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Capítulo 28

— ¿Porque no te gusta hablar del pasado?

No sé qué hora es, solo sé que Christopher es insaciable, y yo cada vez deseo más de él. Habíamos disfrutado toda la noche uno del otro, aunque estaba segura que yo lo había hecho más que él. Para mí no solo es sexo ardiente, salvaje y apasionado, es mucho más. Para mí es hacer el amor. Porque eso es lo que haces cuando amas a una persona. Y ya no lo puedo negar más. Me he enamorado tonta y estúpidamente de Christopher, nuevamente, aunque él no lo sepa. No imagino que sucedería si se lo dijera, o cual sería su reacción.

Me encuentro recostada sobre su pecho, deslizando mi mano suavemente, mientras Christopher acaricia mi cabello. Hizo una breve pausa cuando le he hecho la pregunta, pero después continuó acariciándome, aunque no me contestó.

—Solo quiero conocerte mejor. —le dije muy bajito como para que no me escuchara.

— ¿Acaso no me conoces ya? —me preguntó con tono serio, pero sin dejar de deslizar su mano por mi cabello.

Al parecer había escuchado perfectamente lo que dije.

—No lo suficiente, a veces siento que no sé quién eres. —Christopher levantó mi cabeza para mirarme a los ojos.

—No creo que sea una buena idea. —dijo negando con su cabeza.

—Eso mismo dijiste sobre el tema del sonambulismo y creo que hasta ahora lo he afrontado bien. —le dije sonriéndole.

—Sí, es cierto, pero hay ciertas cosas de mi pasado que no te gustará conocer.

—Creo que eso lo debería decidir yo, ¿no crees? —le dije mientras volvía a recostar mi cabeza en su pecho.

Y me quedé así por un buen rato. Ninguno decía nada, solamente nos abrazábamos. Imagino que Christopher tiene una especie de batalla interna y está decidiendo si debe o no contarme. Solo espero que lo haga. Eso solo me ayudaría a comprender un poco lo que le había sucedido allá.

—Londres fue muy complicado para mí, en realidad nunca quise quedarme allí.

— ¿Y porque lo hiciste? —le pregunté con curiosidad esperando que respondiera esta vez la pregunta y no me evadiera.

Se quedó nuevamente en silencio y respondió después de un suspiro.

—Mis padres me obligaron.

Qué extraño. Aunque esto aún no explicaba algunas cosas, como por ejemplo porque no se había despedido de mí, no me había llamado. Porque hizo como si yo no hubiera existido.

— ¿Por qué nunca me llamaste?

—Tal vez te parezca absurdo, o tonto, pero se me perdió el celular y la verdad nunca me aprendí tu número, créeme, lo que más quería en el mundo era comunicarme contigo, pero nunca me diste tu e-mail, no era que nos hiciera falta, vivíamos uno al lado del otro. Siempre quise explicarte las cosas.

En esa parte tenía razón. Cuando queríamos hablar simplemente nos llamábamos desde el patio trasero o desde la ventana.

—Lo puedes hacer ahora. —le dije mientras me sentaba en la cama y el hacía lo mismo que yo.

—Lo estoy intentando, hace tiempo que no hablo con nadie sobre mi pasado. —contestó mientras tomaba mis manos entre las suyas.

— ¿Quieres decir que contestaras mis preguntas? —pregunté esperanzada.

—Lo intentaré. —contestó mientras su mirada gris traspasaba la mía.

Puedo ver sinceridad en su mirada. ¿Qué es lo que ha cambiado en nuestra relación para que el acceda a hablar del pasado? Bueno, eso ahora no me preocupa. Ahora solamente quiero preguntarle de todo.

—Entonces comencemos por el principio. ¿Por qué te fuiste esa noche?

—No sabes cuánto quise cambiar lo sucedido esa noche, lo que más quería era quedarme y hacer el amor contigo. No sabes cuánto odié a mis padres por obligarme a irme sin despedirme de ti. —contestó en voz baja agachando la mirada hacia nuestras manos entrelazadas.

