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Capítulo 7

A la mañana siguiente desperté con mucho dolor de cabeza, no debí haber bebido tanto, apenas recuerdo haber llegado a la habitación. La tenue luz que entra por una de las ventanillas me molesta en los ojos y entre eso y el dolor de cabeza apenas los puedo abrir. Me siento en la cama después de un momento para que mis ojos se adapten a la luz y en cuanto lo hago, examino la habitación.

Me encuentro sentada en una enorme cama, la habitación es demasiado grande y según puedo observar no es compartida, lo que solo puede significar una cosa, es la habitación principal. A mi derecha hay una enorme encimera revestida de mármol con muchas gavetas debajo y con un enorme espejo. Hay dos butacas una frente a la encimera y la otra frente a la cama donde se encuentra mi mochila. A ambos lados de la cama hay dos mesitas, en cada una de ellas hay una elegante lamparita de noche. Todo es demasiado elegante, demasiado irreal para ser verdad. Me levanto con un poco de trabajo y después de buscar las cosas de aseo en la mochila me dirijo al baño que queda a la izquierda de la cama.

Debo decir que el baño es tan amplio como la habitación, y este tiene hasta una tina. Me doy una relajante ducha de agua caliente que alivia un poco mi cabeza, pero no del todo. Me visto con un short corto, una camiseta y cuando estoy terminando de arreglarme tocan a la puerta.

— ¿Amy estás despierta? —esa no puede ser otra que Lizzy.
—Si entra. — le digo sentándome en la cama mientras entrecierro un poco los ojos por el dolor de cabeza.
— ¿Como amaneciste? —pregunta preocupada.
—Con una resaca de mil demonios. —le contesto masajeando mi frente con una mano.
—Discúlpame por abandonarte anoche, ya sabes, Nathan se puso demasiado cariñoso con la película, y eso que era una comedia. —dijo sonriendo y sentándose a mi lado en la cama.
—No recuerdo nada de eso. —digo frunciendo el ceño.

—Me imagino que no.
—Espera, si te fuiste durante la película… ¿Cómo sabías en que habitación estaba? —le pregunto intrigada.
—Christopher me lo dijo. —contesta sin mirarme.
— ¡Eh! —exclamo impresionada.
—Christopher te cargó anoche hasta aquí, dice que te desmayaste. —me dice muy preocupada.
— ¡Mierda no recuerdo nada de eso! —le digo escondiendo la cabeza entre las manos.
—No te preocupes por eso, nos ha pasado a todos alguna vez en la vida al menos. —me dice apartándome las manos de la cara.

—Tengo que disculparme con él. ¿Dónde está? —le pregunto levantándome de la cama.
—Creo que, en la cubierta superior, pero vamos a desayunar primero. —dice tirando de mí.
Al llegar al comedor el desayuno está completamente preparado en la mesa, me siento y puedo ver un pomo de Advil en la mesa. Me sirvo un vaso de jugo y pongo unas tostadas en mi plato.
—Muchas gracias por ser tan considerada. — le digo a Lizzy mientras tomo las pastillas con un poco de jugo.
—No las merezco, Christopher fue quien preparó el desayuno. — me dijo mientras yo casi me atraganto con el jugo.

— ¡De veras! —le digo mientras comienzo a comerme las tostadas que están deliciosas.
—Sí, la verdad que no encaja con la descripción que tú me habías hecho de él. —me dice meneando la cabeza a ambos lados.
—La verdad es que ya no lo conozco, no sé en realidad cómo es, ha cambiado mucho. —le digo mientras miro pensativa la tostada que tengo en la mano.
—Creo que esta es una buena oportunidad para conocerlo no crees. — me dice ella alentándome.
—Sí, y para disculparme con el por lo de anoche. —le digo continuando con el desayuno.

Después de terminar de desayunar nos dirigimos hacia la cubierta superior del yate donde hay un enorme sofá y dos tumbonas bajo un enorme toldo donde el sol no alumbra con mucha intensidad. Christopher y Nathan se encuentran allí de espalda a nosotras, cada uno con una gorra puesta y una vara en la mano, pescando. Christopher trae puesta una camiseta y un short cargo, mientras que Nathan trae un pulóver y un short de bañarse. Me acerco a ellos para saludar.

