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Capítulo 2

En cuanto llegué allí le di el papel que me había dado el señor James y ella solamente me sonrió.

—Bienvenida al MET. —me dijo sonriéndome.
—Gracias. —le dije muy ansiosa.
Estaba eufórica la verdad, jamás me había imaginado que mi sueño se iba a hacer realidad.
—Siéntate y espera un momento para preparar tu identificación. — me dijo señalando una silla.

Me senté. Y diez minutos más tarde la secretaria de James me entregó mi identificación.

—Sígueme. — me dijo mientras yo me ponía de pie.

Salimos nuevamente al pasillo y caminamos hasta el final donde había un ascensor.

—El departamento de restauración está en el sótano. —dijo mientras apretaba el botón de llamar el ascensor.

En cuanto las puertas se abrieron entramos. Y un minuto más tarde estas se estaban abriendo en el sótano, dando paso a una enorme estancia con varios caballetes y mostradores dispersos por toda la sala.

—Esta es el área de restauración de obras. —dijo señalando el local.
— ¡Wau!, es inmensa. —dije admirando asombrada la gran estancia.
—Ven te voy a presentar al personal con el que trabajarás, que no son muchos.

Caminamos hasta donde se encuentra una muchacha de cabello corto y negro de aproximadamente mi estatura. Junto a ella, un hombre de pelo negro también un poco más alto que la muchacha que está a su lado.

—Hey Sara, que te trae por aquí abajo. —le dijo la muchacha muy sonriente.
—Le estoy dando un recorrido a la señorita Hart, trabajará con ustedes a partir del lunes. —dijo señalándome.
—Llámame Amelia. —le digo sonriendo a la muchacha de pelo corto.
—Una nueva recluta. —dijo el hombre sonriendo también y acercándose a nosotras para saludar.
—Genial, mi nombre es Molly y este es Ben. —dijo la muchacha acercándose a mí y dándome un beso en la mejilla.
—Mucho gusto. —le dije extendiendo la mano a Ben que la tomó y la estrechó cálidamente.
—Molly, creo que se te olvidó mencionar algo. —dijo él girándose hacia Molly después de soltar mi mano.
—No lo creo. —dijo ella riéndose.
—Es que a ella no le gusta mencionar la parte de que somos pareja. —dijo mientras la abrazaba por la cintura.
—Siempre se me olvida esa parte, es que es mucho tiempo. —dijo riéndose mientras Ben la apretaba más contra él y le daba un beso en la frente.
— ¿Ellos son siempre así? —le pregunté a Sara mientras esta sonreía.
—Y peores también, bueno te dejo con ellos, para que te expliquen las cosas y te den el tour subterráneo. —dijo riéndose.
—Gracias Sara. —le dije mientras ella iba camino al ascensor.
—No hay de que, cualquier problema, sabes dónde encontrarme. —dijo mientras entraba en el ascensor.
—Está bien. —le grité mientras las puertas del ascensor se cerraban.
—Me encanta la parte del Tour. —dijo Molly emocionada mientras salía de los brazos de Ben y me tomaba por el mío. —Vamos, te enseñaré todo.

Y así comenzó a darme el recorrido por todo el sótano, enseñándome las obras que estaban restaurando en esos momentos y la zona donde podíamos pintar lo nuestro. Así como una pequeña cocina donde había una nevera, un microwave y una cafetera, allí podríamos prepararnos algo para comer en los horarios establecidos, tanto de merienda como de almuerzo. Aunque también podíamos salir a almorzar si lo deseábamos mientras lo hiciéramos en el horario establecido.

—Esto es genial, hay tanta tranquilidad, tanta paz. —le dije mientras me sentaba frente a un caballete admirando la vista de todo el lugar donde trabajaría.
—Eso es esta semana nada más. —dijo haciendo una mueca de disgusto.
Y esto solo hizo que le prestara más atención en ese momento.
— ¿Por qué lo dices? —le pregunté con mucha curiosidad.
¿Acaso no siempre había esta paz aquí?
—Ven conmigo. —dijo tirando de mi mano haciendo que me levantara de la banqueta.