Nunca había imaginado esto. El odiando a sus padres por mi causa. ¿Hasta dónde había llegado a amarme Christopher en ese entonces? ¿Acaso lo hace ahora?

—Al final te acostaste conmigo. —le contesté mientras el levantaba la mirada sonriendo.

—Sí, ya veo que no me sirvió de nada enfadarme y odiar a alguien, al final lo que tiene que suceder sucederá tarde o temprano, hagas lo que hagas. —dijo mientras me daba un beso en los labios. —Ahora vamos a dormir, creo que te he contado suficiente por hoy. —dijo cogiendo el cobertor y cubriéndonos a ambos mientras nos recostábamos en la cama.

— Y con qué te vas a atar, no tenemos las esposas. —le dije girándome hacia él y por un momento se me quedó mirando pensativo.

—Creo que vamos a tener que improvisar. —dijo levantándose de la cama y recogiendo la corbata del suelo.

— ¿Estás seguro que no las zafarás?

—Hay que intentarlo al menos. —me dijo tendiéndome la corbata.

La tomé de su mano y me le quedé mirando.

—Soy todo tuyo. —dijo mientras ponía ambas manos frente a mi sonriendo y yo no pude evitar el reír también.

Até la corbata en su muñeca izquierda y después le di la mía derecha para que la atara ahí. Creo que iba a ser más seguro que atarlo a la cama. En cuanto lo hizo se recostó en la cama y yo sobre su pecho. Y mientras escuchaba los acompasados latidos de su corazón y el acariciaba mi cabello me fui quedando dormida.

Y como mismo me acosté me desperté a la mañana siguiente. Christopher dormía plácidamente a mi lado mientras yo estaba aún recostada sobre su pecho. Me zafé la corbata con cuidado de no despertarlo y me levanté lentamente de la cama rumbo al baño. Me refresqué un poco en la ducha y salí nuevamente hacia la habitación. Cogí lo primero que encontré, la camisa arrugada de Christopher y me la puse. Aún estaba dormido así que aproveché para ir preparando el desayuno.

—Sabes que tengo ganas de hacer.

La voz de Christopher detrás de mí me sacó de mi concentración en la preparación del desayuno, que ya casi estaba listo. Me giré brevemente para verlo recostado a la encimera, sin camisa como es costumbre ya y con unos pantalones de chándal que le caían sensualmente en la cintura. Ni siquiera lo he sentido llegar.

—No lo sé si no me lo dices. —respondí mientras ponía un plato con waffles en la encimera y le daba la espalda nuevamente.

—Quiero pintarte. —me contestó mientras yo por un momento me congelaba con el otro plato en la mano.

Es una suerte que esté de espalda a él así no ve mi rostro. Esta es la primera vez que escucho que alguien quiera pintarme. Es el sueño hecho realidad de toda mujer que ha visto Titanic. Y también es el mío, aunque no lo voy a admitir delante de él.

—Ah, era eso, sí, porque no. —le contesté lo más natural que pude mientras dejaba el otro plato con waffles en la encimera.

Pero por muy natural que le había respondido por dentro estaba eufórica, nerviosa y ansiosa.

—Entonces crees que puedas dedicar algo de tiempo para mí, solo hoy. —dijo mientras caminaba hacia donde yo estaba y se pega a mí.

—Mi tiempo es todo tuyo. —respondí sonriendo. —¿Me vas a pintar con el vestido que tanto te gustó? —le pregunté mientras él me sonreía y pegaba sus labios a los míos.

—Muy tentadora la idea, pero al final terminaré quitándote el vestido en cuanto te lo vea puesto.

—Entonces. —pregunté enarcando una ceja.

—Voy a pintarte exactamente cómo estás en estos momentos. —me dijo contra mis labios. —Luces muy sexy así, con el pelo revuelto y mi camisa puesta. —me dijo sensualmente mientras me besaba brevemente en los labios y después iba hacia la nevera a sacar el jugo.

¿Acaso él está hablando en serio?

—¿De verdad crees que luzco mejor de esta forma que como estaba anoche? —inquirí levantando una ceja mientras él me miraba y lo pensaba por un momento.