—Buenos días chicos. —les digo a ambos con mi mejor sonrisa.
—Buenos días Amy. —contesta Nathan con una enorme sonrisa en su rostro girándose por un momento hacia mí.
—Igualmente Amelia. —contesta Christopher girándose brevemente hacia mí. Trae unas gafas oscuras puestas evitando así que vea sus ojos.
— ¿Por qué no la llamas Amy, no le gusta que la llamen Amelia sabías? —le dice Nathan a Christopher regañándolo mientras el frunce el ceño.
—No te preocupes, no importa. —le digo a Nathan y me giro hacia Christopher. —Quiero pedirte disculpas por lo de anoche.

—No te preocupes, nos sucede a todos. —dice sin darle importancia mirando hacia el frente.
—Gracias. —le contesto sinceramente.
—No hay de que, cualquiera hubiera hecho lo mismo que yo. —dice girando brevemente el rostro hacia mí y puedo ver un destello de una leve sonrisa en su rostro, o eso me parece.

Me dirijo nuevamente hacia donde está Lizzy y nos acostamos en las tumbonas mientras vemos a los chicos pescar y cogemos, aunque no mucho, un poco de sol. Cirro mis ojos por un breve momento y para cuando los abro todo a mí alrededor ha cambiado.

—No juegues conmigo Christopher. —le digo muy seria.
—No estoy jugando contigo. —dice sonriendo seductoramente.

Me encuentro acostada en la enorme cama de la cual me acabo de despertar hace apenas una hora. Estoy completamente inmóvil, con solamente mi biquini puesto mientras Christopher con una mano inmoviliza mis brazos por encima de mi cabeza y con los pies inmoviliza mi cuerpo evitando que me mueva. En la otra mano tiene una botella de sirope que lentamente va inclinando y vertiendo sobre mi vientre mientras yo me estremezco. Pone la botella a un lado y se inclina sobre mí lamiendo todo rastro del sirope de mi cuerpo haciéndome gemir.

—Creo que me puedo acostumbrar a esto. —dijo sonriendo malévolamente contra mi cuerpo.
—Christopher suéltame. —le digo muy seria mientras forcejeo con mis manos tratando de soltarme. Esto está mal, muy mal.
—Cuanto más te muevas, mas me demoraré.

Coge nuevamente la botella y la inclina sobre mí vertiendo más sirope, esta vez desde mi cuello hasta mi pecho que sube y baja por la excitación. Coloca la botella nuevamente a un lado, se inclina sobre mí y comienza nuevamente a lamer el sirope llegando hasta el nacimiento de mis senos. Mi respiración cada vez se acelera más mientras siento su lengua caliente recorrer lentamente mi cuerpo. Si vuelve a hacerlo no sé si voy a poder aguantar esta dulce tortura una vez más sin poder tocarlo. Nuevamente echa sirope, esta vez en todo mi vientre y yo cierro los ojos mientras él dirige su boca hacia mi cuerpo y comienza una vez más a lamer el sirope de mí.

Abro los ojos y me siento de golpe con la respiración acelerada y el pulso corriendo rápido en mis venas. Pero qué coño ha sido eso. Ese ha sido el sueño más extraño que jamás he tenido en mi vida.

A mi lado todavía se encentra Lizzy acostada, cuando miro hacia donde se encontraban los chicos me encuentro con Christopher mirando hacia mí con las gafas puestas. Está sentado en una silla con ambos brazos cruzados sobre el pecho y una ligera sonrisa en su rostro. Es muy frustrante no poder ver hacia donde está mirando con esas gafas puestas.

—¿Cogieron algo? —le pregunto con mucha curiosidad y tratando de calmar mi respiración acelerada.
—No, nada, solamente un poco de sol, ya el almuerzo está listo. — contesta sin dejar de mirarme.
— ¿Cuánto estuve dormida? —le pregunto con curiosidad.
—Un poco más de una hora. —me dice mientras se levanta de la silla y se dirige hacia las escaleras.
—Vaya, que extraño. —susurro muy bajito.
Antes de Christopher bajar las escaleras se gira hacia mí.
—Espero que el sueño no haya sido de terror. — me dice quitándose las gafas y sonriéndome antes de perderse por las escaleras.