Me condujo hacia una oficina que se encontraba en un extremo de la zona de restauración. Dos de las paredes eran de cristal que permitían ver al personal trabajando. Las ventanas tenían unas cortinas electrónicas, de esas sofisticadas que se cerraban con un mando y se encontraban completamente cerradas evitando poder ver hacia el interior. La oficina estaba cerrada y en la puerta había una chapilla donde se leía:

C. Randall. Supervisor de Restauración.

— ¿No puede ser tan malo?—le pregunté mientras ella me miraba con una mueca de fastidio.
—Créeme, no nos deja ni siquiera que nos miremos. Y es muy estricto con los horarios y las normas del museo. — dijo mientras caminábamos lejos de la oficina rumbo a la cocina.
— ¿Tiene algún problema? —le pregunté cuando llegamos allí y ella se dirigió hacia la nevera.
—No lo sé. —dijo sacando una caja de jugo y cogiendo dos vasos.
—Ya. Seguro es un viejo cascarrabias. —dije tomando uno de los vasos que ella me ofrecía.
—Ojalá, al menos así sería más tolerable y justificado. —me contestó vertiendo jugo en ambos vasos.
—Gracias. —le contesté mientras ella sonreía y guardaba el resto del jugo en la nevera nuevamente.

Caminamos hasta unas banquetas y nos sentamos mientras bebíamos el jugo. La verdad era que no entendía nada. Era imposible que una persona fuera tan mala simplemente por placer.

— ¿Aún no entiendo que quieres decir?—le dije aún pensando en la descripción que ella me acababa de hacer del supervisor.
—No es ningún viejo, cascarrabias puede ser, tiene muy mal carácter. —dijo dejando a un lado el vaso.
— ¿Es joven? —le pregunté asombrada. No me había pasado por la cabeza en ningún momento que fuera joven.
—Te contesto si prometes no decir nada. —dijo mirándome fijamente y después a Ben.
—Mis labios están sellados. —le digo intrigada porque me cuente.
—No solo joven, está buenísimo, un modelo digno de la portada de una revista. —dijo mientras se reía muy bajito y yo la miraba abriendo mucho los ojos y casi atragantándome con el jugo.
— ¡Eh! —le contesté asombrada.
—Sí, tendrá a lo sumo 28 años, no más, comenzó aquí hace dos años, se trasfirió desde Francia, o Inglaterra, no recuerdo.
— ¿Y cuando regresa? —pregunté con mucha curiosidad mientras terminaba mi jugo y ponía el vaso a un lado.
—El lunes, te aconsejo que no le hagas caso al discurso que te dará. —me dijo poniendo una mano en mi hombro.
— ¿Qué discurso? —le pregunto asustada.
—El que le da a los nuevos. — contesta Molly muy seria.
—Yo no veo a nadie más aquí. —dije mirando en todas direcciones.
—No han aguantado la ira de la bestia, Ben y yo continuamos porque no le hacemos caso, además llevamos aquí cerca de 6 años, estábamos antes que él llegara.
—No hacerle caso, ok. —le dije sonriendo.
—Otra cosa, no le digas a Ben lo que dije de la bestia. —dijo mirándome fijamente.
— ¿Qué cosa? —le pregunto haciéndome la despistada.
—Genial, creo que nos vamos a llevar muy bien. —me dijo mientras sonreía.
— ¿Ya le contaste de la bestia? —dijo Ben mientras llegaba donde estábamos y abrazaba a Molly por detrás.
—Si ya le conté. —dijo ella sonriéndole.
—Entonces…Amelia no, que te parece el local de restauración. —me dijo Ben mientras continuaba abrazado a Molly.
—Genial, me encanta. ¿Puedo pedirles un favor?—dije mientras ambos me miraban.
—Sí lo que te haga falta. —dijo Molly mirando a Ben preguntándose qué les iba a pedir.
—Me pueden llamar Amy, nadie me llama Amelia desde hace mucho tiempo, solamente lo hacen mis padres a veces.
—Ok, Amy entonces. —dijeron ambos riendo.