—Luces bien con lo que sea que lleves puesto, pero anoche estabas excepcionalmente hermosa. —me contestó mientras ponía el jugo y dos vasos en la encimera y yo me ruborizaba por su comentario. —Me encanta cuando te sonrojas de esa forma. —me dijo deslizando una mano por mi mejilla.

—Entonces desayunemos. —le dije cambiando el tema mientras iba y me sentaba a la barra.

Christopher se sentó a mi lado y se me quedó mirando fijamente.

—Cualquiera pensaría que estas ansiosa por que te pinte. —me dijo mientras yo detenía el tenedor a mitad de camino hacia la boca.

—No mucho. —le contesté mientras me metía el tenedor en la boca.

— ¿Alguien te ha pintado alguna vez? —me preguntó mientras yo me sonrojaba nuevamente. —Me parece que no, ¿cierto? —contestó con suficiencia.

—No, nadie me ha pintado jamás. —le contesté firmemente mientras lo miraba fijamente a los ojos.

— ¿De veras? —dijo pensativo. —Eso lo hace más interesante. —¿a que se refería con que lo hacía más interesante?

— ¿Por qué lo dices? —le pregunté con curiosidad.

—Ya verás. —me contestó mientras comenzaba a desayunar.

No sé porque, pero imagino que él había pintado a cientos de mujeres en otras ocasiones.

— ¿Has pintado a más personas semi-desnudas alguna vez? —le pregunté mientras él me miraba de lado.

—Sí. —contestó mientras tomaba un sorbo de jugo.

— ¿Muchas? —le pregunté temiendo la respuesta.

— ¿Quieres un número? —Preguntó alzando una ceja.

—Sí. —le contesté firmemente, pero en realidad no quería conocer la respuesta.

—Once o doce, sin contar los modelos de la academia desde luego. —contestó mientras pensaba.

Lo que me temía. No es que no hubiese pintado a nadie, pero no es lo mismo en la academia que pintar a alguien importante para ti. Ahora me siento en desventaja. Continué terminando mi desayuno ahora mucho más lento que al principio. Ahora no creo que sea buena idea que me pinte. Al final que voy a ser, solo otra más de las tantas que ya ha pintado.

— ¿Qué te sucede? —preguntó mientras me levantaba la cabeza y me miraba fijamente a los ojos.

¿Qué me sucede? ¿Acaso estoy celosa de las mujeres que él ha tenido? ¿O de las que ha pintado? Es completamente absurdo.

— ¿Entonces seré la número trece? ¿Me convertiré en un número más? —le pregunté mientras el entrecerraba los ojos.

— ¿Un número? —preguntó sin entender.

—Sí, seré entonces la mujer número trece que has pintado. —le pregunté mientras él me miraba muy serio.

—No en realidad. —me contestó sonriendo mientras se pasaba una mano por el pelo.

—No te entiendo. ¿Acaso no has pintado a doce mujeres antes de mí? —le pregunté sin entender lo que él decía.

—No. He pintado a doce personas, pero ninguna mujer. —contestó mientras yo lo miraba confundida.

— ¿Qué quieres decir? —le pregunté intrigada.

—Exactamente eso, eres la primera mujer que voy a pintar y no veo el momento de comenzar a hacerlo. —Contestó mientras me sonreía de lado haciendo que yo me derritiera en la banqueta.

Porque su sonrisa tenía aún el poder de desarmarme completamente.

— ¿Terminaste ya? —me preguntó mientras yo miraba hacia mi plato.

La verdad es que se me ha quitado el apetito de pronto. En estos momentos no creo ser capaz de comer nada más.

—Sí, creo que ya terminé. —le contesté corriendo el plato hacia un lado y mirándolo a los ojos.

—Entonces vamos, no quiero perder ni un segundo más. —dijo mientras me ofrecía su mano y me conducía hacia la habitación.

—Y cómo quieres que me ponga. —le pregunté mientras él se pegaba a mí y me daba un beso en los labios.

