del Kamado mas joven se encuentran los aretes de su padre. El haori de cuadros color verdes hace un decente trabajo al protegerles de la nieve que cae sobre sus cabezas.

A lo lejos, atrás de ellos, un hombre de ojos azules se arrodilla ante la escena desafortunada. Cerrando sus ojos se dedica a orar por la perdida de la familia que vivía en la montaña.

A lo lejos, cerca de ellos, un hombre de cabello color durazno junto a una chica que viste de rosado se mueven entre los arboles. Con espadas en mano se dedican a buscar señales de vida, desde posibles sobrevivientes hasta incluso él propio causante de la masacre.

Todo duele, pero no hay momento de mostrar debilidad. Ella necesita escapar. Ella necesita proteger a el único familiar que le queda.

Se siente tan irreal.

Lo siento. – Vuelve a llorar, Rokuta le abraza con fuerza.

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04/01/2020

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