La verdad que Ben y Molly me habían caído muy bien, creo que me iba a gustar estar aquí. Solo esperaba que la bestia, como le llamaban ellos, no fuera tan temible como ellos decían. Pero para eso iba a tener que esperar al lunes. Ya entonces vería si la bestia era tan feroz como la pintaban.

Regresé al apartamento después de las 5:20 pm, me había pasado la tarde en el sótano del museo, mientras Molly y Ben me ponían al día sobre las obras en restauración y nos conocíamos más. Justo antes de despedirnos intercambiamos teléfonos ya que no los vería nuevamente hasta el próximo lunes.

En cuanto abrí la puerta del departamento me llevé una sorpresa. Lo primero que vi fueron los zapatos de Lizzy tirados en la alfombra de la sala. Continué mirando y encontré un rastro de ropas de ella y por lo que pude ver de un hombre que iban hasta su habitación.

Al parecer regresó acompañada, así que lo mejor que podía hacer era ir para mi habitación. Lo bueno era que teníamos el baño de por medio. Me cambié de ropa y me recosté un rato, había sido un día muy agotador, y la verdad era que la noche anterior no había descansado mucho.

***
—Amy, estas ahí.

Los toques en la puerta seguidos de Lizzy llamándome me despertaron. Al parecer el sueño me había vencido y sin darme cuenta me había quedado dormida.

—Si entra. —le dije mientras me sentaba en la cama.

Lizzy entró en mi habitación muy sonriente, bueno, tan sonriente como podía estar después de haber tenido sexo. Esa sonrisa ya se la conocía a la perfección, la veía a menudo.

—Y bien que tal tus entrevistas. —me preguntó mientras se sentaba a mi lado en la cama.
—Genial, empiezo el lunes en el MET. —le contesté sonriendo.
—Te dije que lo lograrías, felicidades. —me dijo abrazándome efusivamente.
—Gracias, y a ti como te fue. —le pregunté con curiosidad.
—Me aceptaron a donde fui primero y ahí me quedé. —dijo sonriente.
—Dime que fue en el New York Times.
—Sí, fue en el Times. —me contestó muy alegre.
— Felicidades ¿Cuando comienzas? —le pregunté mientras me levantaba de la cama y buscaba mi celular en la mesita.
—En dos semanas.
—Genial, este año ha sido espléndido, hemos logrado todo lo que nos hemos propuesto. — le dije regresando a la cama a su lado.
—Excepto terminar con tu virginidad. —dijo mientras yo la miraba muy seria y después sonreía.
—Esa es la excepción, y bueno hablando de… ¿Volviste con Aidan? —pregunte ansiosa mientras revisaba el celular por algún mensaje o llamada perdida.
—No. —contestó rotundamente.
Aparté mis ojos del celular y cuando la miré ella estaba sonriendo.
— ¿Entonces con quien viniste? —le pregunté con mucha curiosidad.
—Alguien que conocí en las afueras del Times. —dijo recostándose en la cama y suspirando.
— ¡Ah! Y para variar esta vez decidiste acostarte con el sin apenas conocerlo. —le pregunté con ironía.
—No es así Amy, sabes que no soy de ese tipo. —dijo mirándome fijamente.
—Explícame entonces porque no te entiendo. —le pedí.
—Fue amor a primera vista, ambos nos quedamos mirándonos fijamente, créeme es la primera vez que me tiemblan las piernas, casi me caigo de los tacones. —dijo ella mientras yo no podía evitar reír ante lo que había dicho.
—Espera estoy tratando de imaginarme la escena. —dije aguantando las ganas de reír, eso era algo que me hubiera gustado ver.
—No te rías Amy, no tiene gracia. —dijo golpeándome en el brazo.
—Está bien, continúa. —dije aguantando la risa nuevamente.
—Me invitó a tomar un café y de allí nos fuimos a dar una vuelta por New York mientras nos conocíamos. —dijo suspirando una vez más, esta vez sí le había dado fuerte.
—Y terminaron aquí. —le dije enarcando una ceja.
—Este no es como los demás Amy, presiento que este es el definitivo. —dijo sonriendo y dando patadas en la cama como un niño pequeño.
—Si tú lo dices, entonces está bien. ¿Cómo se llama, por cierto, no me has dicho su nombre?
—Nathan Hudson Carter. — wau, si que le había dado fuerte.
—Gracias por los datos, pero solamente quería saber su nombre, espero me lo presentes algún día. — le dije mientras ella se sentaba en la cama.
—Recuerdas que teníamos planeado irnos a celebrar después de la graduación el miércoles.
—Sí, no me digas que cambiaron los planes. —le pregunté preocupada.
—No, es que he invitado a Nathan, espero que no te moleste, así lo podrás conocer. —dijo muy animada.
—No, no me molesta. Eso me recuerda que tengo que llamar a mis padres para recordarles la graduación. —dije mientras miraba el celular fijamente por un momento.
—Espero que al menos los tuyos puedan venir, los míos no pueden. —dijo mientras se levantaba para salir de la habitación.