Christopher se separó de mí y fue hacia el armario de donde regresó diez minutos más tarde con un libro en la mano y me lo ofreció. El libro es viejo y la cubierta, aunque cuidada, está algo desgastada, debe tener muchos años. Nunca me hubiese imaginado a Christopher leyendo novelas, y mucho menos "Orgullo y Prejuicio" de Jane Austen. Pero para que me la da. ¿Acaso quiere que me ponga a leer ahora?

— ¿Para qué es el libro? —le pregunté con curiosidad.

—Quiero pintarte de forma natural, y pensé que te gustaría leer una novela. Al menos recuerdo que te gustaba hacerlo. —me contestó mientras yo le sonreía y abría el libro en la primera página deslizando mis dedos por las letras.

Sí, me gustaba y mucho, pero a veces el deseo de dibujar opacaba el de leer. Y últimamente dibujaba mucho.

—No te había imaginado nunca leyendo una novela. —le contesté mientras reía.

—En realidad no la he leído nunca, es un recuerdo. —me contestó mientras yo dejaba de sonreír y lo miraba fijamente a los ojos.

Christopher ahora no sonreía como hacía apenas unos minutos. Creo que lo mejor es no seguir tocando el tema de la novela.

— ¿Ya leíste esa novela? —me preguntó con curiosidad.

—Hace mucho tiempo, casi no la recuerdo, lo que más recuerdo es la película.

—Mucho mejor. —respondió.

—Entonces, ¿donde me pongo? —le pregunté mientras el sonreía levemente.

—Recuéstate en la cama como si fueras a leer, o mejor dicho recuéstate en la cama a leer la novela. —me contestó mientras yo lo miraba asombrada.

— ¿En serio? —por la cara con la que me miraba estaba hablando muy en serio.

—Ponte de frente a mí. —me dijo mientras lo miraba y él me sonreía.

Así que me subí en la cama y me acosté boca abajo apoyándome en los codos mientras abría el libro para comenzar a leer.

Christopher fue hasta el caballete y lo movió más cerca de la cama. El lienzo que tenía preparado es grande. Y pude ver como acomodó las pinturas y los pinceles a su lado antes de tomar un lápiz en la mano.

—Cuando dijiste que me ibas a dibujar pensé en lápiz y cartulina, no oleo y lienzo. —le dije levantando brevemente la vista de la lectura.

—Quiero que perdure mucho más. —dijo mientras salía un momento de atrás del lienzo. —Ahora a leer. —dijo mientras me señalaba con el lápiz y volvía a esconderse.

Y me puse a leer. La verdad es que a medida que leo, voy recordando fragmentos de la novela. A cada rato alzaba brevemente la vista para ver si lo veía cuando me mirara. Pero casi en ningún momento sacaba la cabeza fuera del lienzo para mirarme, lo que me hacía cuestionarme si me estaba pintando o no.

— ¿No necesitas mirarme para pintarme? —le pregunté mientras el asomaba su rostro sonriente por un costado del lienzo.

—No mucho. Además, en estos momentos si te miro mucho lo que menos voy a hacer es pintarte. No sabes cómo tengo que controlarme para no dejar el cuadro a la mitad, ir donde estás, arrojar el libro a un lado y hacerte el amor. —dijo mientras mi respiración se aceleraba con solo escucharlo decir eso. Eso sonaba tan tentador, que estaba dispuesta a pedirle que dejara de pintarme. —Pero no lo haré, por mucho que me ruegues vas a tener que esperar a que termine de pintarte. —dijo mientras desaparecía detrás del cuadro nuevamente.

Así que me concentré en leer la novela. Y el tiempo comenzó a correr. Ni siquiera miraba hacia donde estaba Christopher. Cuando leía me metía de lleno en la historia y a veces olvidaba todo lo que me rodeaba. Me gustaban mucho las novelas de época, sobre todo las de Amanda Quick, son mis favoritas, pero últimamente no leo mucho. Creo que la última novela que había leído, y fue hace un tiempo, fue la de E.L James.

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Este capítulo está dedicado a Nagdaris_Torres

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