¿Por qué lo habrá dicho? Bueno no tiene importancia, al final aquello solamente ha sido un sueño, y dudo mucho que se haga realidad. Eso ha sido solamente mi mente jugando conmigo. El fin de semana pasa rápidamente y para cuando me doy cuenta es domingo y estamos regresando a New York. La verdad no había sido tan malo el viaje. Habíamos cogido algo de sol, nos habíamos bañado y habíamos disfrutado la vista del amanecer en el mar.

Después de despedirnos de Christopher y de Nathan en el parqueo, montamos en mi auto y nos dirigimos a la casa. Solo esperaba que Christopher no cambiara mañana cuando lo volviera a ver.

Este lunes a diferencia de la semana pasada llegué temprano. Debo decir que más temprano que de costumbre. Ben y Molly aún no llegan, pero Christopher ya está en su oficina, aunque al parecer no me ha visto llegar. Me siento en mi mesa de trabajo a terminar con unos bocetos que hice el otro día en el parque.

—Me gusta mucho el del anciano. —dice una dulce y aterciopelada voz en mi oído.
— ¡Mierda me has asustado! — grito mientras brinco en mi asiento y me agarro el pecho donde mi corazón late desenfrenadamente producto del susto.

Christopher se encuentra parado detrás de mí observando cómo dibujo. Después de haberlo visto todo un fin de semana, aún no me he acostumbrado a su cercanía. Continúo poniéndome nerviosa a su lado.

—Disculpa esa no era mi intención, es que estabas muy concentrada, solo quería darte los buenos días. —me dice sonriendo.

No sé porque, pero últimamente me gusta verlo sonreír, me hace sentir diferente.

—Buenos días para ti también. — le digo mientras continúo con el dibujo tratando de sacar la imagen de él sonriendo de mi cabeza.

Christopher regresa a su oficina, pero incluso después de que lo hace mi corazón continúa latiendo desbocado en mi pecho. Al poco rato llega Molly junto a Ben y me ofrece un café que trae en la mano y comienzo a beberlo.

—Veo que cogiste un poco de sol, que tal el fin de semana. —me dice al ver mi rostro ligeramente bronceado.

Y por un momento lo pienso. La verdad que no había sido tan malo el fin de semana. Christopher se portó muy bien conmigo. En lo que quedó de fin de semana no volví a tomar, no quería que alguien tuviera que cargarme nuevamente hacia la cama. Lo habíamos pasado genial, nos bañamos en el mar, cogimos sol y nos divertimos.

—Bien, estuvo bien. —dije apartando mis recuerdos a un lado. —Y el tuyo.
—Ya sabes un poco de lo mismo, Ben me llevó a cenar y ayer fuimos a un parque de diversiones. —dijo muy emocionada sonriéndole a Ben que se encontraba a unos metros de nosotras.
—Me alegra que lo pasaran bien. —contesto muy contenta.

Y no sé porque mientras bebo mi café mis ojos se dirigen a la oficina de Christopher donde él me devuelve la mirada sonriendo.

—Son ideas mías o aún te gusta. — me dice Molly haciendo que me ahogue con el café. Molly rápidamente me golpea la espalda mientras yo toso. — ¿Estás bien? —pregunta asustada.
—Sí, estoy bien, solo se me fue por el camino equivocado. —le contesto mientras limpio las lágrimas de mis ojos.
—Ahora puedes contestarme, ¿o no lo hará? —me pregunta enarcando una ceja.
—Hubo un tiempo en que lo hacía, pero en estos momentos eso solo es cosa del pasado. —le contesto sentándome en la banqueta.
—Ya, pero eso no explica porque continúa mirándote fijamente desde su oficina. —me giro hacia allí y nuestros ojos se encuentran, nos miramos fijamente por unos breves segundos antes de él sonreír y dirigirse hacia su escritorio.
—No me molesta que me mire. —le digo encogiéndome de hombros.