Podía notar que estaba un poco alicaída porque sus padres no podían venir a la graduación. Según ella me había contado estaban en un viaje de negocios y la mayor parte del tiempo era así. Casi nunca los veía. Al principio notaba que le molestaba un poco, pero con el tiempo he notado que no ya no lo hace tanto.

—Lizzy, puedo invitar a unos colegas del trabajo a celebrar con nosotros también. —le pregunté mientras ella llegaba a la puerta.
—Sí, no me molesta, además a donde vamos es un lugar público, puede ir todo el que quiera.
Lizzy salió de mi habitación y tomé el celular para llamar a mis padres, al segundo tono contestaron.
—Oigo. —dijo mi padre del otro lado de la línea.
—Hola papá, como están.
—Bien hija. ¡Cariño, la niña en el teléfono! —gritó mi padre a mi madre del otro lado de la línea.
—Papá que no soy una niña. —dije haciendo un puchero.
—Tú siempre serás nuestra niña. —dijo mi madre en el teléfono.
—Está bien. ¿Como están? —dije mientras iba hacia el balcón y lo abría para coger un poco de aire.
—Bien, ya sabes, el trabajo de tu madre en el hospital y el mío en la concesionaria, todo igual. —dijo mi padre y me los podía imaginar a los dos sentados en la sala al lado del teléfono.
— ¿Cómo te fue en las entrevistas hoy?—preguntó mi madre.
—Bien, el lunes comienzo a trabajar en el MET. —contesté muy ansiosa.
—¡Felicidades! — me dijeron los dos al mismo tiempo.
—Gracias, estaba llamando para recordarles la graduación. —dije mientras regresaba dentro de la habitación cerrando la puerta del balcón, alejándome de los sonidos de la ciudad.
—Sigue siendo el miércoles. —preguntó mamá.
—Sí a las 10:30 am. —dije mientras me sentaba en la cama.
—Pero no podremos quedarnos después de esta, tenemos que regresar ese mismo día. —dijo mamá y podía decir que si fuera por ellos se quedaban más tiempo.
Pero sabía que por el trabajo en el hospital mi madre no podía ausentarse mucho tiempo.
—Está bien, no se preocupen, con que vengan es suficiente, de todas formas, pensaba ir a pasarme unos días con ustedes antes de comenzar a trabajar. —le dije tratando de animar a mi madre.
—¡Eso es estupendo! —contestó ansiosa.
—No es seguro, pero pienso salir para allá el jueves en la tarde para regresar el domingo, si hay algún cambio ya les avisaré. — les dije mientras me recostaba en la cama.
—Está bien cariño, nos vemos en tu graduación entonces. —dijo mamá.
—Nos vemos mamá.
—Cuídate Amelia, nos vemos el miércoles. —dijo mi padre.
—Un beso los quiero mucho.
—Y nosotros a ti. —dijeron al unísono mientras colgaban el teléfono.