Pero mientras lo digo sé perfectamente que lo que estoy diciendo no es cierto. Su mirada me inquieta mucho. Hace que me pregunte y me plantee cosas que hasta ahora no había pensado.

Más tarde mientras vamos saliendo a almorzar, Christopher me hace señas desde su oficina.

— ¿Qué quiere? —me dice Molly muy bajo a mi lado.
—No lo sé, adelántense, ahora los alcanzo. —Molly y Ben salen rumbo al ascensor mientras yo me dirijo hacia la oficina de Christopher.

Abro la puerta, pero no entro. No sé porque pero no quiero entrar en la oficina de él hoy. No me siento segura estando sola con él en la misma habitación.

—Sí. — le dije sosteniendo la puerta con una mano.
—Me preguntaba si te gustaría almorzar conmigo hoy. —me dice mirándome fijamente, ¿a que venía esto?
—Disculpa, pero no creo que sea una buena idea. —le respondo mientras niego con mi cabeza.
—La verdad yo tampoco, era solamente para comentar algunas cosas del trabajo, así que sería más un almuerzo de negocios.

Amy tú siempre pensando lo peor.

—De acuerdo entonces. —le digo viendo que no me voy a poder escapar de esta por mucho que quisiera.
—Vamos. —me dice mientras se levanta de la silla y me señala la puerta.

Le envío un rápido mensaje a Molly avisándole que no me esperen y salgo con Christopher de la oficina. Tras salir del museo, vamos caminando hasta una cafetería que hay cerca de allí, la misma donde me había comido una hamburguesa el día de la entrevista.

Pero esta vez, a diferencia de la otra ocasión en que estaba demasiado nerviosa, si admiré completamente el lugar.

El interior estaba decorado con colores claros y las mesas con manteles a cuadros rojos y blancos mientras el delicioso olor a comida inundaba el ambiente. Nos sentamos en una mesa en una esquina, uno frente al otro y nos atendieron inmediatamente. En cuanto se fue el mesero Christopher se enfrentó a mí.

— ¿Qué te ha parecido trabajar con nosotros en restauraciones? —vaya no me esperaba una pregunta como esa.
—La verdad, un sueño hecho realidad. —le contesto honestamente.
— ¿Siempre quisiste trabajar en el MET? —pregunta con curiosidad mientras pone el dedo índice sobre sus labios.
—Sí, siempre he querido trabajar ahí. —le digo sonriendo como una idiota.

Que me está sucediendo, tan solo es una cena de negocios, no una cita, pero internamente me siento como si lo fuera. Y la forma en que el me mira, y sus gestos. ¡Oh Dios! Esto no estaba bien.

Estoy comenzando a sentirme como cuando tenía 16 años otra vez. ¡Contrólate Amy! El no puede poner tu mundo de cabeza nuevamente. Al menos no ahora.

— ¡No sabía que te gustaba tanto restaurar obras! —me dice sacándome de mis cavilaciones y cruzando sus manos frente a mí en la mesa.
—Me gusta más dibujar. —contesto tratando de evitar su mirada, pero me es imposible.
— ¿Y porque no seguiste esa línea? —esto es una encuesta o es solo curiosidad de él.
—Estuve indecisa por mucho tiempo, y al final me decidí por la restauración.
—Ya veo. —me dice apoyando un codo en la mesa y rascando su barbilla con la mano, pensativo.

— ¿Pensaba que el almuerzo era de trabajo? —le pregunto con curiosidad y frustrada por no saber hacia dónde se dirige la conversación.
—Es de trabajo, estoy tratando de conocer a una de mis subordinadas. —contesta muy sonriente.
—Ah, entonces es curiosidad. —le digo con sarcasmo.
—Sí, se puede decir que sí, quiero llegar a conocerte nuevamente Amelia. —me dice mientras apoya ambos codos en la mesa y descansa el mentón en sus manos.

Se queda observándome fijamente como si con su penetrante mirada pudiera traspasar mi mente y saber lo que estoy pensando.

Pero por suerte para mí, mis pensamientos se encuentran a salvo dentro de mi cabeza.

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Espero les haya gustado el capítulo. ¿Que opinan de Christopher? Dejenmelo saber en los comentarios y si les gustó el capítulo déjenme sus votos.

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