A mis padres era a los únicos que no les pedía que me llamaran Amy, sabía que aunque les insistiera no lo harían. Hacía ya bastante tiempo que no iba a casa, desde hacía más de 6 meses que no los visitaba.

Con los exámenes finales, la verdad era que no tenía tiempo para nada, solamente para llamarlos y eso lo hacía cada dos o tres días. Cogí nuevamente el celular y le envié un mensaje a Molly y Ben invitándolos a la celebración de la graduación. Salí con el celular en la mano y lo dejé en la encimera de la cocina. Lizzy estaba allí preparando la cena y me puse a ayudarla. Y mientras preparábamos la cena le conté sobre el MET, sobre Molly y Ben y también lo que me habían dicho del supervisor.

Unos minutos después sonaba el celular con la respuesta de Ben y Molly donde me decían que les dijera el lugar y la hora.

—Lizzy, me puedes dar la dirección del club al que iremos para enviársela a mis amigos.
—Nathan me habló de un club al que podíamos ir en lugar del que tenía pensado, dice que este es más prestigioso.
—Muy bien cuál es el nombre y la dirección. —le pregunté mientras me disponía a escribir.
—Sí, es el Simyone Lounge Night Club, 409 W 14th St. —dijo tras buscar la dirección en su celular.

Mientras Lizzy dictaba yo iba escribiendo la dirección y en cuanto terminé de teclear y poner la hora del encuentro envié el mensaje y volví a poner el celular en donde mismo estaba. Terminamos de preparar la cena y comimos tranquilamente mientras veíamos una película. En cuanto terminamos de cenar, Lizzy salió, dijo que iba dar una vuelta con Nathan, lo cual suponía que quería decir que tal vez no regresaba.

Así que al tener el apartamento para mi sola, aproveché para dormir temprano y tratar de recuperar las horas de sueño que había perdido la noche anterior.

El martes hubo muchos cambios en la rutina del día, Lizzy había llegado cerca de las 10:00 am, con más energía que de costumbre y había insistido en que nos hiciéramos un tratamiento de belleza. La tortura comenzó por varias cremas faciales, haciendo una pausa para almorzar unos macarrones con queso que preparamos rápidamente y terminó en manicure y pedicura cerca de las 6:00 pm. La verdad era que después de esto no tenía energías para nada, mientras que Lizzy estaba más fresca que una lechuga.

—Que te parece si ordenamos algo para cenar hoy. —me dijo ella mientras nos encontrábamos sentadas ambas en la alfombra de la sala.
—La verdad que no tengo ganas de cocinar hoy, estoy exhausta. —le dije mientras ella se reía.
—Y apenas has tenido que moverte, creo que estás falta de ejercicio físico y entrenamiento. —dijo enarcando una ceja y tomando el teléfono para ordenar nuestra cena.
—Como cuales, los que hiciste anoche. —contesté empujándola por los hombros.
—No te vendrían nada mal, porque no vuelves a intentarlo. —dijo mirándome fijamente.
— ¿De verdad crees que mi suerte cambie?—le pregunté enarcando una ceja.
— ¿Que es lo peor que pudiera pasar?—preguntó sonriendo.
— ¿De veras quieres que te conteste eso?—le dije frunciendo el ceño.
—No, gracias, creo que tengo una idea muy detallada. —dijo mientras nos echábamos a reír.

Lizzy hizo nuestro pedido y después fue a bañarse mientras yo esperaba la orden. Lizzy salió del baño y aproveché para darme una refrescante ducha, la verdad era que estaba muy exhausta. Para cuando salí del baño quince minutos más tarde, ya nuestro pedido estaba allí, así que cenamos y tras descansar un rato la comida viendo una serie nos acostamos a dormir, mañana teníamos un día muy ajetreado.

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